Estudio Bíblico:
"La Profundidad del Amor Divino"
Por: Hno. Francisco Velázquez Cruz
Por: Hno. Francisco Velázquez Cruz
Introducción
En el vasto lienzo de la Escritura, hay pasajes que resplandecen con una luz única, revelando verdades que trascienden el tiempo y el espacio. El capítulo 3 de la primera epístola de Juan es uno de esos tesoros, una gema preciosa que nos invita a sumergirnos en las profundidades insondables del Amor Divino.
En un mundo donde las definiciones sobre el amor a menudo son efímeras y cambiantes, 1 Juan 3 emerge como una fuente inagotable de sabiduría, desafiándonos a contemplar cuán extraordinario es el Amor que el Padre Celestial nos ha conferido. ¿Qué misterios aguardan en estos versículos? ¿Qué revelaciones transformadoras se esconden en la conexión entre nuestra identidad como Hijos de Dios y la práctica diaria de vivir en este Amor Divino?
El apóstol Juan, con su pluma impregnada de experiencia y reverencia, nos guía a través de un viaje espiritual donde las palabras no son simplemente símbolos en una página, sino destellos de una Verdad Eterna que busca penetrar en las fibras más profundas de nuestro ser. Este no es solo un capítulo, sino una invitación a explorar la esencia misma del Amor que define nuestra existencia.
Imaginemos, por un momento, estar parados en la orilla de este pasaje bíblico. Las olas de la Revelación Divina nos rodean, y la brisa del Espíritu Santo nos llama a sumergirnos más profundamente en las aguas inexploradas de la Gracia Divina. ¿Qué secretos se revelarán a medida que nos aventuramos más allá de las palabras escritas y permitimos que el Espíritu nos guíe a través de la riqueza espiritual de 1 Juan 3?
Así, con corazones expectantes y mentes abiertas, nos embarcamos en un viaje de descubrimiento. No solo para entender intelectualmente, sino para experimentar, abrazar y vivir el Amor Divino que este capítulo desentraña. Prepárense para un estudio que va más allá de la teología superficial y se sumerge en las profundidades donde el Amor de Dios fluye como un río inagotable, transformando vidas y revelando el propósito último de nuestra existencia como Hijos Amados del Altísimo. ¡Bienvenidos a esta travesía emocionante, donde el Amor de Dios se despliega en todo su esplendor!
Contemplando la Magnitud del Amor Paternal
1MIRAD cuál Amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados Hijos de Dios: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce a Él.
[1 Juan 3:1]
"Mirad cuál Amor nos ha dado el Padre" , estas palabras, como rayos de luz que penetran la oscuridad, nos invitan a detenernos y contemplar la grandiosidad del Amor Divino. En este primer versículo, el apóstol Juan nos insta a dirigir nuestra mirada hacia un Amor que va más allá de nuestras expectativas y comprende las dimensiones infinitas del Corazón de Dios.
En nuestra era acelerada, donde el amor a menudo se mide en acciones tangibles o se expresa en términos terrenales, este llamado a “mirar” nos invita a ir más allá de las superficialidades. No se trata solo de observar, sino de adentrarnos en la esencia misma del Amor de Dios. Imaginemos por un momento el Universo de su Amor, un Amor que trasciende los límites del tiempo y del espacio, un Amor que nos ha llamado Hijos.
Este Amor no es un regalo casual o un gesto efímero; es un Amor que se da con propósito y con un significado profundo. Es un Amor que nos elige, nos redime y nos coloca en una Relación Paternal con el Creador del cosmos. Es un Amor que no está condicionado por nuestra habilidad para merecerlo, sino que fluye libremente desde el Corazón generoso de nuestro Padre Celestial.
Efesios 3:18-19:
18Podáis bien comprender con todos los santos cuál sea la anchura y la longura y la profundidad y la altura,
19Y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
Contemplar este Amor nos desafía a reevaluar nuestras percepciones terrenales del Amor. No se trata solo de afecto, sino de una entrega completa y desinteresada. Es un Amor que nos abraza en nuestras victorias y nos sostiene en nuestras derrotas. Es un Amor que persevera, que se regocija en la verdad y que nunca desfallece.
Este versículo, entonces, nos impulsa a vivir en una constante conciencia de este Amor Divino. No es simplemente un concepto teológico, sino una realidad que debe transformar nuestra mentalidad y nuestra forma de relacionarnos con Dios y con los demás. En la contemplación de este Amor, encontramos la fuente de nuestra identidad y el cimiento de nuestra esperanza.
Que cada día nos levantemos recordando el Amor con el que el Padre nos ha bendecido. Que en cada desafío y en cada victoria, mantengamos nuestros ojos en este Amor que nos sostiene. Y que, al mirar profundamente en este Regalo Celestial, encontremos la inspiración para amar a otros con la misma intensidad, generosidad y constancia que hemos recibido del Padre celestial.
La Esperanza Radiante de Nuestra Identidad Futura en Dios
2Muy amados, ahora somos Hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes a él, porque le veremos como él es.
3Y cualquiera que tiene esta esperanza en él, se purifica, como él también es limpio.
[1 Juan 3:2-3]
“Muy amados, ahora somos Hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser”, estas palabras resplandecen con una esperanza que ilumina el sendero de nuestra peregrinación espiritual. Juan nos invita a contemplar nuestra actual posición como Hijos de Dios mientras reconocemos que hay una manifestación futura de nuestra identidad que aún aguarda en las alas del tiempo.
En la paradoja de este versículo, se encuentra la tensión entre la realidad presente y la promesa futura. Somos Hijos de Dios en este momento, pero hay un aspecto de nuestra relación con Él que aún no se ha desplegado por completo. Esto nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza progresiva y reveladora de nuestra conexión con el Creador.
Romanos 8:23-25:
23Y no sólo ellas, mas también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, es a saber, la redención de nuestro cuerpo.
24Porque en esperanza somos salvos; mas la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?
25Empero si lo que no vemos esperamos, por paciencia esperamos.
Como Hijos de Dios, llevamos en nosotros la semilla de una transformación completa que se revelará en el tiempo divinamente designado. Este proceso de revelación nos llama a vivir con expectación y a abrazar nuestra identidad con paciencia y esperanza. Cada día, como Hijos en crecimiento, nos acercamos más a la plenitud de nuestra adopción celestial.
La idea de “manifestarse” sugiere una revelación gradual y gloriosa. No somos solo destinatarios de un título divino, sino participantes en un viaje de desarrollo espiritual continuo. Este viaje nos lleva más allá de la mera adopción legal hacia una transformación completa, donde nuestras vidas reflejen cada vez más la Imagen de Cristo.
2 Corintios 3:18:
18Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.
Este proceso de transformación nos desafía a no estancarnos en nuestra experiencia actual, sino a avanzar con valentía hacia lo que hemos de ser. La esperanza radica en saber que nuestra Adopción como Hijos de Dios no es estática; es dinámica, evolutiva y, en última instancia, gloriosa.
Así que, mientras vivimos la realidad de ser Hijos de Dios hoy, abracemos con gozo la esperanza de lo que hemos de ser mañana. Que cada desafío, cada lección y cada victoria nos lleven un paso más cerca de esa manifestación completa de nuestra identidad en Dios. Confiemos en que Él, que comenzó esta buena obra en nosotros, la llevará a cabo hasta el Día de Jesucristo (Filipenses 1:6).
El Combate Espiritual y la Victoria en Cristo
4Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; pues el pecado es transgresión de la ley.
5Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
6Cualquiera que permanece en él, no peca; cualquiera que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.
[1 Juan 3:4-6]
“Cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; pues el pecado es transgresión de la ley”, estas palabras resuenan como una trompeta que llama a la reflexión sobre la naturaleza del pecado y su conexión intrínseca con la Ley de Dios. Juan nos coloca en el corazón del combate espiritual, donde cada elección moral se convierte en un acto significativo frente a la Ley Divina.
Romanos 3:23:
23Por cuanto todos pecaron, y están destituídos de la Gloria de Dios;
Este versículo nos recuerda la realidad universal del pecado. Cada vez que nos apartamos de la Voluntad de Dios, estamos, de hecho, infringiendo su ley santa. El pecado no es simplemente una transgresión puntual, sino una rebelión continua contra la Rectitud Divina. Juan nos llama a reconocer la seriedad de nuestras acciones y a entender que cada desviación del camino de Dios tiene implicaciones significativas.
Sin embargo, la advertencia de Juan no es simplemente un recordatorio de nuestra falla, sino una introducción a la Solución Divina. La victoria sobre el pecado no se alcanza a través de nuestras fuerzas, sino mediante la Gracia y el Poder Redentor de Cristo.
Romanos 8:1-2:
1AHORA pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, mas conforme al espíritu.
2Porque la Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
En estos versículos, se nos presenta un contraste claro entre aquellos que continúan en el pecado y aquellos que han encontrado la victoria en Cristo. El versículo 6 destaca que “Cualquiera que permanece en él, no peca”. Aquí, “permanecer en él” no es simplemente una posición pasiva, sino una relación activa y constante con Cristo. Es a través de esta conexión viva que experimentamos la transformación que nos libera de la esclavitud del pecado.
Este pasaje no es un llamado a la autodisciplina legalista, sino a una rendición total a la Obra Redentora de Cristo y al Poder Transformador del Espíritu Santo. La victoria sobre el pecado se encuentra en una relación continua con aquel que cumplió la ley por nosotros y nos dio acceso a una vida que refleja Su Justicia.
Estos versículos nos confrontan con la realidad del pecado, pero también nos señalan la senda de la victoria en Cristo. Que cada transgresión nos lleve al pie de la cruz, donde encontramos el perdón, la Gracia y el Poder para vivir en rectitud. Que busquemos no solo evitar el pecado, sino permanecer en la Presencia y el Amor transformador de aquel que nos llama a una vida en victoria sobre el pecado.
El Que Es Nacido de Dios No Hace Pecado
7Hijitos, no os engañe ninguno: el que hace justicia, es justo, como él también es justo.
[1 Juan 3:7]
“Hijitos, no os engañe ninguno: el que hace justicia, es justo, como él también es justo.” En estas palabras, Juan nos llama a la atención, advirtiéndonos contra el autoengaño. Aquel que practica la justicia revela su identidad como Hijo de Dios. Este acto de hacer justicia no es meramente cumplir con reglas externas, sino reflejar la Justicia intrínseca de Dios, un reflejo del carácter divino.
Mateo 5:6, 10, 20:
6Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán hartos.
10Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el Reino de los cielos.
20Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los Fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Este versículo establece un estándar elevado para aquellos que se identifican como Hijos de Dios. El llamado es a imitar la Justicia de Dios, a participar en su naturaleza justa y a reflejar su carácter santo en nuestras vidas.
La Incompatibilidad entre el Pecado y la Nueva Naturaleza en Cristo
8El que hace pecado, es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
9Cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado, porque Su Simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
[1 Juan 3:8-9]
Aquí, Juan destaca la incompatibilidad entre la práctica del pecado y la nueva naturaleza que experimentamos como Hijos de Dios. La aparición del Hijo de Dios, Jesucristo, tiene un propósito Redentor: deshacer las obras del diablo. Esta declaración enfatiza la obra salvadora de Cristo como la Solución Divina para liberarnos del poder del pecado.
Gálatas 5:24:
24Porque los que son de Cristo, han crucificado la carne con los afectos y concupiscencias.
La nueva naturaleza de aquellos que son nacidos de Dios se presenta como una realidad transformadora. La Semilla Divina plantada en ellos a través de la Redención de Cristo impide que practiquen el pecado de manera habitual y voluntaria. Esta declaración no sugiere la perfección absoluta, sino una nueva orientación de vida que rechaza el dominio del pecado.
La Manifestación de la Identidad Espiritual
10En esto son manifiestos los Hijos de Dios, y los hijos del diablo: cualquiera que no hace justicia, y que no ama a su Hermano, no es de Dios.
[1 Juan 3:10]
Juan resume la dualidad espiritual destacando la manifestación evidente de la identidad de los Hijos de Dios y los hijos del diablo. Aquellos que no practican la Justicia y carecen de Amor Fraternal revelan su conexión con el diablo.
Juan 13:35:
35En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
La Justicia y el Amor hacia los Hermanos se convierten en los distintivos inequívocos de la identidad cristiana. Estos actos no solo proclaman la conexión con Dios, sino que también reflejan la Obra Transformadora del Espíritu Santo en la vida de aquellos que han experimentado el nuevo nacimiento.
Así que, estos versículos nos invitan a un examen profundo de nuestra vida y conducta. ¿Reflejamos la Justicia y el Amor que caracterizan a los Hijos de Dios, o nuestras acciones revelan una conexión diferente? Que este llamado a la Autenticidad y a la Identidad Divina nos inspire a vivir de acuerdo con la verdad y la gracia que hemos recibido en Cristo.
El Mensaje Fundamental del Amor y la Advertencia contra la Maldad
11Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.
12No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.
[1 Juan 3:11-12]
“Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.” Juan enfatiza el mensaje fundamental que ha sido proclamado desde el principio del Evangelio: el llamado al amor mutuo entre los creyentes. Este mandato no es nuevo en nuestra actualidad, pero es esencial y eterno, trascendiendo el tiempo y la historia de la iglesia.
Juan 13:34-35:
34Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros: como os he amado, que también os améis los unos a los otros.
35En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Este mandamiento de amarnos unos a otros no solo es central en la enseñanza de Jesús, sino que también sirve como distintivo para identificar a los seguidores de Cristo.
La Advertencia a través del Ejemplo de Caín
“No como Caín, que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.” Juan utiliza el ejemplo de Caín, como una advertencia impactante. Caín, influido por el maligno, cometió el primer homicidio al matar a su hermano Abel. La razón detrás de este acto violento fue la maldad presente en las obras de Caín, en contraste con la justicia de Abel.
Génesis 4:3-5, 8:
3Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová.
4Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, y de su grosura. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda;
5Mas no miró propicio a Caín y a la ofrenda suya. Y ensañóse Caín en gran manera, y decayó su semblante.
8Y habló Caín a su hermano Abel: y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y le mató.
La historia de Caín y Abel subraya la importancia de la calidad de nuestras acciones y la actitud de nuestros corazones en nuestra relación con Dios y los demás. Estos versículos nos recuerdan la esencia del mensaje cristiano: el amor mutuo. La mención de Caín sirve como un fuerte recordatorio de las consecuencias de la maldad y la falta de amor. Que esta advertencia impulse a los creyentes a vivir en amor, reflejando así la justicia y la gracia de Dios en sus vidas cotidianas.
La Contradicción entre el Amor y el Odio en la Identidad Cristiana
13Hermanos míos, no os maravilléis si el mundo os aborrece.
14Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los Hermanos. El que no ama a su Hermano, está en muerte.
15Cualquiera que aborrece a su Hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene Vida Eterna permaneciente en sí.
[1 Juan 3:13-15]
“Hermanos míos, no os maravilléis si el mundo os aborrece.” En este versículo, el apóstol Juan emite una advertencia franca a los creyentes: no deben sorprenderse si el mundo los aborrece. La fe en Cristo a menudo choca con los valores del mundo, lo que puede resultar en rechazo y hostilidad.
Juan 15:18-19:
18Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me aborreció antes que a vosotros.
19Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo.
Esta advertencia resuena con la realidad de que la fe genuina puede provocar antagonismo. Los creyentes no deben desanimarse ante el rechazo del mundo, ya que esto es una consecuencia natural de su identidad en Cristo.
La Transición de Muerte a Vida a través del Amor Fraternal
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los Hermanos…” Juan resalta la transformación radical que experimenta un creyente al pasar de la muerte espiritual a la vida en Cristo. Este cambio se evidencia en el amor hacia los Hermanos, que se convierte en un testimonio viviente de la nueva vida en Cristo.
Efesios 2:4-5:
4Empero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó,
5Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo; por gracia sois salvos;…
El Amor Fraternal no es solo una buena acción; es la manifestación de la vida transformada que viene de la reconciliación con Dios. La expresión del Amor hacia los Hermanos se convierte en una prueba tangible de nuestra conexión con la Vida Eterna.
La Condena del Odio y el Vínculo entre el Odio y el Homicidio
“Cualquiera que aborrece a su Hermano, es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene Vida Eterna permaneciente en sí.” Juan presenta una conexión impactante entre el Amor y la Vida Eterna, y el odio y la muerte espiritual. Aquel que no ama está en un estado espiritual de muerte, y aquel que aborrece a su Hermano comparte similitudes con un homicida.
Mateo 5:21-22:
21Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare, será culpado del juicio.
22Mas yo os digo, que cualquiera que se enojare locamente con su Hermano, será culpado del juicio; y cualquiera que dijere a su Hermano, Raca, será culpado del concejo; y cualquiera que dijere, Fatuo, será culpado del infierno del fuego.
Juan refuerza la gravedad del odio al equipararlo con el acto de homicidio. Aquellos que albergan odio revelan una ausencia de Vida Eterna en ellos. La falta de Amor se convierte en una evidencia de una conexión espiritual rota. Estos versículos destacan la profunda relación entre la Vida Espiritual y el Amor práctico. La fe en Cristo no solo es una afirmación teórica, sino una realidad transformadora que se manifiesta en el Amor hacia los demás. Que la advertencia de Juan nos inspire a vivir con autenticidad y Amor, demostrando así la vida eterna que hemos recibido en Cristo.
El Amor Práctico y la Confianza en la Relación con Dios
16En esto hemos conocido el Amor, porque él puso su vida por nosotros: también nosotros debemos poner nuestras vidas por los Hermanos.
17Mas el que tuviere bienes de este mundo, y viere a su Hermano tener necesidad, y le cerrare sus entrañas, ¿cómo está el Amor de Dios en él?
[1 Juan 3:16-17]
Juan destaca la esencia del Amor Cristiano: el sacrificio. La referencia al acto supremo de Amor de Cristo en la cruz establece el modelo para la acción cristiana. El Amor no es solo un sentimiento, sino una demostración práctica y sacrificial.
Juan 15:13:
13Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos.
El llamado a compartir con aquellos que tienen necesidad refuerza la idea de que el Amor Cristiano se expresa a través de acciones concretas. Ignorar las necesidades de los demás revela una falta de alineación con el Amor de Dios.
El Amor en Acción y la Certeza en la Relación con Dios
18Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de obra y en verdad.
19Y en esto conocemos que somos de la Verdad, y tenemos nuestros corazones certificados delante de él.
20Porque si nuestro corazón nos reprendiere, mayor es Dios que nuestro corazón, y conoce todas las cosas.
[1 Juan 3:18-20]
Juan recalca la importancia de un Amor Genuino, respaldado por acciones concretas y basado en la verdad. El Amor práctico es la evidencia de nuestra conexión con la Verdad de Dios. La certificación de nuestros corazones delante de Dios destaca la importancia de la autenticidad. Juan reconoce la posibilidad de autorreproche, pero subraya que Dios, que conoce todo, es mayor que nuestras dudas internas. Un Amor Genuino, respaldado por acciones, ofrece seguridad en nuestra relación con Dios.
La Confianza y la Obediencia en la Oración
21Carísimos, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios;
22Y cualquier cosa que pidiéremos, la recibiremos de Él, porque guardamos Sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de Él.
23Y éste es Su mandamiento: Que creamos en el Nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
[1 Juan 3:21-23]
Juan destaca la conexión entre una conciencia limpia, confianza en Dios y la respuesta a la oración. La obediencia a los Mandamientos de Dios y la práctica del Amor Cristiano abren la puerta a la confianza y la eficacia en la oración.
Juan 14:13:
13Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
La esencia del mandamiento divino es creer en Jesucristo y amarnos unos a otros. La obediencia a este mandato fortalece nuestra conexión con Dios, evidenciada por la respuesta a nuestras oraciones a la luz de su voluntad.
La Permanencia de Dios en Nosotros por su Espíritu
24Y el que guarda sus mandamientos, está en Él, y Él en él. Y en esto sabemos que Él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.
[1 Juan 3:24]
Juan concluye destacando la relación recíproca entre la obediencia, la Presencia de Dios y la Obra del Espíritu Santo en los creyentes. El Espíritu Santo es la garantía de la Presencia continua de Dios en aquellos que obedecen Sus mandamientos y viven en Amor y Verdad. Estos versículos son un llamado a una fe activa, a un Amor práctico y a una obediencia que resulta en una Conexión íntima con Dios. La Relación con Dios no es simplemente teórica, sino que se manifiesta en acciones cotidianas que reflejan el Amor, la Verdad y la obediencia a Sus mandamientos.
Conclusión
Al final de nuestro viaje a través de 1 Juan 3, no podemos sino sentirnos como viajeros que han explorado las profundidades de un océano infinito. Cada versículo ha sido una inmersión en el Amor Divino, un Amor que va más allá de nuestras comprensiones limitadas y que anhela transformar cada rincón de nuestras vidas.
Contemplamos la magnificencia de ser llamados “Hijos de Dios”, una identidad que va más allá de las etiquetas terrenales y que nos conecta con la fuente misma de la vida. En medio de esta Conexión Divina, descubrimos que somos Herederos de una esperanza que trasciende el tiempo, una esperanza que encuentra su cumplimiento en la Gloriosa Revelación de nuestra verdadera naturaleza en Cristo.
El llamado a la pureza y a apartarnos del pecado resonó como una Melodía Celestial en nuestros corazones. La rectitud no es solo una lista de reglas, sino una respuesta a ese Amor que nos abraza y nos guía. En el Sacrificio de Cristo, encontramos la esencia misma del Amor: un Amor que no solo se expresa en palabras, sino que se materializa en actos de entrega total.
En nuestro viaje, exploramos la intersección entre la oración y la confianza, reconociendo que, en la búsqueda del Amor Divino, la comunicación constante con nuestro Padre Celestial se convierte en un ancla firme. Y al final de esta travesía, nos encontramos en la orilla de la conciencia, donde la presencia de Dios en nuestros corazones nos brinda una paz que sobrepasa todo entendimiento.
Así, en este momento de reflexión, la pregunta es inevitable: ¿Cómo cambia esto nuestras vidas? ¿Cómo respondemos a este Amor Divino que hemos explorado juntos? No es suficiente simplemente entender; la verdadera transformación se manifiesta cuando permitimos que este Amor impregne cada aspecto de nuestra existencia.
Que cada palabra de 1 Juan 3 resuene en nuestros pensamientos y acciones. Que el Amor Divino sea la Brújula que guía nuestras decisiones y la fuerza que impulsa nuestro servicio a los demás. Que la esperanza de nuestra Identidad en Cristo nos inspire a vivir con valentía y confianza, sabiendo que somos amados con un Amor que nunca se desvanece.
No solamente estamos cerrando un estudio bíblico con esta conclusión, sino que abrimos las puertas a una vida transformada por el Amor de Dios. Que cada Hijo de Dios se sumerja aún más en este océano infinito, permitiendo que las olas del Amor Divino los envuelvan, los transformen y los lleven a nuevas alturas en su caminar con el Señor. ¡Que el Amor Divino sea la Melodía que guíe cada paso en este viaje Eterno de Fe y Comunión con el Dios que nos ama sin medida!
¡Dios te siga bendiciendo! ¡Amén!
Introduction
On the vast canvas of Scripture, there are passages that shine with a unique light, revealing truths that transcend time and space. Chapter 3 of the first epistle of John is one of those treasures, a precious gem that invites us to immerse ourselves in the unfathomable depths of Divine Love.
In a world where definitions of love are often fleeting and ever-changing, 1 John 3 emerges as an inexhaustible source of wisdom, challenging us to contemplate how extraordinary the Love Heavenly Father has bestowed upon us. What mysteries await in these verses? What transformative revelations are hidden in the connection between our identity as Children of God and the daily practice of living in this Divine Love?
The apostle John, with his pen steeped in experience and reverence, guides us through a spiritual journey where words are not simply symbols on a page, but glimpses of an Eternal Truth that seeks to penetrate the deepest fibers of our being. This is not just a chapter, but an invitation to explore the very essence of Love that defines our existence.
Let's imagine, for a moment, standing on the edge of this biblical passage. The waves of Divine Revelation surround us, and the breeze of the Holy Spirit calls us to dive deeper into the uncharted waters of Divine Grace. What secrets will be revealed as we venture beyond the written words and allow the Spirit to guide us through the spiritual riches of 1 John 3?
So, with expectant hearts and open minds, we embark on a journey of discovery. Not only to intellectually understand, but to experience, embrace and live the Divine Love that this chapter unravels. Prepare for a study that goes beyond superficial theology and dives into the depths where the Love of God flows like an inexhaustible river, transforming lives and revealing the ultimate purpose of our existence as Beloved Children of the Most High. Welcome to this exciting journey, where the Love of God is displayed in all its splendor!
Contemplating the Magnitude of Fatherly Love
1 LOOK what Love the Father has given us, that we are called Children of God: for this reason the world does not know us, because it does not know Him.
[1 John 3:1]
"Look what Love the Father has given us" , these words, like rays of light that penetrate the darkness, invite us to stop and contemplate the grandeur of Divine Love. In this first verse, the apostle John urges us to direct our gaze toward a Love that goes beyond our expectations and understands the infinite dimensions of the Heart of God.
In our fast-paced age, where love is often measured in tangible actions or expressed in earthly terms, this call to “look” invites us to go beyond superficialities. It is not just about observing, but about entering into the very essence of God's Love. Let us imagine for a moment the Universe of His Love, a Love that transcends the limits of time and space, a Love that has called us Children.
This Love is not a casual gift or an ephemeral gesture; It is a Love that is given with purpose and with deep meaning. It is a Love that chooses us, redeems us and places us in a Fatherly Relationship with the Creator of the cosmos. It is a Love that is not conditioned by our ability to deserve it, but rather flows freely from the generous Heart of our Heavenly Father.
Ephesians 3:18-19:
18 May you understand with all the saints what is the width and length and depth and height,
19 And know the love of Christ, which surpasses all knowledge, that you may be filled with all the fullness of God.
Contemplating this Love challenges us to reevaluate our earthly perceptions of Love. It is not just about affection, but about complete and selfless surrender. It is a Love that embraces us in our victories and sustains us in our defeats. It is a Love that perseveres, that rejoices in the truth and that never fails.
This verse, then, prompts us to live in a constant awareness of this Divine Love. It is not simply a theological concept, but a reality that must transform our mentality and our way of relating to God and others. In the contemplation of this Love, we find the source of our identity and the foundation of our hope.
May we wake up every day remembering the Love with which the Father has blessed us. May we keep our eyes on this Love that sustains us in every challenge and in every victory. And may we, as we look deeply into this Heavenly Gift, find inspiration to love others with the same intensity, generosity, and constancy that we have received from our Heavenly Father.
The Radiant Hope of Our Future Identity in God
2 Dearly beloved, now we are Children of God, and it has not yet been revealed what we will be; but we know that when he appears, we will be like him, because we will see him as he is.
3 And whoever has this hope in him is purified, just as he is also clean.
[1 John 3:2-3]
“Dearly beloved, now we are Children of God, and what we shall be has not yet been revealed,” these words shine with a hope that illuminates the path of our spiritual pilgrimage. John invites us to contemplate our current position as Children of God while recognizing that there is a future manifestation of our identity that still waits in the wings of time.
In the paradox of this verse is the tension between present reality and future promise. We are Children of God at this moment, but there is one aspect of our relationship with Him that has not yet fully unfolded. This leads us to reflect on the progressive and revealing nature of our connection with the Creator.
Romans 8:23-25:
23 And not only them, but we ourselves, who have the firstfruits of the Spirit, we also groan within ourselves, waiting for the adoption, that is, the redemption of our body.
24 For in hope we are saved; but the hope that is seen is not hope; because what someone sees, why wait?
25 But if we hope for what we do not see, out of patience we wait.
As Children of God, we carry within us the seed of a complete transformation that will be revealed in the divinely appointed time. This process of revelation calls us to live with expectation and embrace our identity with patience and hope. Every day, as growing Sons, we draw closer to the fullness of our heavenly adoption.
The idea of “manifesting” suggests a gradual and glorious revelation. We are not just recipients of a divine title, but participants in a journey of ongoing spiritual development. This journey takes us beyond mere legal adoption towards a complete transformation, where our lives increasingly reflect the Image of Christ.
2 Corinthians 3:18:
18 Therefore we all, with unveiled face beholding as in a mirror the glory of the Lord, are being transformed from glory to glory into the same likeness, as by the Spirit of the Lord.
This process of transformation challenges us not to stagnate in our current experience, but to move boldly toward who we are to be. Hope lies in knowing that our Adoption as Children of God is not static; It is dynamic, evolutionary, and ultimately glorious.
So, as we live the reality of being Children of God today, let us joyfully embrace the hope of what we will be tomorrow. May every challenge, every lesson, and every victory bring us one step closer to that full manifestation of our identity in God. Let us trust that He, who began this good work in us, will carry it out until the Day of Jesus Christ (Philippians 1:6).
Spiritual Combat and Victory in Christ
4 Anyone who commits sin also transgresses the law; for sin is transgression of the law.
5 And you know that he appeared to take away our sins, and there is no sin in him.
6 Whoever remains in it does not sin; Anyone who sins has not seen him or known him.
[1 John 3:4-6]
“Anyone who commits sin also transgresses the law; for sin is transgression of the law” , these words resound like a trumpet calling for reflection on the nature of sin and its intrinsic connection with the Law of God. John places us in the heart of spiritual combat, where each moral choice becomes a significant act in the face of Divine Law.
Romans 3:23:
23 For all have sinned and come short of the Glory of God;
This verse reminds us of the universal reality of sin. Every time we deviate from God's Will, we are, in fact, breaking His holy law. Sin is not simply a one-time transgression, but an ongoing rebellion against Divine Righteousness. John calls us to recognize the seriousness of our actions and to understand that every deviation from God's way has significant implications.
However, John's warning is not simply a reminder of our failure, but an introduction to the Divine Solution. Victory over sin is not achieved through our strength, but through the Grace and Redemptive Power of Christ.
Romans 8:1-2:
1 NOW therefore there is no condemnation for those who are in Christ Jesus, who walk not according to the flesh, but according to the spirit.
2 For the Law of the Spirit of Life in Christ Jesus has freed me from the law of sin and death.
In these verses, we are presented with a clear contrast between those who continue in sin and those who have found victory in Christ. Verse 6 highlights that “Whoever abides in him does not sin . ” Here, “abiding in him” is not simply a passive position, but an active and constant relationship with Christ. It is through this living connection that we experience the transformation that frees us from the bondage of sin.
This passage is not a call to legalistic self-discipline, but to a total surrender to the Redemptive Work of Christ and the Transforming Power of the Holy Spirit. Victory over sin is found in an ongoing relationship with the One who fulfilled the law for us and gave us access to a life that reflects His Justice.
These verses confront us with the reality of sin, but they also point us to the path of victory in Christ. May each transgression lead us to the foot of the cross, where we find forgiveness, Grace and the Power to live in righteousness. May we seek not only to avoid sin, but to abide in the Presence and transforming Love of the One who calls us to a life of victory over sin.
He Who is Born of God Does Not Sin
7 Little children, let no one deceive you: he who does justice is righteous, just as he is also righteous.
[1 John 3:7]
“Little children, let no one deceive you: he who does justice is just, just as he is also just.” In these words, John calls our attention, warning us against self-deception. He who practices righteousness reveals his identity as the Son of God. This act of doing justice is not merely complying with external rules, but rather reflecting the intrinsic Justice of God, a reflection of divine character.
Matthew 5:6, 10, 20:
6 Blessed are those who hunger and thirst for righteousness: for they will be satisfied.
10 Blessed are those who are persecuted for righteousness' sake: for theirs is the Kingdom of heaven.
20 For I tell you, unless your righteousness is greater than that of the scribes and the Pharisees, you will not enter the Kingdom of Heaven.
This verse sets a high standard for those who identify as Children of God. The call is to imitate God's Justice, to participate in His righteous nature, and to reflect His holy character in our lives.
The Incompatibility between Sin and the New Nature in Christ
8 He who commits sin is of the devil; because the devil sins from the beginning. For this the Son of God appeared, to undo the works of the devil.
9 Whoever is born of God does not commit sin, because His Seed is in him; and he cannot sin, because he is born of God.
[1 John 3:8-9]
Here, John highlights the incompatibility between the practice of sin and the new nature we experience as Children of God. The appearance of the Son of God, Jesus Christ, has a Redemptive purpose: to undo the works of the devil. This statement emphasizes the saving work of Christ as the Divine Solution to free us from the power of sin.
Galatians 5:24:
24 For those who belong to Christ have crucified the flesh with the affections and lusts.
The new nature of those who are born of God is presented as a transformative reality. The Divine Seed planted in them through the Redemption of Christ prevents them from habitually and willfully practicing sin. This statement does not suggest absolute perfection, but rather a new orientation of life that rejects the dominion of sin.
The Manifestation of Spiritual Identity
10 In this the Sons of God and the sons of the devil are manifest: whoever does not do justice, and who does not love his Brother, is not of God.
[1 John 3:10]
John summarizes spiritual duality by highlighting the evident manifestation of the identity of the Sons of God and the sons of the devil. Those who do not practice Justice and lack Brotherly Love reveal their connection with the devil.
John 13:35:
35 By this everyone will know that you are my disciples, if you have love for one another.
Justice and Love towards the Brothers become the unequivocal distinctives of the Christian identity. These acts not only proclaim connection with God, but also reflect the Transformative Work of the Holy Spirit in the lives of those who have experienced the new birth.
So, these verses invite us to a deep examination of our lives and conduct. Do we reflect the Justice and Love that characterize the Children of God, or do our actions reveal a different connection? May this call to Authenticity and Divine Identity inspire us to live in accordance with the truth and grace we have received in Christ.
The Fundamental Message of Love and the Warning against Evil
11 For this is the message you have heard from the beginning: That we love one another.
12 Not like Cain, who was from the evil one, and killed his brother. And for what reason did he kill him? For his works were evil, and his brother's works were righteous.
[1 John 3:11-12]
“For this is the message you have heard from the beginning: That we love one another. ” John emphasizes the fundamental message that has been proclaimed from the beginning of the Gospel: the call to mutual love among believers. This mandate is not new in our times, but it is essential and eternal, transcending time and the history of the church.
John 13:34-35:
34 A new commandment I give you: That you love one another: as I have loved you, that you also love one another.
35 By this everyone will know that you are my disciples, if you have love for one another.
This commandment to love one another is not only central to Jesus' teaching, but also serves as a badge to identify followers of Christ.
The Warning through the Example of Cain
“Not like Cain, who was from the evil one, and killed his brother. And for what reason did he kill him? "For his works were evil, and his brother's works were righteous." John uses the example of Cain as a shocking warning. Cain, influenced by the evil one, committed the first homicide by killing his brother Abel. The reason behind this violent act was the evil present in the works of Cain, in contrast to the justice of Abel.
Genesis 4:3-5, 8:
3 And as time went on, Cain brought an offering of the fruit of the ground to the Lord.
4 And Abel also brought of the firstborn of his sheep, and of their fat. And the LORD looked with favor on Abel and on his offering;
5 But he did not look favorably on Cain and his offering. And Cain was very angry, and his countenance fell.
8 And Cain spoke to his brother Abel: and it came to pass, while they were in the field, that Cain rose up against his brother Abel, and slew him.
The story of Cain and Abel underscores the importance of the quality of our actions and the attitude of our hearts in our relationship with God and others. These verses remind us of the essence of the Christian message: mutual love. The mention of Cain serves as a strong reminder of the consequences of evil and lack of love. May this warning prompt believers to live in love, thus reflecting God's justice and grace in their daily lives.
The Contradiction between Love and Hate in Christian Identity
13 My brothers, do not marvel if the world hates you.
14 We know that we have passed from death to life, in that we love the Brothers. He who does not love his Brother is in death.
15 Anyone who hates his Brother is a murderer; and you know that no murderer has Eternal Life abiding in him.
[1 John 3:13-15]
“My brothers, do not marvel if the world hates you. ” In this verse, the apostle John issues a frank warning to believers: they should not be surprised if the world hates them. Faith in Christ often clashes with the world's values, which can result in rejection and hostility.
John 15:18-19:
18 If the world hates you, know that it hated me before it hated you.
19 If you were of the world, the world would love its own; But because you are not of the world, but I chose you out of the world, that is why the world hates you.
This warning resonates with the reality that genuine faith can provoke antagonism. Believers should not be discouraged by the world's rejection, as this is a natural consequence of their identity in Christ.
The Transition from Death to Life through Brotherly Love
“We know that we have passed from death to life, in that we love the Brethren…” John highlights the radical transformation that a believer experiences when passing from spiritual death to life in Christ. This change is evident in the love towards the Brothers, which becomes a living testimony of the new life in Christ.
Ephesians 2:4-5:
4 But God, who is rich in mercy, because of his great love with which he loved us,
5 Even though we were dead in sins, he made us alive together with Christ; By grace you are saved;…
Brotherly Love is not just a good deed; It is the manifestation of the transformed life that comes from reconciliation with God. The expression of Love towards the Brothers becomes tangible proof of our connection with Eternal Life.
The Condemnation of Hate and the Link between Hate and Homicide
“Anyone who hates his Brother is a murderer; and you know that no murderer has Eternal Life abiding in him.” John presents a striking connection between Love and Eternal Life, and hatred and spiritual death. He who does not love is in a spiritual state of death, and he who hates his Brother shares similarities with a murderer.
Matthew 5:21-22:
21 You have heard that it was said to the ancients: You shall not kill; but whoever kills will be liable to judgment.
22 But I say to you, that whoever is madly angry with his Brother will be liable to judgment; and anyone who says to his Brother, Raca, will be blamed by the council; and whoever says, Foolish, will be blamed for the hell of fire.
Juan reinforces the seriousness of hatred by equating it with the act of homicide. Those who harbor hatred reveal an absence of Eternal Life in them. Lack of Love becomes evidence of a broken spiritual connection. These verses highlight the deep relationship between Spiritual Life and practical Love. Faith in Christ is not only a theoretical statement, but a transformative reality that manifests itself in Love towards others. May John's warning inspire us to live with authenticity and Love, thus demonstrating the eternal life we have received in Christ.
Practical Love and Trust in the Relationship with God
16 In this we have known Love, because he laid down his life for us: we too must lay down our lives for the Brothers.
17 But he who has the goods of this world, and sees his Brother in need, and closes his bowels to him, how is the Love of God in him?
[1 John 3:16-17]
Juan highlights the essence of Christian Love: sacrifice. The reference to Christ's supreme act of Love on the cross sets the model for Christian action. Love is not just a feeling, but a practical and sacrificial demonstration.
John 15:13:
13 Greater love has no one than this, that a man lay down his life for his friends.
The call to share with those in need reinforces the idea that Christian Love is expressed through concrete actions. Ignoring the needs of others reveals a lack of alignment with the Love of God.
Love in Action and Certainty in the Relationship with God
18 My little children, let us not love in word or tongue, but in deed and in truth.
19 And by this we know that we are of the Truth, and we have our hearts certified before him.
20 For if our heart condemns us, God is greater than our heart, and knows all things.
[1 John 3:18-20]
Juan emphasizes the importance of Genuine Love, backed by concrete actions and based on truth. Practical Love is the evidence of our connection with the Truth of God. The certification of our hearts before God highlights the importance of authenticity. John acknowledges the possibility of self-reproach, but emphasizes that God, who knows everything, is greater than our internal doubts. Genuine Love, backed by actions, offers security in our relationship with God.
Trust and Obedience in Prayer
21 Dearest ones, if our hearts do not rebuke us, we have confidence in God;
22 And whatever we ask, we will receive from Him, because we keep His commandments, and do those things that are pleasing in His sight.
23 And this is His commandment: That we believe in the Name of His Son Jesus Christ, and love one another as He has commanded us.
[1 John 3:21-23]
John highlights the connection between a clear conscience, trust in God, and the answer to prayer. Obedience to God's Commandments and the practice of Christian Love open the door to confidence and effectiveness in prayer.
John 14:13:
13 And whatever you ask of the Father in my name, this I will do, so that the Father may be glorified in the Son.
The essence of the divine commandment is to believe in Jesus Christ and love one another. Obedience to this command strengthens our connection with God, evidenced by the answer to our prayers in light of his will.
The Permanence of God in Us by His Spirit
24 And he who keeps his commandments is in him, and he is in him. And in this we know that He abides in us, through the Spirit that he has given us.
[1 John 3:24]
John concludes by highlighting the reciprocal relationship between obedience, the Presence of God, and the Work of the Holy Spirit in believers. The Holy Spirit is the guarantee of the continuous Presence of God in those who obey his commandments and live in Love and Truth. These verses are a call to active faith, practical Love, and obedience that results in an intimate Connection with God. The Relationship with God is not simply theoretical, but is manifested in daily actions that reflect Love, Truth and obedience to His commandments.
Conclusion
At the end of our journey through 1 John 3, we cannot help but feel like travelers who have explored the depths of an infinite ocean. Each verse has been an immersion in Divine Love, a Love that goes beyond our limited understandings and that longs to transform every corner of our lives.
We contemplate the magnificence of being called “Children of God,” an identity that goes beyond earthly labels and connects us to the very source of life. In the midst of this Divine Connection, we discover that we are Heirs of a hope that transcends time, a hope that finds its fulfillment in the Glorious Revelation of our true nature in Christ.
The call to purity and to turn away from sin resonated like a Heavenly Melody in our hearts. Righteousness is not just a list of rules, but a response to that Love that embraces and guides us. In the Sacrifice of Christ, we find the very essence of Love: a Love that is not only expressed in words, but is materialized in acts of total surrender.
On our journey, we explore the intersection between prayer and trust, recognizing that, in the pursuit of Divine Love, constant communication with our Heavenly Father becomes a firm anchor. And at the end of this journey, we find ourselves at the edge of consciousness, where the presence of God in our hearts gives us a peace that passes all understanding.
Thus, in this moment of reflection, the question is inevitable: How does this change our lives? How do we respond to this Divine Love that we have explored together? It is not enough to simply understand; true transformation manifests when we allow this Love to permeate every aspect of our existence.
May every word of 1 John 3 resonate in our thoughts and actions. May Divine Love be the Compass that guides our decisions and the force that drives our service to others. May the hope of our Identity in Christ inspire us to live with courage and confidence, knowing that we are loved with a Love that never fades.
We are not only closing a Bible study with this conclusion, but we are opening the doors to a life transformed by the Love of God. May each Child of God immerse themselves further into this infinite ocean, allowing the waves of Divine Love to envelop them, transform them and carry them to new heights in their walk with the Lord. May Divine Love be the Melody that guides each step in this Eternal journey of Faith and Communion with the God who loves us without measure!
God keep blessing you! Amen!
Introduction
Sur la vaste toile des Écritures, il y a des passages qui brillent d’une lumière unique, révélant des vérités qui transcendent le temps et l’espace. Le chapitre 3 de la première épître de Jean est un de ces trésors, un joyau précieux qui nous invite à nous plonger dans les profondeurs insondables de l’Amour Divin.
Dans un monde où les définitions de l’amour sont souvent éphémères et en constante évolution, 1 Jean 3 apparaît comme une source inépuisable de sagesse, nous invitant à contempler à quel point l’amour extraordinaire que notre Père céleste nous a accordé. Quels mystères attendent dans ces versets ? Quelles révélations transformatrices se cachent dans le lien entre notre identité d’enfants de Dieu et la pratique quotidienne de vivre dans cet Amour Divin ?
L'apôtre Jean, avec sa plume imprégnée d'expérience et de respect, nous guide à travers un voyage spirituel où les mots ne sont pas de simples symboles sur une page, mais des aperçus d'une Vérité éternelle qui cherche à pénétrer les fibres les plus profondes de notre être. Ce n’est pas seulement un chapitre, mais une invitation à explorer l’essence même de l’Amour qui définit notre existence.
Imaginons un instant que nous nous tenions au bord de ce passage biblique. Les vagues de la révélation divine nous entourent et la brise du Saint-Esprit nous appelle à plonger plus profondément dans les eaux inexplorées de la grâce divine. Quels secrets seront révélés si nous nous aventurons au-delà des mots écrits et laissons l’Esprit nous guider à travers les richesses spirituelles de 1 Jean 3 ?
Alors, avec un cœur plein d’attente et un esprit ouvert, nous nous embarquons dans un voyage de découverte. Non seulement pour comprendre intellectuellement, mais aussi pour expérimenter, embrasser et vivre l’Amour Divin que ce chapitre dévoile. Préparez-vous à une étude qui va au-delà de la théologie superficielle et plonge dans les profondeurs où l'Amour de Dieu coule comme une rivière inépuisable, transformant des vies et révélant le but ultime de notre existence en tant qu'enfants bien-aimés du Très-Haut. Bienvenue dans ce voyage passionnant, où l'Amour de Dieu se manifeste dans toute sa splendeur !
Contempler l'ampleur de l'amour paternel
1 REGARDEZ quel Amour le Père nous a donné, pour que nous soyons appelés Enfants de Dieu : c'est pour cela que le monde ne nous connaît pas, parce qu'il ne le connaît pas.
[1 Jean 3:1]
"Regardez quel Amour le Père nous a donné" , ces paroles, comme des rayons de lumière qui pénètrent dans les ténèbres, nous invitent à nous arrêter et à contempler la grandeur de l'Amour Divin. Dans ce premier verset, l’apôtre Jean nous exhorte à diriger notre regard vers un Amour qui dépasse nos attentes et comprend les dimensions infinies du Cœur de Dieu.
À notre époque trépidante, où l’amour se mesure souvent en actions tangibles ou s’exprime en termes terrestres, cet appel au « regarder » nous invite à dépasser les superficialités. Il ne s’agit pas seulement d’observer, mais d’entrer dans l’essence même de l’Amour de Dieu. Imaginons un instant l'Univers de Son Amour, un Amour qui transcende les limites du temps et de l'espace, un Amour qui nous a appelés Enfants.
Cet Amour n’est pas un cadeau fortuit ou un geste éphémère ; C’est un Amour qui est donné avec un but et avec une signification profonde. C'est un Amour qui nous choisit, nous rachète et nous place dans une Relation Paternelle avec le Créateur du cosmos. C’est un Amour qui n’est pas conditionné par notre capacité à le mériter, mais qui coule plutôt librement du Cœur généreux de notre Père Céleste.
Éphésiens 3 : 18-19 :
18 Puissiez-vous comprendre avec tous les saints quelle est la largeur, la longueur, la profondeur et la hauteur,
19 Et connaissez l'amour de Christ, qui surpasse toute connaissance, afin que vous soyez remplis de toute la plénitude de Dieu.
Contempler cet Amour nous met au défi de réévaluer nos perceptions terrestres de l’Amour. Il ne s’agit pas seulement d’affection, mais d’abandon complet et désintéressé. C'est un Amour qui nous embrasse dans nos victoires et nous soutient dans nos défaites. C'est un Amour qui persévère, qui se réjouit de la vérité et qui ne faillit jamais.
Ce verset nous incite donc à vivre dans une conscience constante de cet Amour Divin. Il ne s'agit pas simplement d'un concept théologique, mais d'une réalité qui doit transformer notre mentalité et notre manière de nous rapporter à Dieu et aux autres. Dans la contemplation de cet Amour, nous trouvons la source de notre identité et le fondement de notre espérance.
Puissions-nous nous réveiller chaque jour en nous souvenant de l’Amour avec lequel le Père nous a bénis. Puissions-nous garder les yeux fixés sur cet Amour qui nous soutient dans chaque défi et dans chaque victoire. Et puissions-nous, en examinant profondément ce don céleste, trouver l’inspiration pour aimer les autres avec la même intensité, la même générosité et la même constance que celles que nous avons reçues de notre Père céleste.
L’espoir radieux de notre future identité en Dieu
2 Bien-aimés, maintenant nous sommes enfants de Dieu, et ce que nous serons n'a pas encore été révélé ; mais nous savons que lorsqu'il apparaîtra, nous lui ressemblerons, car nous le verrons tel qu'il est.
3 Et quiconque a cette espérance en lui est purifié, tout comme lui aussi est pur.
[1 Jean 3 : 2-3]
« Bien-aimés, nous sommes désormais enfants de Dieu et ce que nous serons n'a pas encore été révélé », ces paroles brillent d'une espérance qui éclaire le chemin de notre pèlerinage spirituel. Jean nous invite à contempler notre position actuelle en tant qu'enfants de Dieu tout en reconnaissant qu'il existe une manifestation future de notre identité qui attend encore dans les ailes du temps.
Dans le paradoxe de ce verset se trouve la tension entre la réalité présente et la promesse future. Nous sommes enfants de Dieu en ce moment, mais il y a un aspect de notre relation avec Lui qui ne s’est pas encore pleinement dévoilé. Cela nous amène à réfléchir sur le caractère progressif et révélateur de notre connexion avec le Créateur.
Romains 8 : 23-25 :
23 Et non seulement eux, mais nous-mêmes, qui avons les prémices de l'Esprit, nous gémissons aussi en nous-mêmes, attendant l'adoption, c'est-à-dire la rédemption de notre corps.
24 Car c’est dans l’espérance que nous sommes sauvés ; mais l’espoir que l’on voit n’est pas l’espoir ; parce que ce que quelqu'un voit, pourquoi attendre ?
25 Mais si nous espérons ce que nous ne voyons pas, nous attendons avec patience.
En tant qu’enfants de Dieu, nous portons en nous le germe d’une transformation complète qui sera révélée au moment divinement fixé. Ce processus de révélation nous appelle à vivre avec attente et à embrasser notre identité avec patience et espoir. Chaque jour, en tant que Fils en croissance, nous nous rapprochons de la plénitude de notre adoption céleste.
L’idée de « manifester » suggère une révélation progressive et glorieuse. Nous ne sommes pas seulement des récipiendaires d’un titre divin, mais des participants à un voyage de développement spirituel continu. Ce voyage nous emmène au-delà de la simple adoption légale vers une transformation complète, où nos vies reflètent de plus en plus l’image du Christ.
2 Corinthiens 3:18 :
18 C'est pourquoi nous tous, le visage découvert, contemplant comme dans un miroir la gloire du Seigneur, sommes transformés de gloire en gloire à la même ressemblance, comme par l'Esprit du Seigneur.
Ce processus de transformation nous met au défi de ne pas stagner dans notre expérience actuelle, mais d’avancer avec audace vers ce que nous devons être. L’espoir réside dans le fait de savoir que notre adoption en tant qu’enfants de Dieu n’est pas statique ; C’est dynamique, évolutif et finalement glorieux.
Ainsi, alors que nous vivons aujourd’hui la réalité d’être des enfants de Dieu, embrassons avec joie l’espoir de ce que nous serons demain. Puisse chaque défi, chaque leçon et chaque victoire nous rapprocher de cette pleine manifestation de notre identité en Dieu. Ayons confiance que Celui qui a commencé cette bonne œuvre en nous la réalisera jusqu'au jour de Jésus-Christ (Philippiens 1 : 6).
Combat spirituel et victoire en Christ
4 Quiconque commet le péché transgresse aussi la loi ; car le péché est une transgression de la loi.
5 Et vous savez qu’il est apparu pour ôter nos péchés, et qu’il n’y a aucun péché en lui.
6 Celui qui y reste ne pèche pas ; Celui qui pèche ne l’a pas vu ni connu.
[1 Jean 3:4-6]
« Quiconque commet le péché transgresse aussi la loi ; car le péché est une transgression de la loi » , ces paroles résonnent comme une trompette appelant à la réflexion sur la nature du péché et son lien intrinsèque avec la Loi de Dieu. Jean nous place au cœur du combat spirituel, où chaque choix moral devient un acte significatif face à la Loi Divine.
Romains 3:23 :
23 Car tous ont péché et sont privés de la gloire de Dieu ;
Ce verset nous rappelle la réalité universelle du péché. Chaque fois que nous nous écartons de la Volonté de Dieu, nous enfreignons en fait Sa sainte loi. Le péché n’est pas simplement une transgression ponctuelle, mais une rébellion continue contre la justice divine. Jean nous appelle à reconnaître le sérieux de nos actions et à comprendre que tout écart par rapport à la voie de Dieu a des implications significatives.
Cependant, l'avertissement de Jean n'est pas simplement un rappel de notre échec, mais une introduction à la Solution Divine. La victoire sur le péché ne s’obtient pas grâce à notre force, mais grâce à la grâce et au pouvoir rédempteur du Christ.
Romains 8 : 1-2 :
1 MAINTENANT donc, il n'y a aucune condamnation pour ceux qui sont en Jésus-Christ, qui marchent non selon la chair, mais selon l'esprit.
2 Car la loi de l'Esprit de vie en Jésus-Christ m'a libéré de la loi du péché et de la mort.
Dans ces versets, nous sommes confrontés à un contraste clair entre ceux qui continuent dans le péché et ceux qui ont trouvé la victoire en Christ. Le verset 6 souligne que « celui qui demeure en lui ne pèche pas » . Ici, « demeurer en lui » n’est pas simplement une position passive, mais une relation active et constante avec le Christ. C’est grâce à cette connexion vivante que nous expérimentons la transformation qui nous libère de l’esclavage du péché.
Ce passage n’est pas un appel à une autodiscipline légaliste, mais à un abandon total à l’œuvre rédemptrice du Christ et à la puissance transformatrice du Saint-Esprit. La victoire sur le péché se trouve dans une relation continue avec Celui qui a accompli la loi pour nous et nous a donné accès à une vie qui reflète Sa Justice.
Ces versets nous confrontent à la réalité du péché, mais ils nous indiquent également le chemin de la victoire en Christ. Que chaque transgression nous conduise au pied de la croix, où nous trouvons le pardon, la grâce et la puissance de vivre dans la justice. Puissions-nous chercher non seulement à éviter le péché, mais aussi à demeurer dans la Présence et l’Amour transformateur de Celui qui nous appelle à une vie de victoire sur le péché.
Celui qui est né de Dieu ne pèche pas
7 Petits enfants, que personne ne vous séduise : celui qui pratique la justice est juste, comme lui aussi est juste.
[1 Jean 3:7]
« Petits enfants, que personne ne vous séduise : celui qui rend la justice est juste, comme il est juste aussi. » Par ces mots, Jean attire notre attention, nous mettant en garde contre l’auto-illusion. Celui qui pratique la justice révèle son identité de Fils de Dieu. Cet acte de rendre justice ne consiste pas simplement à se conformer à des règles extérieures, mais plutôt à refléter la justice intrinsèque de Dieu, reflet du caractère divin.
Matthieu 5 :6, 10, 20 :
6 Bienheureux ceux qui ont faim et soif de justice : car ils seront rassasiés.
10 Bienheureux ceux qui sont persécutés à cause de la justice : car le royaume des cieux est à eux.
20 Car je vous le dis, si votre justice n'est pas plus grande que celle des scribes et des pharisiens, vous n'entrerez pas dans le royaume des cieux.
Ce verset établit un standard élevé pour ceux qui s’identifient comme enfants de Dieu. L’appel est d’imiter la Justice de Dieu, de participer à sa nature juste et de refléter son caractère saint dans nos vies.
L'incompatibilité entre le péché et la nouvelle nature en Christ
8 Celui qui commet le péché est du diable ; parce que le diable pèche depuis le début. C'est pour cela que le Fils de Dieu est apparu, pour défaire les œuvres du diable.
9 Celui qui est né de Dieu ne commet pas de péché, parce que sa postérité est en lui ; et il ne peut pas pécher, parce qu'il est né de Dieu.
[1 Jean 3:8-9]
Ici, Jean souligne l'incompatibilité entre la pratique du péché et la nouvelle nature dont nous faisons l'expérience en tant qu'enfants de Dieu. L’apparition du Fils de Dieu, Jésus-Christ, a un but rédempteur : défaire les œuvres du diable. Cette déclaration met l’accent sur l’œuvre salvatrice du Christ en tant que solution divine pour nous libérer du pouvoir du péché.
Galates 5:24 :
24 Car ceux qui appartiennent à Christ ont crucifié la chair avec les affections et les convoitises.
La nouvelle nature de ceux qui sont nés de Dieu est présentée comme une réalité transformatrice. La Semence divine plantée en eux par la Rédemption du Christ les empêche de pratiquer habituellement et volontairement le péché. Cette affirmation ne suggère pas une perfection absolue, mais plutôt une nouvelle orientation de vie qui rejette la domination du péché.
La manifestation de l'identité spirituelle
10 En cela se manifestent les fils de Dieu et les fils du diable : celui qui ne pratique pas la justice et qui n'aime pas son frère n'est pas de Dieu.
[1 Jean 3:10]
Jean résume la dualité spirituelle en soulignant la manifestation évidente de l'identité des Fils de Dieu et des fils du diable. Ceux qui ne pratiquent pas la Justice et manquent d’Amour Fraternel révèlent leur lien avec le diable.
Jean 13 :35 :
35 C'est à cela que chacun saura que vous êtes mes disciples, si vous avez de l'amour les uns pour les autres.
La justice et l'amour envers les frères deviennent les traits distinctifs sans équivoque de l'identité chrétienne. Ces actes proclament non seulement la connexion avec Dieu, mais reflètent également l’œuvre transformatrice du Saint-Esprit dans la vie de ceux qui ont fait l’expérience de la nouvelle naissance.
Ainsi, ces versets nous invitent à un examen approfondi de notre vie et de notre conduite. Reflétons-nous la Justice et l’Amour qui caractérisent les Enfants de Dieu, ou nos actions révèlent-elles un lien différent ? Puisse cet appel à l'authenticité et à l'identité divine nous inspirer à vivre conformément à la vérité et à la grâce que nous avons reçues en Christ.
Le message fondamental d’amour et la mise en garde contre le mal
11 Car voici le message que vous avez entendu dès le début : Que nous nous aimions les uns les autres.
12 Ce n'est pas comme Caïn, qui était du malin et qui tua son frère. Et pour quelle raison l'a-t-il tué ? Parce que ses œuvres étaient mauvaises et que celles de son frère étaient justes.
[1 Jean 3:11-12]
« Car tel est le message que vous avez entendu depuis le début : que nous nous aimons les uns les autres. » Jean souligne le message fondamental proclamé dès le début de l'Évangile : l'appel à l'amour mutuel entre les croyants. Ce mandat n’est pas nouveau à notre époque, mais il est essentiel et éternel, transcendant le temps et l’histoire de l’Église.
Jean 13 : 34-35 :
34 Je vous donne un commandement nouveau : aimez-vous les uns les autres ; comme je vous ai aimés, aimez-vous aussi les uns les autres.
35 C'est à cela que chacun saura que vous êtes mes disciples, si vous avez de l'amour les uns pour les autres.
Ce commandement de s'aimer les uns les autres est non seulement au cœur de l'enseignement de Jésus, mais sert également d'insigne pour identifier les disciples du Christ.
L'avertissement à travers l'exemple de Caïn
« Pas comme Caïn, qui était du malin et qui a tué son frère. Et pour quelle raison l'a-t-il tué ? Car ses œuvres étaient mauvaises, et celles de son frère étaient justes. Jean utilise l’exemple de Caïn comme un avertissement choquant. Caïn, influencé par le malin, commet le premier homicide en tuant son frère Abel. La raison derrière cet acte violent était le mal présent dans les œuvres de Caïn, contrairement à la justice d'Abel.
Genèse 4 :3-5, 8 :
3 Et au fil du temps, Caïn apporta à l'Éternel une offrande des fruits de la terre.
4 Et Abel apporta aussi les premiers-nés de ses brebis et leur graisse. Et l'Éternel regarda avec faveur Abel et son offrande ;
5 Mais il n’avait pas un regard favorable sur Caïn et sur son offrande. Et Caïn fut très en colère, et son visage tomba.
8 Et Caïn parla à son frère Abel : et il arriva, pendant qu'ils étaient dans les champs, que Caïn se souleva contre son frère Abel et le tua.
L'histoire de Caïn et Abel souligne l'importance de la qualité de nos actions et de l'attitude de notre cœur dans notre relation avec Dieu et les autres. Ces versets nous rappellent l’essence du message chrétien : l’amour mutuel. La mention de Caïn nous rappelle fortement les conséquences du mal et du manque d’amour. Puisse cet avertissement inciter les croyants à vivre dans l'amour, reflétant ainsi la justice et la grâce de Dieu dans leur vie quotidienne.
La contradiction entre l'amour et la haine dans l'identité chrétienne
13 Mes frères, ne vous étonnez pas si le monde vous hait.
14 Nous savons que nous sommes passés de la mort à la vie, en ce sens que nous aimons les Frères. Celui qui n'aime pas son Frère est dans la mort.
15 Quiconque hait son frère est un meurtrier ; et vous savez qu'aucun meurtrier n'a la Vie éternelle qui demeure en lui.
[1 Jean 3 : 13-15]
« Mes frères, ne vous étonnez pas si le monde vous déteste. " Dans ce verset, l'apôtre Jean lance un avertissement franc aux croyants : ils ne devraient pas être surpris si le monde les déteste. La foi en Christ entre souvent en conflit avec les valeurs du monde, ce qui peut entraîner le rejet et l'hostilité.
Jean 15 : 18-19 :
18 Si le monde te hait, sache qu'il m'a haï avant toi.
19 Si vous étiez du monde, le monde aimerait les siens ; Mais parce que vous n’êtes pas du monde, mais que Je vous ai choisis hors du monde, c’est pourquoi le monde vous hait.
Cet avertissement fait écho au fait qu’une foi authentique peut provoquer des antagonismes. Les croyants ne devraient pas être découragés par le rejet du monde, car c'est une conséquence naturelle de leur identité en Christ.
La transition de la mort à la vie par l'amour fraternel
« Nous savons que nous sommes passés de la mort à la vie, en ce sens que nous aimons les frères… » Jean souligne la transformation radicale qu'éprouve un croyant lorsqu'il passe de la mort spirituelle à la vie en Christ. Ce changement se manifeste dans l'amour envers les Frères, qui devient un témoignage vivant de la vie nouvelle dans le Christ.
Éphésiens 2 : 4-5 :
4 Mais Dieu, qui est riche en miséricorde, à cause du grand amour dont il nous a aimés,
5 Même si nous étions morts dans nos péchés, il nous a rendus vivants avec Christ ; C'est par la grâce que tu es sauvé;…
L'amour fraternel n'est pas seulement une bonne action ; C'est la manifestation de la vie transformée qui vient de la réconciliation avec Dieu. L'expression de l'Amour envers les Frères devient une preuve tangible de notre lien avec la Vie Éternelle.
La condamnation de la haine et le lien entre haine et homicide
« Quiconque hait son frère est un meurtrier ; et vous savez qu'aucun meurtrier n'a la Vie éternelle qui demeure en lui. Jean présente un lien frappant entre l'amour et la vie éternelle, et la haine et la mort spirituelle. Celui qui n'aime pas est dans un état de mort spirituelle, et celui qui déteste son frère partage des similitudes avec un meurtrier.
Matthieu 5 : 21-22 :
21 Vous avez entendu qu'il a été dit aux anciens : Vous ne tuerez pas ; mais celui qui tuera sera passible de jugement.
22 Mais moi, je vous le dis, quiconque se met en colère contre son frère sera passible de jugement ; et quiconque dira à son frère Raca sera blâmé par le conseil ; et quiconque dira : Insensé sera blâmé pour l'enfer de feu.
Juan renforce la gravité de la haine en l'assimilant à l'acte d'homicide. Ceux qui nourrissent de la haine révèlent en eux une absence de Vie éternelle. Le manque d’amour devient la preuve d’une connexion spirituelle rompue. Ces versets mettent en évidence la relation profonde entre la vie spirituelle et l’amour pratique. La foi au Christ n’est pas seulement une affirmation théorique, mais une réalité transformatrice qui se manifeste dans l’Amour envers les autres. Puisse l'avertissement de Jean nous inciter à vivre avec authenticité et amour, démontrant ainsi la vie éternelle que nous avons reçue en Christ.
Amour pratique et confiance dans la relation avec Dieu
16 En cela nous avons connu l'Amour, parce qu'il a donné sa vie pour nous : nous aussi devons donner notre vie pour les Frères.
17 Mais celui qui possède les biens de ce monde, et voit son frère dans le besoin, et lui ferme ses entrailles, comment l'amour de Dieu est-il en lui ?
[1 Jean 3:16-17]
Juan met en évidence l'essence de l'amour chrétien : le sacrifice. La référence à l'acte d'amour suprême du Christ sur la croix constitue le modèle de l'action chrétienne. L'amour n'est pas seulement un sentiment, mais une démonstration pratique et sacrificielle.
Jean 15 :13 :
13 Il n'y a pas de plus grand amour que celui de donner sa vie pour ses amis.
L’appel au partage avec ceux qui sont dans le besoin renforce l’idée que l’amour chrétien s’exprime à travers des actions concrètes. Ignorer les besoins des autres révèle un manque d’alignement avec l’Amour de Dieu.
Amour en action et certitude dans la relation avec Dieu
18 Mes petits enfants, n'aimons pas en paroles ou avec la langue, mais en actes et en vérité.
19 Et à ceci nous savons que nous sommes de la Vérité, et notre cœur est certifié devant lui.
20 Car si notre cœur nous condamne, Dieu est plus grand que notre cœur et connaît toutes choses.
[1 Jean 3:18-20]
Juan souligne l'importance de l'Amour Véritable, soutenu par des actions concrètes et basé sur la vérité. L'Amour Pratique est la preuve de notre connexion avec la Vérité de Dieu. La certification de nos cœurs devant Dieu met en évidence l’importance de l’authenticité. Jean reconnaît la possibilité de se faire des reproches, mais souligne que Dieu, qui sait tout, est plus grand que nos doutes intérieurs. L’Amour véritable, soutenu par des actions, offre la sécurité dans notre relation avec Dieu.
Confiance et obéissance dans la prière
21 Bien-aimés, si notre cœur ne nous reprend pas, nous avons confiance en Dieu ;
22 Et tout ce que nous demandons, nous le recevrons de lui, parce que nous gardons ses commandements et faisons ce qui lui plaît.
23 Et voici son commandement : Croire au nom de son Fils Jésus-Christ et nous aimer les uns les autres comme il nous l'a commandé.
[1 Jean 3:21-23]
Jean souligne le lien entre une conscience claire, la confiance en Dieu et la réponse à la prière. L'obéissance aux commandements de Dieu et la pratique de l'amour chrétien ouvrent la porte à la confiance et à l'efficacité dans la prière.
Jean 14 :13 :
13 Et tout ce que vous demanderez au Père en mon nom, je le ferai, afin que le Père soit glorifié dans le Fils.
L’essence du commandement divin est de croire en Jésus-Christ et de s’aimer les uns les autres. L'obéissance à ce commandement renforce notre lien avec Dieu, comme en témoigne la réponse à nos prières à la lumière de sa volonté.
La permanence de Dieu en nous par son Esprit
24 Et celui qui garde ses commandements est en lui, et il est en lui. Et en cela nous savons qu'Il demeure en nous, par l'Esprit qu'Il nous a donné.
[1 Jean 3:24]
Jean conclut en soulignant la relation réciproque entre l'obéissance, la Présence de Dieu et l'Œuvre du Saint-Esprit chez les croyants. Le Saint-Esprit est la garantie de la Présence continue de Dieu chez ceux qui obéissent à Ses commandements et vivent dans l’Amour et la Vérité. Ces versets sont un appel à la foi active, à l’amour pratique et à l’obéissance qui aboutissent à une connexion intime avec Dieu. La relation avec Dieu n'est pas simplement théorique, mais se manifeste dans des actions quotidiennes qui reflètent l'Amour, la Vérité et l'obéissance à Ses commandements.
Conclusion
À la fin de notre voyage à travers 1 Jean 3, nous ne pouvons nous empêcher de nous sentir comme des voyageurs qui ont exploré les profondeurs d’un océan infini. Chaque verset a été une immersion dans l'Amour Divin, un Amour qui dépasse nos compréhensions limitées et qui aspire à transformer chaque recoin de nos vies.
Nous contemplons la magnificence d’être appelés « Enfants de Dieu », une identité qui dépasse les étiquettes terrestres et nous relie à la source même de la vie. Au milieu de cette connexion divine, nous découvrons que nous sommes les héritiers d’une espérance qui transcende le temps, une espérance qui trouve son accomplissement dans la révélation glorieuse de notre vraie nature en Christ.
L’appel à la pureté et à se détourner du péché résonnait comme une mélodie céleste dans nos cœurs. La justice n’est pas seulement une liste de règles, mais une réponse à cet Amour qui nous embrasse et nous guide. Dans le Sacrifice du Christ, nous trouvons l’essence même de l’Amour : un Amour qui ne s’exprime pas seulement en paroles, mais qui se matérialise dans des actes d’abandon total.
Au cours de notre voyage, nous explorons l’intersection entre la prière et la confiance, reconnaissant que, dans la recherche de l’amour divin, une communication constante avec notre Père céleste devient un ancrage solide. Et à la fin de ce voyage, nous nous retrouvons aux confins de la conscience, là où la présence de Dieu dans nos cœurs nous procure une paix qui dépasse toute compréhension.
Ainsi, dans ce moment de réflexion, la question est inévitable : comment cela change-t-il nos vies ? Comment répondons-nous à cet Amour Divin que nous avons exploré ensemble ? Il ne suffit pas de simplement comprendre ; la véritable transformation se manifeste lorsque nous permettons à cet Amour d’imprégner tous les aspects de notre existence.
Que chaque mot de 1 Jean 3 résonne dans nos pensées et nos actions. Que l'Amour Divin soit la Boussole qui guide nos décisions et la force qui motive notre service envers les autres. Puisse l'espérance de notre Identité en Christ nous inspirer à vivre avec courage et confiance, sachant que nous sommes aimés d'un Amour qui ne se fane jamais.
Non seulement nous terminons une étude biblique avec cette conclusion, mais nous ouvrons les portes d’une vie transformée par l’Amour de Dieu. Que chaque Enfant de Dieu s'immerge davantage dans cet océan infini, permettant aux vagues de l'Amour Divin de l'envelopper, de le transformer et de le porter vers de nouveaux sommets dans sa marche avec le Seigneur. Que l'Amour Divin soit la Mélodie qui guide chaque étape de ce chemin éternel de Foi et de Communion avec le Dieu qui nous aime sans mesure !
Que Dieu continue de te bénir ! Amen!
Introdução
Na vasta tela das Escrituras, há passagens que brilham com uma luz única, revelando verdades que transcendem o tempo e o espaço. O capítulo 3 da primeira epístola de João é um desses tesouros, uma joia preciosa que nos convida a mergulhar nas profundezas insondáveis do Amor Divino.
Num mundo onde as definições de amor são muitas vezes fugazes e em constante mudança, 1 João 3 surge como uma fonte inesgotável de sabedoria, desafiando-nos a contemplar quão extraordinário é o Amor que o Pai Celestial nos concedeu. Que mistérios aguardam nesses versículos? Que revelações transformadoras estão escondidas na conexão entre a nossa identidade como Filhos de Deus e a prática diária de viver neste Amor Divino?
O apóstolo João, com a sua pena impregnada de experiência e reverência, guia-nos através de uma jornada espiritual onde as palavras não são simplesmente símbolos numa página, mas vislumbres de uma Verdade Eterna que procura penetrar nas fibras mais profundas do nosso ser. Este não é apenas um capítulo, mas um convite para explorar a própria essência do Amor que define a nossa existência.
Vamos imaginar, por um momento, que estamos à beira desta passagem bíblica. As ondas da Revelação Divina nos cercam, e a brisa do Espírito Santo nos chama a mergulhar mais fundo nas águas desconhecidas da Graça Divina. Que segredos serão revelados à medida que nos aventuramos além das palavras escritas e permitimos que o Espírito nos guie através das riquezas espirituais de 1 João 3?
Assim, com corações expectantes e mentes abertas, embarcamos numa viagem de descoberta. Não apenas para compreender intelectualmente, mas para experimentar, abraçar e viver o Amor Divino que este capítulo desvenda. Prepare-se para um estudo que vai além da teologia superficial e mergulha nas profundezas onde o Amor de Deus flui como um rio inesgotável, transformando vidas e revelando o propósito último da nossa existência como Filhos Amados do Altíssimo. Bem-vindos a esta emocionante jornada, onde o Amor de Deus se manifesta em todo o seu esplendor!
Contemplando a magnitude do amor paterno
1 OLHE o Amor que o Pai nos deu, que somos chamados Filhos de Deus: por isso o mundo não nos conhece, porque não O conhece.
[1 João 3:1]
“Vejam o Amor que o Pai nos deu” , estas palavras, como raios de luz que penetram nas trevas, convidam-nos a parar e contemplar a grandeza do Amor Divino. Neste primeiro versículo, o apóstolo João nos exorta a dirigir o olhar para um Amor que vai além das nossas expectativas e compreende as dimensões infinitas do Coração de Deus.
Na nossa época acelerada, onde o amor é muitas vezes medido em ações tangíveis ou expresso em termos terrenos, este apelo ao “olhar” convida-nos a ir além das superficialidades. Não se trata apenas de observar, mas de entrar na própria essência do Amor de Deus. Imaginemos por um momento o Universo do Seu Amor, um Amor que transcende os limites do tempo e do espaço, um Amor que nos chamou de Filhos.
Este Amor não é um presente casual ou um gesto efêmero; É um Amor que se dá com propósito e com profundo significado. É um Amor que nos escolhe, nos redime e nos coloca numa relação paterna com o Criador do cosmos. É um Amor que não está condicionado pela nossa capacidade de merecê-lo, mas flui livremente do Coração generoso do nosso Pai Celestial.
Efésios 3:18-19:
18 Que vocês entendam com todos os santos qual é a largura, e o comprimento, e a profundidade, e a altura,
19 E conhecei o amor de Cristo, que excede todo o conhecimento, para que sejais cheios de toda a plenitude de Deus.
Contemplar este Amor nos desafia a reavaliar nossas percepções terrenas do Amor. Não se trata apenas de afeto, mas de entrega completa e altruísta. É um Amor que nos abraça nas nossas vitórias e nos sustenta nas nossas derrotas. É um Amor que persevera, que se alegra com a verdade e que nunca falha.
Este versículo, então, nos leva a viver em constante consciência deste Amor Divino. Não é simplesmente um conceito teológico, mas uma realidade que deve transformar a nossa mentalidade e a nossa forma de nos relacionarmos com Deus e com os outros. Na contemplação deste Amor encontramos a fonte da nossa identidade e o fundamento da nossa esperança.
Que possamos acordar todos os dias lembrando do Amor com que o Pai nos abençoou. Que possamos manter o olhar nesse Amor que nos sustenta em cada desafio e em cada vitória. E que possamos, ao olhar profundamente para esse Dom Celestial, encontrar inspiração para amar os outros com a mesma intensidade, generosidade e constância que recebemos de nosso Pai Celestial.
A Esperança Radiante de Nossa Identidade Futura em Deus
2 Amados, agora somos Filhos de Deus e ainda não foi revelado o que seremos; mas sabemos que quando ele aparecer seremos como ele, porque o veremos como ele é.
3 E quem nele tem esta esperança é purificado, assim como também é limpo.
[1 João 3:2-3]
“Amados, agora somos Filhos de Deus e o que seremos ainda não foi revelado”, estas palavras brilham com uma esperança que ilumina o caminho da nossa peregrinação espiritual. João convida-nos a contemplar a nossa posição atual como Filhos de Deus, ao mesmo tempo que reconhecemos que existe uma manifestação futura da nossa identidade que ainda espera nas asas do tempo.
No paradoxo deste versículo está a tensão entre a realidade presente e a promessa futura. Somos Filhos de Deus neste momento, mas há um aspecto do nosso relacionamento com Ele que ainda não se desenvolveu totalmente. Isto nos leva a refletir sobre a natureza progressiva e reveladora da nossa conexão com o Criador.
Romanos 8:23-25:
23 E não só eles, mas nós mesmos, que temos as primícias do Espírito, também gememos em nós mesmos, esperando a adoção, isto é, a redenção do nosso corpo.
24 Porque é na esperança que somos salvos; mas a esperança que se vê não é esperança; porque o que alguém vê, por que esperar?
25 Mas se esperamos o que não vemos, esperamos com paciência.
Como Filhos de Deus, carregamos dentro de nós a semente de uma transformação completa que se revelará no tempo divinamente determinado. Este processo de revelação chama-nos a viver com expectativa e a abraçar a nossa identidade com paciência e esperança. Todos os dias, como Filhos em crescimento, aproximamo-nos da plenitude da nossa adoção celestial.
A ideia de “manifestar-se” sugere uma revelação gradual e gloriosa. Não somos apenas destinatários de um título divino, mas participantes numa jornada de desenvolvimento espiritual contínuo. Esta jornada leva-nos além da mera adoção legal para uma transformação completa, onde as nossas vidas refletem cada vez mais a Imagem de Cristo.
2 Coríntios 3:18:
18 Portanto, todos nós, com rosto descoberto, refletindo como um espelho a glória do Senhor, somos transformados de glória em glória na mesma semelhança, como pelo Espírito do Senhor.
Este processo de transformação desafia-nos a não estagnarmos na nossa experiência atual, mas a avançarmos com ousadia em direção a quem devemos ser. A esperança reside em saber que a nossa Adoção como Filhos de Deus não é estática; É dinâmico, evolutivo e, em última análise, glorioso.
Portanto, ao vivermos hoje a realidade de sermos Filhos de Deus, abracemos com alegria a esperança do que seremos amanhã. Que cada desafio, cada lição e cada vitória nos aproxime um passo da plena manifestação da nossa identidade em Deus. Confiemos que Ele, que começou esta boa obra em nós, a realizará até o Dia de Jesus Cristo (Filipenses 1:6).
Combate Espiritual e Vitória em Cristo
4 Quem comete pecado também transgride a lei; pois pecado é transgressão da lei.
5 E vocês sabem que ele apareceu para tirar os nossos pecados, e não há pecado nele.
6 Quem permanece nele não peca; Quem peca não o viu nem o conheceu.
[1 João 3:4-6]
“Quem comete pecado também transgride a lei; porque o pecado é transgressão da lei” , estas palavras ressoam como uma trombeta que convida à reflexão sobre a natureza do pecado e a sua ligação intrínseca com a Lei de Deus. João nos coloca no centro do combate espiritual, onde cada escolha moral se torna um ato significativo diante da Lei Divina.
Romanos 3:23:
23 Porque todos pecaram e destituídos estão da glória de Deus;
Este versículo nos lembra da realidade universal do pecado. Cada vez que nos desviamos da Vontade de Deus, estamos, de fato, violando Sua santa lei. O pecado não é simplesmente uma transgressão única, mas uma rebelião contínua contra a Justiça Divina. João nos chama a reconhecer a seriedade das nossas ações e a compreender que cada desvio do caminho de Deus tem implicações significativas.
Contudo, a advertência de João não é simplesmente um lembrete do nosso fracasso, mas uma introdução à Solução Divina. A vitória sobre o pecado não é alcançada através da nossa força, mas através da Graça e do Poder Redentor de Cristo.
Romanos 8:1-2:
1 AGORA, portanto, nenhuma condenação há para os que estão em Cristo Jesus, que não andam segundo a carne, mas segundo o espírito.
2 Porque a Lei do Espírito de Vida em Cristo Jesus me libertou da lei do pecado e da morte.
Nestes versículos, somos apresentados a um claro contraste entre aqueles que continuam no pecado e aqueles que encontraram a vitória em Cristo. O versículo 6 destaca que “Quem permanece nele não peca ” . Aqui, “permanecer nele” não é simplesmente uma posição passiva, mas um relacionamento ativo e constante com Cristo. É através desta conexão viva que experimentamos a transformação que nos liberta da escravidão do pecado.
Esta passagem não é um chamado à autodisciplina legalista, mas a uma entrega total à Obra Redentora de Cristo e ao Poder Transformador do Espírito Santo. A vitória sobre o pecado é encontrada num relacionamento contínuo com Aquele que cumpriu a lei para nós e nos deu acesso a uma vida que reflete a Sua Justiça.
Estes versículos confrontam-nos com a realidade do pecado, mas também nos apontam para o caminho da vitória em Cristo. Que cada transgressão nos leve aos pés da cruz, onde encontramos o perdão, a Graça e o Poder para viver em retidão. Que procuremos não apenas evitar o pecado, mas permanecer na Presença e no Amor transformador Daquele que nos chama para uma vida de vitória sobre o pecado.
Aquele que é nascido de Deus não peca
7 Filhinhos, ninguém vos engane: quem pratica a justiça é justo, assim como ele também é justo.
[1 João 3:7]
“Filhinhos, ninguém vos engane: quem faz justiça é justo, assim como ele também é justo.” Com estas palavras, João chama a nossa atenção, alertando-nos contra o autoengano. Quem pratica a justiça revela a sua identidade como Filho de Deus. Este ato de fazer justiça não é apenas cumprir regras externas, mas sim refletir a Justiça intrínseca de Deus, um reflexo do caráter divino.
Mateus 5:6, 10, 20:
6 Bem-aventurados os que têm fome e sede de justiça, porque serão satisfeitos.
10 Bem-aventurados os que são perseguidos por causa da justiça, porque deles é o Reino dos céus.
20 Porque eu vos digo que, se a vossa justiça não for maior do que a dos escribas e dos fariseus, não entrareis no Reino dos Céus.
Este versículo estabelece um alto padrão para aqueles que se identificam como Filhos de Deus. O chamado é imitar a Justiça de Deus, participar de sua natureza justa e refletir seu caráter santo em nossas vidas.
A Incompatibilidade entre o Pecado e a Nova Natureza em Cristo
8 Quem comete pecado é do diabo; porque o diabo peca desde o princípio. Para isso apareceu o Filho de Deus, para desfazer as obras do diabo.
9 Quem é nascido de Deus não comete pecado, porque a sua semente está nele; e ele não pode pecar, porque é nascido de Deus.
[1 João 3:8-9]
Aqui, João destaca a incompatibilidade entre a prática do pecado e a nova natureza que experimentamos como Filhos de Deus. A aparição do Filho de Deus, Jesus Cristo, tem um propósito redentor: desfazer as obras do diabo. Esta declaração enfatiza a obra salvadora de Cristo como a Solução Divina para nos libertar do poder do pecado.
Gálatas 5:24:
24 Porque os que pertencem a Cristo crucificaram a carne com as paixões e concupiscências.
A nova natureza daqueles que nascem de Deus é apresentada como uma realidade transformadora. A Semente Divina plantada neles através da Redenção de Cristo os impede de praticar o pecado habitual e voluntariamente. Esta afirmação não sugere perfeição absoluta, mas antes uma nova orientação de vida que rejeita o domínio do pecado.
A Manifestação da Identidade Espiritual
10 Nisto se manifestam os Filhos de Deus e os filhos do diabo: quem não pratica a justiça, e quem não ama o seu Irmão, não é de Deus.
[1 João 3:10]
João resume a dualidade espiritual destacando a manifestação evidente da identidade dos Filhos de Deus e dos filhos do diabo. Quem não pratica a Justiça e carece de Amor Fraterno revela sua ligação com o diabo.
João 13:35:
35 Nisto todos saberão que vocês são meus discípulos, se tiverem amor uns pelos outros.
A Justiça e o Amor para com os Irmãos tornam-se os distintivos inequívocos da identidade cristã. Estes atos não apenas proclamam a conexão com Deus, mas também refletem a Obra Transformadora do Espírito Santo na vida daqueles que experimentaram o novo nascimento.
Portanto, estes versículos nos convidam a um exame profundo de nossas vidas e conduta. Refletimos a Justiça e o Amor que caracterizam os Filhos de Deus ou as nossas ações revelam uma ligação diferente? Que este chamado à Autenticidade e à Identidade Divina nos inspire a viver de acordo com a verdade e a graça que recebemos em Cristo.
A mensagem fundamental do amor e a advertência contra o mal
11 Pois esta é a mensagem que vocês ouviram desde o início: que nos amamos.
12 Não como Caim, que era do Maligno e matou seu irmão. E por que motivo ele o matou? Porque as suas obras eram más e as obras do seu irmão eram justas.
[1 João 3:11-12]
“Pois esta é a mensagem que vocês ouviram desde o início: que nos amamos. ” João sublinha a mensagem fundamental que foi proclamada desde o início do Evangelho: o apelo ao amor mútuo entre os crentes. Este mandato não é novo nos nossos tempos, mas é essencial e eterno, transcendendo o tempo e a história da Igreja.
João 13:34-35:
34 Um novo mandamento vos dou: que vos ameis uns aos outros; como eu vos amei, que também vós vos ameis uns aos outros.
35 Nisto todos saberão que vocês são meus discípulos, se tiverem amor uns pelos outros.
Este mandamento de amar uns aos outros não é apenas central no ensino de Jesus, mas também serve como um distintivo para identificar os seguidores de Cristo.
A advertência através do exemplo de Caim
“Não como Caim, que era do maligno e matou seu irmão. E por que motivo ele o matou? Porque as suas obras eram más, e as obras de seu irmão eram justas.” João usa o exemplo de Caim como um aviso chocante. Caim, influenciado pelo maligno, cometeu o primeiro homicídio ao matar seu irmão Abel. A razão deste ato violento foi o mal presente nas obras de Caim, em contraste com a justiça de Abel.
Gênesis 4:3-5, 8:
3 E com o passar do tempo, Caim trouxe uma oferta do fruto da terra ao Senhor.
4 E Abel também trouxe dos primogênitos das suas ovelhas, e da sua gordura. E o Senhor olhou com favor para Abel e para a sua oferta;
5 Mas ele não olhou com bons olhos para Caim e para a sua oferta. E Caim ficou muito zangado, e o seu semblante desmoronou.
8 E Caim falou a seu irmão Abel: e aconteceu que, enquanto eles estavam no campo, Caim se levantou contra seu irmão Abel e o matou.
A história de Caim e Abel sublinha a importância da qualidade das nossas ações e da atitude dos nossos corações no nosso relacionamento com Deus e com os outros. Estes versículos nos lembram a essência da mensagem cristã: o amor mútuo. A menção de Caim serve como um forte lembrete das consequências do mal e da falta de amor. Possa esta advertência levar os crentes a viver no amor, reflectindo assim a justiça e a graça de Deus na sua vida quotidiana.
A contradição entre amor e ódio na identidade cristã
13 Meus irmãos, não se maravilhem se o mundo os odeia.
14 Sabemos que passamos da morte para a vida, porque amamos os Irmãos. Quem não ama o seu irmão está na morte.
15 Quem odeia o seu irmão é homicida; e você sabe que nenhum assassino tem Vida Eterna habitando nele.
[1 João 3:13-15]
“Meus irmãos, não se maravilhem se o mundo os odeia. ” Neste versículo, o apóstolo João faz uma advertência franca aos crentes: eles não deveriam se surpreender se o mundo os odiasse. A fé em Cristo muitas vezes entra em conflito com os valores do mundo, o que pode resultar em rejeição e hostilidade.
João 15:18-19:
18 Se o mundo te odeia, saiba que ele me odiou antes de odiar você.
19 Se você fosse do mundo, o mundo amaria os seus; Mas porque você não é do mundo, mas eu te escolhi fora do mundo, é por isso que o mundo te odeia.
Esta advertência ressoa com a realidade de que a fé genuína pode provocar antagonismo. Os crentes não devem desanimar-se com a rejeição do mundo, pois esta é uma consequência natural da sua identidade em Cristo.
A transição da morte para a vida através do amor fraternal
“Sabemos que passamos da morte para a vida, porque amamos os irmãos…” João destaca a transformação radical que um crente experimenta ao passar da morte espiritual para a vida em Cristo. Esta mudança manifesta-se no amor aos Irmãos, que se torna testemunho vivo da vida nova em Cristo.
Efésios 2:4-5:
4 Mas Deus, que é rico em misericórdia, pelo grande amor com que nos amou,
5 Mesmo estando nós mortos em pecados, ele nos vivificou juntamente com Cristo; Pela graça você é salvo;…
O Amor Fraterno não é apenas uma boa ação; É a manifestação da vida transformada que vem da reconciliação com Deus. A expressão do Amor para com os Irmãos torna-se uma prova tangível da nossa ligação com a Vida Eterna.
A condenação do ódio e a ligação entre o ódio e o homicídio
“Quem odeia o seu irmão é um assassino; e você sabe que nenhum assassino tem Vida Eterna habitando nele.” João apresenta uma conexão impressionante entre o Amor e a Vida Eterna, e o ódio e a morte espiritual. Quem não ama está num estado espiritual de morte, e quem odeia o seu Irmão partilha semelhanças com um assassino.
Mateus 5:21-22:
21 Ouvistes o que foi dito aos antigos: Não matarás; mas quem matar estará sujeito a julgamento.
22 Mas eu vos digo que quem estiver loucamente zangado com seu irmão estará sujeito a julgamento; e quem disser ao seu irmão, Raca, será responsabilizado pelo conselho; e quem disser: Tolo, será responsabilizado pelo inferno de fogo.
Juan reforça a seriedade do ódio ao equipará-lo ao ato de homicídio. Aqueles que abrigam o ódio revelam neles uma ausência de Vida Eterna. A falta de amor torna-se evidência de uma conexão espiritual rompida. Estes versículos destacam a profunda relação entre a Vida Espiritual e o Amor prático. A fé em Cristo não é apenas uma afirmação teórica, mas uma realidade transformadora que se manifesta no Amor para com os outros. Que a advertência de João nos inspire a viver com autenticidade e Amor, demonstrando assim a vida eterna que recebemos em Cristo.
Amor prático e confiança no relacionamento com Deus
16 Nisto conhecemos o Amor, porque ele deu a vida por nós: também nós devemos dar a vida pelos Irmãos.
17 Mas aquele que possui os bens deste mundo, e vê o seu irmão necessitado, e lhe fecha as entranhas, como está nele o Amor de Deus?
[1 João 3:16-17]
Juan destaca a essência do Amor Cristão: o sacrifício. A referência ao ato supremo de amor de Cristo na cruz estabelece o modelo para a ação cristã. O amor não é apenas um sentimento, mas uma demonstração prática e sacrificial.
João 15:13:
13 Ninguém tem maior amor do que este, de dar alguém a sua vida pelos seus amigos.
O apelo à partilha com os necessitados reforça a ideia de que o Amor Cristão se expressa através de ações concretas. Ignorar as necessidades dos outros revela uma falta de alinhamento com o Amor de Deus.
Amor em Ação e Certeza no Relacionamento com Deus
18 Meus filhinhos, não amemos de palavra ou de língua, mas de fato e de verdade.
19 E por isso sabemos que somos da Verdade e temos nossos corações certificados diante dele.
20 Porque se o nosso coração nos condena, Deus é maior que o nosso coração e conhece todas as coisas.
[1 João 3:18-20]
Juan enfatiza a importância do Amor Genuíno, apoiado em ações concretas e baseado na verdade. O Amor Prático é a evidência da nossa conexão com a Verdade de Deus. A certificação dos nossos corações diante de Deus destaca a importância da autenticidade. João reconhece a possibilidade de autocensura, mas enfatiza que Deus, que tudo sabe, é maior do que as nossas dúvidas internas. O Amor Genuíno, apoiado em ações, oferece segurança em nosso relacionamento com Deus.
Confiança e Obediência na Oração
21 Queridos, se o nosso coração não nos repreender, temos confiança em Deus;
22 E tudo o que pedirmos, dele receberemos, porque guardamos os seus mandamentos e fazemos o que é agradável à sua vista.
23 E este é o Seu mandamento: Que creiamos no Nome de Seu Filho Jesus Cristo, e amemos uns aos outros como Ele nos ordenou.
[1 João 3:21-23]
João destaca a conexão entre uma consciência limpa, a confiança em Deus e a resposta à oração. A obediência aos Mandamentos de Deus e a prática do Amor Cristão abrem a porta à confiança e à eficácia na oração.
João 14:13:
13 E tudo o que pedirdes ao Pai em meu nome, isso eu farei, para que o Pai seja glorificado no Filho.
A essência do mandamento divino é acreditar em Jesus Cristo e amar uns aos outros. A obediência a este mandamento fortalece a nossa ligação com Deus, evidenciada pela resposta às nossas orações à luz da sua vontade.
A permanência de Deus em nós pelo Seu Espírito
24 E aquele que guarda os seus mandamentos está nele, e ele está nele. E nisto sabemos que Ele permanece em nós, através do Espírito que Ele nos deu.
[1 João 3:24]
João conclui destacando a relação recíproca entre a obediência, a Presença de Deus e a Obra do Espírito Santo nos crentes. O Espírito Santo é a garantia da Presença contínua de Deus naqueles que obedecem aos Seus mandamentos e vivem no Amor e na Verdade. Esses versículos são um chamado à fé ativa, ao amor prático e à obediência que resulta em uma conexão íntima com Deus. O Relacionamento com Deus não é simplesmente teórico, mas se manifesta em ações diárias que refletem o Amor, a Verdade e a obediência aos Seus mandamentos.
Conclusão
No final da nossa jornada através de 1 João 3, não podemos deixar de nos sentir como viajantes que exploraram as profundezas de um oceano infinito. Cada verso foi uma imersão no Amor Divino, um Amor que vai além de nossa compreensão limitada e que anseia por transformar cada canto de nossas vidas.
Contemplamos a magnificência de sermos chamados “Filhos de Deus”, uma identidade que vai além dos rótulos terrenos e nos conecta à própria fonte da vida. No meio desta Conexão Divina, descobrimos que somos Herdeiros de uma esperança que transcende o tempo, uma esperança que encontra a sua realização na Gloriosa Revelação da nossa verdadeira natureza em Cristo.
O chamado à pureza e ao afastamento do pecado ressoou como uma melodia celestial em nossos corações. A justiça não é apenas uma lista de regras, mas uma resposta a esse Amor que nos abraça e nos guia. No Sacrifício de Cristo encontramos a própria essência do Amor: um Amor que não se expressa apenas em palavras, mas se materializa em atos de entrega total.
Em nossa jornada, exploramos a interseção entre oração e confiança, reconhecendo que, na busca pelo Amor Divino, a comunicação constante com nosso Pai Celestial torna-se uma âncora firme. E no final desta jornada, encontramo-nos no limite da consciência, onde a presença de Deus em nossos corações nos dá uma paz que excede todo o entendimento.
Assim, neste momento de reflexão, a pergunta é inevitável: Como isso muda as nossas vidas? Como respondemos a este Amor Divino que exploramos juntos? Não basta simplesmente compreender; a verdadeira transformação se manifesta quando permitimos que este Amor permeie todos os aspectos da nossa existência.
Que cada palavra de 1 João 3 ressoe em nossos pensamentos e ações. Que o Amor Divino seja a bússola que guia as nossas decisões e a força que impulsiona o nosso serviço aos outros. Que a esperança da nossa Identidade em Cristo nos inspire a viver com coragem e confiança, sabendo que somos amados com um Amor que nunca desaparece.
Não estamos apenas encerrando um estudo bíblico com esta conclusão, mas estamos abrindo as portas para uma vida transformada pelo Amor de Deus. Que cada Filho de Deus mergulhe ainda mais neste oceano infinito, permitindo que as ondas do Amor Divino os envolvam, os transformem e os levem a novos patamares em sua caminhada com o Senhor. Que o Amor Divino seja a Melodia que guie cada passo nesta jornada Eterna de Fé e Comunhão com o Deus que nos ama sem medida!
Deus continue abençoando você! Amém!
NOTA SOBRE LOS DERECHOS DE AUTOR
Este sitio web posee contenido con derechos reservados. Puede ser compartido de forma gratuita para propagar el Evangelio de Jesucristo. Se permite su reproducción en masa, publicarlo en sitios web, redes sociales, traducir a otros idiomas dando el crédito al escritor de este contenido. Se prohíbe la venta o recaudación de fondos de cualquier contenido en este sitio web. Para más información puede escribirnos a:
LA PALABRA HABLADA DE DIOS
PO Box 2017 PMB 345
Las Piedras, PR 00771