Introducción

En el vasto lienzo de la historia, entre las páginas desgastadas de antiguos pergaminos y los relatos más vívidos de la actualidad, se encuentra un hilo dorado que une el pasado, el presente y el futuro. Este hilo es la historia de las tres venidas de Cristo, una narrativa Divina que se despliega con una Gracia única y un Propósito Eterno. En la sinfonía de la Eternidad, cada venida de Cristo resuena como un eco transcendental que reverbera en los corazones de aquellos que buscan entender los misterios del Redentor.

Imaginen, por un momento, la trama de este Drama Celestial. Desde las sombras del Edén, donde una promesa titilaba como la estrella de la esperanza, hasta los cielos que se abrirán con un estruendo sobrenatural para el arrebatamiento de Su Iglesia. Visualicen la majestuosidad del Rey de reyes, descendiendo con Gloria indescriptible para establecer Su Reino Eterno en un cielo nuevo y una tierra nueva. Este es el relato de las tres venidas de Cristo, un relato que trasciende el tiempo y que nos invita a sumergirnos en la maravilla de Su Plan Maestro, Su Obra Maestra.

Atrévete a explorar conmigo estos pasajes sagrados, donde las palabras ancestrales chocan con la realidad cotidiana, y donde el Poder Divino se entrelaza con la fragilidad humana. En este estudio, desentrañaremos los misterios escondidos en la tríada de las venidas de Cristo, descubriendo no solo eventos históricos, sino una verdad que resuena en el alma y que nos llama a vivir con expectación ante la inminente venida del Rey Eterno. Prepárense para un viaje que va más allá de la erudición y se sumerge en la esencia misma de la esperanza, porque las tres venidas de Cristo son mucho más que un concepto dogmático; son el Latido mismo del Corazón Divino que late en cada página de la Biblia.

Primera Venida: Sangrar y Morir para la Redención

Antiguo Testamento: En el lienzo del Antiguo Testamento, la primera pincelada de la venida Redentora de Cristo se encuentra en los primeros capítulos de Génesis. Después de la trágica caída en el Edén, cuando la humanidad se desvió del Propósito Divino, resonó la promesa de un Redentor. En Génesis 3:15, la semilla de esperanza fue sembrada, la promesa de aquel que vendría para aplastar la cabeza de la serpiente, venciendo así el poder del pecado y la muerte.

15Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.

Isaías, el profeta apasionado, también añadió su paleta a este cuadro profético. En Isaías 7:14, se proclamó la señal asombrosa de un niño nacido de una virgen, Emmanuel, Dios con nosotros. Un Acto Divino que desafía las leyes de la naturaleza, preludio del nacimiento extraordinario del Salvador prometido.

14Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel.

Miqueas, un mensajero del campo, puntualizó el lugar específico del nacimiento del Mesías en Belén (Miqueas 5:2). Este pequeño pueblo, aparentemente insignificante, se convertiría en la cuna de la redención, el punto de origen del que emergería el que cambiaría la historia.

2Mas tú, Beth-lehem Ephrata, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo.

Nuevo Testamento: La plenitud de estas profecías se materializa en el Nuevo Testamento con el fulgor de la primera venida de Cristo.

En Mateo 1:21, un ángel proclama el propósito Redentor de Jesús al anunciar que salvará a su pueblo de sus pecados. El cumplimiento de las antiguas promesas se revela en el nacimiento de Jesús en Belén, conforme a las Escrituras (Lucas 2:11). Juan, el discípulo amado de entre los apóstoles, resume de manera majestuosa este acontecimiento único: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre,) lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14). Aquel que era desde el principio, ahora caminaba entre los hombres para llevar a cabo la obra redentora.

Esta primera venida no solo es un evento histórico, sino el preludio de la salvación que Jesús ofrecería a través de su pesado Gethsemaní hasta su sacrificio en la cruz. Cada paso que dio, cada palabra que pronunció resonaba con la promesa antigua y la esperanza renovada de que la redención estaba en marcha. La cruz se apreciaba en el horizonte, y la primera venida de Cristo marcó el comienzo de un camino que nos llevaría de vuelta a la comunión con nuestro Creador. Este Acto Redentor es el fundamento sobre el cual se construye el grandioso edificio de las tres venidas de Cristo.

La Segunda Venida es el Arrebatamiento

Palabras de Jesús: La narrativa de las tres venidas de Cristo se entrelaza con un segundo acto impactante: el arrebatamiento de la Iglesia, un evento que Jesús mismo anunció con solemnidad y esperanza. Sus Palabras, talladas en el Evangelio de Juan, resuenan con una promesa que enciende la llama de la anticipación en el corazón de cada creyente. “Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). Aquí, la esperanza se convierte en certeza, y la segunda venida de Cristo se perfila como un encuentro celestial entre el Salvador y Su Amada Iglesia.

En el relato apocalíptico de Mateo 24, Jesús pinta una imagen profética de eventos que precederán Su Retorno. “Empero del día y hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino mi Padre solo… Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del hombre ha de venir a la hora que no pensáis” (Mateo 24:36, 44). La parábola de los siervos y la advertencia sobre la necesidad de estar alerta subrayan la naturaleza impredecible y súbita de esta segunda venida.

Revelaciones de Apóstoles: Los apóstoles, guiados por la Inspiración Divina, expanden el lienzo escatológico de la segunda venida en sus epístolas. Pablo, en 1 Tesalonicenses 4:16-17, pinta una escena celestial impresionante:  

16Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero:

17Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

 La imagen es celestial, envuelta en la esperanza de encontrarse con el Señor en el aire.

En 1 Corintios 15:51-52, Pablo profundiza en el misterio de la transformación que experimentarán los creyentes en el momento del arrebatamiento:

51He aquí, os digo un misterio: Todos ciertamente no dormiremos, mas todos seremos transformados,

52En un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta; porque será tocada la trompeta, y los muertos serán levantados sin corrupción, y nosotros seremos transformados.

Esta Metamorfosis Divina prepara a la Iglesia para su encuentro con el Señor.

1 Tesalonicenses 5:2-6 refuerza la exhortación a la vigilancia, recordándonos que este Evento Sobrenatural será como el ladrón en la noche, y la preparación constante es esencial.

2Porque vosotros sabéis bien, que el Día del Señor vendrá, así como ladrón de noche,

3Que cuando dirán, Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción de repente, como los dolores a la mujer preñada; y no escaparán.

4Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sobrecoja como ladrón;

5Porque todos vosotros sois hijos de luz, e hijos del día; no somos de la noche, ni de las tinieblas.

6Por tanto, no durmamos como los demás; antes velemos y seamos sobrios.

La segunda venida de Cristo, con el arrebatamiento como su momento culminante, se presenta como un capítulo sobrecogedor de la Historia Divina, donde la Iglesia es llevada a la presencia del Salvador en un abrir y cerrar de ojos. Esta expectativa del arrebatamiento no solo nos llama a la preparación espiritual, sino que también infunde esperanza y consuelo a aquellos que anhelan encontrarse cara a cara con su Redentor. La historia de la redención, iniciada en la primera venida, se acelera hacia un Clímax Celestial con la segunda venida de Cristo.

Tercera Venida: Rey y Reina en el Milenio y la Eternidad

 Libro de Apocalipsis: El tapiz escatológico desplegado en el Libro de Apocalipsis revela la culminación majestuosa de la historia de las tres venidas de Cristo. En el capítulo 19, la visión de Juan se llena de asombro al presenciar la tercera venida de Cristo, pero esta vez como Rey de reyes y Señor de señores. "Y vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que estaba sentado sobre él, era llamado Fiel y Verdadero, el cual con justicia juzga y pelea… Y los ejércitos que están en el cielo le seguían en caballos blancos, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio…Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES." (Apocalipsis 19:11, 14, 16). Aquí, el Salvador, quien vino primero como el Cordero sacrificado, ahora regresa como el León conquistador.

Apocalipsis 20:4-6 despliega la escena del Milenio, un período de reinado de mil años donde Cristo y Sus Santos participarán en la administración de Su Reino. "Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado juicio; y vi las almas de los degollados por el testimonio de Jesús, y por la Palabra de Dios, y que no habían adorado la bestia, ni a su imagen, y que no recibieron la señal en sus frentes, ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años." (Apocalipsis 20:4). La promesa de participar en el Gobierno con Cristo resuena como un eco de la Gracia que nos ha sido otorgada.

En Apocalipsis 21:1-4, la visión se desplaza hacia un cielo nuevo y una tierra nueva, simbolizando la entrada a la Eternidad.

1Y VI un cielo nuevo, y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es.

2Y yo Juan vi la santa ciudad, Jerusalem nueva, que descendía del Cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

3Y oí una Gran Voz del Cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos.

4Y limpiará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; y no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas son pasadas.

La culminación de todas las cosas, donde Dios mora con Su Pueblo en perfecta armonía y restauración

Palabras de Jesús: Las palabras del Maestro también tejen la narrativa de la tercera venida. En Mateo 25:31-34, Jesús describe la escena del juicio final, donde las naciones son separadas y los justos son invitados a heredar el Reino preparado desde la fundación del mundo. Este momento implica la consumación final de la historia humana y el establecimiento completo del Reino Eterno.

En Mateo 26:29, durante la última cena, Jesús anticipa el futuro festín en el Reino de Su Padre. Este acto sacramental no solo apunta hacia atrás, recordando Su Sacrificio Redentor, sino también hacia adelante, señalando al Banquete Celestial en el Reino Eterno.

En Mateo 28:20, al despedirse de Sus Discípulos, Jesús ofrece una Promesa Consoladora: “…y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Esta Promesa trasciende las eras, abrazando tanto la historia de la Iglesia como la culminación de Su Reino Eterno.

La tercera venida de Cristo, como Rey con Su Reina en el Milenio y la Eternidad, completa el ciclo redentor que comenzó en Belén y se aceleró con el arrebatamiento. Esta fase final de Su venida nos lleva al clímax de la Historia de la Redención, donde Dios como Rey Supremo y la eternidad se despliega en su máxima expresión de Gloria. Cada palabra profética y visión apocalíptica converge hacia este momento trascendental, donde la promesa de un Reino Eterno se realiza en Su Plenitud.

Conclusión

En el fulgor de estas tres venidas de Cristo, contemplamos un drama divino que se desenvuelve desde los albores del tiempo hasta la eternidad misma. Desde la promesa en el Edén hasta la consumación en el cielo nuevo y la tierra nueva, la travesía del Redentor revela una Obra Maestra tejido con hilos de Amor, Gracia y Redención.

La primera venida, con su misterio en Belén, nos recuerda que el Salvador nació entre los humildes para redimir a los caídos. Su Gracia se derramó en la cruz, marcando el comienzo de la restauración. La segunda venida, anunciada por el mismo Jesús, nos llama a prepararnos para el encuentro celestial, donde seremos arrebatados para siempre estar con Él. Es un llamado a la vigilancia y a vivir con la esperanza de Su Inminente Regreso.

Pero la Trilogía Divina de las venidas de Cristo encuentra su apoteosis en la tercera venida, cuando Él regresa como Rey juntamente con Su Reina en el Milenio y la Eternidad. Un Rey que gobierna con justicia, restaurando y renovando toda la creación. La visión de Juan en Apocalipsis nos invita a contemplar un cielo nuevo y una tierra nueva, donde la Presencia Divina ilumina cada rincón y donde el anhelo Eterno del ser humano encuentra su plena realización.

Este estudio nos ha llevado desde la promesa redentora, reclamadora y consumadora, desde el Sacrificio Redentor hasta el Regreso Glorioso. Cada venida de Cristo es un eslabón en la cadena de la Redención, un recordatorio de que el Amor de Dios trasciende el tiempo y la historia. Nos insta a vivir con expectación y esperanza, conscientes de que la Historia Divina no es solo un relato antiguo, sino una Realidad Eterna que sigue desplegándose en nuestras vidas.

Así que, en este viaje a través de las tres venidas de Cristo, que nuestros corazones se inflamen con gratitud por la Redención, se llenen de anticipación por el encuentro celestial y se eleven en adoración por el Reinado Eterno de nuestro Señor. Que este estudio no solo sea un ejercicio intelectual, sino una experiencia espiritual que transforma nuestras vidas, recordándonos que la Historia Divina aún no ha concluido, y que el Maestro de la Historia está tejiendo en cada uno de nosotros Su Obra Maestra Eterna. ¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!

Que nuestro Rey Todopoderoso, el Señor Jesucristo continúe bendiciéndote hoy, mañana y siempre. ¡Amén!

Introduction

On the vast canvas of history, between the worn pages of ancient scrolls and the most vivid accounts of the present day, lies a golden thread that binds the past, the present, and the future. This thread is the story of the three comings of Christ, a Divine narrative unfolding with a unique Grace and Eternal Purpose. In the symphony of Eternity, each coming of Christ resounds like a transcendental echo that reverberates in the hearts of those who seek to understand the mysteries of the Redeemer.

Imagine, for a moment, the plot of this Celestial Drama. From the shadows of Eden, where a promise twinkled like the star of hope, to the heavens that will open with a supernatural roar for the rapture of His Church. Visualize the majesty of the King of kings, descending with indescribable glory to establish His Eternal Kingdom in a new heaven and a new earth. This is the story of Christ's three comings, a story that transcends time and invites us to immerse ourselves in the wonder of His Master Plan, His Masterpiece.

Dare to explore with me these sacred passages, where ancestral words collide with everyday reality, and where Divine Power is intertwined with human frailty. In this study, we will unravel the mysteries hidden in the triad of Christ's comings, uncovering not only historical events, but a truth that resonates in the soul and calls us to live in anticipation of the imminent coming of the Eternal King. Get ready for a journey that goes beyond scholarship and into the very essence of hope, because the three comings of Christ are much more than a dogmatic concept; they are the very Beat of the Divine Heart that beats on every page of the Bible.

First Coming: Bleeding and Dying for Redemption

Old Testament: On the Old Testament canvas, the first hint of Christ's redemptive coming is found in the early chapters of Genesis. After the tragic fall into Eden, when mankind deviated from the Divine Purpose, the promise of a Redeemer resounded. In Genesis 3:15, the seed of hope was sown, the promise of the One who would come to crush the serpent's head, thus overcoming the power of sin and death.

15 And I will put enmity between thee and the woman, and between thy seed and her seed; It will bruise your head, and you will bruise it in your heel.

Isaiah, the passionate prophet, also added his palette to this prophetic picture. In Isaiah 7:14, the amazing sign of a child born of a virgin, Emmanuel, God with us, was proclaimed. A Divine Act that defies the laws of nature, a prelude to the extraordinary birth of the promised Savior.

14Therefore the Lord himself will give you a sign: Behold, the virgin will conceive, and bear a son, and will call his name Emmanuel.

Micah, a messenger from the field, pointed out the specific place of the Messiah's birth in Bethlehem (Micah 5:2). This small, seemingly insignificant town would become the cradle of redemption, the point of origin from which the one who would change history would emerge.

2 But thou, Bethlehem Ephratha, though she is small in the thousands of Judah, shall come forth unto me that shall be Lord in Israel: and his exits are from the beginning, from the days of the world.

New Testament: The fullness of these prophecies is embodied in the New Testament with the brightness of Christ's first coming.

In Matthew 1:21, an angel proclaims Jesus' redemptive purpose by announcing that He will save His people from their sins. The fulfillment of the ancient promises is revealed in the birth of Jesus in Bethlehem, according to the Scriptures (Luke 2:11). John, the beloved disciple among the apostles, sums up this unique event majestically: "And that Word was made flesh, and dwelt among us (and we saw his glory, glory as of the only begotten of the Father,) full of grace and truth (John 1:14). He who was from the beginning was now walking among men to accomplish the redemptive work.

This first coming is not only a historical event, but the prelude to the salvation that Jesus would offer through his heavy Gethsemane to his sacrifice on the cross. Every step he took, every word he uttered resonated with the ancient promise and renewed hope that redemption was underway. The cross loomed on the horizon, and Christ's first coming marked the beginning of a journey that would lead us back to communion with our Creator. This redemptive Act is the foundation upon which the great edifice of the three comings of Christ is built.

The Second Coming is the Rapture

Words of Jesus:  The narrative of Christ's three comings is intertwined with a shocking second act: the rapture of the Church, an event that Jesus himself announced with solemnity and hope. His Words, carved in the Gospel of John, resonate with a promise that ignites the flame of anticipation in the heart of every believer. "And if I depart, and prepare a place for you, I will come again, and take you to myself: that where I am, ye also may be" (John 14:3). Here, hope becomes certainty, and Christ's second coming is shaping up to be a heavenly encounter between the Savior and His beloved Church.

In the apocalyptic account of Matthew 24, Jesus paints a prophetic picture of events that will precede His Return. "But of the day and hour no man knows, not even the angels of heaven, but my Father alone... Therefore you also must be warned; for the Son of Man will come at an hour which you do not expect." —Matthew 24:36, 44. The parable of the servants and the warning about the need to be alert underscore the unpredictable and sudden nature of this second coming.

Revelations from Apostles: The apostles, guided by Divine Inspiration, expand the eschatological canvas of the Second Coming in their epistles. Paul, in 1 Thessalonians 4:16-17, paints a stunning heavenly scene:      

16For the Lord himself will come down from heaven with an acclamation, with the voice of the archangel, and with the trumpet of God; and the dead in Christ shall rise first:

17 Then we who are alive and who are left will be caught up in the clouds with them to meet the Lord in the air, and so we will be with the Lord forever.

 The image is heavenly, wrapped in the hope of meeting the Lord in the air.

In 1 Corinthians 15:51-52, Paul delves into the mystery of the transformation that believers will experience at the moment of rapture:

51Behold, I tell you a mystery: We shall not all sleep, but we shall all be changed,

52In a moment, in the twinkling of an eye, at the last trumpet, for the trumpet shall be sounded, and the dead shall be raised without corruption, and we shall be changed.

This Divine Metamorphosis prepares the Church for her encounter with the Lord.

1 Thessalonians 5:2-6 reinforces the exhortation to vigilance, reminding us that this Supernatural Event will be like the thief in the night, and constant preparation is essential.

2For you know that the day of the Lord will come, like a thief by night,

3 For when they say, Peace and safety, then destruction will come upon them suddenly, like the pains of a pregnant woman, and they will not escape.

4 But you, brethren, are not in darkness, lest that day should overwhelm you like a thief;

5For you are all  children of light and children of the day; we are not of the night or of darkness.

6Therefore let us not sleep like others; but let us be vigilant and sober.

The Second Coming of Christ, with the rapture as its climax, is presented as an awe-inspiring chapter in Divine History, where the Church is brought into the presence of the Savior in the twinkling of an eye. This expectation of rapture not only calls us to spiritual preparation, but also instills hope and comfort in those who long to meet their Redeemer face to face. The story of redemption, begun at the first coming, accelerates toward a Heavenly Climax with the second coming of Christ.

Third Coming: King and Queen in the Millennium and Eternity

 Book of Revelation: The eschatological tapestry unfolded in the Book of Revelation reveals the majestic culmination of the story of Christ's three comings. In chapter 19, John's vision is filled with awe as he witnesses the third coming of Christ, but this time as King of kings and Lord of lords. "And I saw heaven opened; and behold, a white horse, and he that sat upon it was called Faithful and True, which in justice judges and fights... And the armies that are in heaven followed him on white horses, clothed in the finest linen, white and clean... And on his robe and on his thigh is written this name: KING OF KINGS AND LORD OF LORDS." (Revelation 19:11, 14, 16). Here, the Savior, who came first as the sacrificial Lamb, now returns as the conquering Lion.

Revelation 20:4-6 sets the scene for the Millennium, a thousand-year reigning period where Christ and His Saints will participate in the administration of His Kingdom. "And I saw thrones, and they sat upon them, and judgment was given unto them; and I saw the souls of those who were slain for the testimony of Jesus, and for the word of God, and who had not worshipped the beast, nor in his image, and who received not the mark on their foreheads, nor on their hands; and they lived and reigned with Christ a thousand years." (Revelation 20:4). The promise to participate in government with Christ resonates as an echo of the Grace bestowed upon us.

In Revelation 21:1-4, the vision shifts to a new heaven and a new earth, symbolizing the entrance into Eternity.

1 And I saw a new heaven, and a new earth: for the first heaven and the first earth are gone, and the sea is no more.

2 And I, John, saw the holy city, new Jerusalem, coming down from heaven, from God, ready as a bride adorned for her husband.

3 And I heard a great voice from heaven saying, Behold, the tabernacle of God is with men, and it shall dwell with them; and they shall be their people, and God himself shall be their God with them.

4 And God will wipe away every tear from their eyes; and death shall be no more; and there shall be no more weeping, nor crying, nor pain: for the former things are past.

The culmination of all things, where God dwells with His People in perfect harmony and restoration

Words of Jesus: The Master's words also weave the narrative of the third coming. In Matthew 25:31-34, Jesus describes the scene of the final judgment, where the nations are separated and the righteous are invited to inherit the Kingdom prepared from the foundation of the world. This moment implies the final consummation of human history and the complete establishment of the Eternal Kingdom.

In Matthew 26:29, during the Last Supper, Jesus anticipates the future feast in His Father's Kingdom. This sacramental act not only points backwards, reminding us of His Redemptive Sacrifice, but also forwards, pointing to the Heavenly Banquet in the Eternal Kingdom.

In Matthew 28:20, as He bids farewell to His Disciples, Jesus offers a Consoling Promise: "... and behold, I am with you always, even to the end of the age." This Promise transcends the ages, embracing both the history of the Church and the culmination of His Eternal Kingdom.

The third coming of Christ, as King with His Queen in the Millennium and Eternity, completes the redemptive cycle that began in Bethlehem and accelerated with the rapture. This final phase of His coming brings us to the climax of the Redemption Story, where God as Supreme King and eternity unfolds in its fullest expression of Glory. Every prophetic word and apocalyptic vision converges toward this momentous moment, where the promise of an Eternal Kingdom is realized in Its Fullness.

Conclusion

In the radiance of these three comings of Christ, we contemplate a divine drama unfolding from the dawn of time to eternity itself. From the promise in Eden to the consummation in the new heaven and the new earth, the Redeemer's journey reveals a Masterpiece woven from threads of Love, Grace, and Redemption.

The First Coming, with its mystery in Bethlehem, reminds us that the Savior was born among the humble to redeem the fallen. His Grace was poured out on the cross, ushering in the restoration. The Second Coming, announced by Jesus Himself, calls us to prepare for the heavenly encounter, where we will be caught up to be with Him forever. It is a call to vigilance and to live in hope of His Imminent Return.

But the Divine Trilogy of Christ's comings finds its apotheosis in the third coming, when He returns as King along with His Queen in the Millennium and Eternity. A King who rules justly, restoring and renewing all creation. John's vision in Revelation invites us to contemplate a new heaven and a new earth, where the Divine Presence illuminates every corner and where the eternal longing of the human being finds its full fulfillment.

This study has taken us from the redemptive, claiming, and consummating promise, from the Redemptive Sacrifice to the Glorious Return. Every coming of Christ is a link in the chain of Redemption, a reminder that God's Love transcends time and history. He urges us to live with expectation and hope, aware that Divine History is not just an ancient story, but an Eternal Reality that continues to unfold in our lives.

So, on this journey through the three comings of Christ, may our hearts be inflamed with gratitude for the Redemption, filled with anticipation for the heavenly encounter, and soared in worship for the Eternal Kingdom of our Lord. May this study not only be an intellectual exercise, but a spiritual experience that transforms our lives, reminding us that the Divine History has not yet concluded, and that the Master of History is weaving in each of us His Eternal Masterpiece. Maranatha! Come, Lord Jesus!

May our Almighty King, the Lord Jesus Christ, continue to bless you today, tomorrow, and always. Amen!

Introduction

Sur la vaste toile de l'histoire, entre les pages usées des rouleaux anciens et les récits les plus vivants du présent, se trouve un fil d'or qui relie le passé, le présent et l'avenir. Ce fil est l'histoire des trois venues du Christ, un récit divin qui se déroule avec une grâce unique et un dessein éternel. Dans la symphonie de l'Éternité, chaque venue du Christ résonne comme un écho transcendantal qui résonne dans le cœur de ceux qui cherchent à comprendre les mystères du Rédempteur.

Imaginez, un instant, l'intrigue de ce Drame Céleste. Des ombres de l'Éden, où une promesse scintillait comme l'étoile de l'espérance, aux cieux qui s'ouvriront avec un rugissement surnaturel pour l'enlèvement de Son Église. Visualisez la majesté du Roi des rois, descendant avec une gloire indescriptible pour établir Son Royaume Éternel dans un nouveau ciel et une nouvelle terre. C'est l'histoire des trois venues du Christ, une histoire qui transcende le temps et nous invite à nous immerger dans la merveille de son plan directeur, de son chef-d'œuvre.

Osez explorer avec moi ces passages sacrés, où les mots ancestraux se heurtent à la réalité quotidienne, et où le Pouvoir Divin s'entremêle à la fragilité humaine. Dans cette étude, nous allons démêler les mystères cachés dans la triade de la venue du Christ, en découvrant non seulement des événements historiques, mais une vérité qui résonne dans l'âme et nous appelle à vivre dans l'attente de la venue imminente du Roi éternel. Préparez-vous à un voyage qui va au-delà de l'érudition et dans l'essence même de l'espérance, car les trois venues du Christ sont bien plus qu'un concept dogmatique ; ils sont le Battement même du Cœur Divin qui bat à chaque page de la Bible.

Première Venue : Saigner et mourir pour la rédemption

Ancien Testament : Sur la toile de l'Ancien Testament, la première allusion à la venue rédemptrice du Christ se trouve dans les premiers chapitres de la Genèse. Après la chute tragique en Éden, lorsque l'humanité s'est écartée du dessein divin, la promesse d'un Rédempteur a retenti. Dans Genèse 3 :15, la graine de l'espérance a été semée, la promesse de Celui qui viendrait écraser la tête du serpent, surmontant ainsi la puissance du péché et de la mort.

15 Et je mettrai l'inimitié entre toi et la femme, et entre ta postérité et sa postérité ; Il vous meurtrira la tête, et vous le ferez au talon.

Isaïe, le prophète passionné, a également ajouté sa palette à ce tableau prophétique. Dans Ésaïe 7 :14, le signe étonnant d'un enfant né d'une vierge, l'Emmanuel, Dieu avec nous, a été proclamé. Un acte divin qui défie les lois de la nature, un prélude à la naissance extraordinaire du Sauveur promis.

14C'est pourquoi le Seigneur lui-même vous donnera un signe : Voici, la vierge concevra, enfantera un fils, et elle lui donnera le nom d'Emmanuel.

Michée, un messager des champs, a indiqué le lieu précis de la naissance du Messie à Bethléem (Michée 5 :2). Cette petite ville apparemment insignifiante deviendrait le berceau de la rédemption, le point d'origine d'où émergerait celui qui changerait l'histoire.

2 Mais toi, Bethléhem Ephratha, bien qu'elle soit petite par milliers de Juda, tu sortiras vers moi, qui serai Seigneur en Israël, et ses sorties sont dès le commencement, depuis les jours du monde.

Nouveau Testament : La plénitude de ces prophéties est incarnée dans le Nouveau Testament avec l'éclat de la première venue du Christ.

Dans Matthieu 1 :21, un ange proclame le dessein rédempteur de Jésus en annonçant qu'il sauvera son peuple de ses péchés. L'accomplissement des anciennes promesses est révélé dans la naissance de Jésus à Bethléem, selon les Écritures (Luc 2 :11). Jean, le disciple bien-aimé parmi les apôtres, résume majestueusement cet événement unique : « Et ce Verbe s'est fait chair, et il a habité parmi nous (et nous avons vu sa gloire, gloire comme celle du Fils unique du Père), pleine de grâce et de vérité (Jean 1 :14). Celui qui, dès le commencement, marchait maintenant parmi les hommes pour accomplir l'œuvre rédemptrice.

Cette première venue n'est pas seulement un événement historique, mais le prélude au salut que Jésus offrira à travers son lourd Gethsémané à son sacrifice sur la croix. Chaque pas qu'il faisait, chaque mot qu'il prononçait résonnait avec l'ancienne promesse et l'espoir renouvelé que la rédemption était en cours. La croix se profilait à l'horizon, et la première venue du Christ marquait le début d'un voyage qui nous ramènerait à la communion avec notre Créateur. Cet acte rédempteur est le fondement sur lequel est bâti le grand édifice des trois venues du Christ.

La Seconde Venue est l'Enlèvement

Paroles de Jésus :  Le récit des trois apparitions du Christ est entrelacé avec un deuxième acte choquant : l'enlèvement de l'Église, un événement que Jésus lui-même a annoncé avec solennité et espérance. Ses paroles, gravées dans l'Évangile de Jean, résonnent d'une promesse qui allume la flamme de l'anticipation dans le cœur de chaque croyant. « Et si je m'en vais, et que je vous prépare une place, je reviendrai, et je vous prendrai auprès de moi, afin que là où je suis, vous aussi vous soyez » (Jean 14 :3). Ici, l'espérance devient certitude, et la seconde venue du Christ s'annonce comme une rencontre céleste entre le Sauveur et son Église bien-aimée.

Dans le récit apocalyptique de Matthieu 24, Jésus brosse un tableau prophétique des événements qui précéderont son retour. « Mais personne ne connaît le jour et l'heure, pas même les anges du ciel, mais mon Père seul... C'est pourquoi vous aussi, vous devez être avertis ; car le Fils de l'homme viendra à une heure que vous n'attendez pas. » — Matthieu 24 :36, 44. La parabole des serviteurs et l'avertissement sur la nécessité d'être vigilant soulignent la nature imprévisible et soudaine de cette seconde venue.

Révélations des apôtres : Les apôtres, guidés par l'Inspiration divine, élargissent le canevas eschatologique de la Seconde Venue dans leurs épîtres. Paul, dans 1 Thessaloniciens 4 :16-17, dépeint une scène céleste étonnante :  

16Car le Seigneur lui-même descendra du ciel avec une acclamation, avec la voix de l'archange, et avec la trompette de Dieu ; et les morts en Christ ressusciteront premièrement.

17 Et nous, qui sommes vivants et qui restons, nous serons enlevés avec eux dans les nuées  pour rencontrer l'Éternel dans les airs, et ainsi nous serons avec l'Éternel pour toujours.

 L'image est céleste, enveloppée dans l'espérance de rencontrer le Seigneur dans les airs.

Dans 1 Corinthiens 15 :51-52, Paul plonge dans le mystère de la transformation que les croyants vivront au moment de l'enlèvement :

51Voici, je vous dis un mystère : Nous ne dormirons pas tous, mais nous serons tous changés,

52En un instant, en un clin d'œil, à la dernière trompette, car la trompette sonnera, et les morts ressusciteront sans corruption, et nous serons changés.

Cette métamorphose divine prépare l'Église à sa rencontre avec le Seigneur.

1 Thessaloniciens 5 :2-6 renforce l'exhortation à la vigilance, nous rappelant que cet événement surnaturel sera comme le voleur dans la nuit, et qu'une préparation constante est essentielle.

2Car vous savez que le jour de l'Eternel viendra, comme un voleur dans la nuit,

3 Car quand ils diront : Paix et sécurité, alors la destruction viendra sur eux soudainement, comme les douleurs d'une femme enceinte, et ils n'échapperont pas.

4 Mais vous, frères, vous n'êtes pas dans les ténèbres, de peur que le jour ne vous accable comme un voleur ;

5Car vous êtes tous  des enfants de la lumière et des enfants du jour, nous ne sommes ni de la nuit ni des ténèbres.

6Ne dormons donc pas comme les autres ; Mais soyons vigilants et sobres.

La seconde venue du Christ, avec l'enlèvement comme point culminant, est présentée comme un chapitre impressionnant de l'histoire divine, où l'Église est amenée en présence du Sauveur en un clin d'œil. Cette attente de l'enlèvement ne nous appelle pas seulement à la préparation spirituelle, mais elle insuffle aussi l'espérance et le réconfort à ceux qui aspirent à rencontrer leur Rédempteur face à face. L'histoire de la rédemption, commencée à la première venue, s'accélère vers un point culminant céleste avec la seconde venue du Christ.

Troisième Venue : Roi et Reine dans le Millénium et l'Éternité

 Livre de l'Apocalypse : La tapisserie eschatologique déployée dans le livre de l'Apocalypse révèle le point culminant majestueux de l'histoire des trois venues du Christ. Au chapitre 19, la vision de Jean est remplie de crainte alors qu'il assiste à la troisième venue du Christ, mais cette fois en tant que Roi des rois et Seigneur des seigneurs. « Et je vis le ciel ouvert ; Et voici, un cheval blanc, et celui qui était assis dessus était appelé Fidèle et Vrai, qui, en justice, juge et combat... Et les armées qui sont dans le ciel le suivaient sur des chevaux blancs, vêtus du lin le plus fin, blanc et propre... Et sur sa robe et sur sa cuisse est écrit ce nom : ROI DES ROIS ET SEIGNEUR DES SEIGNEURS. (Révélation 19 :11, 14, 16). Ici, le Sauveur, qui est venu d'abord en tant qu'Agneau sacrificiel, revient maintenant en tant que Lion conquérant.

Apocalypse 20 :4-6 plante le décor du Millénium, une période de règne de mille ans au cours de laquelle Christ et ses saints participeront à l'administration de son Royaume. « Et je vis des trônes, et ils s'assirent dessus, et le jugement leur fut donné ; et je vis les âmes de ceux qui avaient été tués pour le témoignage de Jésus et pour la parole de Dieu, et qui n'avaient pas adoré la bête, ni à son image, et qui n'avaient pas reçu la marque sur leur front, ni sur leurs mains ; et ils vécurent et régnèrent avec Christ pendant mille ans. (Révélation 20 :4). La promesse de participer au gouvernement avec le Christ résonne comme un écho de la grâce qui nous a été accordée.

Dans Apocalypse 21 :1-4, la vision se déplace vers un nouveau ciel et une nouvelle terre, symbolisant l'entrée dans l'éternité.

1 Et je vis un nouveau ciel et une nouvelle terre, car le premier ciel et la première terre ont disparu, et la mer n'est plus.

2 Et moi, Jean, j'ai vu la ville sainte, la nouvelle Jérusalem, descendre du ciel, d'auprès de Dieu, prête comme une épouse parée pour son époux.

3 Et j'entendis du ciel une voix forte : Voici, le tabernacle de Dieu est avec les hommes, et il habitera avec eux ; et ils seront leur peuple, et Dieu lui-même sera leur Dieu avec eux.

4 Et Dieu essuiera toute larme de leurs yeux ; et la mort n'existera plus ; et il n'y aura plus de pleurs, ni de cris, ni de douleur, car les choses anciennes sont passées.

Le point culminant de toutes choses, où Dieu habite avec Son Peuple dans une harmonie et une restauration parfaites

Paroles de Jésus : Les paroles du Maître tissent aussi le récit de la troisième venue. Dans Matthieu 25 :31-34, Jésus décrit la scène du jugement dernier, où les nations sont séparées et les justes sont invités à hériter du Royaume préparé dès la fondation du monde. Ce moment implique la consommation finale de l'histoire humaine et l'établissement complet du Royaume éternel.

Dans Matthieu 26 :29, lors de la dernière Cène, Jésus anticipe la future fête dans le Royaume de son Père. Cet acte sacramentel ne pointe pas seulement vers l'arrière, nous rappelant son sacrifice rédempteur, mais aussi vers l'avant, pointant vers le banquet céleste dans le Royaume éternel.

Dans Matthieu 28 :20, alors qu'il fait ses adieux à ses disciples, Jésus fait une promesse consolante : « ... et voici, je suis avec vous tous les jours, jusqu'à la fin du monde. Cette Promesse transcende les âges, embrassant à la fois l'histoire de l'Église et le point culminant de Son Royaume éternel.

La troisième venue du Christ, en tant que Roi avec Sa Reine dans le Millénium et l'Éternité, achève le cycle rédempteur qui a commencé à Bethléem et s'est accéléré avec l'enlèvement. Cette phase finale de Sa venue nous amène au point culminant de l'Histoire de la Rédemption, où Dieu, en tant que Roi Suprême et l'éternité, se déploie dans sa pleine expression de Gloire. Chaque parole prophétique et chaque vision apocalyptique convergent vers ce moment capital, où la promesse d'un Royaume Éternel se réalise dans Sa Plénitude.

Conclusion

Dans l'éclat de ces trois venues du Christ, nous contemplons un drame divin qui se déroule depuis l'aube des temps jusqu'à l'éternité elle-même. De la promesse dans l'Éden à la consommation dans le nouveau ciel et la nouvelle terre, le voyage du Rédempteur révèle un chef-d'œuvre tissé à partir de fils d'amour, de grâce et de rédemption.

La Première Venue, avec son mystère à Bethléem, nous rappelle que le Sauveur est né parmi les humbles pour racheter ceux qui sont tombés. Sa Grâce a été déversée sur la croix, inaugurant la restauration. La Seconde Venue, annoncée par Jésus lui-même, nous appelle à nous préparer à la rencontre céleste, où nous serons enlevés pour être avec Lui pour toujours. C'est un appel à la vigilance et à vivre dans l'espérance de son retour imminent.

Mais la Trilogie Divine de la venue du Christ trouve son apothéose dans la troisième venue, lorsqu'Il revient en tant que Roi avec Sa Reine dans le Millénium et l'Éternité. Un Roi qui règne avec justice, qui restaure et renouvelle toute la création. La vision de Jean dans l'Apocalypse nous invite à contempler un nouveau ciel et une nouvelle terre, où la Présence divine illumine chaque recoin et où le désir éternel de l'être humain trouve sa pleine plénitude.

Cette étude nous a fait passer de la promesse rédemptrice, revendiquante et consommatrice, du Sacrifice Rédempteur au Retour Glorieux. Chaque venue du Christ est un maillon de la chaîne de la Rédemption, un rappel que l'Amour de Dieu transcende le temps et l'histoire. Il nous exhorte à vivre dans l'attente et l'espérance, conscients que l'Histoire Divine n'est pas seulement une histoire ancienne, mais une Réalité Éternelle qui continue à se dérouler dans nos vies.

Ainsi, au cours de ce voyage à travers les trois apparitions du Christ, que nos cœurs soient enflammés de gratitude pour la Rédemption, remplis d'anticipation de la rencontre céleste et élevés dans l'adoration du Royaume éternel de notre Seigneur. Que cette étude ne soit pas seulement un exercice intellectuel, mais une expérience spirituelle qui transforme nos vies, en nous rappelant que l'Histoire Divine n'est pas encore terminée et que le Maître de l'Histoire tisse en chacun de nous Son Chef-d'œuvre éternel. Maranatha! Viens, Seigneur Jésus !

Que notre Roi Tout-Puissant, le Seigneur Jésus-Christ, continue de vous bénir aujourd'hui, demain et toujours. Amen!

Introdução

Na vasta tela da história, entre as páginas gastas de pergaminhos antigos e os relatos mais vívidos do presente, jaz um fio de ouro que une o passado, o presente e o futuro. Este fio é a história das três vindas de Cristo, uma narrativa Divina que se desenrola com uma Graça e um Propósito Eterno únicos. Na sinfonia da Eternidade, cada vinda de Cristo ressoa como um eco transcendental que reverbera no coração daqueles que buscam compreender os mistérios do Redentor.

Imagine, por um momento, o enredo deste Drama Celestial. Das sombras do Éden, onde uma promessa cintilava como a estrela da esperança, aos céus que se abrirão com um rugido sobrenatural para o arrebatamento de Sua Igreja. Visualize a majestade do Rei dos reis, descendo com glória indescritível para estabelecer Seu Reino Eterno em um novo céu e uma nova terra. Esta é a história das três vindas de Cristo, uma história que transcende o tempo e nos convida a mergulhar na maravilha de Seu Plano Diretor, Sua Obra-Prima.

Ouse explorar comigo essas passagens sagradas, onde palavras ancestrais colidem com a realidade cotidiana e onde o Poder Divino está entrelaçado com a fragilidade humana. Neste estudo, vamos desvendar os mistérios escondidos na tríade das vindas de Cristo, desvendando não apenas eventos históricos, mas uma verdade que ressoa na alma e nos chama a viver na expectativa da vinda iminente do Rei Eterno. Prepare-se para um caminho que vai além da erudição e da própria essência da esperança, porque as três vindas de Cristo são muito mais do que um conceito dogmático; eles são a própria Batida do Coração Divino que bate em cada página da Bíblia.

Primeira Vinda: Sangrar e Morrer por Redenção

Antigo Testamento: Na tela do Antigo Testamento, o primeiro indício da vinda redentora de Cristo é encontrado nos primeiros capítulos de Gênesis. Após a trágica queda no Éden, quando a humanidade se desviou do Propósito Divino, ressoou a promessa de um Redentor. Em Gênesis 3:15, foi semeada a semente da esperança, a promessa daquele que viria esmagar a cabeça da serpente, vencendo assim o poder do pecado e da morte.

15 E porei inimizade entre ti e a mulher, e entre a tua semente e a sua semente; Ele vai machucar sua cabeça, e você vai machucá-lo em seu calcanhar.

Isaías, o profeta apaixonado, também acrescentou sua paleta a esse quadro profético. Em Isaías 7:14, foi proclamado o sinal surpreendente de um filho nascido de uma virgem, Emanuel, Deus conosco. Um Ato Divino que desafia as leis da natureza, um prelúdio para o nascimento extraordinário do Salvador prometido.

14 Por isso, o próprio Senhor vos dará um sinal: Eis que a virgem conceberá, e dará à luz um filho, e chamará o seu nome Emanuel.

Miquéias, um mensageiro do campo, apontou o lugar específico do nascimento do Messias em Belém (Miquéias 5:2). Essa pequena cidade, aparentemente insignificante, se tornaria o berço da redenção, o ponto de origem de onde emergiria aquele que mudaria a história.

2 Mas tu, Belém Efrata, embora seja pequena nos milhares de Judá, virá a mim que será Senhor em Israel, e as suas saídas são desde o princípio, desde os dias do mundo.

Novo Testamento: A plenitude dessas profecias é incorporada no Novo Testamento com o brilho da primeira vinda de Cristo.

Em Mateus 1:21, um anjo proclama o propósito redentor de Jesus, anunciando que Ele salvará Seu povo de seus pecados. O cumprimento das antigas promessas é revelado no nascimento de Jesus em Belém, de acordo com as Escrituras (Lucas 2:11). João, o discípulo amado entre os apóstolos, resume majestosamente este acontecimento único: "E esse Verbo se fez carne, e habitou entre nós (e vimos a sua glória, glória como a do unigênito do Pai), cheio de graça e verdade (João 1:14). Aquele que estava desde o princípio caminhava agora entre os homens para realizar a obra redentora.

Esta primeira vinda não é apenas um evento histórico, mas o prelúdio para a salvação que Jesus ofereceria através de seu pesado Getsêmani ao seu sacrifício na cruz. Cada passo que dava, cada palavra que proferia ressoava com a antiga promessa e renovava a esperança de que a redenção estava em andamento. A cruz pairava no horizonte, e a primeira vinda de Cristo marcou o início de um caminho que nos levaria de volta à comunhão com o nosso Criador. Este Ato redentor é o alicerce sobre o qual se edifica o grande edifício das três vindas de Cristo.

A Segunda Vinda é o Arrebatamento

Palavras de Jesus:  A narrativa das três vindas de Cristo se confunde com um segundo ato chocante: o arrebatamento da Igreja, acontecimento que o próprio Jesus anunciou com solenidade e esperança. Suas Palavras, esculpidas no Evangelho de João, ressoam com uma promessa que acende a chama da antecipação no coração de cada crente. "E se eu partir, e preparar um lugar para vós, voltarei e vos levarei a mim mesmo: para que onde eu estiver, também vós estejais" (João 14:3). Aqui, a esperança se torna certeza, e a segunda vinda de Cristo está se moldando para ser um encontro celestial entre o Salvador e Sua amada Igreja.

No relato apocalíptico de Mateus 24, Jesus pinta um quadro profético dos acontecimentos que precederão Seu Retorno. "Mas do dia e da hora ninguém sabe, nem mesmo os anjos do céu, mas só meu Pai... Portanto, você também deve ser avisado; porque o Filho do Homem virá a uma hora que não esperais." — Mateus 24:36, 44. A parábola dos servos e o alerta sobre a necessidade de estar alerta ressaltam a natureza imprevisível e repentina dessa segunda vinda.

Revelações dos Apóstolos: Os apóstolos, guiados pela Inspiração Divina, expandem a tela escatológica da Segunda Vinda em suas epístolas. Paulo, em 1 Tessalonicenses 4:16-17, pinta uma impressionante cena celestial:  

16 Porque o próprio Senhor descerá do céu com uma aclamação, com a voz do arcanjo e com a trombeta de Deus; e os mortos em Cristo ressuscitarão primeiro:

17 Então nós, que estamos vivos e que restam, seremos arrebatados nas nuvens com eles  para encontrar o Senhor nos ares, e assim estaremos com o Senhor para sempre.

 A imagem é celestial, envolta na esperança de encontrar o Senhor nos ares.

Em 1 Coríntios 15:51-52, Paulo mergulha no mistério da transformação que os crentes experimentarão no momento do arrebatamento:

51 Eis que vos digo um mistério: não dormiremos todos, mas todos seremos transformados,

52 Num instante, num piscar de olhos, na última trombeta, pois a trombeta soará, e os mortos ressuscitarão sem corrupção, e nós seremos transformados.

Esta Metamorfose Divina prepara a Igreja para o seu encontro com o Senhor.

1 Tessalonicenses 5:2-6 reforça a exortação à vigilância, lembrando-nos que este Evento Sobrenatural será como o ladrão na noite, e a preparação constante é essencial.

2 Porque sabeis que virá o dia do Senhor, como um ladrão de noite,

3 Porque, quando dizem: Paz e segurança, então a destruição virá sobre eles de repente, como as dores de uma mulher grávida, e eles não escaparão.

4 Mas vós, irmãos, não estais nas trevas, para que aquele dia não vos domine como um ladrão;

5 Porque sois todos  filhos da luz e filhos do dia, não somos da noite nem das trevas.

6 Portanto, não durmamos como os outros; mas sejamos vigilantes e sóbrios.

A Segunda Vinda de Cristo, com o arrebatamento como clímax, é apresentada como um capítulo inspirador da História Divina, onde a Igreja é trazida à presença do Salvador num piscar de olhos. Essa expectativa de arrebatamento não apenas nos chama à preparação espiritual, mas também incute esperança e conforto naqueles que anseiam por encontrar seu Redentor face a face. A história da redenção, iniciada na primeira vinda, acelera em direção a um Clímax Celestial com a segunda vinda de Cristo.

Terceira Vinda: Rei e Rainha no Milênio e na Eternidade

 Livro do Apocalipse: A tapeçaria escatológica desdobrada no Livro do Apocalipse revela o ápice majestoso da história das três vindas de Cristo. No capítulo 19, a visão de João é cheia de admiração ao testemunhar a terceira vinda de Cristo, mas desta vez como Rei dos reis e Senhor dos senhores. "E vi o céu aberto; e eis que um cavalo branco, e aquele que se assentou sobre ele foi chamado Fiel e Verdadeiro, que na justiça julga e luta... E os exércitos que estão no céu o seguiram em cavalos brancos, vestidos com o melhor linho, branco e limpo... E em seu manto e em sua coxa está escrito este nome: REI DOS REIS E SENHOR DOS SENHORES." (Apocalipse 19:11, 14, 16). Aqui, o Salvador, que veio primeiro como o Cordeiro sacrificial, agora retorna como o Leão conquistador.

Apocalipse 20:4-6 prepara o cenário para o Milênio, um período de reinado de mil anos em que Cristo e Seus santos participarão da administração de Seu Reino. "E vi tronos, e eles se assentaram sobre eles, e o julgamento lhes foi dado; e vi as almas daqueles que foram mortos pelo testemunho de Jesus, e pela palavra de Deus, e que não tinham adorado a besta, nem à sua imagem, e que não receberam a marca na testa, nem nas mãos; e viveram e reinaram com Cristo mil anos". (Apocalipse 20:4). A promessa de participar do governo com Cristo ressoa como um eco da Graça que nos foi concedida.

Em Apocalipse 21:1-4, a visão muda para um novo céu e uma nova terra, simbolizando a entrada na Eternidade.

1 E vi um novo céu, e uma nova terra, porque o primeiro céu e a primeira terra se foram, e o mar não existe mais.

2 E eu, João, vi a cidade santa, nova Jerusalém, descendo do céu, de Deus, pronta como uma noiva adornada para o marido.

3 E ouvi uma grande voz do céu dizendo: Eis que o tabernáculo de Deus está com os homens, e habitará com eles, e eles serão o seu povo, e o próprio Deus será o seu Deus com eles.

4 E Deus enxugará dos seus olhos toda lágrima; e a morte não existirá mais; e não haverá mais choro, nem choro, nem dor, pois as coisas anteriores já passaram.

A culminação de todas as coisas, onde Deus habita com Seu Povo em perfeita harmonia e restauração

Palavras de Jesus: As palavras do Mestre também tecem a narrativa da terceira vinda. Em Mateus 25:31-34, Jesus descreve a cena do juízo final, onde as nações são separadas e os justos são convidados a herdar o Reino preparado desde a fundação do mundo. Este momento implica a consumação final da história humana e o estabelecimento completo do Reino Eterno.

Em Mateus 26:29, durante a Última Ceia, Jesus antecipa a festa futura no Reino de Seu Pai. Este ato sacramental não apenas aponta para trás, lembrando-nos de Seu Sacrifício Redentor, mas também para frente, apontando para o Banquete Celestial no Reino Eterno.

Em Mateus 28:20, ao se despedir de Seus Discípulos, Jesus oferece uma Promessa Consoladora: "... e eis que estou convosco sempre, até ao fim dos tempos." Esta Promessa transcende os tempos, abrangendo tanto a história da Igreja quanto o ápice de Seu Reino Eterno.

A terceira vinda de Cristo, como Rei com Sua Rainha no Milênio e na Eternidade, completa o ciclo redentor que começou em Belém e se acelerou com o arrebatamento. Esta fase final de Sua vinda nos leva ao clímax da História da Redenção, onde Deus como Rei Supremo e a eternidade se desdobra em sua expressão mais plena de Glória. Toda palavra profética e visão apocalíptica convergem para este momento importante, onde a promessa de um Reino Eterno se realiza em Sua Plenitude.

Conclusão

No esplendor dessas três vindas de Cristo, contemplamos um drama divino que se desenrola desde a aurora dos tempos até a própria eternidade. Da promessa no Éden à consumação no novo céu e na nova terra, a jornada do Redentor revela uma Obra-Prima tecida a partir de fios de Amor, Graça e Redenção.

A Primeira Vinda, com seu mistério em Belém, nos lembra que o Salvador nasceu entre os humildes para redimir os caídos. Sua graça foi derramada na cruz, inaugurando a restauração. A Segunda Vinda, anunciada pelo próprio Jesus, nos chama a nos prepararmos para o encontro celestial, onde seremos arrebatados para estar com Ele para sempre. É um chamado à vigilância e a viver na esperança de Seu Retorno Iminente.

Mas a Trilogia Divina das vindas de Cristo encontra sua apoteose na terceira vinda, quando Ele retorna como Rei junto com Sua Rainha no Milênio e na Eternidade. Um Rei que governa com justiça, restaurando e renovando toda a criação. A visão de João no Apocalipse nos convida a contemplar um novo céu e uma nova terra, onde a Presença Divina ilumina todos os cantos e onde o eterno anseio do ser humano encontra sua plena realização.

Este estudo nos levou da promessa redentora, reivindicativa e consumadora, do Sacrifício Redentor ao Retorno Glorioso. Cada vinda de Cristo é um elo na corrente da Redenção, um lembrete de que o Amor de Deus transcende o tempo e a história. Ele nos exorta a viver com expectativa e esperança, conscientes de que a História Divina não é apenas uma história antiga, mas uma Realidade Eterna que continua a se desenrolar em nossas vidas.

Então, nesta jornada pelas três vindas de Cristo, que nossos corações sejam inflamados de gratidão pela Redenção, cheios de expectativa pelo encontro celestial e alçados em adoração ao Reino Eterno de nosso Senhor. Que este estudo não seja apenas um exercício intelectual, mas uma experiência espiritual que transforme nossas vidas, lembrando-nos que a História Divina ainda não terminou, e que o Mestre da História está tecendo em cada um de nós Sua Eterna Obra-Prima. Maranatha! Vem, Senhor Jesus!

Que nosso Rei Todo-Poderoso, o Senhor Jesus Cristo, continue a abençoá-lo hoje, amanhã e sempre. Amém!