Las Siete Iglesias del Apocalipsis:
"Un Llamado A Volver Al Primer Amor"
Por: Hno. Francisco Velázquez Cruz
Por: Hno. Francisco Velázquez Cruz
LA IGLESIA DE ÉFESO
Introducción
En el corazón de las revelaciones divinas, entre las páginas sagradas del libro del Apocalipsis, encontramos una carta que resuena a través del tiempo y del espacio, dirigida al Mensajero de la iglesia de Éfeso. Este no es solo un relato de antaño, sino una proclamación atemporal, un eco Divino que se expande desde las calles empedradas de Éfeso hasta los rincones más profundos de nuestros corazones hoy.
Imagina, por un momento, estar parado en medio de esa iglesia, donde el polvo y el aroma a incienso llenan el aire. La congregación, forjada en arduo trabajo y paciencia, se destaca en virtudes y discernimiento. Sin embargo, como una sombra que se cierne sobre la luz, resuena la voz del que anda en medio de los candeleros de oro, el mismo Jesucristo que conoce nuestras obras, nuestras luchas y nuestros logros.
Hoy, en este estudio bíblico, nos sumergiremos en esta carta, desentrañando verdades profundas que siguen siendo cruciales para la iglesia contemporánea. Más allá de las piedras antiguas y los relatos bíblicos, descubriremos un llamado urgente que resuena en nuestra existencia actual: el llamado a volver al Primer Amor. ¿Qué significa perder el Primer Amor? ¿Cuáles son las implicaciones de abandonar esa llama inicial que encendió nuestros corazones? Prepárate, porque esta carta, llena de elogios y advertencias, nos desafía y nos llama a una transformación radical. Enfrentemos juntos el desafío de Éfeso y descubramos la renovación que solo puede venir de volver al Primer Amor.
Apocalipsis 2:1-7:
1ESCRIBE al ángel de la iglesia en ÉFESO: El que tiene las siete estrellas en Su Diestra, el cual anda en medio de los siete candeleros de oro, dice estas cosas:
2Yo sé tus obras, y tu trabajo y paciencia; y que tú no puedes sufrir los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos;
3Y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado por mi Nombre, y no has desfallecido.
4Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor.
5Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
6Mas tienes esto, que aborreces los hechos de los nicolaítas; los cuales Yo también aborrezco.
7El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del Paraíso de Dios.
Contexto Histórico y Geográfico
Para entender plenamente el mensaje dirigido a la iglesia de Éfeso, es esencial sumergirse en el contexto histórico y geográfico que rodeaba esta próspera ciudad del Asia Menor durante el primer siglo d.C.
Éfeso se erguía como una joya en la corona del Imperio Romano, siendo no solo un importante centro comercial sino también un faro cultural. Ubicada estratégicamente en la desembocadura del río Caístro, Éfeso era un puerto vital que conectaba Asia Menor con el resto del imperio. Sus calles bulliciosas resonaban con una amalgama de culturas, albergando tanto a comerciantes adinerados como a viajeros errantes.
Históricamente, Éfeso también fue testigo de la influencia del apóstol Pablo, quien estableció una próspera iglesia durante su tercer viaje misionero (Hechos 18:19-28; 19:1-41). En esta ciudad, la predicación del Evangelio resonó con fuerza, y la comunidad cristiana creció vigorosamente. No obstante, con el tiempo, la prosperidad material y cultural de Éfeso generó desafíos espirituales.
El templo de Artemisa, una de las siete maravillas del mundo antiguo, estaba ubicado en Éfeso, contribuyendo a la ciudad como centro de peregrinación y sede de prácticas paganas. La presión cultural y las influencias de doctrinas erróneas amenazaban con socavar los cimientos de la fe cristiana en la iglesia de Éfeso.
Es en este contexto que Jesucristo, caminando entre los candeleros de oro, se dirige a la iglesia. El simbolismo de los candeleros no solo representa a las iglesias individuales sino también la luz de la presencia de Dios en medio de ellas. La imagen es poderosa: Jesús, el que sostiene las estrellas (los mensajeros de las iglesias), camina entre estas comunidades, conociendo sus luchas y observando su fidelidad.
Así, al considerar el trasfondo histórico y geográfico, el mensaje a Éfeso se presenta no solo como una admonición específica a una congregación en particular, sino como un eco que resuena en el corazón de cada creyente y cada iglesia a lo largo de la historia. La tensión entre la fe cristiana y el entorno cultural, la lucha contra las doctrinas erróneas y la llamada a mantener el fervor inicial son desafíos que trascienden el tiempo, hablándonos hoy con la misma urgencia que en los días de la iglesia de Éfeso.
Elogios Iniciales
Al comenzar su mensaje a la iglesia de Éfeso, el Cristo glorioso se revela como el que tiene las siete estrellas en su diestra, sosteniendo con autoridad a los mensajeros de las iglesias, y camina en medio de los siete candeleros de oro, mostrando Su presencia continua y vigilante entre Sus congregaciones.
La alabanza que se derrama sobre la iglesia de Éfeso es profunda y específica. Jesucristo, con ojos que ven más allá de lo superficial, declara: “Yo conozco tus obras”. No es un conocimiento superficial, sino una comprensión íntima de las acciones, sacrificios y la dedicación de esta comunidad cristiana. Cada acto de servicio, cada esfuerzo desplegado por el Reino de Dios, es tenido en cuenta por Aquel que examina los corazones.
Además, se resalta el “arduo trabajo y paciencia” de la iglesia. Esta no es una mera observación de la actividad externa, sino un reconocimiento profundo de la persistencia en medio de las pruebas. La congregación de Éfeso no solo ha enfrentado adversidades, sino que ha mantenido su firmeza, demostrando una resistencia espiritual que no se rinde fácilmente.
Jesucristo aplaude la actitud vigilante de la iglesia al afirmar: “y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos”. Aquí vemos una comunidad que no tolera la falsedad ni se somete a las artimañas del engaño. Han ejercido un discernimiento agudo, sometiendo a prueba las pretensiones de aquellos que afirmaban ser enviados por Dios. Este discernimiento es crucial en un contexto donde la verdad es vulnerable a las distorsiones y las falsas enseñanzas amenazan con socavar los fundamentos de la fe.
En un mundo donde la tolerancia a menudo se interpreta como debilidad, la firmeza de la iglesia de Éfeso para resistir a los malos y desenmascarar la falsedad es elogiada por el Rey de reyes. Su arduo trabajo y paciencia, su capacidad para discernir y rechazar la falsedad, son rasgos que reflejan el carácter de una iglesia que se esfuerza por permanecer fiel en medio de desafíos espirituales y culturales.
Sin embargo, incluso en medio de estos elogios, se avecina una advertencia, una luz intermitente que indica un área de preocupación que no debe pasarse por alto: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.” Este será el foco de nuestro próximo punto, pero antes de sumergirnos en la advertencia, es esencial recordar y apreciar los logros y la integridad que han marcado a la iglesia de Éfeso en el corazón mismo de su servicio al Señor.
Reprensión por Abandonar el Primer Amor
A pesar de los elogios iniciales y la admirable tenacidad exhibida por la iglesia de Éfeso, el tono de la carta cambia sutilmente cuando Jesucristo declara: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.”
Este reproche no es una acusación ligera; es un llamado a la reflexión profunda sobre el estado del corazón de la iglesia. El “Primer Amor” no se refiere meramente a un sentimiento inicial o emocional, sino a la pasión y devoción que caracterizaban los primeros momentos de la relación de la iglesia con Cristo. Era la llama ardiente que inspiraba el servicio, la obediencia y la adoración sincera.
La iglesia de Éfeso no había perdido su amor por la verdad o su celo por la rectitud doctrinal. Tampoco había abandonado su arduo trabajo o su paciencia en medio de las pruebas. Sin embargo, a pesar de estas virtudes evidentes, algo vital se había desvanecido. La llama inicial, la conexión íntima y apasionada con Cristo, parecía haber menguado en medio de las rutinas religiosas y el servicio mecánico.
Esta reprensión lleva consigo la urgencia de un corazón que busca reavivar el fuego del amor. La advertencia de Jesucristo es más que un simple señalamiento; es un llamado a la introspección, a recordar los primeros días de encuentro con Él, cuando la relación estaba impregnada de asombro, gratitud y devoción inquebrantable.
Al analizar esta censura, podemos aprender que la práctica de la fe no debe ser simplemente una rutina, una serie de acciones desprovistas de la pasión y del amor inicial. La integridad doctrinal y el servicio diligente no deben suplantar el núcleo esencial de nuestra relación con Cristo: el amor apasionado que nos lleva a seguirle, amarle y obedecerle con gratitud y asombro renovados cada día.
El llamado al arrepentimiento que sigue (versículo 5) no es una condena sin esperanza, sino un camino hacia la restauración. Jesucristo insta a la iglesia, diciendo: “recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras.” Este recordatorio no es solo un llamado a la memoria, sino a un retorno activo a la devoción inicial, a vivir y servir desde un corazón que late con el amor apasionado por Cristo.
Llamado al Arrepentimiento
La urgencia de la carta a Éfeso alcanza su punto álgido con el llamado apasionado al arrepentimiento expresado en los versículos 5-6. Jesucristo, en Su gracia redentora, no solo señala la falla, sino que ofrece una ruta clara hacia la restauración.
“Recuerda, por tanto, de dónde has caído”. Este llamado a la memoria no es un simple ejercicio de nostalgia, sino un recordatorio crucial de los días en que la iglesia de Éfeso estaba inmersa en la frescura de su Primer Amor. La iglesia es instada a reflexionar sobre ese tiempo de asombro y devoción, cuando cada acto de servicio, cada palabra de adoración, emanaba del corazón saturado de amor por Cristo. Este recordatorio no es solo un ejercicio introspectivo, sino una llamada a reconectar con la fuente misma de la vitalidad espiritual.
“Y arrepiéntete.” Aquí, Jesucristo no solo busca una reflexión pasiva sobre el pasado, sino un cambio activo en la dirección del corazón. El arrepentimiento implica una ruptura con la apatía espiritual y un retorno a la pasión inicial por el Señor. Es un acto consciente de volverse de nuevo hacia Cristo, desechando cualquier actitud o práctica que haya disminuido el fervor amoroso.
“Haz las primeras obras.” Este llamado va más allá del simple sentimiento de arrepentimiento; es un llamado a la acción. Las “primeras obras” se refieren a la obediencia y el servicio que brotan de un corazón enamorado de Cristo. Es el retorno a una vida de devoción activa, donde cada acción está impregnada de amor y gratitud por el Salvador.
La advertencia que sigue es significativa: “Pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.” Jesús no amenaza arbitrariamente, sino que presenta las consecuencias serias de ignorar este llamado al arrepentimiento. La imagen de quitar el candelero implica la pérdida de la presencia y el testimonio divinos en medio de la iglesia. Es un recordatorio de que la comunión íntima con Cristo es vital y que la indiferencia hacia esta realidad puede resultar en una desconexión lamentable.
No obstante, en medio de la exhortación y la advertencia, se destaca un elogio final: “Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales también Yo aborrezco.” La fidelidad en el rechazo de las falsas enseñanzas y prácticas inmorales es reconocida. Este elogio sirve como un recordatorio de que, aunque la iglesia ha tropezado en su Primer Amor, hay elementos en los cuales ha permanecido fiel.
En este llamado al arrepentimiento, la iglesia de Éfeso es desafiada a redescubrir la belleza y la profundidad de su relación con Cristo, a rechazar cualquier apatía espiritual y a volver a una vida de devoción activa. Este llamado resonante, cargado de gracia y urgencia, resuena a través de los siglos, interpelando a cada creyente y congregación a volver al Primer Amor y a vivir con la pasión ferviente que caracteriza una relación auténtica con Jesucristo.
Rechazo de las Obras de los Nicolaítas
Junto con las palabras de exhortación y llamado al arrepentimiento, Jesucristo elogia a la iglesia de Éfeso por su firmeza al rechazar las obras de los nicolaítas, a quienes también Él aborrece. Este elogio específico señala la postura intransigente de la iglesia contra una influencia que amenazaba la pureza y la integridad doctrinal.
Las obras de los nicolaítas parecen haber sido un conjunto de enseñanzas y prácticas que emergieron en el contexto de la iglesia primitiva. Aunque los detalles exactos de su doctrina no están completamente claros debido a la limitada información disponible en las Escrituras, algunas interpretaciones sugieren que promovían una forma de libertinaje moral, justificando conductas inmorales bajo la apariencia de la libertad cristiana.
La firmeza de la iglesia de Éfeso en rechazar estas doctrinas es digna de elogio. En un entorno cultural y religioso donde las tentaciones de la inmoralidad y la complacencia eran abundantes, la iglesia se destacó al mantenerse fiel a los principios bíblicos y resistir las desviaciones que podrían comprometer su testimonio y su comunión con Dios.
Este rechazo de las obras de los nicolaítas no solo destaca la pureza doctrinal de la iglesia, sino también su compromiso con la santidad y la obediencia a los mandamientos de Dios. En medio de las tensiones culturales y las tentaciones que enfrentaban, la iglesia de Éfeso demostró su discernimiento y valentía al defender la verdad revelada en las Escrituras.
Este elogio también sirve como un recordatorio relevante para las iglesias contemporáneas. En un mundo donde las doctrinas comprometidas y las éticas diluidas a menudo se presentan como alternativas atractivas, la iglesia de hoy está llamada a mantener una firmeza similar en la defensa de la verdad bíblica y la santidad. Este reconocimiento de la integridad doctrinal y moral es crucial para preservar la identidad y el testimonio de la iglesia en medio de un mundo que constantemente desafía los estándares divinos.
El rechazo de las obras de los nicolaítas por parte de la iglesia de Éfeso destaca su dedicación a la verdad bíblica, su valentía al resistir la inmoralidad disfrazada de libertad, y su compromiso inquebrantable con la santidad en un mundo que buscaba socavar estos principios fundamentales. Este elogio no solo valida la fidelidad de la iglesia en su postura, sino que también nos desafía a mantener una firmeza similar en la defensa de la verdad y la santidad en nuestras vidas y comunidades de fe.
Promesa Final: Comer del Árbol de la Vida
Después de la exhortación, el llamado al arrepentimiento y el elogio por el rechazo de las obras de los nicolaítas, la carta a la iglesia de Éfeso culmina con una promesa extraordinaria y esperanzadora en el versículo 7: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del Paraíso de Dios.”
Esta promesa final se presenta en la forma de un llamado a la atención, instando a aquellos que tienen oídos espirituales a escuchar lo que el Espíritu está comunicando a las iglesias. Es un recordatorio de que las palabras de Jesucristo no son solo para una congregación específica en un tiempo determinado, sino que tienen una relevancia universal y atemporal para la iglesia en su conjunto.
La promesa misma es rica en simbolismo, haciendo referencia al “árbol de la vida” que se encuentra en el Paraíso de Dios. Este árbol es mencionado por primera vez en el libro del Génesis, en el Jardín del Edén, como símbolo de la Vida Eterna y la Comunión Íntima con Dios (Génesis 2:9; 3:22). Su presencia en el paraíso señala un estado de bendición, restauración y relación inquebrantable con el Creador.
La promesa de “comer del árbol de la vida” para aquellos que vencen es una garantía de participación en la Vida Eterna y la Bienaventuranza Celestial. En el contexto de Éfeso, donde la iglesia estaba siendo llamada a arrepentirse y volver al Primer Amor, esta promesa resuena con la posibilidad de una restauración completa y la renovación de la relación íntima con Dios.
La imagen de “comer” del árbol de la vida sugiere una participación activa y personal en la plenitud de la Vida Eterna que Dios ofrece. No solo es un símbolo de recibir la Vida Eterna, sino también de experimentarla de manera completa y satisfactoria. Esta promesa destaca la realidad de que aquellos que perseveran, superan los desafíos y permanecen fieles hasta el final, disfrutarán de una Comunión Eterna con Dios en un estado de perfección y gozo.
Conclusión
En el relato apasionante de la iglesia de Éfeso, vemos más que una crónica histórica. En estas palabras divinas, encontramos un espejo que refleja no solo el pasado de una congregación distante, sino también el pulso mismo de nuestra fe hoy. La carta a Éfeso resuena con susurros de Eternidad, llamando a cada creyente a examinar la llama de su propio corazón.
La advertencia de Cristo sobre el abandono del Primer Amor resuena en el aire como un eco que atraviesa los siglos, desafiándonos a recordar los días de asombro, gratitud y devoción apasionada por nuestro Salvador. ¿Acaso hemos permitido que las rutinas de la vida cotidiana apaguen la llama que una vez ardía con intensidad? ¿Nos hemos sumido en la familiaridad, olvidando la maravilla de nuestra redención?
El llamado al arrepentimiento no es solo un eco lejano, sino un susurro urgente del Espíritu Santo, instándonos a volver a los caminos del Primer Amor. En la encrucijada de la complacencia espiritual, nos llama a recordar y a regresar, a quebrantar las cadenas de la rutina y abrazar la pasión renovada por Cristo.
Y aún en la reprensión, encontramos gracia; en la exhortación, descubrimos misericordia. Jesucristo, el mismo que señala nuestras fallas, nos ofrece el camino hacia la restauración. Él nos llama no solo a recordar, sino a arrepentirnos, a cambiar nuestra dirección y a volver a las “primeras obras”. En Su Gracia, nos invita a un banquete celestial, a comer del árbol de la vida, simbolizando una Comunión Eterna y una participación plena en la bendición Divina.
Hoy, la carta a Éfeso resuena como una llamada atemporal, un Eco Divino que atraviesa las barreras del tiempo y llega a nuestros corazones. Que esta historia no sea solo un relato antiguo, sino un llamado vibrante a la acción. Que recordemos, que nos arrepintamos y que volvamos al Primer Amor, no solo como un acto de obediencia, sino como una expresión de gratitud por la Gracia Redentora que nos ha sido dada.
Que, en el proceso, descubramos que el llamado a Éfeso es un llamado a cada uno de nosotros, una invitación a una renovación espiritual, a una conexión más profunda con el Autor de la vida. Que nuestra respuesta a este llamado resuene con la determinación de vencer, de perseverar hasta el final, sabiendo que la promesa final es una realidad gloriosa: comer del árbol de la vida en el paraíso de Dios.
Que esta historia, con todos sus matices y lecciones, se convierta en nuestra historia, y que la carta a Éfeso no solo sea un recordatorio del pasado, sino un faro que ilumina nuestro presente y guía nuestro futuro. En el Nombre de Aquel que camina entre los siete candeleros de oro, el que sostiene las estrellas y nos llama a un Amor que nunca se desvanece, Jesucristo, nuestro Salvador y Señor.
Que el Señor y Salvador nuestro, Jesucristo, continúe bendiciéndote. ¡Amén!
THE CHURCH OF EPHESUS
Introduction
At the heart of divine revelations, among the sacred pages of the book of Revelation, we find a letter that resonates through time and space, addressed to the Messenger of the church of Ephesus. This is not just a tale of yore, but a timeless proclamation, a Divine echo that expands from the cobblestone streets of Ephesus to the deepest corners of our hearts today.
Imagine, for a moment, standing in the middle of that church, where dust and the aroma of incense fill the air. The congregation, forged in hard work and patience, excels in virtues and discernment. However, like a shadow that hangs over the light, the voice of the one who walks among the golden lampstands resounds, the same Jesus Christ who knows our works, our struggles and our achievements.
Today, in this Bible study, we will delve into this letter, unraveling profound truths that remain crucial for the contemporary church. Beyond the ancient stones and biblical stories, we will discover an urgent call that resonates in our current existence: the call to return to First Love. What does it mean to lose First Love? What are the implications of abandoning that initial flame that ignited our hearts? Prepare yourself, because this letter, full of praise and warnings, challenges us and calls us to a radical transformation. Let us face the challenge of Ephesus together and discover the renewal that can only come from returning to First Love.
Revelation 2:1-7:
1 WRITE to the angel of the church in EPHESUS: He who has the seven stars in His right hand, who walks among the seven golden lampstands, says these things:
2 I know your works, and your labor and patience; and that you cannot suffer evil, and you have tested those who say they are apostles, and they are not, and you have found them liars;
3 And you have suffered, and you have been patient, and you have labored for my Name, and you have not fainted.
4 But I have it against you that you have left your first love.
5 Remember therefore from whence you have fallen, and repent, and do the first works; If not, I will come to you quickly and remove your lampstand from its place, unless you repent.
6 But you have this, that you hate the acts of the Nicolaitans; which I also hate.
7 He who has an ear, let him hear what the Spirit says to the churches. To him who conquers, I will give to eat from the tree of life, which is in the middle of the Paradise of God.
Historical and Geographic Context
To fully understand the message addressed to the church of Ephesus, it is essential to immerse oneself in the historical and geographical context that surrounded this prosperous city in Asia Minor during the first century AD.
Ephesus stood as a jewel in the crown of the Roman Empire, being not only an important commercial center but also a cultural beacon. Strategically located at the mouth of the Caístro River, Ephesus was a vital port connecting Asia Minor with the rest of the empire. Its bustling streets resonated with an amalgam of cultures, hosting both wealthy merchants and wandering travelers.
Historically, Ephesus also witnessed the influence of the apostle Paul, who established a thriving church during his third missionary journey (Acts 18:19-28; 19:1-41). In this city, the preaching of the Gospel resonated strongly, and the Christian community grew vigorously. However, over time, the material and cultural prosperity of Ephesus generated spiritual challenges.
The temple of Artemis, one of the seven wonders of the ancient world, was located in Ephesus, contributing to the city as a pilgrimage center and seat of pagan practices. Cultural pressure and the influences of erroneous doctrines threatened to undermine the foundations of the Christian faith in the church of Ephesus.
It is in this context that Jesus Christ, walking among the golden lampstands, addresses the church. The symbolism of the lampstands not only represents the individual churches but also the light of God's presence in their midst. The image is powerful: Jesus, the one who holds the stars (the messengers of the churches), walks among these communities, knowing his struggles and observing his faithfulness.
Thus, when considering the historical and geographical background, the message to Ephesus is presented not only as a specific admonition to a particular congregation, but as an echo that resonates in the heart of every believer and every church throughout history. The tension between the Christian faith and the cultural environment, the fight against erroneous doctrines and the call to maintain the initial fervor are challenges that transcend time, speaking to us today with the same urgency as in the days of the church of Ephesus.
Initial Praise
As he begins his message to the church at Ephesus, the glorious Christ reveals himself as the one who has the seven stars in his right hand, authoritatively supporting the messengers of the churches, and walking in the midst of the seven golden lampstands, showing his presence. continuous and vigilant among His congregations.
The praise poured out on the church at Ephesus is deep and specific. Jesus Christ, with eyes that see beyond the superficial, declares: “I know your works . ” It is not superficial knowledge, but an intimate understanding of the actions, sacrifices and dedication of this Christian community. Every act of service, every effort deployed for the Kingdom of God, is taken into account by Him who examines hearts.
In addition, the “hard work and patience” of the church is highlighted. This is not a mere observation of external activity, but a profound recognition of persistence in the midst of trials. The Ephesus congregation has not only faced adversity, but has remained steadfast, demonstrating a spiritual resilience that does not give up easily.
Jesus Christ applauds the vigilant attitude of the church by stating: “and you cannot tolerate evil people, and you have tested those who say they are apostles, and they are not, and you have found them to be liars . ” Here we see a community that does not tolerate falsehood or submit to the tricks of deception. They have exercised keen discernment, testing the claims of those who claimed to be sent by God. This discernment is crucial in a context where truth is vulnerable to distortions and false teachings threaten to undermine the foundations of faith.
In a world where tolerance is often interpreted as weakness, the Ephesian church's steadfastness in resisting evildoers and unmasking falsehood is praised by the King of kings. Their hard work and patience, their ability to discern and reject falsehood, are traits that reflect the character of a church that strives to remain faithful in the midst of spiritual and cultural challenges.
Yet even amidst these praises, a warning looms, a flashing light indicating an area of concern that should not be overlooked: “But I have it against you, that you have left your first love.” This will be the focus of our next point, but before we dive into the warning, it is essential to remember and appreciate the achievements and integrity that have marked the church of Ephesus at the very heart of its service to the Lord.
Rebuke for Abandonment of First Love
Despite the initial praise and admirable tenacity exhibited by the church of Ephesus, the tone of the letter subtly changes when Jesus Christ declares: “But I have it against you, that you have left your first love.”
This reproach is no light accusation; It is a call to deep reflection on the state of the heart of the church. “First Love” does not refer merely to an initial or emotional feeling, but to the passion and devotion that characterized the early moments of the church's relationship with Christ. It was the burning flame that inspired service, obedience and sincere worship.
The church at Ephesus had not lost its love for truth or its zeal for doctrinal righteousness. Nor had he abandoned his hard work or his patience in the midst of trials. However, despite these obvious virtues, something vital had vanished. The initial flame, the intimate and passionate connection with Christ, seemed to have dwindled amid religious routines and mechanical service.
This rebuke carries with it the urgency of a heart seeking to rekindle the fire of love. The warning of Jesus Christ is more than a simple warning; It is a call to introspection, to remember the first days of encounter with Him, when the relationship was permeated with wonder, gratitude and unwavering devotion.
By analyzing this censorship, we can learn that the practice of faith should not be simply a routine, a series of actions devoid of passion and initial love. Doctrinal integrity and diligent service should not supplant the essential core of our relationship with Christ: the passionate love that leads us to follow, love, and obey Him with gratitude and wonder renewed every day.
The call to repentance that follows (verse 5) is not a hopeless condemnation, but a path toward restoration. Jesus Christ urges the church, saying, “Remember therefore from whence you have fallen, and repent, and do the first works.” This reminder is not only a call to remembrance, but to an active return to initial devotion, to live and serve from a heart that beats with passionate love for Christ.
Call to Repentance
The urgency of the letter to Ephesus reaches its peak with the passionate call to repentance expressed in verses 5-6. Jesus Christ, in his redeeming grace, not only points out the failure, but offers a clear path to restoration.
“Remember, therefore, from whence you have fallen.” This call to remembrance is not a simple exercise in nostalgia, but a crucial reminder of the days when the church of Ephesus was immersed in the freshness of its First Love. The church is urged to reflect on that time of wonder and devotion, when every act of service, every word of worship, emanated from a heart saturated with love for Christ. This reminder is not only an introspective exercise, but a call to reconnect with the very source of spiritual vitality.
“And repent.” Here, Jesus Christ seeks not only a passive reflection on the past, but an active change in the direction of the heart. Repentance implies a break with spiritual apathy and a return to the initial passion for the Lord. It is a conscious act of turning back to Christ, discarding any attitude or practice that has diminished loving fervor.
“Do the first works.” This call goes beyond the simple feeling of regret; It is a call to action. The “first works” refer to obedience and service that spring from a heart in love with Christ. It is the return to a life of active devotion, where every action is infused with love and gratitude for the Savior.
The warning that follows is significant: “If not, I will come to you quickly and take away your lampstand from its place, if you have not repented.” Jesus does not arbitrarily threaten, but presents the serious consequences of ignoring this call to repentance. The image of removing the lampstand implies the loss of divine presence and testimony in the midst of the church. It is a reminder that intimate communion with Christ is vital and that indifference to this reality can result in regrettable disconnection.
However, in the midst of the exhortation and warning, a final praise stands out: “But you have this, that you hate the works of the Nicolaitans, which I also hate.” Faithfulness in rejecting false teachings and immoral practices is recognized. This praise serves as a reminder that, although the church has stumbled in its First Love, there are elements in which it has remained faithful.
In this call to repentance, the church of Ephesus is challenged to rediscover the beauty and depth of its relationship with Christ, to reject any spiritual apathy, and to return to a life of active devotion. This resonant call, charged with grace and urgency, resonates through the centuries, challenging every believer and congregation to return to First Love and live with the fervent passion that characterizes an authentic relationship with Jesus Christ.
Rejection of the Works of the Nicolaitans
Along with words of exhortation and call to repentance, Jesus Christ praises the church of Ephesus for their steadfastness in rejecting the works of the Nicolaitans, whom He also hates. This specific praise signals the church's uncompromising stance against an influence that threatened doctrinal purity and integrity.
The works of the Nicolaitans appear to have been a set of teachings and practices that emerged in the context of the early church. Although the exact details of their doctrine are not completely clear due to the limited information available in Scripture, some interpretations suggest that they promoted a form of moral license, justifying immoral behavior under the guise of Christian freedom.
The firmness of the church of Ephesus in rejecting these doctrines is worthy of praise. In a cultural and religious environment where temptations to immorality and complacency were abundant, the church distinguished itself by remaining faithful to biblical principles and resisting deviations that could compromise its testimony and communion with God.
This rejection of the works of the Nicolaitans not only highlights the doctrinal purity of the church, but also its commitment to holiness and obedience to God's commandments. In the midst of the cultural tensions and temptations they faced, the church at Ephesus demonstrated their discernment and courage in standing up for the truth revealed in the Scriptures.
This praise also serves as a relevant reminder for contemporary churches. In a world where compromised doctrines and diluted ethics are often presented as attractive alternatives, today's church is called to maintain a similar steadfastness in defending biblical truth and holiness. This recognition of doctrinal and moral integrity is crucial to preserving the identity and witness of the church in the midst of a world that constantly challenges divine standards.
The rejection of the works of the Nicolaitans by the church of Ephesus highlights their dedication to biblical truth, their courage in resisting immorality disguised as freedom, and their unwavering commitment to holiness in a world that sought to undermine these fundamental principles. This praise not only validates the church's faithfulness in its stance, but also challenges us to maintain a similar steadfastness in upholding truth and holiness in our lives and faith communities.
Final Promise: Eat from the Tree of Life
After the exhortation, the call to repentance, and the praise for the rejection of the works of the Nicolaitans, the letter to the church of Ephesus culminates with an extraordinary and hopeful promise in verse 7: “He who has an ear, let him hear what the Spirit says to the churches. To him who conquers, I will give to eat from the tree of life, which is in the middle of the Paradise of God.”
This final promise comes in the form of a call to attention, urging those who have spiritual ears to listen to what the Spirit is communicating to the churches. It is a reminder that the words of Jesus Christ are not just for a specific congregation at a certain time, but have universal and timeless relevance for the church as a whole.
The promise itself is rich in symbolism, referring to the “tree of life” found in God's Paradise. This tree is mentioned for the first time in the book of Genesis, in the Garden of Eden, as a symbol of Eternal Life and Intimate Communion with God (Genesis 2:9; 3:22). His presence in paradise signals a state of blessing, restoration and unbreakable relationship with the Creator.
The promise of “eating of the tree of life” for those who overcome is a guarantee of participation in Eternal Life and Heavenly Bliss. In the context of Ephesus, where the church was being called to repent and return to First Love, this promise resonates with the possibility of complete restoration and renewal of the intimate relationship with God.
The image of “eating” the tree of life suggests an active and personal participation in the fullness of Eternal Life that God offers. It is not only a symbol of receiving Eternal Life, but also of experiencing it completely and satisfyingly. This promise highlights the reality that those who persevere, overcome challenges, and remain faithful to the end will enjoy Eternal Communion with God in a state of perfection and joy.
Conclusion
In the gripping account of the church of Ephesus, we see more than a historical chronicle. In these divine words, we find a mirror that reflects not only the past of a distant congregation, but also the very pulse of our faith today. The letter to Ephesus resonates with whispers of Eternity, calling each believer to examine the flame of his own heart.
Christ's warning about abandoning First Love rings in the air like an echo across the centuries, challenging us to remember the days of wonder, gratitude, and passionate devotion to our Savior. Have we allowed the routines of daily life to extinguish the flame that once burned brightly? Have we become mired in familiarity, forgetting the wonder of our redemption?
The call to repentance is not just a distant echo, but an urgent whisper of the Holy Spirit, urging us to return to the ways of First Love. At the crossroads of spiritual complacency, it calls us to remember and return, to break the chains of routine and embrace renewed passion for Christ.
And even in rebuke, we find grace; in exhortation, we discover mercy. Jesus Christ, the same one who points out our failures, offers us the path to restoration. He calls us not only to remember, but to repent, change our direction, and return to the “first works.” In His Grace, He invites us to a heavenly banquet, to eat from the tree of life, symbolizing Eternal Communion and full participation in Divine blessing.
Today, the letter to Ephesus resonates as a timeless call, a Divine Echo that crosses the barriers of time and reaches our hearts. May this story be not just an ancient tale, but a vibrant call to action. May we remember, repent, and return to First Love, not only as an act of obedience, but as an expression of gratitude for the Redeeming Grace given to us.
May we, in the process, discover that the call to Ephesus is a call to each of us, an invitation to spiritual renewal, to a deeper connection with the Author of life. May our response to this call resonate with the determination to overcome, to persevere to the end, knowing that the final promise is a glorious reality: eating from the tree of life in God's paradise.
May this story, with all its nuances and lessons, become our story, and may the letter to Ephesus not only be a reminder of the past, but a beacon that illuminates our present and guides our future. In the Name of Him who walks among the seven golden lampstands, who holds up the stars and calls us to a Love that never fades, Jesus Christ, our Savior and Lord.
May our Lord and Savior, Jesus Christ, continue to bless you. Amen!
L'ÉGLISE D'ÉPHÈSE
Introduction
Au cœur des révélations divines, parmi les pages sacrées du livre de l'Apocalypse, on trouve une lettre qui résonne à travers le temps et l'espace, adressée au Messager de l'Église d'Éphèse. Il ne s’agit pas seulement d’un conte d’antan, mais d’une proclamation intemporelle, d’un écho divin qui s’étend des rues pavées d’Éphèse jusqu’aux coins les plus profonds de nos cœurs d’aujourd’hui.
Imaginez un instant, debout au milieu de cette église, où la poussière et l'arôme de l'encens remplissent l'air. La congrégation, forgée dans le travail et la patience, excelle en vertus et en discernement. Cependant, comme une ombre qui plane sur la lumière, résonne la voix de Celui qui marche parmi les chandeliers d'or, le même Jésus-Christ qui connaît nos œuvres, nos luttes et nos réalisations.
Aujourd’hui, dans cette étude biblique, nous allons approfondir cette lettre, révélant des vérités profondes qui restent cruciales pour l’Église contemporaine. Au-delà des pierres anciennes et des récits bibliques, nous découvrirons un appel urgent qui résonne dans notre existence actuelle : l'appel au retour au Premier Amour. Que signifie perdre le Premier Amour ? Quelles sont les implications de l’abandon de cette flamme initiale qui a enflammé nos cœurs ? Préparez-vous, car cette lettre, pleine d’éloges et d’avertissements, nous interpelle et nous appelle à une transformation radicale. Relevons ensemble le défi d'Éphèse et découvrons le renouveau qui ne peut venir que du retour au Premier Amour.
Apocalypse 2 : 1-7 :
1 ÉCRIVEZ à l'ange de l'Église d'ÉPHÈSE : Celui qui a les sept étoiles dans sa main droite, qui marche parmi les sept chandeliers d'or, dit ces choses :
2 Je connais tes œuvres, ton travail et ta patience ; et que vous ne pouvez pas souffrir le mal, et que vous avez éprouvé ceux qui se disent apôtres, alors qu'ils ne le sont pas, et vous les avez trouvés menteurs ;
3 Et tu as souffert, et tu as été patient, et tu as travaillé pour mon Nom, et tu ne t'es pas lassé.
4 Mais j'ai contre toi que tu as quitté ton premier amour.
5 Souviens-toi donc d'où tu es tombé, et repens-toi, et fais les premières œuvres ; Sinon, je viendrai vite vers vous et j'enlèverai votre chandelier de sa place, à moins que vous ne vous repentiez.
6 Mais vous avez ceci, que vous haïssez les actes des Nicolaïtes ; que je déteste aussi.
7 Celui qui a des oreilles, qu'il entende ce que l'Esprit dit aux églises. Au vainqueur, je donnerai à manger de l'arbre de vie qui est au milieu du paradis de Dieu.
Contexte historique et géographique
Pour bien comprendre le message adressé à l'église d'Éphèse, il est essentiel de se plonger dans le contexte historique et géographique qui entourait cette ville prospère d'Asie Mineure au premier siècle de notre ère.
Éphèse était un joyau de la couronne de l’Empire romain, étant non seulement un centre commercial important mais aussi un phare culturel. Stratégiquement située à l’embouchure du fleuve Caístro, Éphèse était un port vital reliant l’Asie Mineure au reste de l’empire. Ses rues animées résonnaient d’un amalgame de cultures, accueillant à la fois de riches marchands et des voyageurs errants.
Historiquement, Éphèse a également été témoin de l'influence de l'apôtre Paul, qui a fondé une église florissante au cours de son troisième voyage missionnaire (Actes 18 : 19-28 ; 19 : 1-41). Dans cette ville, la prédication de l’Évangile résonnait fortement et la communauté chrétienne grandissait vigoureusement. Cependant, au fil du temps, la prospérité matérielle et culturelle d’Éphèse a généré des défis spirituels.
Le temple d'Artémis, l'une des sept merveilles du monde antique, était situé à Éphèse, contribuant ainsi à faire de la ville un centre de pèlerinage et un siège de pratiques païennes. La pression culturelle et l’influence de doctrines erronées menaçaient de saper les fondements de la foi chrétienne dans l’Église d’Éphèse.
C’est dans ce contexte que Jésus-Christ, marchant parmi les chandeliers d’or, s’adresse à l’Église. Le symbolisme des chandeliers représente non seulement les églises individuelles mais aussi la lumière de la présence de Dieu au milieu d'elles. L'image est puissante : Jésus, celui qui tient les étoiles (les messagers des églises), marche parmi ces communautés, connaissant leurs luttes et observant leur fidélité.
Ainsi, si l’on considère le contexte historique et géographique, le message à Éphèse est présenté non seulement comme un avertissement spécifique adressé à une congrégation particulière, mais comme un écho qui résonne dans le cœur de chaque croyant et de chaque église à travers l’histoire. La tension entre la foi chrétienne et l’environnement culturel, la lutte contre les doctrines erronées et l’appel à maintenir la ferveur initiale sont des défis qui transcendent le temps et nous parlent aujourd’hui avec la même urgence qu’au temps de l’Église d’Éphèse.
Éloge initial
Alors qu'il commence son message à l'église d'Éphèse, le Christ glorieux se révèle comme celui qui a les sept étoiles dans sa main droite, soutenant avec autorité les messagers des églises et marchant au milieu des sept chandeliers d'or, montrant son présence continue et vigilante parmi ses congrégations.
Les louanges déversées sur l’Église d’Éphèse sont profondes et spécifiques. Jésus-Christ, avec des yeux qui voient au-delà du superficiel, déclare : « Je connais vos œuvres . » Il ne s’agit pas d’une connaissance superficielle, mais d’une compréhension intime des actions, des sacrifices et du dévouement de cette communauté chrétienne. Chaque acte de service, chaque effort déployé pour le Royaume de Dieu, est pris en compte par Celui qui examine les cœurs.
De plus, « le travail acharné et la patience » de l’Église sont soulignés. Il ne s’agit pas d’une simple observation d’une activité extérieure, mais d’une profonde reconnaissance de la persévérance au milieu des épreuves. La congrégation d’Éphèse a non seulement fait face à l’adversité, mais elle est également restée ferme, faisant preuve d’une résilience spirituelle qui n’abandonne pas facilement.
Jésus-Christ applaudit l’attitude vigilante de l’Église en déclarant : « et vous ne pouvez pas tolérer les méchants, et vous avez éprouvé ceux qui se disent apôtres, et ils ne le sont pas, et vous les avez trouvés menteurs . » Nous voyons ici une communauté qui ne tolère pas le mensonge et ne se soumet pas aux ruses de la tromperie. Ils ont fait preuve d’un discernement aigu, testant les affirmations de ceux qui prétendaient être envoyés par Dieu. Ce discernement est crucial dans un contexte où la vérité est vulnérable aux distorsions et où les faux enseignements menacent de saper les fondements de la foi.
Dans un monde où la tolérance est souvent interprétée comme une faiblesse, la détermination de l'Église d'Éphèse à résister aux malfaiteurs et à démasquer le mensonge est louée par le Roi des rois. Leur travail acharné et leur patience, leur capacité à discerner et à rejeter le mensonge sont des traits qui reflètent le caractère d’une Église qui s’efforce de rester fidèle au milieu des défis spirituels et culturels.
Pourtant, même au milieu de ces éloges, un avertissement se profile, un feu clignotant indiquant un sujet de préoccupation à ne pas négliger : « Mais j’en veux à toi, c’est que tu as quitté ton premier amour. » Ce sera l’objet de notre prochain point, mais avant de plonger dans l’avertissement, il est essentiel de se souvenir et d’apprécier les réalisations et l’intégrité qui ont marqué l’Église d’Éphèse au cœur même de son service au Seigneur.
Réprimande pour abandon du premier amour
Malgré les éloges initiaux et l’admirable ténacité manifestée par l’Église d’Éphèse, le ton de la lettre change subtilement lorsque Jésus-Christ déclare : « Mais j’ai contre toi que tu as abandonné ton premier amour. »
Ce reproche n'est pas une accusation légère ; C’est un appel à une réflexion profonde sur l’état du cœur de l’Église. Le « Premier Amour » ne fait pas simplement référence à un sentiment initial ou émotionnel, mais à la passion et au dévouement qui ont caractérisé les premiers moments de la relation de l'Église avec le Christ. C’était la flamme brûlante qui inspirait le service, l’obéissance et l’adoration sincère.
L’Église d’Éphèse n’avait pas perdu son amour pour la vérité ni son zèle pour la justice doctrinale. Il n’a pas non plus abandonné son travail acharné ni sa patience au milieu des épreuves. Cependant, malgré ces vertus évidentes, quelque chose de vital avait disparu. La flamme initiale, le lien intime et passionné avec le Christ, semblait s'être éteinte au milieu des routines religieuses et du service mécanique.
Cette réprimande porte en elle l’urgence d’un cœur qui cherche à raviver le feu de l’amour. L’avertissement de Jésus-Christ est plus qu’un simple avertissement ; C'est un appel à l'introspection, à se souvenir des premiers jours de rencontre avec Lui, lorsque la relation était imprégnée d'émerveillement, de gratitude et de dévotion sans faille.
En analysant cette censure, nous pouvons apprendre que la pratique de la foi ne doit pas être simplement une routine, une série d’actions dénuées de passion et d’amour initial. L’intégrité doctrinale et le service diligent ne devraient pas supplanter le noyau essentiel de notre relation avec le Christ : l’amour passionné qui nous amène à le suivre, à l’aimer et à lui obéir avec une gratitude et un émerveillement renouvelés chaque jour.
L’appel à la repentance qui suit (verset 5) n’est pas une condamnation désespérée, mais un chemin vers la restauration. Jésus-Christ exhorte l’Église en disant : « Souvenez-vous donc d’où vous êtes tombés, repentez-vous et faites les premières œuvres. » Ce rappel n'est pas seulement un appel au souvenir, mais à un retour actif à la dévotion initiale, à vivre et à servir avec un cœur qui bat d'amour passionné pour le Christ.
Appel au repentir
L’urgence de la lettre à Éphèse atteint son apogée avec l’appel passionné à la repentance exprimé dans les versets 5-6. Jésus-Christ, dans sa grâce rédemptrice, non seulement souligne l’échec, mais offre également un chemin clair vers la restauration.
« Rappelez-vous donc d’où vous êtes tombé. » Cet appel au souvenir n'est pas un simple exercice de nostalgie, mais un rappel crucial des jours où l'Église d'Éphèse était plongée dans la fraîcheur de son premier amour. L'Église est invitée à réfléchir sur ce temps d'émerveillement et de dévotion, où chaque acte de service, chaque parole d'adoration, émanait d'un cœur saturé d'amour pour le Christ. Ce rappel n’est pas seulement un exercice d’introspection, mais un appel à se reconnecter à la source même de la vitalité spirituelle.
"Et repentez-vous." Ici, Jésus-Christ cherche non seulement une réflexion passive sur le passé, mais aussi un changement actif dans la direction du cœur. La repentance implique une rupture avec l'apathie spirituelle et un retour à la passion initiale pour le Seigneur. C’est un acte conscient de retour au Christ, en abandonnant toute attitude ou pratique qui a diminué la ferveur aimante.
« Faites les premiers travaux. » Cet appel dépasse le simple sentiment de regret ; C'est un appel à l'action. Les « premières œuvres » font référence à l’obéissance et au service qui naissent d’un cœur amoureux du Christ. C’est le retour à une vie de dévotion active, où chaque action est imprégnée d’amour et de gratitude envers le Sauveur.
L’avertissement qui suit est significatif : « Sinon, je viendrai vite vers vous et j’enlèverai votre chandelier de sa place, si vous ne vous êtes pas repentis. » Jésus ne menace pas arbitrairement, mais présente les graves conséquences du fait d'ignorer cet appel à la repentance. L’image du retrait du chandelier implique la perte de la présence divine et du témoignage au milieu de l’église. C'est un rappel que la communion intime avec le Christ est vitale et que l'indifférence à l'égard de cette réalité peut entraîner une déconnexion regrettable.
Cependant, au milieu de l’exhortation et de l’avertissement, un dernier éloge se détache : « Mais vous avez ceci, c’est que vous haïssez les œuvres des Nicolaïtes, que je hais aussi. » La fidélité dans le rejet des faux enseignements et des pratiques immorales est reconnue. Cette louange rappelle que, même si l'Église a trébuché dans son premier amour, il y a des éléments dans lesquels elle est restée fidèle.
Dans cet appel à la repentance, l’Église d’Éphèse est mise au défi de redécouvrir la beauté et la profondeur de sa relation avec le Christ, de rejeter toute apathie spirituelle et de revenir à une vie de dévotion active. Cet appel retentissant, chargé de grâce et d’urgence, résonne à travers les siècles, incitant chaque croyant et chaque congrégation à revenir au Premier Amour et à vivre avec la passion fervente qui caractérise une relation authentique avec Jésus-Christ.
Rejet des œuvres des Nicolaïtes
Parallèlement à des paroles d'exhortation et d'appel à la repentance, Jésus-Christ loue l'Église d'Éphèse pour sa fermeté à rejeter les œuvres des Nicolaïtes, qu'il déteste également. Cet éloge spécifique témoigne de la position intransigeante de l'Église contre une influence qui menaçait la pureté et l'intégrité doctrinales.
Les œuvres des Nicolaïtes semblent avoir constitué un ensemble d’enseignements et de pratiques apparus dans le contexte de l’Église primitive. Bien que les détails exacts de leur doctrine ne soient pas tout à fait clairs en raison du peu d’informations disponibles dans les Écritures, certaines interprétations suggèrent qu’ils promouvaient une forme de licence morale, justifiant un comportement immoral sous couvert de liberté chrétienne.
La fermeté de l’Église d’Éphèse dans son rejet de ces doctrines est digne d’éloges. Dans un environnement culturel et religieux où les tentations de l’immoralité et de la complaisance étaient abondantes, l’Église s’est distinguée en restant fidèle aux principes bibliques et en résistant aux déviations qui pourraient compromettre son témoignage et sa communion avec Dieu.
Ce rejet des œuvres des Nicolaïtes met non seulement en évidence la pureté doctrinale de l'Église, mais aussi son engagement envers la sainteté et l'obéissance aux commandements de Dieu. Au milieu des tensions culturelles et des tentations auxquelles elle a été confrontée, l’Église d’Éphèse a fait preuve de discernement et de courage en défendant la vérité révélée dans les Écritures.
Cet éloge constitue également un rappel pertinent pour les Églises contemporaines. Dans un monde où les doctrines compromises et l'éthique diluée sont souvent présentées comme des alternatives attrayantes, l'Église d'aujourd'hui est appelée à maintenir une fermeté similaire dans la défense de la vérité et de la sainteté bibliques. Cette reconnaissance de l’intégrité doctrinale et morale est cruciale pour préserver l’identité et le témoignage de l’Église au milieu d’un monde qui remet constamment en question les normes divines.
Le rejet des œuvres des Nicolaïtes par l’Église d’Éphèse met en évidence leur dévouement à la vérité biblique, leur courage dans la résistance à l’immoralité déguisée en liberté et leur engagement inébranlable en faveur de la sainteté dans un monde qui cherchait à saper ces principes fondamentaux. Cet éloge non seulement valide la fidélité de l'Église dans sa position, mais nous met également au défi de maintenir une fermeté similaire dans le maintien de la vérité et de la sainteté dans nos vies et nos communautés de foi.
Promesse finale : manger de l'arbre de vie
Après l'exhortation, l'appel à la repentance et la louange pour le rejet des œuvres des Nicolaïtes, la lettre à l'Église d'Éphèse culmine avec une promesse extraordinaire et pleine d'espoir au verset 7 : « Celui qui a des oreilles, qu'il entende ». ce que l'Esprit dit aux églises. Au vainqueur, je donnerai à manger de l’arbre de vie qui est au milieu du paradis de Dieu. »
Cette promesse finale se présente sous la forme d’un appel à l’attention, invitant ceux qui ont des oreilles spirituelles à écouter ce que l’Esprit communique aux Églises. C’est un rappel que les paroles de Jésus-Christ ne s’adressent pas seulement à une congrégation spécifique à un moment donné, mais qu’elles ont une pertinence universelle et intemporelle pour l’Église dans son ensemble.
La promesse elle-même est riche en symbolisme, faisant référence à « l'arbre de vie » trouvé dans le Paradis de Dieu. Cet arbre est mentionné pour la première fois dans le livre de la Genèse, dans le jardin d'Eden, comme symbole de la vie éternelle et de la communion intime avec Dieu (Genèse 2 :9 ; 3 :22). Sa présence au paradis signale un état de bénédiction, de restauration et de relation indestructible avec le Créateur.
La promesse de « manger de l’arbre de vie » pour ceux qui vainquent est une garantie de participation à la vie éternelle et à la félicité céleste. Dans le contexte d’Éphèse, où l’Église était appelée à se repentir et à revenir au Premier Amour, cette promesse résonne avec la possibilité d’une restauration complète et d’un renouvellement de la relation intime avec Dieu.
L’image de « manger » l’arbre de vie suggère une participation active et personnelle à la plénitude de la Vie éternelle que Dieu offre. Ce n’est pas seulement le symbole de la réception de la vie éternelle, mais aussi de l’expérience complète et satisfaisante. Cette promesse met en évidence la réalité selon laquelle ceux qui persévèrent, surmontent les difficultés et restent fidèles jusqu’au bout jouiront de la communion éternelle avec Dieu dans un état de perfection et de joie.
conclusion
Dans le récit captivant de l’église d’Éphèse, nous voyons plus qu’une chronique historique. Dans ces paroles divines, nous trouvons un miroir qui reflète non seulement le passé d’une congrégation lointaine, mais aussi le pouls même de notre foi d’aujourd’hui. La lettre à Éphèse résonne des murmures de l’Éternité, appelant chaque croyant à examiner la flamme de son propre cœur.
L'avertissement du Christ concernant l'abandon du premier amour résonne dans l'air comme un écho à travers les siècles, nous incitant à nous souvenir des jours d'émerveillement, de gratitude et de dévotion passionnée envers notre Sauveur. Avons-nous permis aux routines de la vie quotidienne d’éteindre la flamme qui brûlait autrefois ? Sommes-nous embourbés dans la familiarité, oubliant la merveille de notre rédemption ?
L'appel à la repentance n'est pas seulement un écho lointain, mais un murmure pressant de l'Esprit Saint, nous exhortant à revenir sur les chemins du Premier Amour. Au carrefour de la complaisance spirituelle, il nous appelle à nous souvenir et à revenir, à briser les chaînes. de routine et embrasser une passion renouvelée pour le Christ.
Et même dans la réprimande, nous trouvons grâce ; dans l'exhortation, nous découvrons la miséricorde. Jésus-Christ, celui-là même qui souligne nos échecs, nous offre le chemin de la restauration. Il nous appelle non seulement à nous souvenir, mais aussi à nous repentir, à changer de direction et à revenir aux « premières œuvres ». Dans Sa Grâce, Il nous invite à un banquet céleste, pour manger de l'arbre de vie, symbolisant la communion éternelle et la pleine participation à la bénédiction divine.
Aujourd’hui, la lettre à Éphèse résonne comme un appel intemporel, un écho divin qui traverse les barrières du temps et atteint nos cœurs. Que cette histoire ne soit pas seulement un conte ancien, mais un vibrant appel à l’action. Puissions-nous nous souvenir, nous repentir et revenir au Premier Amour, non seulement comme un acte d'obéissance, mais aussi comme une expression de gratitude pour la Grâce Rédemptrice qui nous a été donnée.
Puissions-nous, ce faisant, découvrir que l'appel à Éphèse est un appel à chacun de nous, une invitation au renouveau spirituel, à une connexion plus profonde avec l'Auteur de la vie. Que notre réponse à cet appel résonne avec la détermination de vaincre, de persévérer jusqu'au bout, sachant que la promesse finale est une réalité glorieuse : manger de l'arbre de vie dans le paradis de Dieu.
Puisse cette histoire, avec toutes ses nuances et ses leçons, devenir notre histoire, et que la lettre à Éphèse soit non seulement un rappel du passé, mais aussi un phare qui éclaire notre présent et guide notre avenir. Au Nom de Celui qui marche parmi les sept chandeliers d'or, qui soutient les étoiles et nous appelle à un Amour qui ne se fane jamais, Jésus-Christ, notre Sauveur et Seigneur.
Que notre Seigneur et Sauveur, Jésus-Christ, continue de vous bénir. Amen!
A IGREJA DE ÉFESO
Introdução
No centro das revelações divinas, entre as páginas sagradas do livro do Apocalipse, encontramos uma carta que ressoa no tempo e no espaço, dirigida ao Mensageiro da igreja de Éfeso. Esta não é apenas uma história de outrora, mas uma proclamação intemporal, um eco Divino que se expande desde as ruas de paralelepípedos de Éfeso até aos cantos mais profundos dos nossos corações hoje.
Imagine, por um momento, estar no meio daquela igreja, onde a poeira e o aroma do incenso preenchem o ar. A congregação, forjada com muito trabalho e paciência, prima pelas virtudes e pelo discernimento. Porém, como uma sombra que paira sobre a luz, ressoa a voz daquele que caminha entre os candelabros de ouro, o mesmo Jesus Cristo que conhece as nossas obras, as nossas lutas e as nossas conquistas.
Hoje, neste estudo bíblico, nos aprofundaremos nesta carta, desvendando verdades profundas que permanecem cruciais para a igreja contemporânea. Além das pedras antigas e das histórias bíblicas, descobriremos um chamado urgente que ressoa em nossa existência atual: o chamado para retornar ao Primeiro Amor. O que significa perder o Primeiro Amor? Quais são as implicações de abandonar aquela chama inicial que acendeu nossos corações? Prepare-se, porque esta carta, cheia de elogios e advertências, nos desafia e nos chama a uma transformação radical. Enfrentemos juntos o desafio de Éfeso e descubramos a renovação que só pode advir do regresso ao Primeiro Amor.
Apocalipse 2:1-7:
1 ESCREVA ao anjo da igreja que está em ÉFESO: Aquele que tem as sete estrelas na sua mão direita, que anda entre os sete candelabros de ouro, diz estas coisas:
2 Conheço as tuas obras, o teu trabalho e a tua paciência; e que não podeis sofrer o mal, e puseste à prova os que se dizem apóstolos, e não o são, e os achaste mentirosos;
3 E você sofreu e foi paciente e trabalhou por meu nome e não desmaiou.
4Mas tenho contra você o fato de você ter abandonado o seu primeiro amor.
5 Lembra-te, pois, de onde caíste, e arrepende-te, e pratica as primeiras obras; Caso contrário, irei até você rapidamente e tirarei o seu candelabro do lugar, a menos que você se arrependa.
6 Mas vós tendes isto: odeiais os atos dos nicolaítas; que eu também odeio.
7 Quem tem ouvidos, ouça o que o Espírito diz às igrejas. Ao vencedor darei de comer da árvore da vida, que está no meio do Paraíso de Deus.
Contexto Histórico e Geográfico
Para compreender plenamente a mensagem dirigida à igreja de Éfeso, é essencial mergulhar no contexto histórico e geográfico que rodeou esta próspera cidade da Ásia Menor durante o primeiro século dC.
Éfeso era uma joia da coroa do Império Romano, sendo não apenas um importante centro comercial, mas também um farol cultural. Estrategicamente localizada na foz do rio Caístro, Éfeso era um porto vital que ligava a Ásia Menor ao resto do império. Suas ruas movimentadas ressoavam com um amálgama de culturas, hospedando comerciantes ricos e viajantes errantes.
Historicamente, Éfeso também testemunhou a influência do apóstolo Paulo, que estabeleceu uma igreja próspera durante a sua terceira viagem missionária (Atos 18:19-28; 19:1-41). Nesta cidade, a pregação do Evangelho ressoou fortemente e a comunidade cristã cresceu vigorosamente. Contudo, com o passar do tempo, a prosperidade material e cultural de Éfeso gerou desafios espirituais.
O templo de Ártemis, uma das sete maravilhas do mundo antigo, estava localizado em Éfeso, contribuindo para a cidade como centro de peregrinação e sede de práticas pagãs. A pressão cultural e as influências de doutrinas errôneas ameaçaram minar os fundamentos da fé cristã na igreja de Éfeso.
É neste contexto que Jesus Cristo, caminhando entre os candelabros de ouro, se dirige à igreja. O simbolismo dos candelabros não representa apenas as igrejas individuais, mas também a luz da presença de Deus no meio delas. A imagem é poderosa: Jesus, aquele que segura as estrelas (os mensageiros das igrejas), caminha entre estas comunidades, conhecendo as suas lutas e observando a sua fidelidade.
Assim, ao considerar o contexto histórico e geográfico, a mensagem a Éfeso é apresentada não apenas como uma admoestação específica a uma congregação específica, mas como um eco que ressoa no coração de cada crente e de cada igreja ao longo da história. A tensão entre a fé cristã e o ambiente cultural, a luta contra as doutrinas erradas e o apelo a manter o fervor inicial são desafios que transcendem o tempo, falando-nos hoje com a mesma urgência como nos tempos da igreja de Éfeso.
Elogio Inicial
Ao iniciar sua mensagem à igreja de Éfeso, o glorioso Cristo se revela como aquele que tem as sete estrelas em sua mão direita, apoiando com autoridade os mensageiros das igrejas e andando no meio dos sete candelabros de ouro, mostrando seu presença contínua e vigilante entre Suas congregações.
O louvor derramado sobre a igreja de Éfeso é profundo e específico. Jesus Cristo, com olhos que enxergam além do superficial, declara: “Conheço as tuas obras ... ” Não se trata de um conhecimento superficial, mas de uma compreensão íntima das ações, dos sacrifícios e da dedicação desta comunidade cristã. Cada ato de serviço, cada esforço empreendido pelo Reino de Deus, é levado em conta por Aquele que examina os corações.
Além disso, é destacado o “trabalho árduo e paciência” da igreja. Esta não é uma mera observação da atividade externa, mas um profundo reconhecimento da persistência em meio às provações. A congregação de Éfeso não só enfrentou adversidades, mas permaneceu firme, demonstrando uma resiliência espiritual que não desiste facilmente.
Jesus Cristo aplaude a atitude vigilante da igreja ao afirmar: “e não podeis tolerar os maus, e puseste à prova os que se dizem apóstolos, e não o são, e descobriste que são mentirosos ” . Aqui vemos uma comunidade que não tolera a falsidade nem se submete aos truques do engano. Exerceram aguçado discernimento, testando as afirmações daqueles que afirmavam ter sido enviados por Deus. Este discernimento é crucial num contexto em que a verdade é vulnerável a distorções e os falsos ensinamentos ameaçam minar os fundamentos da fé.
Num mundo onde a tolerância é muitas vezes interpretada como fraqueza, a firmeza da igreja de Éfeso em resistir aos malfeitores e em desmascarar a falsidade é elogiada pelo Rei dos reis. O seu trabalho árduo e paciência, a sua capacidade de discernir e rejeitar a falsidade, são características que reflectem o carácter de uma igreja que se esforça para permanecer fiel no meio de desafios espirituais e culturais.
No entanto, mesmo em meio a esses elogios, um aviso surge, uma luz piscando indicando uma área de preocupação que não deve ser negligenciada: “Mas tenho contra você que você abandonou seu primeiro amor”. Este será o foco do nosso próximo ponto, mas antes de mergulharmos na advertência, é essencial lembrar e apreciar as conquistas e a integridade que marcaram a igreja de Éfeso no cerne do seu serviço ao Senhor.
Repreensão pelo Abandono do Primeiro Amor
Apesar do elogio inicial e da admirável tenacidade demonstrada pela igreja de Éfeso, o tom da carta muda sutilmente quando Jesus Cristo declara: “Mas tenho contra ti que abandonaste o teu primeiro amor”.
Esta censura não é uma acusação leve; É um chamado à reflexão profunda sobre o estado do coração da igreja. “Primeiro Amor” não se refere apenas a um sentimento inicial ou emocional, mas à paixão e devoção que caracterizou os primeiros momentos do relacionamento da Igreja com Cristo. Foi a chama ardente que inspirou o serviço, a obediência e a adoração sincera.
A igreja de Éfeso não havia perdido o amor pela verdade nem o zelo pela justiça doutrinária. Ele também não abandonou seu trabalho árduo ou sua paciência em meio às provações. No entanto, apesar destas virtudes óbvias, algo vital desapareceu. A chama inicial, a ligação íntima e apaixonada com Cristo, parecia ter diminuído em meio às rotinas religiosas e ao serviço mecânico.
Esta repreensão traz consigo a urgência de um coração que procura reacender o fogo do amor. A advertência de Jesus Cristo é mais do que uma simples advertência; É um chamado à introspecção, para relembrar os primeiros dias de encontro com Ele, quando a relação foi permeada de admiração, gratidão e devoção inabalável.
Analisando esta censura, podemos aprender que a prática da fé não deve ser simplesmente uma rotina, uma série de ações desprovidas de paixão e amor inicial. A integridade doutrinária e o serviço diligente não devem suplantar o núcleo essencial do nosso relacionamento com Cristo: o amor apaixonado que nos leva a segui-Lo, amá-Lo e obedecê-Lo com gratidão e admiração renovadas todos os dias.
O chamado ao arrependimento que se segue (versículo 5) não é uma condenação sem esperança, mas um caminho para a restauração. Jesus Cristo exorta a igreja, dizendo: “Lembra-te, pois, de onde caíste, e arrepende-te, e pratica as primeiras obras”. Este lembrete não é apenas um apelo à lembrança, mas a um retorno ativo à devoção inicial, para viver e servir a partir de um coração que bate com amor apaixonado por Cristo.
Chamado ao arrependimento
A urgência da carta a Éfeso atinge o seu auge com o apelo apaixonado ao arrependimento expresso nos versículos 5-6. Jesus Cristo, na Sua graça redentora, não apenas aponta o fracasso, mas oferece um caminho claro para a restauração.
“Lembre-se, portanto, de onde você caiu.” Este apelo à memória não é um simples exercício de nostalgia, mas uma lembrança crucial dos dias em que a igreja de Éfeso estava imersa no frescor do seu Primeiro Amor. A igreja é exortada a refletir sobre aquele tempo de admiração e devoção, quando cada ato de serviço, cada palavra de adoração, emanou de um coração saturado de amor por Cristo. Este lembrete não é apenas um exercício introspectivo, mas um chamado para nos reconectarmos com a própria fonte de vitalidade espiritual.
“E se arrependa.” Aqui, Jesus Cristo busca não apenas uma reflexão passiva sobre o passado, mas uma mudança ativa na direção do coração. O arrependimento implica uma ruptura com a apatia espiritual e um retorno à paixão inicial pelo Senhor. É um ato consciente de voltar-se para Cristo, descartando qualquer atitude ou prática que tenha diminuído o fervor amoroso.
“Faça os primeiros trabalhos.” Esse chamado vai além do simples sentimento de arrependimento; É um apelo à ação. As “primeiras obras” referem-se à obediência e ao serviço que brotam de um coração apaixonado por Cristo. É o retorno a uma vida de devoção ativa, onde cada ação é repleta de amor e gratidão pelo Salvador.
A advertência que se segue é significativa: “Se não, irei rapidamente até ti e tirarei do seu lugar o teu candelabro, se não te arrependeres.” Jesus não ameaça arbitrariamente, mas apresenta as graves consequências de ignorar este apelo ao arrependimento. A imagem da retirada do candelabro implica a perda da presença e do testemunho divino no meio da igreja. É um lembrete de que a comunhão íntima com Cristo é vital e que a indiferença a esta realidade pode resultar numa desconexão lamentável.
Porém, em meio à exortação e advertência, um elogio final se destaca: “Mas vós tendes isto: que odiais as obras dos nicolaítas, o que eu também odeio”. A fidelidade em rejeitar ensinos falsos e práticas imorais é reconhecida. Este louvor serve como um lembrete de que, embora a igreja tenha tropeçado no seu Primeiro Amor, há elementos nos quais ela permaneceu fiel.
Neste apelo ao arrependimento, a igreja de Éfeso é desafiada a redescobrir a beleza e a profundidade da sua relação com Cristo, a rejeitar qualquer apatia espiritual e a regressar a uma vida de devoção activa. Este chamado ressonante, carregado de graça e urgência, ressoa através dos séculos, desafiando cada crente e congregação a retornar ao Primeiro Amor e a viver com a paixão fervorosa que caracteriza um relacionamento autêntico com Jesus Cristo.
Rejeição das Obras dos Nicolaítas
Juntamente com palavras de exortação e apelo ao arrependimento, Jesus Cristo elogia a igreja de Éfeso pela sua firmeza em rejeitar as obras dos nicolaítas, a quem Ele também odeia. Este elogio específico assinala a posição intransigente da Igreja contra uma influência que ameaçava a pureza e a integridade doutrinárias.
As obras dos nicolaítas parecem ter sido um conjunto de ensinamentos e práticas que surgiram no contexto da igreja primitiva. Embora os detalhes exatos da sua doutrina não sejam completamente claros devido à informação limitada disponível nas Escrituras, algumas interpretações sugerem que promoveram uma forma de licença moral, justificando o comportamento imoral sob o pretexto da liberdade cristã.
A firmeza da igreja de Éfeso em rejeitar estas doutrinas é digna de louvor. Num ambiente cultural e religioso onde eram abundantes as tentações à imoralidade e à complacência, a igreja distinguiu-se por permanecer fiel aos princípios bíblicos e resistir a desvios que pudessem comprometer o seu testemunho e comunhão com Deus.
Esta rejeição das obras dos nicolaítas não só destaca a pureza doutrinária da igreja, mas também o seu compromisso com a santidade e a obediência aos mandamentos de Deus. No meio das tensões e tentações culturais que enfrentaram, a igreja de Éfeso demonstrou o seu discernimento e coragem ao defender a verdade revelada nas Escrituras.
Este louvor também serve como um lembrete relevante para as igrejas contemporâneas. Num mundo onde doutrinas comprometidas e ética diluída são frequentemente apresentadas como alternativas atraentes, a igreja de hoje é chamada a manter uma firmeza semelhante na defesa da verdade e da santidade bíblicas. Este reconhecimento da integridade doutrinal e moral é crucial para preservar a identidade e o testemunho da igreja no meio de um mundo que desafia constantemente os padrões divinos.
A rejeição das obras dos nicolaítas pela igreja de Éfeso destaca a sua dedicação à verdade bíblica, a sua coragem em resistir à imoralidade disfarçada de liberdade e o seu compromisso inabalável com a santidade num mundo que procurava minar estes princípios fundamentais. Este louvor não só valida a fidelidade da igreja na sua posição, mas também nos desafia a manter uma firmeza semelhante na defesa da verdade e da santidade nas nossas vidas e comunidades de fé.
Promessa Final: Coma da Árvore da Vida
Depois da exortação, do apelo ao arrependimento e do louvor pela rejeição das obras dos nicolaítas, a carta à igreja de Éfeso culmina com uma promessa extraordinária e esperançosa no versículo 7: “Quem tem ouvidos, ouça”. o que o Espírito diz às igrejas. Ao vencedor darei de comer da árvore da vida, que está no meio do Paraíso de Deus.”
Esta promessa final vem na forma de um chamado à atenção, exortando aqueles que têm ouvidos espirituais a ouvirem o que o Espírito está comunicando às igrejas. É um lembrete de que as palavras de Jesus Cristo não são apenas para uma congregação específica num determinado momento, mas têm relevância universal e intemporal para a igreja como um todo.
A própria promessa é rica em simbolismo, referindo-se à “árvore da vida” encontrada no Paraíso de Deus. Esta árvore é mencionada pela primeira vez no livro de Gênesis, no Jardim do Éden, como símbolo da Vida Eterna e da Comunhão Íntima com Deus (Gênesis 2:9; 3:22). Sua presença no paraíso sinaliza um estado de bênção, restauração e relacionamento inquebrável com o Criador.
A promessa de “comer da árvore da vida” para aqueles que vencem é uma garantia de participação na Vida Eterna e na Bem-aventurança Celestial. No contexto de Éfeso, onde a igreja estava sendo chamada ao arrependimento e ao retorno ao Primeiro Amor, esta promessa ressoa com a possibilidade de restauração completa e renovação do relacionamento íntimo com Deus.
A imagem de “comer” a árvore da vida sugere uma participação ativa e pessoal na plenitude da Vida Eterna que Deus oferece. Não é apenas um símbolo de receber a Vida Eterna, mas também de experimentá-la completa e satisfatoriamente. Esta promessa destaca a realidade de que aqueles que perseverarem, superarem desafios e permanecerem fiéis até o fim desfrutarão da Comunhão Eterna com Deus num estado de perfeição e alegria.
Conclusão
No emocionante relato da igreja de Éfeso, vemos mais do que uma crônica histórica. Nestas palavras divinas, encontramos um espelho que reflete não apenas o passado de uma congregação distante, mas também a própria pulsação da nossa fé hoje. A carta a Éfeso ressoa com sussurros da Eternidade, convidando cada crente a examinar a chama do seu próprio coração.
A advertência de Cristo sobre o abandono do Primeiro Amor ressoa no ar como um eco através dos séculos, desafiando-nos a recordar os dias de admiração, gratidão e devoção apaixonada ao nosso Salvador. Permitimos que as rotinas da vida diária extinguam a chama que antes ardia intensamente? Ficamos atolados na familiaridade, esquecendo a maravilha da nossa redenção?
O apelo ao arrependimento não é apenas um eco distante, mas um sussurro urgente do Espírito Santo, exortando-nos a regressar aos caminhos do Primeiro Amor. Na encruzilhada da complacência espiritual, chama-nos a lembrar e a regressar, a quebrar as correntes da rotina e abraçar uma paixão renovada por Cristo.
E mesmo na repreensão encontramos graça; na exortação, descobrimos a misericórdia. Jesus Cristo, o mesmo que aponta as nossas falhas, oferece-nos o caminho da restauração. Ele nos chama não apenas para lembrar, mas para nos arrependermos, mudarmos nossa direção e retornarmos às “primeiras obras”. Em Sua Graça, Ele nos convida para um banquete celestial, para comermos da árvore da vida, simbolizando a Comunhão Eterna e a plena participação na bênção Divina.
Hoje, a carta a Éfeso ressoa como um chamado atemporal, um Eco Divino que atravessa as barreiras do tempo e chega aos nossos corações. Que esta história não seja apenas um conto antigo, mas um vibrante apelo à ação. Que possamos lembrar, nos arrepender e retornar ao Primeiro Amor, não apenas como um ato de obediência, mas como uma expressão de gratidão pela Graça Redentora que nos foi dada.
Que possamos, no processo, descobrir que o chamado a Éfeso é um chamado para cada um de nós, um convite à renovação espiritual, a uma conexão mais profunda com o Autor da vida. Que a nossa resposta a este apelo ressoe com a determinação de vencer, de perseverar até ao fim, sabendo que a promessa final é uma realidade gloriosa: comer da árvore da vida no paraíso de Deus.
Que esta história, com todas as suas nuances e lições, se torne a nossa história, e que a carta a Éfeso não seja apenas uma lembrança do passado, mas um farol que ilumine o nosso presente e guie o nosso futuro. Em Nome Daquele que caminha entre os sete candelabros de ouro, que sustenta as estrelas e nos chama a um Amor que nunca se apaga, Jesus Cristo, nosso Salvador e Senhor.
Que nosso Senhor e Salvador, Jesus Cristo, continue abençoando você. Amém!
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