INTRODUCCIÓN

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, para el episodio de esta ocasión exploraremos un tema profundo y vital para nuestra fe y es sobre la Manifestación de Dios en carne. Este misterio, revelado en la vida y obra de nuestro Señor Jesucristo, es la esencia del Evangelio y el fundamento de nuestra vida cristiana. Nuestro texto principal se encuentra en 1 Timoteo 3:16, donde el apóstol Pablo nos presenta una declaración condensada y gloriosa de este misterio. Dice así la Palabra del Señor   :

16Y sin contradicción, grande es el misterio de la piedad: Dios ha sido manifestado en carne; ha sido justificado con el Espíritu; ha sido visto de los ángeles; ha sido predicado á los Gentiles; ha sido creído en el mundo; ha sido recibido en gloria.

Al leer este versículo, somos confrontados con una verdad sublime y poderosa: el misterio de la piedad es grande. Pero, ¿qué significa esto? ¿Cómo podemos entenderlo y aplicarlo en nuestra vida diaria? Para responder a estas preguntas, necesitamos desglosar cada parte de esta declaración y explorar su significado más profundo. Vamos a emprender este viaje juntos, con corazones abiertos y mentes dispuestas a ser transformadas por la Palabra de Dios.

¿Qué es la piedad?

Antes de sumergirnos en el versículo, es importante que entendamos qué es la piedad. La piedad, en términos bíblicos, se refiere a una devoción profunda y reverente hacia Dios. No es simplemente un comportamiento externo o una serie de rituales religiosos; es una actitud del corazón que se manifiesta en una vida de obediencia, amor y temor del Señor. En 1 Timoteo 4:8, Pablo dice:

8Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso; mas la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.

Aquí, Pablo nos muestra el valor de la piedad: tiene beneficios tanto para la vida presente como para la eternidad. La piedad nos conecta con Dios y nos transforma desde adentro hacia afuera, impactando cada aspecto de nuestra existencia.

¿Por qué es un misterio?

La palabra “misterio” en el Nuevo Testamento no se refiere a algo oculto o incomprensible, sino a algo que fue oculto y ahora ha sido revelado. En Colosenses 1:26-27, Pablo explica:

26A saber, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, mas ahora ha sido manifestado á sus santos:

27A los cuales quiso Dios hacer notorias las riquezas de la gloria de este misterio entre los Gentiles; que es Cristo en vosotros la esperanza de gloria:

El misterio de la piedad es, por tanto, la revelación del Plan Redentor de Dios a través de Jesucristo. Es la verdad gloriosa de que Dios se hizo hombre, vivió entre nosotros, murió por nuestros pecados, resucitó y ascendió al cielo. Es la revelación de que, por medio de la fe en Jesús, podemos tener una relación personal con Dios y la esperanza de la Vida Eterna.

La grandeza del misterio

Cuando Pablo dice que este misterio es “grande”, está subrayando su importancia y magnitud. No es un asunto trivial o secundario; es el corazón mismo del Evangelio. Este misterio es grande porque revela la naturaleza y el carácter de Dios, Su Amor incondicional, Su Justicia Perfecta y Su Gracia infinita. Nos muestra quién es Jesús y lo que ha hecho por nosotros, y nos invita a participar en la Vida Divina.

En Efesios 3:8-9, Pablo expresa su asombro y gratitud por ser partícipe de este misterio.  Dice así la Palabra del Señor:

8A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, es dada esta gracia de anunciar entre los Gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo,

9Y de aclarar á todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que crió todas las cosas.

El apóstol reconoce la inmensa gracia de Dios al permitirnos comprender y compartir este misterio, y nos llama a vivir en la luz de esta revelación.

El centro del misterio: Jesucristo

En el corazón del misterio de la piedad está Jesucristo. Él es la manifestación de Dios en carne, la imagen del Dios invisible (Colosenses 1:15). A través de su vida, muerte y resurrección, Jesús nos revela quién es Dios y nos muestra el camino a la salvación. Cada frase en 1 Timoteo 3:16 destaca un aspecto crucial de la obra redentora de Cristo, y juntos, estos aspectos nos dan una visión completa de su misión y ministerio.

Jesús mismo habló de su identidad y misión como el Hijo de Dios. En Juan 14:6, Él declara:

6…Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí.

Esta afirmación nos recuerda que la piedad verdadera no puede ser separada de la persona de Jesús. Conocerlo a Él es conocer a Dios, y seguirlo a Él es vivir en piedad.

El impacto del misterio en nuestras vidas

El misterio de la piedad no es solo una verdad teológica para ser comprendida, sino una realidad para ser vivida. En Tito 2:11-12, Pablo nos enseña:

11Porque la gracia de Dios que trae salvación á todos los hombres, se manifestó.

12Enseñándonos que, renunciando á la impiedad y á los deseos mundanos, vivamos en este siglo templada, y justa, y píamente,…

La revelación del misterio de la piedad debe transformar nuestra manera de vivir. Nos llama a rechazar la impiedad y a abrazar una vida de santidad, justicia y devoción. Nos invita a seguir los pasos de Jesús, a amarlo con todo nuestro corazón y a servir a los demás con humildad y compasión.

La esperanza del misterio

Finalmente, el misterio de la piedad nos llena de esperanza. Sabemos que Jesús no solo vino a este mundo para salvarnos, sino que también ascendió al cielo, volvería para tomar a Su Iglesia y luego para reinar juntamente con Su Esposa. En 1 Juan 3:2-3, se nos promete:

2Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él apareciere, seremos semejantes á él, porque le veremos como él es.

Esta esperanza nos motiva a vivir vidas puras y piadosas, sabiendo que un día Le veremos cara a cara y seremos transformados a Su Imagen Glorificada.

Por tanto, mientras exploramos “El Misterio de la Piedad” hoy, que nuestros corazones se llenen de asombro y gratitud por la obra maravillosa de Dios en Cristo Jesús. Que esta verdad profunda nos inspire a vivir vidas que reflejen su amor y santidad, y que nos comprometamos a compartir este misterio con un mundo necesitado de esperanza y salvación.

DIOS FUE MANIFESTADO EN CARNE

El primer aspecto del misterio de la piedad es la encarnación de Dios. La afirmación de que “Dios fue manifestado en carne” es una verdad central y transformadora del cristianismo. La encarnación es la base sobre la cual se construye toda nuestra fe, y sin ella, no tendríamos el Salvador que necesitamos. Este milagro divino revela la profundidad del Amor de Dios y Su Plan Redentor para la humanidad. Vamos a explorar en detalle lo que significa que Dios se haya hecho carne y las implicaciones de esta verdad para nuestras vidas.

La encarnación de Cristo es la mayor manifestación del Amor de Dios por la humanidad. En Filipenses 2:6-7, Pablo nos recuerda la humildad y sacrificio de Jesús:

6El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual á Dios:

7Sin embargo, se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres;

Jesús, siendo Dios, se hizo hombre para vivir entre nosotros, para entender nuestras luchas y tentaciones, y finalmente, para ofrecerse como el sacrificio perfecto por nuestros pecados.

La encarnación es el acto por el cual Dios se encarnó en Su Hijo, en donde tomó una naturaleza humana y se hizo hombre. Este misterio es descrito claramente en el Evangelio de Juan 1:14, que dice y cito:

14Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

La palabra “Verbo” (o “Logos” en griego) se refiere a Jesús, quien es la Palabra Eterna de Dios. Esta Palabra, que existía desde el principio, por medio de la cual fueron creadas todas las cosas (Juan 1:1-3), se hizo carne. La frase “habitó entre nosotros” literalmente significa “tabernaculizó” o “puso su tienda” entre nosotros, evocando la imagen del tabernáculo del Antiguo Testamento donde Dios habitaba en medio de su pueblo.

La encarnación de Dios en Jesucristo fue profetizada en el Antiguo Testamento. Uno de los pasajes más conocidos es Isaías 7:14, que dice y cito:

14Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel.

“Emmanuel” significa “Dios con nosotros”. Este nombre profético revela el propósito de la encarnación: Dios mismo vendría a habitar entre su pueblo. Esta profecía se cumplió en el nacimiento de Jesús, como se narra en Mateo 1:22-23 y cito:

22Todo esto aconteció para que se cumpliese lo que fué dicho por el Señor, por el profeta que dijo:

23He aquí la virgen concebirá y parirá un hijo, Y llamarás su nombre Emmanuel, que declarado, es: Con nosotros Dios.

La encarnación no es solo una doctrina teológica, sino también una realidad histórica. Jesús de Nazaret vivió en un tiempo y lugar específicos, interactuando con personas reales y dejando una huella indeleble en la historia. Los Evangelios nos proporcionan un relato detallado de su vida, enseñanzas, milagros, muerte y resurrección.

Lucas 2:1-7 nos da un relato detallado del nacimiento de Jesús en Belén durante el censo decretado por el emperador Augusto. Este relato histórico subraya que la encarnación ocurrió en un contexto real y verificable. Jesús no es una figura mítica o simbólica, sino una persona histórica cuya vida cambió el curso de la historia humana.

La encarnación de Dios en Jesús también nos muestra la humildad de nuestro Salvador. Filipenses 2:6-8 nos da una visión profunda de esta humildad. Escuchemos:

6El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual á Dios:

7Sin embargo, se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres;

8Y hallado en la condición como hombre, se humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.

Jesús, siendo Dios, no se aferró a sus privilegios divinos. En cambio, se despojó de Su Gloria, tomando la forma de un siervo. Nació en un pesebre, creció en una familia humilde y vivió como un hombre común. Esta humildad culminó en su muerte en la cruz, la forma más humillante y dolorosa de ejecución en su tiempo.

Un aspecto crucial de la encarnación es que Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre. En Colosenses 2:9, Pablo afirma:

9Porque en él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente:

Jesús no dejó de ser Dios cuando se hizo hombre. En su encarnación, Él asumió una naturaleza humana sin dejar de ser divino. Esta unión de dos naturalezas en una sola persona es un misterio profundo, pero fundamental para nuestra fe. Jesús podía experimentar las debilidades y tentaciones humanas, pero sin pecado, y al mismo tiempo, tenía el poder y la autoridad de Dios.

Hebreos 4:15 destaca la importancia de esta dualidad:

15Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

El propósito principal de la encarnación fue la redención de la humanidad. Dios se hizo carne para salvarnos de nuestros pecados. En 1 Juan 4:9-10, se nos dice:

9En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió á su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.

10En esto consiste el amor: no que nosotros hayamos amado á Dios, sino que él nos amó á nosotros, y ha enviado á su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

Jesús vino a ser el sacrificio perfecto y definitivo por nuestros pecados. Su encarnación le permitió vivir una vida perfecta, cumplir la ley de Dios y ofrecerse a sí mismo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (San Juan 1:29).

La encarnación tiene profundas implicaciones para nuestra vida cristiana. Primero, nos llama a adorar y agradecer a Dios por Su Amor y Sacrificio. La encarnación es la prueba suprema de que Dios nos ama y está dispuesto a hacer cualquier cosa para salvarnos.

Segundo, la encarnación nos enseña sobre la humildad y el servicio. Jesús, siendo Dios, se humilló y sirvió a los demás. Nos llama a seguir su ejemplo de humildad y servicio desinteresado. En San Juan 13:14-15, después de lavar los pies de sus discípulos, Jesús dijo:

14Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavar los pies los unos á los otros.

15Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.

Tercero, la encarnación nos da esperanza y consuelo. Jesús entiende nuestras luchas y sufrimientos porque Él mismo los experimentó. En Hebreos 2:17-18 leemos:

17Por lo cual, debía ser en todo semejante á los hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Pontífice en lo que es para con Dios, para expiar los pecados del pueblo.

18Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer á los que son tentados.

Finalmente, la encarnación nos impulsa a la misión. Así como Dios envió a Su Hijo Primogénito al mundo, Jesús nos envía a nosotros para compartir el Evangelio. En San Juan 20:21, Jesús dice:

21Entonces les dijo Jesús otra vez: Paz á vosotros: como me envió el Padre, así también yo os envío.

Somos llamados a encarnar el Amor de Dios en nuestras vidas y a ser testigos de Jesús en nuestro mundo. La encarnación nos desafía a salir de nuestra zona de confort, a involucrarnos en la vida de los demás y a compartir el mensaje de salvación con aquellos que aún no lo han escuchado.

Por tanto, la encarnación de Dios en Jesucristo es un misterio profundo y glorioso que revela el Corazón de Dios y su Plan Redentor. Nos muestra la grandeza de su amor, la humildad de su carácter y el propósito de nuestra salvación.

JUSTIFICADO EN EL ESPÍRITU

El segundo aspecto del misterio de la piedad que encontramos en 1 Timoteo 3:16 es que Jesús fue “justificado en el Espíritu”. Esta afirmación nos lleva a profundizar en la relación única entre Jesucristo y el Espíritu Santo, y cómo esta relación valida su identidad y misión. A través de la obra del Espíritu Santo, Jesús es confirmado y declarado justo y verdadero, tanto en su vida terrenal como en su resurrección. Vamos a explorar este misterio en detalle.

Desde el comienzo de su ministerio terrenal, Jesús estuvo profundamente ligado al Espíritu Santo. En Lucas 3:21-22, vemos un evento crucial:

21Y aconteció que, como todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fué bautizado; y orando, el cielo se abrió,

22Y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y fué hecha una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido.

En este momento del bautismo, el Espíritu Santo desciende sobre Jesús, y la Voz de Dios confirma su identidad como su Hijo amado en quien toma contentamiento. Este evento marca el inicio de su ministerio público y muestra la aprobación divina. El Espíritu Santo no solo descendió sobre Jesús, sino que también lo empoderó para su ministerio.

Después de su bautismo, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. En Lucas 4:1-2, leemos:

1Y JESÚS, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fué llevado por el Espíritu al desierto

2Por cuarenta días, y era tentado del diablo. Y no comió cosa en aquellos días: los cuales pasados, tuvo hambre.

Durante este tiempo, Jesús enfrentó la tentación con la fuerza y guía del Espíritu Santo. Su victoria sobre la tentación demuestra su justicia y obediencia perfecta. La Presencia del Espíritu Santo en estos momentos críticos subraya que Jesús es el Siervo justo y obediente de Dios.

El ministerio de Jesús estuvo caracterizado por la Presencia y el Poder del Espíritu Santo. En Lucas 4:18-19, Jesús, al comenzar su ministerio en Nazaret, lee del libro de Isaías:

18El Espíritu del Señor es sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas á los pobres: Me ha enviado para sanar á los quebrantados de corazón; Para pregonar á los cautivos libertad, Y á los ciegos vista; Para poner en libertad á los quebrantados:

19Para predicar el año agradable del Señor.

Aquí, Jesús declara que su ministerio está ungido y capacitado por el Espíritu Santo. Sus milagros, enseñanzas y actos de compasión son una manifestación del Poder del Espíritu. Cada sanidad, cada liberación, y cada proclamación del Reino de Dios son evidencia de que Jesús está justificado en el Espíritu, es decir, respaldado y autentificado por el Poder Divino.

Uno de los momentos más significativos en los que Jesús es justificado en el Espíritu es en su resurrección. En Romanos 1:3-4, Pablo escribe:

3Acerca de su Hijo, (que fué hecho de la simiente de David según la carne;

4El cual fué declarado Hijo de Dios con potencia, según el espíritu de santidad, por la resurrección de los muertos), de Jesucristo Señor nuestro,…

La resurrección de Jesús es la culminación de su justificación en el Espíritu. A través del Poder del Espíritu Santo, Jesús venció la muerte y fue declarado Hijo de Dios con poder. La resurrección confirma Su Justicia, Su Divinidad y Su Victoria sobre el pecado y la muerte.

La justificación de Jesús en el Espíritu no es solo una declaración acerca de Él, sino que también tiene implicaciones profundas para nosotros. En Romanos 4:25, Pablo dice:

25El cual fué entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación.

La resurrección de Jesús, realizada por el poder del Espíritu Santo, es la base de nuestra justificación. Porque Jesús fue justificado en el Espíritu, nosotros también podemos ser justificados por la fe en Él. Su victoria sobre el pecado y la muerte nos asegura que podemos ser declarados justos delante de Dios.

El Espíritu Santo no solo justificó a Jesús, sino que también trabaja en nosotros, los creyentes. En Romanos 8:11, Pablo escribe:

11Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos á Jesús mora en vosotros, el que levantó á Cristo Jesús de los muertos, vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.

El mismo Espíritu que justificó y resucitó a Jesús mora en nosotros. Este Espíritu nos vivifica, nos santifica y nos asegura nuestra resurrección futura. La Presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas es una garantía de nuestra justificación y nuestra Adopción como Hijos de Dios.

El Espíritu Santo también da testimonio de la verdad de Jesús y de nuestra relación con Dios. En 1 Juan 5:6-8, leemos:

6Este es Jesucristo, que vino por agua y sangre: no por agua solamente, sino por agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio: porque el Espíritu es la verdad.

7Porque tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo: y estos tres son uno.

8Y tres son los que dan testimonio en la tierra, el Espíritu, y el agua, y la sangre: y estos tres concuerdan en uno.

El Espíritu Santo da testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios y confirma la verdad del Evangelio. Este testimonio interno del Espíritu en nuestros corazones nos asegura de nuestra salvación y nos guía en la verdad.

La justificación de Jesús en el Espíritu también tiene implicaciones para nuestra santificación. En 1 Corintios 6:11, Pablo escribe:

11Y esto erais algunos: mas ya sois lavados, mas ya sois santificados, mas ya sois justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.

El Espíritu Santo no solo nos justifica, sino que también nos santifica. Nos transforma a la imagen de Cristo, produciendo en nosotros el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23). Esta obra continua del Espíritu en nuestras vidas nos capacita para vivir en justicia y santidad.

La justificación de Jesús en el Espíritu también nos une a Él. En 1 Corintios 12:13, Pablo dice:

13Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, ora Judíos ó Griegos, ora siervos ó libres; y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.

A través del Espíritu Santo, somos unidos a Cristo y a Su Cuerpo, la Iglesia. Esta unión nos asegura que compartimos en Su Justicia, Su Vida y Su Victoria. Nos hace partícipes de su misión y nos capacita para vivir en su poder.

La declaración de que Jesús fue “justificado en el Espíritu” nos revela la profunda conexión entre Jesús y el Espíritu Santo. Desde su bautismo hasta su resurrección, el Espíritu Santo confirma y valida la identidad y misión de Jesús. Esta justificación en el Espíritu no solo afirma quién es Jesús, sino que también nos asegura nuestra justificación y santificación. A través del Espíritu Santo, somos unidos a Cristo, capacitados para vivir en justicia y esperanza, y enviados a testificar de su verdad al mundo.

VISTO DE LOS ÁNGELES

El tercer aspecto del misterio de la piedad es que Jesús fue “visto de los ángeles”. Esta declaración en 1 Timoteo 3:16 nos invita a considerar el papel de los ángeles en la vida y ministerio de Jesucristo. Los ángeles, como seres espirituales y mensajeros de Dios, desempeñaron un papel significativo en la revelación del Plan Redentor de Dios a través de Jesús. Al explorar este aspecto, veremos cómo los ángeles testificaron de la Gloria de Cristo en diversos momentos clave de su vida y cómo Su Presencia y ministerio afirman la grandeza del misterio de la piedad.

Uno de los momentos más destacados en los que los ángeles estuvieron presentes fue en el anuncio del nacimiento de Jesús. En Lucas 1:26-33, leemos cómo el ángel Gabriel fue enviado por Dios a María:

26Y al sexto mes, el ángel Gabriel fué enviado de Dios á una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

27A una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David: y el nombre de la virgen era María.

28Y entrando el ángel á donde estaba, dijo, ¡Salve, muy favorecida! el Señor es contigo: bendita tú entre las mujeres.

29Mas ella, cuando le vió, se turbó de sus palabras, y pensaba qué salutación fuese ésta.

30Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia cerca de Dios.

31Y he aquí, concebirás en tu seno, y parirás un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

32Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo: y le dará el Señor Dios el trono de David su padre:

33Y reinará en la casa de Jacob por siempre; y de su reino no habrá fin.

La aparición de Gabriel y su mensaje a María anunciaron el comienzo del cumplimiento del Plan de Redención de Dios. Los ángeles, como testigos y como mensajeros celestiales, fueron los primeros en proclamar la venida del Mesías.

El nacimiento de Jesús fue también anunciado por un ángel a los pastores en los campos cercanos a Belén. En Lucas 2:8-14, leemos:

8Y había pastores en la misma tierra, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su ganado.

9Y he aquí el ángel del Señor vino sobre ellos, y la claridad de Dios los cercó de resplandor; y tuvieron gran temor.

10Mas el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:

11Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.

12Y esto os será por señal: hallaréis al niño envuelto en pañales, echado en un pesebre.

13Y repentinamente fué con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales, que alababan á Dios, y decían:

14Gloria en las alturas á Dios, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres.

Los ángeles no solo anunciaron el nacimiento de Jesús, sino que también adoraron y glorificaron a Dios por el don de su Hijo. Su aparición celestial subraya la importancia del evento y la alegría que trae al mundo.

Los ángeles estuvieron presentes en varios momentos cruciales del ministerio de Jesús. Después de su tentación en el desierto, los ángeles vinieron y le ministraron. En Mateo 4:11, leemos:

11El diablo entonces le dejó: y he aquí los ángeles llegaron y le servían.

Este acto de servicio celestial muestra el cuidado de Dios hacia Su Hijo y la afirmación de su misión después de haber resistido las tentaciones de Satanás.

Durante la agonía de Jesús en el jardín de Getsemaní, un ángel apareció para fortalecerlo. En Lucas 22:41-43, leemos:

41Y él se apartó de ellos como un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,

42Diciendo: Padre, si quieres, pasa este vaso de mí; empero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

43Y le apareció un ángel del cielo confortándole.

Este momento de profunda angustia y oración muestra la humanidad de Jesús y su dependencia del Padre. La aparición del ángel para fortalecerlo subraya la gravedad del momento y la necesidad de apoyo divino.

Los ángeles también estuvieron presentes en la resurrección de Jesús. Fueron ellos quienes anunciaron la resurrección a las mujeres que fueron a la tumba. En Mateo 28:2-6, leemos:

2Y he aquí, fué hecho un gran terremoto: porque el ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, había revuelto la piedra, y estaba sentado sobre ella.

3Y su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.

4Y de miedo de él los guardas se asombraron, y fueron vueltos como muertos.

5Y respondiendo el ángel, dijo á las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis á Jesús, que fué crucificado.

6No está aquí; porque ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fué puesto el Señor.

Los ángeles fueron los primeros en proclamar la victoria de Jesús sobre la muerte, testificando de la resurrección y asegurando a los discípulos que Jesús había cumplido su promesa.

En la ascensión de Jesús, los ángeles estuvieron presentes una vez más para dar testimonio y asegurar a los discípulos de su regreso futuro. En Hechos 1:10-11, leemos:

10Y estando con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él iba, he aquí dos varones se pusieron junto á ellos en vestidos blancos;

11Los cuales también les dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

Los ángeles no solo fueron testigos de la ascensión de Jesús, sino que también proclamaron su futura venida, reafirmando la esperanza de la próxima venida de Cristo.

Los ángeles también están presentes en la exaltación de Jesucristo en el cielo. En Apocalipsis 5:11-12, leemos:

11Y miré, y oí voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los animales, y de los ancianos; y la multitud de ellos era millones de millones,

12Que decían en alta voz: El Cordero que fué inmolado es digno de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza.

La adoración celestial de los ángeles resalta la exaltación y dignidad de Jesucristo como el Cordero inmolado que ahora está sentado a la diestra de Dios.

La presencia y el ministerio de los ángeles en la vida de Jesús tienen varias implicaciones importantes para nuestra fe. Primero, subraya la Singularidad y Divinidad de Jesús. Los ángeles, como seres celestiales, rinden homenaje y servicio a Jesús, testificando de su supremacía y gloria.

Segundo, la participación de los ángeles en los momentos clave del ministerio de Jesús reafirma la verdad del Evangelio. Su testimonio y proclamación confirman los eventos fundamentales de la vida, muerte y resurrección de Jesús, asegurándonos la veracidad del mensaje cristiano.

Tercero, la relación de Jesús con los ángeles nos recuerda la conexión entre lo celestial y lo terrenal. Los ángeles sirven como mensajeros y agentes de Dios, revelando Su Voluntad y actuando en Su Nombre. Su presencia en la vida de Jesús nos invita a vivir con una conciencia de la realidad espiritual y buscar la guía y protección de Dios en nuestras propias vidas.

El hecho de que Jesús fue “visto de los ángeles” nos revela la dimensión celestial de su vida y ministerio. Los ángeles, como testigos y mensajeros de Dios, desempeñaron un papel crucial en la revelación del misterio de la piedad. Su presencia en los momentos clave de la encarnación, ministerio, pasión, resurrección y ascensión de Jesús subraya la grandeza de su misión y la veracidad del Evangelio.

PREDICADO A LOS GENTILES

El cuarto aspecto del misterio de la piedad que se menciona en 1 Timoteo 3:16 es que Jesús fue “predicado a los gentiles”. Esta declaración subraya la universalidad del Evangelio y la misión de llevar las buenas nuevas de Jesucristo más allá del pueblo de Israel, alcanzando a todas las naciones. Este punto nos invita a explorar la extensión del mensaje del Evangelio a los gentiles y la importancia de esta misión en el Plan Redentor de Dios. Al hacerlo, veremos cómo la predicación a los gentiles está profundamente arraigada en las Escrituras y cómo ha transformado el mundo a través de los siglos.

Desde el Antiguo Testamento, vemos indicios de que la Salvación de Dios no estaba limitada a Israel, sino que se extendería a todas las naciones. En Génesis 12:3, Dios le hace una promesa a Abraham:

3Y bendeciré á los que te bendijeren, y á los que te maldijeren maldeciré: y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

Esta promesa se repite en Génesis 22:18 y muestra que, desde el principio, el Plan de Dios incluía bendecir a todas las naciones a través de la descendencia de Abraham. Esta bendición encuentra su cumplimiento en Jesucristo y en la predicación del Evangelio a los gentiles.

Durante su ministerio terrenal, Jesús mismo dio indicios de que su misión incluía a los gentiles. En Mateo 8:5-13, Jesús sana al siervo de un centurión romano, y en el versículo 10, Jesús dice:

10 …De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado fe tanta.

Este incidente muestra que Jesús reconocía la fe genuina en un gentil y estaba dispuesto a responder a esa fe. Además, en Juan 4, Jesús tiene una conversación profunda con una mujer samaritana, lo cual era significativo porque los samaritanos eran considerados extranjeros y despreciados por los judíos. Jesús le revela su identidad como el Mesías y ella lleva la noticia a su pueblo, resultando en que muchos samaritanos creyeran en Él.

Antes de ascender al cielo, Jesús dio a sus discípulos el mandato de llevar el Evangelio a todas las naciones. En Mateo 28:19-20, Jesús dice:

19Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo:

20Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado: y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Este mandato, conocido como la Gran Comisión, deja claro que el mensaje del Evangelio debe ser proclamado a todas las naciones, sin excepción. Jesús establece que su obra redentora es para todos, judíos y gentiles por igual.

El día de Pentecostés, descrito en Hechos 2, marca un momento crucial en la expansión del Evangelio. El Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y les da la capacidad de hablar en diferentes lenguas, permitiendo que personas de diversas naciones escucharan las maravillas de Dios en su propio idioma. En Hechos 2:5-6, leemos:

5Moraban entonces en Jerusalem Judíos, varones religiosos, de todas las naciones debajo del cielo.

6Y hecho este estruendo, juntóse la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar su propia lengua.

Este evento no solo mostró el poder del Espíritu Santo, sino que también simbolizó el alcance universal del Evangelio. Desde ese momento, los discípulos comenzaron a cumplir la Gran Comisión, llevando el mensaje de Jesús más allá de las fronteras de Israel.

Un hito importante en la expansión del Evangelio a los gentiles es la visión de Pedro y su encuentro con Cornelio, un centurión romano. En Hechos 10, Pedro recibe una visión en la que Dios le muestra que no debe llamar impuro a lo que Él ha purificado. Poco después, Pedro es llamado a la casa de Cornelio, donde predica el Evangelio y el Espíritu Santo desciende sobre todos los que escuchan, confirmando que la salvación es también para los gentiles. En Hechos 10:34-35, Pedro declara:

34...Por verdad hallo que Dios no hace acepción de personas;

35Sino que de cualquiera nación que le teme y obra justicia, se agrada.

Este evento fue un punto de inflexión, ya que mostró a los primeros cristianos que el Evangelio estaba destinado a todas las personas, sin distinción de raza o nacionalidad.

El apóstol Pablo, conocido como el apóstol de los gentiles, desempeñó un papel crucial en la expansión del Evangelio. Desde el principio de su ministerio, Pablo fue comisionado por el propio Jesús, en una esplendorosa manifestación en Luz para llevar el Evangelio a los gentiles. En Hechos 9:15, el Señor le dice a Ananías acerca de Pablo, y dice y cito:

15Y le dijo el Señor: Ve: porque instrumento escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los Gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel:

A lo largo de su ministerio, Pablo viajó extensamente por el Imperio Romano, predicando el Evangelio a los gentiles, estableciendo iglesias y escribiendo cartas que forman una parte sustancial del Nuevo Testamento. Su labor misionera y sus escritos fueron fundamentales para la propagación del cristianismo entre los gentiles.

La inclusión de los gentiles en el pueblo de Dios fue un tema central en las enseñanzas de Pablo. En Efesios 2:11-13, Pablo explica:

11Por tanto, acordaos que en otro tiempo vosotros los Gentiles en la carne, que erais llamados incircuncisión por la que se llama circuncisión, hecha con mano en la carne;

12Que en aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la república de Israel, y extranjeros á los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.

13Mas ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.

A través de Cristo, los gentiles han sido reconciliados con Dios y hechos participantes de las promesas divinas. Esta inclusión es una manifestación del Amor y la Gracia de Dios, que extiende la salvación a todas las personas.

Desde los primeros siglos, el Evangelio ha tenido un impacto global, transformando vidas y culturas en todo el mundo. La predicación a los gentiles ha resultado en el crecimiento de la iglesia y la expansión del cristianismo en todas las naciones. Misioneros a lo largo de la historia han llevado el mensaje de Jesús a lugares remotos, enfrentando desafíos y persecuciones, pero también viendo el poder transformador del Evangelio en acción.

La misión de predicar el Evangelio a los gentiles continúa hoy. La Iglesia está llamada a ser una luz para las naciones, llevando el mensaje de esperanza y redención a todos los rincones del mundo. En Romanos 10:14-15, Pablo escribe:

14¿Cómo, pues invocarán á aquel en el cual no han creído? ¿y cómo creerán á aquel de quien no han oído? ¿y cómo oirán sin haber quien les predique?

15¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio de la paz, de los que anuncian el evangelio de los bienes!

Este llamado a la misión nos recuerda la importancia de proclamar el Evangelio y de ser testigos de Cristo en todas las naciones, llevando su amor y verdad a todos los que aún no han escuchado.

El hecho de que Jesús fue “predicado a los gentiles” revela la universalidad del Evangelio y la inclusividad del Plan Redentor de Dios. Desde la promesa hecha a Abraham hasta la Gran Comisión, la obra del Espíritu Santo en Pentecostés, vemos que el propósito de Dios es que todas las naciones sean bendecidas a través de Jesucristo. La misión de la iglesia es llevar este mensaje de salvación a todos, sin distinción, continuando la obra iniciada por Jesús y sus apóstoles.

Que esta verdad nos inspire a ser fieles en nuestra misión de predicar el Evangelio a todas las naciones, siendo testigos de la gracia de Dios y llevando su amor a todos los rincones del mundo. Que seamos instrumentos en las Manos de Dios para cumplir Su Propósito Redentor, proclamando las buenas nuevas de Jesucristo a todos los pueblos y culturas.

CREÍDO EN EL MUNDO

El quinto aspecto es que Jesús ha sido creído en el mundo. A lo largo de la historia, millones de personas han puesto su fe en Cristo y han experimentado la transformación de sus vidas. En Hechos 2:41 vemos el impacto inmediato del Evangelio:

41Así que, los que recibieron su palabra, fueron bautizados: y fueron añadidas á ellos aquel día como tres mil personas.

El crecimiento de la iglesia primitiva y la expansión del cristianismo a lo largo de los siglos son testimonios del Poder del Evangelio. En Colosenses 1:6, Pablo habla del fruto del Evangelio en todo el mundo. Dice y cito:

6El cual ha llegado hasta vosotros, como por todo el mundo; y fructifica y crece, como también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad,…

La fe en Cristo ha transformado culturas, naciones y vidas individuales, mostrando que el mensaje del Evangelio es verdaderamente el Poder de Dios para salvación.

RECIBIDO ARRIBA EN GLORIA

El sexto y último aspecto es que Jesús fue recibido arriba en Gloria. Esto se refiere a su ascensión al cielo, donde ahora está sentado a la Diestra del Padre, intercediendo por nosotros. En Hechos 1:9-11, leemos sobre la ascensión de Jesús:

9Y habiendo dicho estas cosas, viéndo lo ellos, fué alzado; y una nube le recibió y le quitó de sus ojos.

10Y estando con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él iba, he aquí dos varones se pusieron junto á ellos en vestidos blancos;

11Los cuales también les dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este mismo Jesús que ha sido tomado desde vosotros arriba en el cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.

La ascensión de Cristo es su exaltación y glorificación final, y nos asegura que Él reina soberanamente sobre toda la creación. En Hebreos 1:3, se nos dice:

3El cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó á la diestra de la Majestad en las alturas,…

La ascensión de Cristo también nos da la esperanza de su regreso, cuando Él vendrá a juzgar al mundo y a establecer Su Reino Eterno.

Conclusión

En conclusión, el misterio de la piedad es verdaderamente grande y maravilloso. Hemos visto cómo cada aspecto de este misterio revela la Grandeza y el Amor de Dios manifestado en Jesucristo. La encarnación, la justificación en el Espíritu, el testimonio de los ángeles, la predicación a los gentiles, la fe en el mundo, y la ascensión en gloria son todos elementos que nos llaman a adorar y a vivir para nuestro Señor.

Que este conocimiento del misterio de la piedad nos lleve a una vida de mayor devoción, santidad y misión. Que podamos ser fieles en predicar este glorioso Evangelio y en vivir conforme a la verdad que hemos recibido.

Oremos juntos: Padre Celestial, te damos gracias por el maravilloso misterio de la piedad, revelado en tu Hijo Jesucristo. Ayúdanos a comprender más profundamente Su Grandeza y a vivir nuestras vidas en respuesta a tu Amor y Gracia. Fortalece nuestra fe, capacítanos para compartir el Evangelio con valentía, y guíanos en cada paso de nuestro caminar contigo. En el Nombre del Señor Jesucristo, amén.

Que Dios les bendiga abundantemente y les llene de su paz y amor. Así que, la Gracia, la Justicia y el Amor de nuestro Padre Celestial sea con cada uno de nosotros. ¡Amén! 

INTRODUCTION

Dear brothers and sisters in Christ, for this occasion's episode we will explore a profound and vital theme for our faith and that is about the Manifestation of God in the flesh. This mystery, revealed in the life and work of our Lord Jesus Christ, is the essence of the Gospel and the foundation of our Christian life. Our main text is found in 1 Timothy 3:16, where the apostle Paul presents us with a condensed and glorious statement of this mystery. This is how the Word of the Lord says  :

16 And without contradiction great is the mystery of godliness: God was manifested in the flesh; he has been justified with the Spirit; it has been seen of angels; it has been preached to the Gentiles; he has been believed in the world; He has been received in glory.

As we read this verse, we are confronted with a sublime and powerful truth: the mystery of godliness is great. But what does this mean? How can we understand it and apply it in our daily lives? To answer these questions, we need to break down each part of this statement and explore its deeper meaning. Let's go on this journey together, with open hearts and minds willing to be transformed by God's Word.

What is piety?

Before we dive into the verse, it's important that we understand what godliness is. Godliness, in biblical terms, refers to a deep and reverent devotion to God. It is not simply an outward behavior or a series of religious rituals; it is an attitude of the heart that is manifested in a life of obedience, love, and fear of the Lord. In 1 Timothy 4:8, Paul says:

8 For bodily exercise is profitable for little; but piety profiteth for all things, for it has promise of this present life, and of the life to come.

Here, Paul shows us the value of godliness: it has benefits for both the present life and eternity. Godliness connects us to God and transforms us from the inside out, impacting every aspect of our existence.

Why is it a mystery?

The word "mystery" in the New Testament does not refer to something hidden or incomprehensible, but to something that was hidden and has now been revealed. In Colossians 1:26-27, Paul explains:

26 Namely, the mystery which had been hidden from the ages and ages, but now has been made manifest to his saints:

27 To whom God pleased to make known the riches of the glory of this mystery among the Gentiles; for Christ is in you the hope of glory:

The mystery of godliness is, therefore, the revelation of God's redemptive plan through Jesus Christ. It is the glorious truth that God became man, lived among us, died for our sins, rose again, and ascended into heaven. It is the revelation that, through faith in Jesus, we can have a personal relationship with God and the hope of Eternal Life.

The greatness of the mystery

When Paul says that this mystery is "great," he is underscoring its importance and magnitude. It is not a trivial or secondary matter; it is the very heart of the Gospel. This mystery is great because it reveals the nature and character of God, His unconditional Love, His Perfect Justice, and His infinite Grace. He shows us who Jesus is and what he has done for us, and invites us to participate in the Divine Life.

In Ephesians 3:8-9, Paul expresses his amazement and gratitude for being a partaker of this mystery.  The Word of the Lord says thus:

8 To me, who am less than the least of all the saints, is given this grace to preach among the Gentiles the gospel of the unsearchable riches of Christ,

9 And to make clear to all what is the dispensation of the mystery hidden from the ages in God, who created all things.

The apostle recognizes God's immense grace in enabling us to understand and share this mystery, and he calls us to live in the light of this revelation.

The Center of the Mystery: Jesus Christ

At the heart of the mystery of godliness is Jesus Christ. He is the manifestation of God in the flesh, the image of the invisible God (Colossians 1:15). Through his life, death, and resurrection, Jesus reveals to us who God is and shows us the way to salvation. Each phrase in 1 Timothy 3:16 highlights a crucial aspect of Christ's redemptive work, and together, these aspects give us a complete view of His mission and ministry.

Jesus himself spoke of his identity and mission as the Son of God. In John 14:6, He states:

6… I am the way, and the truth, and the life: no one comes to the Father except through me.

This statement reminds us that true godliness cannot be separated from the person of Jesus. To know Him is to know God, and to follow Him is to live in godliness.

The Impact of Mystery on Our Lives

The mystery of piety is not only a theological truth to be understood, but a reality to be lived. In Titus 2:11-12, Paul teaches us:

11 For the grace of God, which brings salvation to all men, has been revealed.

12 Teaching us that, renouncing ungodliness and worldly desires, we should live temperately, and justly, and godly in this world,...

The revelation of the mystery of godliness must transform our way of life. He calls us to reject ungodliness and to embrace a life of holiness, justice, and devotion. He invites us to follow in Jesus' footsteps, to love him with all our hearts, and to serve others with humility and compassion.

The hope of mystery

Finally, the mystery of piety fills us with hope. We know that Jesus not only came into this world to save us, but He also ascended into heaven, would return to take His Church, and then to reign together with His Spouse. In 1 John 3:2-3, we are promised:

2 Beloved, we are now God's children, and what we are to be has not yet been revealed; but we know that when he appears, we shall be like him, for we shall see him as he is.

This hope motivates us to live pure and godly lives, knowing that one day we will see Him face to face and be transformed into His Glorified Image.

Therefore, as we explore "The Mystery of Godliness" today, may our hearts be filled with wonder and gratitude for God's marvelous work in Christ Jesus. May this profound truth inspire us to live lives that reflect his love and holiness, and may we commit ourselves to sharing this mystery with a world in need of hope and salvation.

GOD WAS MANIFESTED IN THE FLESH

The first aspect of the mystery of godliness is the incarnation of God. The statement that "God was manifest in the flesh" is a central and transforming truth of Christianity. The incarnation is the foundation upon which all of our faith is built, and without it, we would not have the Savior we need. This divine miracle reveals the depth of God's Love and His Redemptive Plan for humanity. Let's explore in detail what it means for God to have become flesh and the implications of this truth for our lives.

The incarnation of Christ is the greatest manifestation of God's Love for humanity. In Philippians 2:6-7, Paul reminds us of Jesus' humility and sacrifice:

6 Who, being in the form of God, did not consider it a usurpation to be equal with God:

7 But he emptied himself, taking the form of a servant, made in the likeness of men;

Jesus, being God, became man to live among us, to understand our struggles and temptations, and finally, to offer Himself as the perfect sacrifice for our sins.

The incarnation is the act by which God became incarnate in His Son, where He took on a human nature and became man. This mystery is clearly described in the Gospel of John 1:14, which says, and I quote:

14 And that Word was made flesh, and dwelt among us (and we saw his glory, glory as of the only begotten of the Father), full of grace and truth.

The word "Word" (or "Logos" in Greek) refers to Jesus, who is the Eternal Word of God. This Word, which existed from the beginning, through which all things were created (John 1:1-3), became flesh. The phrase "dwelt among us" literally means "tabernacled" or "pitched his tent" among us, evoking the image of the Old Testament tabernacle where God dwelt in the midst of his people.

The incarnation of God in Jesus Christ was prophesied in the Old Testament. One of the most well-known passages is Isaiah 7:14, which says, and I quote:

14 Therefore the Lord himself will give you a sign: Behold, the virgin will conceive, and bear a son, and will call his name Emmanuel.

"Emmanuel" means "God with us." This prophetic name reveals the purpose of the incarnation: God himself would come to dwell among his people. This prophecy was fulfilled at the birth of Jesus, as narrated in Matthew 1:22-23 and I quote:

22 All this came to pass in order to fulfill what was spoken by the Lord, by the prophet who said,

23Behold, the virgin shall conceive and bear a son, and thou shalt call his name Immanuel, which declared, is, With us, God.

The incarnation is not only a theological doctrine, but also a historical reality. Jesus of Nazareth lived in a specific time and place, interacting with real people and leaving an indelible mark on history. The Gospels provide us with a detailed account of his life, teachings, miracles, death, and resurrection.

Luke 2:1-7 gives us a detailed account of Jesus' birth in Bethlehem during the census decreed by Emperor Augustus. This historical account underscores that the incarnation occurred in a real, verifiable context. Jesus is not a mythical or symbolic figure, but a historical person whose life changed the course of human history.

The incarnation of God in Jesus also shows us the humility of our Savior. Philippians 2:6-8 gives us a profound insight into this humility. Listen:

6 Who, being in the form of God, did not consider it a usurpation to be equal with God:

7 But he emptied himself, taking the form of a servant, made in the likeness of men;

8 And being found in the form of man, he humbled himself, being made obedient unto death, even death on a cross.

Jesus, being God, did not cling to His divine privileges. Instead, He emptied Himself of His Glory, taking the form of a servant. He was born in a manger, grew up in a humble family, and lived like an ordinary man. This humility culminated in his death on the cross, the most humiliating and painful form of execution in his time.

A crucial aspect of the incarnation is that Jesus is fully God and fully man. In Colossians 2:9, Paul states:

9For in him dwells all the fullness of the Godhead bodily:

Jesus did not cease to be God when he became man. In His incarnation, He assumed a human nature while remaining divine. This union of two natures in one person is a profound mystery, but fundamental to our faith. Jesus could experience human weaknesses and temptations, but without sin, and at the same time, he had the power and authority of God.

Hebrews 4:15 highlights the importance of this duality:

15 For we have no high priest who cannot sympathize with our weaknesses; but tempted in all points according to our likeness, yet without sin.

The primary purpose of the incarnation was the redemption of mankind. God became flesh to save us from our sins. In 1 John 4:9-10, we are told:

9 By this the love of God was shown toward us, in that God sent his only begotten Son into the world, that we might live through him.

10 This is love, not that we loved God, but that he loved us, and sent his Son to be the propitiation for our sins.

Jesus became the perfect and ultimate sacrifice for our sins. His incarnation enabled him to live a perfect life, fulfill God's law, and offer himself as the Lamb of God who takes away the sin of the world (John 1:29).

The incarnation has profound implications for our Christian life. First, it calls us to worship and thank God for His Love and Sacrifice. The incarnation is the supreme proof that God loves us and is willing to do anything to save us.

Second, the incarnation teaches us about humility and service. Jesus, being God, humbled himself and served others. He calls us to follow his example of humility and selfless service. In St. John 13:14-15, after washing the feet of his disciples, Jesus said:

14 For if I, the Lord and the Master, have washed your feet, you also ought to wash one another's feet.

15 For I have given you an example, that as I have done to you, you also may do.

Third, the incarnation gives us hope and comfort. Jesus understands our struggles and sufferings because He Himself experienced them. In Hebrews 2:17-18 we read:

17 Therefore he was to be like the brethren in all things, that he might become merciful and faithful high priest in what is toward God, to make atonement for the sins of the people.

18 For inasmuch as he himself suffered while being tempted, he is able to succor those who are tempted.

Finally, the incarnation impels us to mission. Just as God sent His Firstborn Son into the world, Jesus sends us to share the Gospel. In John 20:21, Jesus says:

21 Then Jesus said to them again, "Peace be with you: as the Father has sent me, so I send you."

We are called to embody God's Love in our lives and to be witnesses of Jesus in our world. The incarnation challenges us to step out of our comfort zone, to get involved in the lives of others, and to share the message of salvation with those who have not yet heard it.

Therefore, the incarnation of God in Jesus Christ is a profound and glorious mystery that reveals the Heart of God and his Redemptive Plan. He shows us the greatness of His love, the humility of His character, and the purpose of our salvation.

JUSTIFIED IN THE SPIRIT

The second aspect of the mystery of godliness that we find in 1 Timothy 3:16 is that Jesus was "justified in the Spirit." This affirmation leads us to delve deeper into the unique relationship between Jesus Christ and the Holy Spirit, and how this relationship validates their identity and mission. Through the work of the Holy Spirit, Jesus is confirmed and declared righteous and true, both in his earthly life and in his resurrection. Let's explore this mystery in detail.

From the beginning of his earthly ministry, Jesus was deeply linked to the Holy Spirit. In Luke 3:21-22, we see a crucial event:

21 And it came to pass, that when all the people were baptized, Jesus also was baptized. and praying, heaven opened,

22 And the Holy Spirit descended upon him in bodily form, like a dove, and a voice was made from heaven, saying, "You are my beloved Son; I am well pleased with you."

At this moment of baptism, the Holy Spirit descends upon Jesus, and the Voice of God confirms his identity as his beloved Son in whom he takes contentment. This event marks the beginning of his public ministry and shows divine approval. The Holy Spirit not only descended upon Jesus, but also empowered him for his ministry.

After His baptism, Jesus was led by the Spirit into the wilderness to be tempted by the devil. In Luke 4:1-2, we read:

1 And Jesus, filled with the Holy Spirit, returned from the Jordan, and was led by the Spirit into the wilderness

2 For forty days, and he was tempted by the devil. And he ate nothing in those days, which were past, he was hungry.

During this time, Jesus met temptation with the strength and guidance of the Holy Spirit. His victory over temptation demonstrates his righteousness and perfect obedience. The Presence of the Holy Spirit at these critical moments underscores that Jesus is the just and obedient Servant of God.

Jesus' ministry was characterized by the Presence and Power of the Holy Spirit. In Luke 4:18-19, Jesus, as he begins his ministry in Nazareth, reads from the book of Isaiah:

18The Spirit of the Lord is upon me, because he has anointed me to preach good news to the poor: he has sent me to heal the brokenhearted; To proclaim liberty to the captives, and sight to the blind; To set the broken at liberty:

19 To preach the acceptable year of the Lord.

Here, Jesus declares that his ministry is anointed and empowered by the Holy Spirit. His miracles, teachings, and acts of compassion are a manifestation of the Power of the Spirit. Every healing, every deliverance, and every proclamation of the Kingdom of God is evidence that Jesus is justified in the Spirit, that is, backed and authenticated by Divine Power.

One of the most significant moments in which Jesus is justified in the Spirit is in his resurrection. In Romans 1:3-4, Paul writes:

3 Concerning his Son, (who was made of the seed of David according to the flesh;

4 Who was declared to be the Son of God with power, according to the spirit of holiness, by the resurrection of the dead, of Jesus Christ our Lord,...

Jesus' resurrection is the culmination of his justification in the Spirit. Through the Power of the Holy Spirit, Jesus overcame death and was declared the Son of God with power. The resurrection confirms His Justice, His Divinity and His Victory over sin and death.

Jesus' justification in the Spirit is not only a statement about Him, but it also has profound implications for us. In Romans 4:25, Paul says,

25 Who was delivered up for our trespasses, and raised up for our justification.

The resurrection of Jesus, accomplished by the power of the Holy Spirit, is the basis of our justification. Because Jesus was justified in the Spirit, we too can be justified by faith in Him. His victory over sin and death assures us that we can be declared righteous before God.

The Holy Spirit not only justified Jesus, but He also works in us believers. In Romans 8:11, Paul writes:

11 And if the Spirit of him who raised Jesus from the dead dwells in you, he who raised Christ Jesus from the dead will also quicken your mortal bodies by his Spirit who dwells in you.

The same Spirit who justified and raised Jesus dwells in us. This Spirit quickens us, sanctifies us, and assures us of our future resurrection. The Presence of the Holy Spirit in our lives is a guarantee of our justification and our Adoption as Children of God.

The Holy Spirit also bears witness to the truth of Jesus and to our relationship with God. In 1 John 5:6-8, we read:

6 This is Jesus Christ, who came by water and blood, not by water only, but by water and blood. And it is the Spirit who bears witness: for the Spirit is the truth.

7 For there are three who bear witness in heaven, the Father, the Word, and the Holy Spirit: and these three are one.

8 And there are three that bear witness in the earth, the Spirit, and the water, and the blood: and these three agree in one.

The Holy Spirit testifies that Jesus is the Son of God and confirms the truth of the gospel. This inward witness of the Spirit in our hearts assures us of our salvation and guides us in the truth.

The justification of Jesus in the Spirit also has implications for our sanctification. In 1 Corinthians 6:11, Paul writes:

11 And these were some of you: but you are washed, but you are sanctified, but you are justified in the name of the Lord Jesus, and by the Spirit of our God.

The Holy Spirit not only justifies us, but also sanctifies us. It transforms us into the image of Christ, producing in us the fruit of the Spirit (Galatians 5:22-23). This ongoing work of the Spirit in our lives enables us to live in righteousness and holiness.

Jesus' justification in the Spirit also unites us to Him. In 1 Corinthians 12:13, Paul says:

13For by one Spirit we are all baptized into one body, whether Jew or Greek, now slave or free; and we have all drunk from the same Spirit.

Through the Holy Spirit, we are united to Christ and His Body, the Church. This union assures us that we share in His Justice, His Life, and His Victory. He makes us participants in his mission and enables us to live in his power.

The statement that Jesus was "justified in the Spirit" reveals to us the deep connection between Jesus and the Holy Spirit. From his baptism to his resurrection, the Holy Spirit confirms and validates the identity and mission of Jesus. This justification in the Spirit not only affirms who Jesus is, but also assures us of our justification and sanctification. Through the Holy Spirit, we are united to Christ, enabled to live in righteousness and hope, and sent forth to testify of His truth to the world.

VIEW OF LOS ANGELES

The third aspect of the mystery of godliness is that Jesus was "seen of the angels." This statement in 1 Timothy 3:16 invites us to consider the role of angels in the life and ministry of Jesus Christ. Angels, as spiritual beings and messengers of God, played a significant role in the revelation of God's Redemptive Plan through Jesus. As we explore this aspect, we will see how angels testified to the Glory of Christ at various key moments in His life and how His Presence and ministry affirm the greatness of the mystery of godliness.

One of the highlights in which angels were present was at the announcement of the birth of Jesus. In Luke 1:26-33, we read how the angel Gabriel was sent by God to Mary:

26 And in the sixth month the angel Gabriel was sent from God to a city of Galilee called Nazareth.

27 A virgin betrothed to a man named Joseph, of the house of David: and the virgin's name was Mary.

28 And the angel came to where he was, and said, "Hail, you are very favored!" the Lord is with you: blessed are you among women.

29 But when she saw him, she was troubled by his words, and wondered what this greeting was.

30 Then the angel said to her, "Mary, do not be afraid, for you have found favor near God."

31 And behold, thou shalt conceive in thy womb, and thou shalt bear a son, and thou shalt call his name JESUS.

32 This man will be great, and he will be called the Son of the Most High, and the Lord God will give him the throne of David his father.

33 And he shall reign in the house of Jacob forever; and there will be no end to his kingdom.

Gabriel's appearance and his message to Mary heralded the beginning of the fulfillment of God's Plan of Redemption. The angels, as witnesses and as heavenly messengers, were the first to proclaim the coming of the Messiah.

The birth of Jesus was also announced by an angel to the shepherds in the fields near Bethlehem. In Luke 2:8-14, we read:

8 And there were shepherds in the same land, who kept watch and kept the night watch over their cattle.

9 And behold, the angel of the Lord came upon them, and the brightness of God surrounded them with brightness. and they were greatly afraid.

10 But the angel said to them, "Do not be afraid; for, behold, I bring you good tidings of great joy, which shall be unto all the people:

11 That a Savior has been born to you this day in the city of David, who is Christ the Lord.

12 And this shall be a sign unto you: ye shall find the babe wrapped in swaddling clothes, lying in a manger.

13 And suddenly a multitude of the heavenly hosts came with the angel, praising God, saying,

14 Glory in the highest to God, and on earth peace, good will toward men.

The angels not only announced the birth of Jesus, but they also worshipped and glorified God for the gift of his Son. His heavenly appearance underscores the importance of the event and the joy it brings to the world.

Angels were present at several crucial moments in Jesus' ministry. After his temptation in the wilderness, angels came and ministered to him. In Matthew 4:11, we read:

11 Then the devil left him, and behold, the angels came and ministered to him.

This act of heavenly service shows God's care for His Son and the affirmation of His mission after having resisted Satan's temptations.

During Jesus' agony in the Garden of Gethsemane, an angel appeared to strengthen Him. In Luke 22:41-43, we read:

41 And he departed from them like a stone's throw; and he knelt down and prayed,

42 Saying, Father, if you are willing, pass this cup from me; but not my will, but yours be done.

43 And an angel from heaven appeared to him and comforted him.

This moment of deep anguish and prayer shows Jesus' humanity and dependence on the Father. The appearance of the angel to strengthen him underscores the gravity of the moment and the need for divine support.

Angels were also present at Jesus' resurrection. It was they who announced the resurrection to the women who went to the tomb. In Matthew 28:2-6, we read:

2 And behold, a great earthquake was made: for the angel of the Lord, coming down from heaven and coming, had rolled up the stone, and was sitting on it.

3 And his appearance was like lightning, and his garment was white as snow.

4 And the guards were amazed at him, and were made as if dead.

5 And the angel answered and said to the women, "Do not be afraid; for I know that you seek Jesus, who was crucified.

6He is not here; for he is risen, as he said. Come, see the place where the Lord was laid.

The angels were the first to proclaim Jesus' victory over death, testifying of the resurrection and assuring the disciples that Jesus had fulfilled his promise.

At Jesus' ascension, angels were present once again to bear witness and assure the disciples of his future return. In Acts 1:10-11, we read:

10 And while they were looking up to heaven, while he was going, behold, two men stood beside them in white garments.

11 And they also said to them, "Men of Galilee, what are you looking at heaven?" this same Jesus who was taken from you up into heaven, so will come as you have seen him go into heaven.

The angels not only witnessed Jesus' ascension, but they also proclaimed his future coming, reaffirming the hope of Christ's coming sooner.

Angels are also present in the exaltation of Jesus Christ in heaven. In Revelation 5:11-12, we read:

11 And I looked, and heard the voice of many angels round about the throne, and of the animals, and of the elders; and the multitude of them were millions upon millions,

12 Who said with a loud voice, "The Lamb that was slain is worthy to take power and riches and wisdom and strength and honor and glory and praise."

The heavenly worship of angels highlights the exaltation and dignity of Jesus Christ as the slain Lamb who is now seated at the right hand of God.

The presence and ministry of angels in the life of Jesus has several important implications for our faith. First, it underscores the Uniqueness and Divinity of Jesus. Angels, as heavenly beings, pay homage and service to Jesus, testifying to his supremacy and glory.

Second, the involvement of angels in key moments of Jesus' ministry reaffirms the truth of the gospel. Their witness and proclamation confirm the fundamental events of Jesus' life, death, and resurrection, assuring us of the truthfulness of the Christian message.

Third, Jesus' relationship with the angels reminds us of the connection between the heavenly and the earthly. Angels serve as messengers and agents of God, revealing His Will and acting in His Name. His presence in the life of Jesus invites us to live with an awareness of spiritual reality and seek God's guidance and protection in our own lives.

The fact that Jesus was "seen of the angels" reveals to us the heavenly dimension of his life and ministry. Angels, as witnesses and messengers of God, played a crucial role in the revelation of the mystery of godliness. His presence at the key moments of Jesus' incarnation, ministry, passion, resurrection, and ascension underscores the greatness of his mission and the truthfulness of the Gospel.

PREACHED TO THE GENTILES

The fourth aspect of the mystery of godliness mentioned in 1 Timothy 3:16 is that Jesus was "preached to the Gentiles." This statement underscores the universality of the Gospel and the mission to carry the good news of Jesus Christ beyond the people of Israel, reaching all nations. This point invites us to explore the extension of the Gospel message to the Gentiles and the importance of this mission in God's redemptive plan. In doing so, we will see how preaching to the Gentiles is deeply rooted in Scripture and how it has transformed the world through the centuries.

From the Old Testament, we see indications that God's Salvation was not limited to Israel, but would extend to all nations. In Genesis 12:3, God makes a promise to Abraham:

3 And I will bless those who bless you, and those who curse you I will curse: and in you will all the families of the earth be blessed.

This promise is repeated in Genesis 22:18 and shows that, from the beginning, God's plan included blessing all nations through Abraham's seed. This blessing finds its fulfillment in Jesus Christ and in the preaching of the Gospel to the Gentiles.

During his earthly ministry, Jesus himself gave indications that his mission included the Gentiles. In Matthew 8:5-13, Jesus heals the servant of a Roman centurion, and in verse 10, Jesus says:

10 … Truly I say to you, I have not found so much faith even in Israel.

This incident shows that Jesus recognized genuine faith in a Gentile and was willing to respond to that faith. Also, in John 4, Jesus has a deep conversation with a Samaritan woman, which was significant because Samaritans were considered foreigners and despised by the Jews. Jesus reveals His identity to her as the Messiah and she brings the news to His people, resulting in many Samaritans believing in Him.

Before ascending into heaven, Jesus gave his disciples the command to take the gospel to all nations. In Matthew 28:19-20, Jesus says:

19Therefore go and teach all the Gentiles, baptizing them in the name of the Father, and of the Son, and of the Holy Spirit:

20 Teaching them to observe all things whatsoever I have commanded you: and, behold, I am with you always, even to the end of the age. Amen.

This mandate, known as the Great Commission, makes it clear that the gospel message is to be proclaimed to all nations, without exception. Jesus establishes that his redemptive work is for everyone, Jew and Gentile alike.

The day of Pentecost, described in Acts 2, marks a pivotal moment in the spread of the gospel. The Holy Spirit descends upon the disciples and gives them the ability to speak in different tongues, allowing people from different nations to hear the wonders of God in their own language. In Acts 2:5-6, we read:

5 Then Jews were living in Jerusalem, religious men, from all the nations under heaven.

6 And when this noise was made, the crowd gathered; and they were confused, because each one heard them speak his own language.

This event not only showed the power of the Holy Spirit, but also symbolized the universal reach of the Gospel. From that moment on, the disciples began to fulfill the Great Commission, taking Jesus' message beyond the borders of Israel.

An important milestone in the spread of the Gospel to the Gentiles is Peter's vision and his encounter with Cornelius, a Roman centurion. In Acts 10, Peter receives a vision in which God shows him that he is not to call unclean what He has purified. Soon after, Peter is called to the house of Cornelius, where he preaches the Gospel and the Holy Spirit descends upon all who listen, confirming that salvation is also for the Gentiles. In Acts 10:34-35, Peter states:

34...Truly I find that God is no respecter of persons;

35 But with whatever nation fears him and works righteousness, he is pleased.

This event was a turning point, as it showed the early Christians that the Gospel was intended for all people, without distinction of race or nationality.

The apostle Paul, known as the apostle to the Gentiles, played a crucial role in the spread of the gospel. From the beginning of his ministry, Paul was commissioned by Jesus himself, in a splendorous manifestation in Light, to bring the Gospel to the Gentiles. In Acts 9:15, the Lord tells Ananias about Paul, and he says, and I quote:

15 And the Lord said to him, "Go, for this is my chosen instrument, that it may bear my name in the presence of the Gentiles, and of kings, and of the children of Israel:

Throughout his ministry, Paul traveled extensively throughout the Roman Empire, preaching the Gospel to the Gentiles, establishing churches, and writing letters that form a substantial part of the New Testament. His missionary work and writings were instrumental in the spread of Christianity among the Gentiles.

The inclusion of Gentiles in God's people was a central theme in Paul's teachings. In Ephesians 2:11-13, Paul explains:

11 Therefore remember that in former times you Gentiles in the flesh, who were called uncircumcision because of what is called circumcision, made with hands in the flesh;

12 That at that time you were without Christ, alienated from the kingdom of Israel, and strangers to the covenants of promise, without hope and without God in the world.

13 But now in Christ Jesus, you who were once far off have been brought near by the blood of Christ.

Through Christ, the Gentiles have been reconciled to God and made partakers of God's promises. This inclusion is a manifestation of God's Love and Grace, which extends salvation to all people.

Since the earliest centuries, the Gospel has had a global impact, transforming lives and cultures around the world. Preaching to the Gentiles has resulted in the growth of the church and the spread of Christianity in all nations. Missionaries throughout history have taken the message of Jesus to remote places, facing challenges and persecutions, but also seeing the transforming power of the Gospel in action.

The mission of preaching the Gospel to the Gentiles continues today. The Church is called to be a light to the nations, bringing the message of hope and redemption to every corner of the world. In Romans 10:14-15, Paul writes:

14 How then will they call on him in whom they have not believed? And how will they believe him of whom they have not heard? And how can they hear without someone preaching to them?

15 And how will they preach unless they are sent? As it is written, "How beautiful are the feet of those who preach the gospel of peace, of those who preach the gospel of good things!"

This call to mission reminds us of the importance of proclaiming the Gospel and of being witnesses of Christ in all nations, bringing his love and truth to all who have not yet heard.

The fact that Jesus was "preached to the Gentiles" reveals the universality of the Gospel and the inclusiveness of God's redemptive plan. From the promise made to Abraham to the Great Commission, the work of the Holy Spirit at Pentecost, we see that God's purpose is for all nations to be blessed through Jesus Christ. The mission of the church is to bring this message of salvation to all, without distinction, continuing the work begun by Jesus and his apostles.

May this truth inspire us to be faithful in our mission to preach the Gospel to all nations, witnessing God's grace and bringing his love to every corner of the world. May we be instruments in the Hands of God to fulfill His Redemptive Purpose, proclaiming the good news of Jesus Christ to all peoples and cultures.

BELIEVED IN THE WORLD

The fifth aspect is that Jesus has been believed in the world. Throughout history, millions of people have put their faith in Christ and experienced the transformation of their lives. In Acts 2:41 we see the immediate impact of the Gospel:

41 So those who received his word were baptized, and about three thousand were added to them that day.

The growth of the early church and the expansion of Christianity over the centuries are testimonies of the Power of the Gospel. In Colossians 1:6, Paul speaks of the fruit of the gospel throughout the world. He says, and I quote:

6 Who has come to you, as from all the world; and it bears fruit and grows, as also in you, from the day that you heard and knew the grace of God in truth,...

Faith in Christ has transformed cultures, nations, and individual lives, showing that the message of the Gospel is truly the Power of God unto salvation.

RECEIVED UP IN GLORY

The sixth and final aspect is that Jesus was received up in glory. This refers to his ascension into heaven, where he is now seated at the right hand of the Father, interceding for us. In Acts 1:9-11, we read of Jesus' ascension:

9 And when he had said these things, when he saw this, he was lifted up; and a cloud received him and took him out of his eyes.

10 And while they were looking up to heaven, while he was going, behold, two men stood beside them in white garments.

11 And they also said to them, "Men of Galilee, what are you looking at heaven?" this same Jesus who was taken from you up into heaven, so will come as you have seen him go into heaven.

Christ's ascension is His final exaltation and glorification, and assures us that He reigns sovereignly over all creation. In Hebrews 1:3, we are told:

3 Who, being the brightness of his glory, and the very image of his substance, and upholding all things by the word of his power, having purged our sins by himself, sat down at the right hand of the Majesty on high,...

Christ's ascension also gives us hope of His return, when He will come to judge the world and establish His Eternal Kingdom.

Conclusion

In conclusion, the mystery of piety is truly great and wonderful. We have seen how every aspect of this mystery reveals the Greatness and Love of God manifested in Jesus Christ. The incarnation, justification in the Spirit, the testimony of angels, preaching to the Gentiles, faith in the world, and ascension in glory are all elements that call us to worship and live for our Lord.

May this knowledge of the mystery of piety lead us to a life of greater devotion, holiness, and mission. May we be faithful in preaching this glorious gospel and in living according to the truth we have received.

Let us pray together: Heavenly Father, we thank you for the wonderful mystery of godliness, revealed in your Son Jesus Christ. Help us to understand more deeply His greatness and to live our lives in response to your Love and Grace. Strengthen our faith, enable us to share the gospel boldly, and guide us in every step of our walk with you. In the Name of the Lord Jesus Christ, amen.

May God bless you abundantly and fill you with his peace and love. So, the Grace, Justice, and Love of our Heavenly Father be with each one of us. Amen!

INTRODUCTION

Chers frères et sœurs en Christ, pour l'épisode de cette occasion, nous explorerons un thème profond et vital pour notre foi, à savoir la manifestation de Dieu dans la chair. Ce mystère, révélé dans la vie et l'œuvre de notre Seigneur Jésus-Christ, est l'essence de l'Évangile et le fondement de notre vie chrétienne. Notre texte principal se trouve dans 1 Timothée 3:16, où l'apôtre Paul nous présente une déclaration condensée et glorieuse de ce mystère. C'est ainsi que dit la Parole du Seigneur      :

16 Et sans contradiction, grand est le mystère de la piété : Dieu s'est manifesté dans la chair ; il a été justifié par l'Esprit ; on l'a vu d'anges ; il a été prêché aux païens ; on l'a cru dans le monde ; Il a été reçu dans la gloire.

En lisant ce verset, nous sommes confrontés à une vérité sublime et puissante : le mystère de la piété est grand. Mais qu'est-ce que cela signifie ? Comment pouvons-nous le comprendre et l'appliquer dans notre vie quotidienne ? Pour répondre à ces questions, nous devons décomposer chaque partie de cette déclaration et explorer sa signification profonde. Poursuivons ce voyage ensemble, avec des cœurs et des esprits ouverts, prêts à être transformés par la Parole de Dieu.

Qu'est-ce que la piété ?

Avant de plonger dans le verset, il est important que nous comprenions ce qu'est la piété. La piété, en termes bibliques, fait référence à une dévotion profonde et respectueuse à Dieu. Il ne s'agit pas simplement d'un comportement extérieur ou d'une série de rituels religieux ; c'est une attitude du cœur qui se manifeste dans une vie d'obéissance, d'amour et de crainte du Seigneur. Dans 1 Timothée 4:8, Paul dit :

8 Car l'exercice corporel est peu profitable ; Mais la piété profite à tout, car elle a la promesse de la vie présente et de la vie à venir.

Ici, Paul nous montre la valeur de la piété : elle a des bienfaits à la fois pour la vie présente et pour l'éternité. La divinité nous relie à Dieu et nous transforme de l'intérieur, impactant tous les aspects de notre existence.

Pourquoi est-ce un mystère ?

Le mot « mystère » dans le Nouveau Testament ne se réfère pas à quelque chose de caché ou d'incompréhensible, mais à quelque chose qui était caché et qui a maintenant été révélé. Dans Colossiens 1:26-27, Paul explique :

26 C'est-à-dire le mystère qui avait été caché de siècles en siècles, mais qui maintenant a été manifesté à ses saints.

27 À qui Dieu a voulu faire connaître les richesses de la gloire de ce mystère parmi les païens ; car Christ est en vous l'espérance de la gloire,

Le mystère de la piété est donc la révélation du plan rédempteur de Dieu par Jésus-Christ. C'est la vérité glorieuse que Dieu s'est fait homme, a vécu parmi nous, est mort pour nos péchés, est ressuscité et est monté au ciel. C'est la révélation que, par la foi en Jésus, nous pouvons avoir une relation personnelle avec Dieu et l'espérance de la vie éternelle.

La grandeur du mystère

Quand Paul dit que ce mystère est « grand », il en souligne l'importance et l'ampleur. Il ne s'agit pas d'une question triviale ou secondaire ; c'est le cœur même de l'Évangile. Ce mystère est grand parce qu'il révèle la nature et le caractère de Dieu, son Amour inconditionnel, Sa Justice parfaite et Sa Grâce infinie. Il nous montre qui est Jésus et ce qu'il a fait pour nous, et nous invite à participer à la Vie Divine.

Dans Éphésiens 3:8-9, Paul exprime son étonnement et sa gratitude d'avoir participé à ce mystère.  La Parole du Seigneur dit ainsi :

8 À moi, qui suis le moindre de tous les saints, a reçu cette grâce de prêcher parmi les païens l'Évangile des richesses insondables du Christ,

9 Et pour faire comprendre à tous ce qu'est la dispensation du mystère caché de tout temps en Dieu, qui a créé toutes choses.

L'apôtre reconnaît l'immense grâce de Dieu qui nous permet de comprendre et de partager ce mystère, et il nous appelle à vivre à la lumière de cette révélation.

Le centre du mystère : Jésus-Christ

Au cœur du mystère de la piété se trouve Jésus-Christ. Il est la manifestation de Dieu dans la chair, l'image du Dieu invisible (Colossiens 1:15). À travers sa vie, sa mort et sa résurrection, Jésus nous révèle qui est Dieu et nous montre le chemin du salut. Chaque phrase de 1 Timothée 3:16 met en évidence un aspect crucial de l'œuvre rédemptrice du Christ et, ensemble, ces aspects nous donnent une vue complète de sa mission et de son ministère.

Jésus lui-même a parlé de son identité et de sa mission de Fils de Dieu. Dans Jean 14:6, Il déclare :

6… Je suis le chemin, la vérité et la vie : personne ne vient au Père que par moi.

Cette déclaration nous rappelle que la vraie piété ne peut être séparée de la personne de Jésus. Le connaître, c'est connaître Dieu, et le suivre, c'est vivre dans la piété.

L'impact du mystère sur nos vies

Le mystère de la piété n'est pas seulement une vérité théologique à comprendre, mais une réalité à vivre. Dans Tite 2:11-12, Paul nous enseigne :

11 Car la grâce de Dieu, qui apporte le salut à tous les hommes, a été révélée.

12 Il nous enseigne que, renonçant à l'impiété et aux désirs du monde, nous devons vivre dans ce monde avec modération, justice et piété,...

La révélation du mystère de la piété doit transformer notre mode de vie. Il nous appelle à rejeter l'impiété et à embrasser une vie de sainteté, de justice et de dévotion. Il nous invite à suivre les traces de Jésus, à l'aimer de tout notre cœur et à servir les autres avec humilité et compassion.

L'espérance du mystère

Enfin, le mystère de la piété nous remplit d'espérance. Nous savons que Jésus n'est pas seulement venu dans ce monde pour nous sauver, mais qu'il est aussi monté au ciel, qu'il reviendrait pour prendre son Église, puis pour régner ensemble avec son épouse. Dans 1 Jean 3:2-3, il nous est promis :

2 Bien-aimés, nous sommes maintenant enfants de Dieu, et ce que nous devons être n'a pas encore été révélé. Mais nous savons que lorsqu'il apparaîtra, nous serons comme lui, car nous le verrons tel qu'il est.

Cette espérance nous motive à vivre une vie pure et pieuse, sachant qu'un jour nous le verrons face à face et que nous serons transformés en son image glorifiée.

Par conséquent, alors que nous explorons « Le mystère de la piété » aujourd'hui, que nos cœurs soient remplis d'émerveillement et de gratitude pour l'œuvre merveilleuse de Dieu en Jésus-Christ. Que cette vérité profonde nous inspire à vivre une vie qui reflète son amour et sa sainteté, et puissions-nous nous engager à partager ce mystère avec un monde qui a besoin d'espérance et de salut.

DIEU S'EST MANIFESTÉ DANS LA CHAIR

Le premier aspect du mystère de la piété est l'incarnation de Dieu. L'affirmation selon laquelle « Dieu s'est manifesté dans la chair » est une vérité centrale et transformatrice du christianisme. L'incarnation est le fondement sur lequel toute notre foi est construite, et sans elle, nous n'aurions pas le Sauveur dont nous avons besoin. Ce miracle divin révèle la profondeur de l'Amour de Dieu et de Son Plan Rédempteur pour l'humanité. Explorons en détail ce que signifie pour Dieu d'être devenu chair et les implications de cette vérité pour nos vies.

L'incarnation du Christ est la plus grande manifestation de l'Amour de Dieu pour l'humanité. Dans Philippiens 2:6-7, Paul nous rappelle l'humilité et le sacrifice de Jésus :

6 Qui, ayant la forme de Dieu, n'a pas considéré comme une usurpation le fait d'être égal à Dieu,

7 Mais il s'est anéanti lui-même, prenant la forme d'un serviteur, fait à la ressemblance des hommes ;

Jésus, étant Dieu, s'est fait homme pour vivre parmi nous, pour comprendre nos luttes et nos tentations, et finalement, pour s'offrir lui-même comme le sacrifice parfait pour nos péchés.

L'incarnation est l'acte par lequel Dieu s'est incarné dans son Fils, où il a pris une nature humaine et s'est fait homme. Ce mystère est clairement décrit dans l'Évangile de Jean 1, 14, qui dit, et je cite :

14 Et ce Verbe s'est fait chair, et il a habité parmi nous, et nous avons vu sa gloire, la gloire du Fils unique du Père), plein de grâce et de vérité.

Le mot « Parole » (ou « Logos » en grec) fait référence à Jésus, qui est le Verbe éternel de Dieu. Cette Parole, qui existait dès le commencement, par laquelle toutes choses ont été créées (Jean 1:1-3), s'est faite chair. L'expression « habité parmi nous » signifie littéralement « tabernacle » ou « dressé sa tente » parmi nous, évoquant l'image du tabernacle de l'Ancien Testament où Dieu habitait au milieu de son peuple.

L'incarnation de Dieu en Jésus-Christ a été prophétisée dans l'Ancien Testament. L'un des passages les plus connus est Ésaïe 7:14, qui dit, et je cite :

14 C'est pourquoi le Seigneur lui-même vous donnera un signe : Voici, la vierge concevra, et enfantera un fils, et elle lui donnera le nom d'Emmanuel.

« Emmanuel » signifie « Dieu avec nous ». Ce nom prophétique révèle le but de l'incarnation : Dieu lui-même viendrait habiter au milieu de son peuple. Cette prophétie s'est accomplie à la naissance de Jésus, comme le rapporte Matthieu 1:22-23 et je cite :

22 Tout cela arriva afin d'accomplir ce qui avait été annoncé par le Seigneur, par le prophète qui avait dit :

23Voici, la vierge concevra et enfantera un fils, et tu lui donneras le nom d'Emmanuel, qui a dit : C'est Dieu avec nous.

L'incarnation n'est pas seulement une doctrine théologique, mais aussi une réalité historique. Jésus de Nazareth a vécu à une époque et dans un lieu spécifiques, interagissant avec des personnes réelles et laissant une marque indélébile dans l'histoire. Les Évangiles nous fournissent un récit détaillé de sa vie, de ses enseignements, de ses miracles, de sa mort et de sa résurrection.

Luc 2:1-7 nous donne un compte rendu détaillé de la naissance de Jésus à Bethléem lors du recensement décrété par l'empereur Auguste. Ce récit historique souligne que l'incarnation s'est produite dans un contexte réel et vérifiable. Jésus n'est pas une figure mythique ou symbolique, mais un personnage historique dont la vie a changé le cours de l'histoire humaine.

L'incarnation de Dieu en Jésus nous montre aussi l'humilité de notre Sauveur. Philippiens 2:6-8 nous donne un aperçu profond de cette humilité. Écouter:

6 Qui, ayant la forme de Dieu, n'a pas considéré comme une usurpation le fait d'être égal à Dieu,

7 Mais il s'est anéanti lui-même, prenant la forme d'un serviteur, fait à la ressemblance des hommes ;

8 Et ayant été trouvé sous la forme de l'homme, il s'est humilié, étant rendu obéissant jusqu'à la mort, la mort sur la croix.

Jésus, étant Dieu, ne s'est pas accroché à ses privilèges divins. Au lieu de cela, Il s'est dépouillé de Sa Gloire, prenant la forme d'un serviteur. Il est né dans une crèche, a grandi dans une famille modeste et a vécu comme un homme ordinaire. Cette humilité a culminé dans sa mort sur la croix, la forme d'exécution la plus humiliante et la plus douloureuse de son temps.

Un aspect crucial de l'incarnation est que Jésus est pleinement Dieu et pleinement homme. Dans Colossiens 2:9, Paul déclare :

9Car en lui habite corporellement toute la plénitude de la Divinité.

Jésus n'a pas cessé d'être Dieu lorsqu'il s'est fait homme. Dans son incarnation, il a assumé une nature humaine tout en restant divin. Cette union de deux natures en une seule personne est un mystère profond, mais fondamental pour notre foi. Jésus pouvait faire l'expérience des faiblesses et des tentations humaines, mais sans péché, et en même temps, il avait la puissance et l'autorité de Dieu.

Hébreux 4:15 souligne l'importance de cette dualité :

15 Car nous n'avons pas de grand prêtre qui ne puisse compatir à nos faiblesses ; mais tentés en tous points selon notre ressemblance, mais sans péché.

Le but premier de l'incarnation était la rédemption de l'humanité. Dieu s'est fait chair pour nous sauver de nos péchés. Dans 1 Jean 4:9-10, il nous est dit :

9 C'est ainsi que l'amour de Dieu s'est manifesté envers nous, en ce que Dieu a envoyé dans le monde son Fils unique, afin que nous vivions par lui.

10 C'est l'amour, non pas que nous ayons aimé Dieu, mais qu'il nous ait aimés et qu'il ait envoyé son Fils pour être la propitiation de nos péchés.

Jésus est devenu le sacrifice parfait et ultime pour nos péchés. Son incarnation lui a permis de vivre une vie parfaite, d'accomplir la loi de Dieu et de s'offrir lui-même comme l'Agneau de Dieu qui enlève le péché du monde (Jean 1:29).

L'incarnation a de profondes implications pour notre vie chrétienne. Tout d'abord, il nous appelle à adorer et à remercier Dieu pour son amour et son sacrifice. L'incarnation est la preuve suprême que Dieu nous aime et qu'il est prêt à tout pour nous sauver.

Deuxièmement, l'incarnation nous enseigne l'humilité et le service. Jésus, étant Dieu, s'est humilié et a servi les autres. Il nous appelle à suivre son exemple d'humilité et de service désintéressé. Dans Saint Jean 13:14-15, après avoir lavé les pieds de ses disciples, Jésus a dit :

14 Car si moi, le Seigneur et le Maître, je vous ai lavé les pieds, vous aussi vous devez vous laver les pieds les uns aux autres.

15 Car je t'ai donné un exemple, afin que tu fasses aussi ce que je t'ai fait.

Troisièmement, l'incarnation nous donne de l'espoir et du réconfort. Jésus comprend nos luttes et nos souffrances parce qu'il les a lui-même vécues. Dans Hébreux 2:17-18, nous lisons :

17 C'est pourquoi il devait être en toutes choses comme les frères, afin de devenir souverain sacrificateur miséricordieux et fidèle dans ce qui est envers Dieu, afin d'expier les péchés du peuple.

18 Car, dans la mesure où il a souffert lui-même en étant tenté, il peut secourir ceux qui sont tentés.

Enfin, l'incarnation nous pousse à la mission. Tout comme Dieu a envoyé son Fils premier-né dans le monde, Jésus nous envoie partager l'Évangile. Dans Jean 20:21, Jésus dit :

21 Alors Jésus leur dit de nouveau : Que la paix soit avec vous ; comme le Père m'a envoyé, moi aussi je vous envoie.

Nous sommes appelés à incarner l'Amour de Dieu dans nos vies et à être des témoins de Jésus dans notre monde. L'incarnation nous met au défi de sortir de notre zone de confort, de nous impliquer dans la vie des autres et de partager le message du salut avec ceux qui ne l'ont pas encore entendu.

Par conséquent, l'incarnation de Dieu en Jésus-Christ est un mystère profond et glorieux qui révèle le Cœur de Dieu et son Plan Rédempteur. Il nous montre la grandeur de son amour, l'humilité de son caractère et le but de notre salut.

JUSTIFIÉ DANS L'ESPRIT

Le deuxième aspect du mystère de la piété que nous trouvons dans 1 Timothée 3:16 est que Jésus a été « justifié dans l'Esprit ». Cette affirmation nous amène à approfondir la relation unique entre Jésus-Christ et le Saint-Esprit, et comment cette relation valide leur identité et leur mission. Par l'œuvre du Saint-Esprit, Jésus est confirmé et déclaré juste et vrai, à la fois dans sa vie terrestre et dans sa résurrection. Explorons ce mystère en détail.

Dès le début de son ministère terrestre, Jésus a été profondément lié à l'Esprit Saint. Dans Luc 3:21-22, nous voyons un événement crucial :

21 Et il arriva que, lorsque tout le peuple fut baptisé, Jésus aussi fut baptisé. et en priant, le ciel s'ouvrit,

22 Et l'Esprit Saint descendit sur lui sous une forme corporelle, comme une colombe, et une voix s'éleva du ciel, disant : Tu es mon Fils bien-aimé, je suis satisfait de toi.

À ce moment du baptême, l'Esprit Saint descend sur Jésus, et la Voix de Dieu confirme son identité de son Fils bien-aimé en qui il prend satisfaction. Cet événement marque le début de son ministère public et témoigne de l'approbation divine. Le Saint-Esprit n'est pas seulement descendu sur Jésus, mais il l'a également renforcé pour son ministère.

Après son baptême, Jésus a été conduit par l'Esprit dans le désert pour être tenté par le diable. Dans Luc 4:1-2, nous lisons :

1 Et Jésus, rempli du Saint-Esprit, revint du Jourdain, et fut conduit par l'Esprit dans le désert

2 Pendant quarante jours, il fut tenté par le diable. Et il n'a rien mangé en ces jours-là, qui étaient passés, il avait faim.

Pendant ce temps, Jésus a affronté la tentation avec la force et la direction du Saint-Esprit. Sa victoire sur la tentation démontre sa droiture et son obéissance parfaite. La présence de l'Esprit Saint dans ces moments critiques souligne que Jésus est le Serviteur de Dieu juste et obéissant.

Le ministère de Jésus était caractérisé par la présence et la puissance du Saint-Esprit. Dans Luc 4:18-19, Jésus, alors qu'il commence son ministère à Nazareth, lit un extrait du livre d'Ésaïe :

18L'Esprit du Seigneur est sur moi, parce qu'il m'a oint pour annoncer la bonne nouvelle aux pauvres, il m'a envoyé pour guérir ceux qui ont le cœur brisé ; Pour annoncer la liberté aux captifs, et la vue aux aveugles ; Pour rendre la liberté à ceux qui sont brisés :

19 Pour annoncer l'année de grâce du Seigneur.

Ici, Jésus déclare que son ministère est oint et renforcé par le Saint-Esprit. Ses miracles, ses enseignements et ses actes de compassion sont une manifestation du pouvoir de l'Esprit. Chaque guérison, chaque délivrance et chaque proclamation du Royaume de Dieu est la preuve que Jésus est justifié dans l'Esprit, c'est-à-dire soutenu et authentifié par la puissance divine.

L'un des moments les plus significatifs où Jésus est justifié par l'Esprit est sa résurrection. Dans Romains 1:3-4, Paul écrit :

3 Au sujet de son Fils, (qui a été fait de la postérité de David selon la chair ;

4 Qui a été déclaré Fils de Dieu avec puissance, selon l'esprit de sainteté, par la résurrection des morts, de Jésus-Christ notre Seigneur,...

La résurrection de Jésus est le point culminant de sa justification dans l'Esprit. Par la puissance du Saint-Esprit, Jésus a vaincu la mort et a été déclaré Fils de Dieu avec puissance. La résurrection confirme sa justice, sa divinité et sa victoire sur le péché et la mort.

La justification de Jésus dans l'Esprit n'est pas seulement une déclaration à son sujet, mais elle a aussi de profondes implications pour nous. Dans Romains 4:25, Paul dit :

25 Qui a été livré pour nos offenses, et qui est ressuscité pour notre justification.

La résurrection de Jésus, accomplie par la puissance de l'Esprit Saint, est à la base de notre justification. Parce que Jésus a été justifié dans l'Esprit, nous pouvons aussi être justifiés par la foi en lui. Sa victoire sur le péché et la mort nous assure que nous pouvons être déclarés justes devant Dieu.

Le Saint-Esprit n'a pas seulement justifié Jésus, mais Il œuvre aussi en nous, croyants. Dans Romains 8:11, Paul écrit :

11 Et si l'Esprit de celui qui a ressuscité Jésus d'entre les morts habite en vous, celui qui a ressuscité Jésus-Christ d'entre les morts vivifiera aussi vos corps mortels par son Esprit qui habite en vous.

Le même Esprit qui a justifié et ressuscité Jésus habite en nous. Cet Esprit nous vivifie, nous sanctifie et nous assure de notre résurrection future. La présence de l'Esprit Saint dans notre vie est une garantie de notre justification et de notre adoption en tant qu'enfants de Dieu.

L'Esprit Saint rend aussi témoignage de la vérité de Jésus et de notre relation avec Dieu. Dans 1 Jean 5:6-8, nous lisons :

6 C'est Jésus-Christ, qui est venu par l'eau et le sang, non seulement par l'eau, mais par l'eau et le sang. Et c'est l'Esprit qui rend témoignage, car l'Esprit est la vérité.

7 Car il y en a trois qui rendent témoignage dans les cieux, le Père, le Verbe et le Saint-Esprit, et ces trois-là sont un.

8 Et il y en a trois qui rendent témoignage sur la terre, l'Esprit, l'eau et le sang, et ces trois s'accordent en un.

Le Saint-Esprit témoigne que Jésus est le Fils de Dieu et confirme la vérité de l'Évangile. Ce témoignage intérieur de l'Esprit dans nos cœurs nous assure de notre salut et nous guide dans la vérité.

La justification de Jésus dans l'Esprit a aussi des implications pour notre sanctification. Dans 1 Corinthiens 6:11, Paul écrit :

11 Et ceux-ci étaient parmi vous, mais vous avez été lavés, mais vous avez été sanctifiés, mais vous avez été justifiés au nom du Seigneur Jésus et par l'Esprit de notre Dieu.

L'Esprit Saint non seulement nous justifie, mais il nous sanctifie aussi. Il nous transforme à l'image du Christ, produisant en nous le fruit de l'Esprit (Galates 5:22-23). Cette œuvre continue de l'Esprit dans notre vie nous permet de vivre dans la justice et la sainteté.

La justification de Jésus dans l'Esprit nous unit aussi à Lui. Dans 1 Corinthiens 12:13, Paul dit :

13Car c'est par un seul Esprit que nous sommes tous baptisés pour former un seul corps, Juif ou Grec, esclaves ou libres. et nous avons tous bu du même Esprit.

Par l'Esprit Saint, nous sommes unis au Christ et à son Corps, l'Église. Cette union nous assure que nous participons à sa justice, à sa vie et à sa victoire. Il nous fait participer à sa mission et nous permet de vivre dans sa puissance.

L'affirmation selon laquelle Jésus était « justifié dans l'Esprit » nous révèle le lien profond entre Jésus et le Saint-Esprit. De son baptême à sa résurrection, l'Esprit Saint confirme et valide l'identité et la mission de Jésus. Cette justification dans l'Esprit non seulement affirme qui est Jésus, mais nous assure également de notre justification et de notre sanctification. Par le Saint-Esprit, nous sommes unis au Christ, rendus capables de vivre dans la justice et l'espérance, et envoyés pour témoigner de sa vérité au monde.

VUE DE LOS ANGELES

Le troisième aspect du mystère de la piété est que Jésus a été « vu par les anges ». Cette citation de 1 Timothée 3:16 nous invite à réfléchir au rôle des anges dans la vie et le ministère de Jésus-Christ. Les anges, en tant qu'êtres spirituels et messagers de Dieu, ont joué un rôle important dans la révélation du Plan Rédempteur de Dieu à travers Jésus. En explorant cet aspect, nous verrons comment les anges ont témoigné de la gloire du Christ à divers moments clés de sa vie et comment sa présence et son ministère affirment la grandeur du mystère de la piété.

L'un des moments forts où les anges étaient présents a été l'annonce de la naissance de Jésus. Dans Luc 1:26-33, nous lisons comment l'ange Gabriel a été envoyé par Dieu à Marie :

26 Et au sixième mois, l'ange Gabriel fut envoyé de la part de Dieu dans une ville de Galilée, appelée Nazareth.

27 Une vierge était fiancée à un homme de la maison de David, nommé Joseph, et le nom de la vierge était Marie.

28 Et l'ange s'approcha de l'endroit où il était, et dit : Je te salue, tu es très favorisé ! le Seigneur est avec toi : bénies es-tu entre toutes les femmes.

29 Mais quand elle le vit, elle fut troublée par ses paroles, et elle se demanda ce que c'était que cette salutation.

30 Alors l'ange lui dit : « Marie, n'aie pas peur, car tu as trouvé grâce auprès de Dieu. »

31 Et voici, tu concevras dans ton sein, et tu enfanteras un fils, et tu lui donneras le nom de Jésus.

32 Cet homme sera grand, et on l'appellera Fils du Très-Haut, et le Seigneur Dieu lui donnera le trône de David, son père.

33 Et il régnera éternellement dans la maison de Jacob ; et il n'y aura pas de fin à son royaume.

L'apparition de Gabriel et son message à Marie annonçaient le début de l'accomplissement du plan de rédemption de Dieu. Les anges, en tant que témoins et messagers célestes, ont été les premiers à annoncer la venue du Messie.

La naissance de Jésus a également été annoncée par un ange aux bergers dans les champs près de Bethléem. Dans Luc 2:8-14, nous lisons :

8 Et il y avait dans le même pays des bergers qui veillaient et gardaient la nuit sur leurs troupeaux.

9 Et voici, l'ange du Seigneur vint sur eux, et l'éclat de Dieu les entoura de clarté. et ils étaient très effrayés.

10 Mais l'ange leur dit : N'ayez pas peur ; car voici, je vous annonce une bonne nouvelle, une grande joie, qui sera pour tout le peuple.

11 Qu'un Sauveur vous est né aujourd'hui dans la ville de David, qui est le Christ, le Seigneur.

12 Et ceci sera un signe pour vous : vous trouverez l'enfant emmailloté, couché dans une mangeoire.

13 Et soudain une multitude d'armées célestes vint avec l'ange, louant Dieu, en disant :

14 Gloire au plus haut des cieux à Dieu, et paix sur la terre, bienveillance envers les hommes.

Les anges n'ont pas seulement annoncé la naissance de Jésus, mais ils ont également adoré et glorifié Dieu pour le don de son Fils. Son apparition céleste souligne l'importance de l'événement et la joie qu'il apporte au monde.

Les anges ont été présents à plusieurs moments cruciaux du ministère de Jésus. Après sa tentation dans le désert, des anges sont venus et l'ont servi. Dans Matthieu 4:11, nous lisons :

11 Alors le diable le quitta, et voici, les anges vinrent le servir.

Cet acte de service céleste montre l'attention de Dieu pour son Fils et l'affirmation de sa mission après avoir résisté aux tentations de Satan.

Pendant l'agonie de Jésus dans le jardin de Gethsémani, un ange est apparu pour le fortifier. Dans Luc 22:41-43, nous lisons :

41 Et il s'éloigna d'eux comme un jet de pierre ; Et il s'agenouilla et pria :

42 En disant : Père, si tu le veux, passe de moi cette coupe ; mais que ce ne soit pas ma volonté, mais la tienne.

43 Et un ange du ciel lui apparut et le consola

Ce moment de profonde angoisse et de prière montre l'humanité de Jésus et sa dépendance du Père. L'apparition de l'ange pour le fortifier souligne la gravité du moment et la nécessité du soutien divin.

Des anges étaient également présents lors de la résurrection de Jésus. Ce sont eux qui ont annoncé la résurrection aux femmes qui sont allées au tombeau. Dans Matthieu 28:2-6, nous lisons :

2 Et voici, il se produisit un grand tremblement de terre, car l'ange du Seigneur, descendant du ciel et venant, avait roulé la pierre et s'était assis dessus.

3 Et son aspect était comme l'éclair, et son vêtement était blanc comme la neige.

4 Et les gardes furent stupéfaits de lui, et ils furent faits comme morts.

5 Et l'ange répondit et dit aux femmes : N'ayez pas peur ; car je sais que vous cherchez Jésus, qui a été crucifié.

6Il n'est pas ici ; Car il est ressuscité, comme il l'a dit. Venez, voyez le lieu où le Seigneur a été déposé.

Les anges ont été les premiers à proclamer la victoire de Jésus sur la mort, témoignant de la résurrection et assurant aux disciples que Jésus avait accompli sa promesse.

Lors de l'ascension de Jésus, des anges étaient à nouveau présents pour témoigner et assurer les disciples de son retour futur. Dans Actes 1:10-11, nous lisons :

10 Et comme ils levaient les yeux vers le ciel, comme il s'en allait, voici, deux hommes se tenaient à côté d'eux, vêtus de vêtements blancs.

11 Et ils leur dirent aussi : « Hommes de Galilée, que regardez-vous au ciel ? » ce même Jésus qui a été enlevé du milieu de vous au ciel, ainsi viendra comme vous l'avez vu aller au ciel.

Les anges n'ont pas seulement été témoins de l'ascension de Jésus, mais ils ont également proclamé sa venue future, réaffirmant l'espérance de la venue du Christ plus tôt.

Les anges sont également présents dans l'exaltation de Jésus-Christ au ciel. Dans Apocalypse 5:11-12, nous lisons :

11 Et je regardai, et j'entendis la voix d'un grand nombre d'anges autour du trône, et des bêtes, et des vieillards ; et la multitude d'entre eux était des millions et des millions,

12 Qui dit d'une voix forte : L'Agneau qui a été immolé est digne de prendre la puissance, la richesse, la sagesse, la force, l'honneur, la gloire et la louange.

L'adoration céleste des anges met en évidence l'exaltation et la dignité de Jésus-Christ en tant qu'Agneau immolé qui est maintenant assis à la droite de Dieu.

La présence et le ministère des anges dans la vie de Jésus ont plusieurs implications importantes pour notre foi. Tout d'abord, il souligne l'unicité et la divinité de Jésus. Les anges, en tant qu'êtres célestes, rendent hommage et service à Jésus, témoignant de sa suprématie et de sa gloire.

Deuxièmement, l'implication des anges dans les moments clés du ministère de Jésus réaffirme la vérité de l'Évangile. Leur témoignage et leur annonce confirment les événements fondamentaux de la vie, de la mort et de la résurrection de Jésus, nous assurant de la véracité du message chrétien.

Troisièmement, la relation de Jésus avec les anges nous rappelle le lien entre le céleste et le terrestre. Les anges servent de messagers et d'agents de Dieu, révélant sa volonté et agissant en son nom. Sa présence dans la vie de Jésus nous invite à vivre avec une conscience de la réalité spirituelle et à chercher la direction et la protection de Dieu dans notre propre vie.

Le fait que Jésus ait été « vu par les anges » nous révèle la dimension céleste de sa vie et de son ministère. Les anges, en tant que témoins et messagers de Dieu, ont joué un rôle crucial dans la révélation du mystère de la piété. Sa présence aux moments clés de l'incarnation, du ministère, de la passion, de la résurrection et de l'ascension de Jésus souligne la grandeur de sa mission et la véracité de l'Évangile.

PRÊCHÉ AUX GENTILS

Le quatrième aspect du mystère de la piété mentionné dans 1 Timothée 3:16 est que Jésus a été « prêché aux païens ». Cette déclaration souligne l'universalité de l'Évangile et la mission de porter la bonne nouvelle de Jésus-Christ au-delà du peuple d'Israël, atteignant toutes les nations. Ce point nous invite à explorer l'extension du message de l'Évangile aux païens et l'importance de cette mission dans le plan rédempteur de Dieu. Ce faisant, nous verrons comment la prédication aux païens est profondément enracinée dans les Écritures et comment elle a transformé le monde à travers les siècles.

Dans l'Ancien Testament, nous voyons des indications que le salut de Dieu ne se limitait pas à Israël, mais s'étendrait à toutes les nations. Dans Genèse 12:3, Dieu fait une promesse à Abraham :

3 Et je bénirai ceux qui te béniront, et je maudirai ceux qui te maudiront, et en toi toutes les familles de la terre seront bénies.

Cette promesse est répétée dans Genèse 22:18 et montre que, dès le début, le plan de Dieu incluait la bénédiction de toutes les nations par la postérité d'Abraham. Cette bénédiction trouve son accomplissement en Jésus-Christ et dans la prédication de l'Évangile aux païens.

Au cours de son ministère terrestre, Jésus lui-même a donné des indications que sa mission incluait les païens. Dans Matthieu 8:5-13, Jésus guérit le serviteur d'un centurion romain, et au verset 10, Jésus dit :

10 … En vérité, je vous le dis, je n'ai pas trouvé autant de foi, même en Israël.

Cet incident montre que Jésus a reconnu une foi authentique en un païen et qu'il était disposé à répondre à cette foi. De plus, dans Jean 4, Jésus a une conversation profonde avec une Samaritaine, ce qui était significatif parce que les Samaritains étaient considérés comme des étrangers et méprisés par les Juifs. Jésus lui révèle son identité en tant que Messie et elle apporte la nouvelle à son peuple, ce qui fait que de nombreux Samaritains croient en lui.

Avant de monter au ciel, Jésus a donné à ses disciples l'ordre d'apporter l'Évangile à toutes les nations. Dans Matthieu 28:19-20, Jésus dit :

19C'est pourquoi, va, instruis tous les païens, les baptisant au nom du Père, du Fils et du Saint-Esprit.

20 Je leur enseigne à observer tout ce que je vous ai prescrit, et voici, je suis avec vous tous les jours, jusqu'à la fin du monde. Amen.

Ce mandat, connu sous le nom de Grande Commission, indique clairement que le message de l'Évangile doit être proclamé à toutes les nations, sans exception. Jésus établit que son œuvre rédemptrice est pour tous, Juifs et Gentils.

Le jour de la Pentecôte, décrit dans Actes 2, marque un moment charnière dans la propagation de l'Évangile. Le Saint-Esprit descend sur les disciples et leur donne la capacité de parler dans différentes langues, permettant aux gens de différentes nations d'entendre les merveilles de Dieu dans leur propre langue. Dans Actes 2:5-6, nous lisons :

5 Alors vivaient à Jérusalem des Juifs de toutes les nations qui étaient sous le ciel.

6 Et quand ce bruit se fit, la foule se rassembla. Et ils étaient confus, parce que chacun les entendait parler sa propre langue.

Cet événement a non seulement montré la puissance de l'Esprit Saint, mais a également symbolisé la portée universelle de l'Évangile. À partir de ce moment, les disciples ont commencé à accomplir la Grande Commission, portant le message de Jésus au-delà des frontières d'Israël.

Une étape importante dans la diffusion de l'Évangile aux nations est la vision de Pierre et sa rencontre avec Corneille, un centurion romain. Dans Actes 10, Pierre reçoit une vision dans laquelle Dieu lui montre qu'il ne doit pas appeler impur ce qu'il a purifié. Peu de temps après, Pierre est appelé à la maison de Corneille, où il prêche l'Évangile et l'Esprit Saint descend sur tous ceux qui l'écoutent, confirmant que le salut est aussi pour les païens. Dans Actes 10:34-35, Pierre déclare :

34...En vérité, je trouve que Dieu ne fait pas acception de personnes ;

35 Mais toute nation qui le craint et qui fait la justice, elle l'a apprécié.

Cet événement a été un tournant, car il a montré aux premiers chrétiens que l'Évangile était destiné à tous, sans distinction de race ou de nationalité.

L'apôtre Paul, connu sous le nom d'apôtre des Gentils, a joué un rôle crucial dans la propagation de l'Évangile. Dès le début de son ministère, Paul a été chargé par Jésus lui-même, dans une manifestation splendide dans la Lumière, d'apporter l'Évangile aux païens. Dans Actes 9:15, le Seigneur parle de Paul à Ananias, et il dit, et je cite :

15 Et le Seigneur lui dit : Va, car c'est l'instrument que j'ai choisi, afin qu'il porte mon nom devant les nations, les rois et les enfants d'Israël.

Tout au long de son ministère, Paul a beaucoup voyagé à travers l'Empire romain, prêchant l'Évangile aux païens, établissant des églises et écrivant des lettres qui forment une partie substantielle du Nouveau Testament. Son travail missionnaire et ses écrits ont joué un rôle déterminant dans la propagation du christianisme parmi les Gentils.

L'inclusion des païens dans le peuple de Dieu était un thème central dans les enseignements de Paul. Dans Éphésiens 2:11-13, Paul explique :

11 Souvenez-vous donc qu'autrefois, vous les païens dans la chair, que l'on appelait incirconcis à cause de ce qu'on appelle la circoncision, faits de main dans la chair ;

12 Qu'en ce temps-là vous étiez sans Christ, éloignés du royaume d'Israël, et étrangers aux alliances de la promesse, sans espérance et sans Dieu dans le monde.

13 Mais maintenant, en Jésus-Christ, vous qui étiez autrefois éloignés, vous avez été rapprochés par le sang du Christ.

Par le Christ, les païens ont été réconciliés avec Dieu et ont participé aux promesses de Dieu. Cette inclusion est une manifestation de l'Amour et de la Grâce de Dieu, qui étend le salut à tous les hommes.

Depuis les premiers siècles, l'Évangile a eu un impact mondial, transformant des vies et des cultures dans le monde entier. La prédication aux païens a eu pour résultat la croissance de l'église et la propagation du christianisme dans toutes les nations. Tout au long de l'histoire, les missionnaires ont apporté le message de Jésus dans des endroits reculés, faisant face à des défis et des persécutions, mais voyant aussi la puissance transformatrice de l'Évangile en action.

La mission de prêcher l'Évangile aux païens se poursuit aujourd'hui. L'Église est appelée à être une lumière pour les nations, en apportant le message de l'espérance et de la rédemption dans tous les coins du monde. Dans Romains 10:14-15, Paul écrit :

14 Comment donc invoqueront-ils celui en qui ils n'ont pas cru ? Et comment croiront-ils celui dont ils n'ont pas entendu parler ? Et comment peuvent-ils entendre sans que quelqu'un leur prêche ?

15 Et comment prêcheront-ils s'ils ne sont pas envoyés ? Comme il est écrit : « Qu'ils sont beaux les pieds de ceux qui prêchent l'Évangile de paix, de ceux qui prêchent l'Évangile des bonnes choses ! »

Cet appel à la mission nous rappelle l'importance d'annoncer l'Évangile et d'être des témoins du Christ dans toutes les nations, en apportant son amour et sa vérité à tous ceux qui ne l'ont pas encore entendu.

Le fait que Jésus ait été « prêché aux païens » révèle l'universalité de l'Évangile et le caractère inclusif du plan rédempteur de Dieu. De la promesse faite à Abraham à la Grande Commission, l'œuvre du Saint-Esprit à la Pentecôte, nous voyons que le dessein de Dieu est que toutes les nations soient bénies par Jésus-Christ. La mission de l'Église est d'apporter ce message de salut à tous, sans distinction, en continuant l'œuvre commencée par Jésus et ses apôtres.

Que cette vérité nous inspire à être fidèles dans notre mission de prêcher l'Évangile à toutes les nations, en témoignant de la grâce de Dieu et en apportant son amour dans tous les coins du monde. Puissions-nous être des instruments entre les mains de Dieu pour accomplir son dessein rédempteur, en proclamant la bonne nouvelle de Jésus-Christ à tous les peuples et à toutes les cultures.

CROYANT DANS LE MONDE

Le cinquième aspect est que Jésus a été cru dans le monde. Tout au long de l'histoire, des millions de personnes ont mis leur foi en Christ et ont vécu la transformation de leur vie. Dans Actes 2:41, nous voyons l'impact immédiat de l'Évangile :

41 Ceux qui reçurent sa parole furent baptisés, et ce jour-là il en compta environ trois mille.

La croissance de l'Église primitive et l'expansion du christianisme au cours des siècles sont des témoignages de la puissance de l'Évangile. Dans Colossiens 1:6, Paul parle du fruit de l'Évangile dans le monde entier. Il dit, et je cite :

6 Qui est venu à toi, comme de tout le monde, et elle porte du fruit et croît, comme en vous, depuis le jour où vous avez entendu et connu la grâce de Dieu en vérité,...

La foi en Christ a transformé les cultures, les nations et les vies individuelles, montrant que le message de l'Évangile est vraiment la puissance de Dieu pour le salut.

REÇU DANS LA GLOIRE

Le sixième et dernier aspect est que Jésus a été reçu dans la gloire. Il s'agit de son ascension au ciel, où il est maintenant assis à la droite du Père, intercédant pour nous. Dans Actes 1:9-11, nous lisons à propos de l'ascension de Jésus :

9 Et quand il eut dit ces choses, quand il vit cela, il fut élevé ; et une nuée le reçut et l'ôta de ses yeux.

10 Et comme ils levaient les yeux vers le ciel, comme il s'en allait, voici, deux hommes se tenaient à côté d'eux, vêtus de vêtements blancs.

11 Et ils leur dirent aussi : « Hommes de Galilée, que regardez-vous au ciel ? » ce même Jésus qui a été enlevé du milieu de vous au ciel, ainsi viendra comme vous l'avez vu aller au ciel.

L'ascension du Christ est son exaltation et sa glorification finales, et nous assure qu'il règne souverainement sur toute la création. Dans Hébreux 1:3, il nous est dit :

3 Qui, étant l'éclat de sa gloire et l'image même de son essence, et soutenant toutes choses par la parole de sa puissance, ayant purifié nos péchés par lui-même, s'est assis à la droite de la majesté céleste,...

L'ascension du Christ nous donne aussi l'espérance de son retour, lorsqu'il viendra juger le monde et établir son royaume éternel.

Conclusion

En conclusion, le mystère de la piété est vraiment grand et merveilleux. Nous avons vu comment chaque aspect de ce mystère révèle la grandeur et l'amour de Dieu manifestés en Jésus-Christ. L'incarnation, la justification dans l'Esprit, le témoignage des anges, la prédication aux païens, la foi dans le monde et l'ascension dans la gloire sont tous des éléments qui nous appellent à adorer et à vivre pour notre Seigneur.

Puisse cette connaissance du mystère de la piété nous conduire à une vie de plus grande dévotion, sainteté et mission. Puissions-nous être fidèles dans la prédication de cet Évangile glorieux et dans la vie selon la vérité que nous avons reçue.

Prions ensemble : Père céleste, nous te remercions pour le merveilleux mystère de la piété, révélé en ton Fils Jésus-Christ. Aide-nous à comprendre plus profondément Sa grandeur et à vivre nos vies en réponse à ton Amour et à Grâce. Fortifie notre foi, permets-nous de faire connaître l'Évangile avec audace et guide-nous à chaque étape de notre marche avec toi. Au Nom du Seigneur Jésus-Christ, amen.

Que Dieu vous bénisse abondamment et vous remplisse de sa paix et de son amour. Ainsi, que la Grâce, la Justice et l'Amour de notre Père Céleste soient avec chacun de nous. Amen! 

INTRODUÇÃO

Queridos irmãos e irmãs em Cristo, para o episódio desta ocasião exploraremos um tema profundo e vital para a nossa fé, que é o da Manifestação de Deus na carne. Este mistério, revelado na vida e obra de nosso Senhor Jesus Cristo, é a essência do Evangelho e o fundamento de nossa vida cristã. Nosso texto principal é encontrado em 1 Timóteo 3:16, onde o apóstolo Paulo nos apresenta uma declaração condensada e gloriosa desse mistério. É assim que diz a Palavra do Senhor :

16 E sem contradição grande é o mistério da piedade: Deus se manifestou em carne; ele foi justificado com o Espírito; foi visto de anjos; foi pregado aos gentios; ele foi acreditado no mundo; Ele foi recebido em glória.

Ao lermos este versículo, somos confrontados com uma verdade sublime e poderosa: o mistério da piedade é grande. Mas o que isso significa? Como podemos entendê-lo e aplicá-lo em nossas vidas diárias? Para responder a essas perguntas, precisamos detalhar cada parte dessa afirmação e explorar seu significado mais profundo. Vamos fazer essa jornada juntos, com corações e mentes abertos e dispostos a serem transformados pela Palavra de Deus.

O que é piedade?

Antes de mergulharmos no versículo, é importante entendermos o que é piedade. A piedade, em termos bíblicos, refere-se a uma devoção profunda e reverente a Deus. Não é simplesmente um comportamento externo ou uma série de rituais religiosos; é uma atitude do coração que se manifesta em uma vida de obediência, amor e temor ao Senhor. Em 1 Timóteo 4:8, Paulo diz:

8 Pois o exercício corporal é proveitoso para pouco; mas a piedade aproveita para todas as coisas, porque tem a promessa desta vida presente e da vida futura.

Aqui, Paulo nos mostra o valor da piedade: ela traz benefícios tanto para a vida presente quanto para a eternidade. A piedade nos conecta a Deus e nos transforma de dentro para fora, impactando todos os aspectos de nossa existência.

Por que é um mistério?

A palavra "mistério" no Novo Testamento não se refere a algo oculto ou incompreensível, mas a algo que estava oculto e agora foi revelado. Em Colossenses 1:26-27, Paulo explica:

26 a saber, o mistério que estivera oculto desde os séculos e séculos, mas agora se manifestou aos seus santos;

27 aos quais aprouve a Deus dar a conhecer as riquezas da glória deste mistério entre os gentios; porque Cristo é em vós a esperança da glória;

O mistério da piedade é, portanto, a revelação do plano redentor de Deus por meio de Jesus Cristo. É a gloriosa verdade de que Deus se tornou homem, viveu entre nós, morreu por nossos pecados, ressuscitou e ascendeu ao céu. É a revelação de que, por meio da fé em Jesus, podemos ter um relacionamento pessoal com Deus e a esperança da Vida Eterna.

A grandeza do mistério

Quando Paulo diz que esse mistério é "grande", ele está ressaltando sua importância e magnitude. Não é uma questão trivial ou secundária; é o próprio coração do Evangelho. Este mistério é grande porque revela a natureza e o caráter de Deus, Seu Amor incondicional, Sua Justiça Perfeita e Sua Graça infinita. Ele nos mostra quem é Jesus e o que ele fez por nós, e nos convida a participar da Vida Divina.

Em Efésios 3:8-9, Paulo expressa seu espanto e gratidão por ser um participante desse mistério.  A Palavra do Senhor diz assim:

8 A mim, que sou o menor de todos os santos, me foi dada esta graça de pregar entre os gentios o evangelho das insondáveis riquezas de Cristo,

9 E para esclarecer a todos qual é a dispensação do mistério oculto desde os séculos em Deus, que criou todas as coisas.

O apóstolo reconhece a imensa graça de Deus em nos fazer compreender e compartilhar esse mistério, e nos chama a viver à luz dessa revelação.

O Centro do Mistério: Jesus Cristo

No coração do mistério da piedade está Jesus Cristo. Ele é a manifestação de Deus na carne, a imagem do Deus invisível (Colossenses 1:15). Por meio de sua vida, morte e ressurreição, Jesus nos revela quem é Deus e nos mostra o caminho para a salvação. Cada frase em 1 Timóteo 3:16 destaca um aspecto crucial da obra redentora de Cristo e, juntos, esses aspectos nos dão uma visão completa de Sua missão e ministério.

O próprio Jesus falou de sua identidade e missão como Filho de Deus. Em João 14:6, Ele afirma:

6… Eu sou o caminho, e a verdade, e a vida: ninguém vem ao Pai senão por mim.

Esta declaração nos lembra que a verdadeira piedade não pode ser separada da pessoa de Jesus. Conhecê-Lo é conhecer a Deus, e segui-Lo é viver em piedade.

O impacto do mistério em nossas vidas

O mistério da piedade não é apenas uma verdade teológica a ser compreendida, mas uma realidade a ser vivida. Em Tito 2:11-12, Paulo nos ensina:

11 Porque a graça de Deus, que traz salvação a todos os homens, foi revelada.

12 ensinando-nos que, renunciando à impiedade e aos desejos mundanos, vivamos neste mundo com temperança, justiça e piedade,...

A revelação do mistério da piedade deve transformar nosso modo de vida. Ele nos chama a rejeitar a impiedade e a abraçar uma vida de santidade, justiça e devoção. Ele nos convida a seguir os passos de Jesus, a amá-lo de todo o coração e a servir os outros com humildade e compaixão.

A esperança do mistério

Por fim, o mistério da piedade enche-nos de esperança. Sabemos que Jesus não só veio a este mundo para nos salvar, mas também subiu ao céu, voltaria para tomar Sua Igreja, e depois reinar junto com Sua Esposa. Em 1 João 3:2-3, nos é prometido:

2 Amados, agora somos filhos de Deus, e o que havemos de ser ainda não foi revelado; mas sabemos que, quando ele aparecer, seremos semelhantes a ele, pois o veremos como ele é.

Essa esperança nos motiva a viver uma vida pura e piedosa, sabendo que um dia O veremos face a face e seremos transformados em Sua Imagem Glorificada.

Portanto, ao explorarmos "O Mistério da Divindade" hoje, que nossos corações se encham de admiração e gratidão pela maravilhosa obra de Deus em Cristo Jesus. Que esta verdade profunda nos inspire a viver uma vida que reflita seu amor e santidade, e que possamos nos comprometer a compartilhar esse mistério com um mundo que precisa de esperança e salvação.

DEUS SE MANIFESTOU NA CARNE

O primeiro aspecto do mistério da piedade é a encarnação de Deus. A afirmação de que "Deus se manifestou em carne" é uma verdade central e transformadora do cristianismo. A encarnação é o alicerce sobre o qual toda a nossa fé é edificada e, sem ela, não teríamos o Salvador de que precisamos. Este milagre divino revela a profundidade do Amor de Deus e Seu Plano Redentor para a humanidade. Vamos explorar em detalhes o que significa para Deus ter se tornado carne e as implicações dessa verdade para nossas vidas.

A encarnação de Cristo é a maior manifestação do Amor de Deus pela humanidade. Em Filipenses 2:6-7, Paulo nos lembra da humildade e do sacrifício de Jesus:

6 o qual, sendo em forma de Deus, não teve por usurpação ser igual a Deus;

7 Mas ele se esvaziou, assumindo a forma de servo, feito à semelhança dos homens;

Jesus, sendo Deus, tornou-se homem para viver entre nós, para compreender nossas lutas e tentações e, finalmente, para se oferecer como o sacrifício perfeito por nossos pecados.

A encarnação é o ato pelo qual Deus se encarnou em Seu Filho, onde assumiu uma natureza humana e se tornou homem. Este mistério é claramente descrito no Evangelho de João 1:14, que diz, e cito:

14 E esse Verbo se fez carne e habitou entre nós (e vimos a sua glória, glória como do unigênito do Pai), cheio de graça e de verdade.

A palavra "Verbo" (ou "Logos" em grego) refere-se a Jesus, que é a Palavra Eterna de Deus. Esta Palavra, que existia desde o princípio, através da qual todas as coisas foram criadas (João 1:1-3), tornou-se carne. A frase "habitou entre nós" significa literalmente "tabernáculo" ou "armou sua tenda" entre nós, evocando a imagem do tabernáculo do Antigo Testamento onde Deus habitava no meio de seu povo.

A encarnação de Deus em Jesus Cristo foi profetizada no Antigo Testamento. Uma das passagens mais conhecidas é Isaías 7:14, que diz, e cito:

14 Por isso o próprio Senhor vos dará um sinal: Eis que a virgem conceberá, e dará à luz um filho, e lhe chamará Emanuel.

"Emanuel" significa "Deus conosco". Este nome profético revela o propósito da encarnação: o próprio Deus viria habitar no meio de seu povo. Esta profecia foi cumprida no nascimento de Jesus, conforme narrado em Mateus 1:22-23 e cito:

22 Tudo isso aconteceu para que se cumprisse o que fora dito pelo Senhor, pelo profeta que disse:

23Eis que a virgem conceberá e dará à luz um filho, e lhe porás o nome de Emanuel, que declarou: Está conosco Deus.

A encarnação não é apenas uma doutrina teológica, mas também uma realidade histórica. Jesus de Nazaré viveu em um tempo e lugar específicos, interagindo com pessoas reais e deixando uma marca indelével na história. Os Evangelhos nos fornecem um relato detalhado de sua vida, ensinamentos, milagres, morte e ressurreição.

Lucas 2:1-7 nos dá um relato detalhado do nascimento de Jesus em Belém durante o censo decretado pelo imperador Augusto. Este relato histórico ressalta que a encarnação ocorreu em um contexto real e verificável. Jesus não é uma figura mítica ou simbólica, mas uma pessoa histórica cuja vida mudou o curso da história humana.

A encarnação de Deus em Jesus também nos mostra a humildade de nosso Salvador. Filipenses 2:6-8 nos dá uma visão profunda dessa humildade. Escutar:

6 o qual, sendo em forma de Deus, não teve por usurpação ser igual a Deus;

7 Mas ele se esvaziou, assumindo a forma de servo, feito à semelhança dos homens;

8 E, achado em forma de homem, humilhou-se a si mesmo, fazendo-se obediente até a morte, e morte de cruz.

Jesus, sendo Deus, não se apegou aos Seus privilégios divinos. Em vez disso, Ele se esvaziou de Sua Glória, assumindo a forma de servo. Ele nasceu em uma manjedoura, cresceu em uma família humilde e viveu como um homem comum. Essa humildade culminou em sua morte na cruz, a forma de execução mais humilhante e dolorosa de seu tempo.

Um aspecto crucial da encarnação é que Jesus é totalmente Deus e totalmente homem. Em Colossenses 2:9, Paulo afirma:

9Pois nele habita corporalmente toda a plenitude da divindade;

Jesus não deixou de ser Deus quando se fez homem. Em Sua encarnação, Ele assumiu uma natureza humana enquanto permanecia divino. Esta união de duas naturezas numa só pessoa é um mistério profundo, mas fundamental para a nossa fé. Jesus podia experimentar as fraquezas e tentações humanas, mas sem pecado e, ao mesmo tempo, tinha o poder e a autoridade de Deus.

Hebreus 4:15 destaca a importância dessa dualidade:

15 Pois não temos sumo sacerdote que não possa compadecer-se das nossas fraquezas; mas tentados em tudo segundo a nossa semelhança, mas sem pecado.

O objetivo principal da encarnação era a redenção da humanidade. Deus se tornou carne para nos salvar de nossos pecados. Em 1 João 4:9-10, somos informados:

9 Nisto se manifestou o amor de Deus para conosco, em que Deus enviou o seu Filho unigênito ao mundo, para que por ele vivamos.

10 Nisto consiste o amor: não em que nós tenhamos amado a Deus, mas em que ele nos amou a nós, e enviou seu Filho para propiciação pelos nossos pecados.

Jesus se tornou o sacrifício perfeito e final por nossos pecados. Sua encarnação o capacitou a viver uma vida perfeita, cumprir a lei de Deus e se oferecer como o Cordeiro de Deus que tira o pecado do mundo (João 1:29).

A encarnação tem profundas implicações para nossa vida cristã. Primeiro, nos chama a adorar e agradecer a Deus por Seu Amor e Sacrifício. A encarnação é a prova suprema de que Deus nos ama e está disposto a fazer qualquer coisa para nos salvar.

Em segundo lugar, a encarnação nos ensina sobre humildade e serviço. Jesus, sendo Deus, humilhou-se e serviu aos outros. Ele nos chama a seguir seu exemplo de humildade e serviço altruísta. Em São João 13:14-15, depois de lavar os pés de seus discípulos, Jesus disse:

14 Pois, se eu, o Senhor e o Mestre, lavei os pés de vocês, vocês também devem lavar os pés uns dos outros.

15 Pois eu vos dei o exemplo, para que, como eu vos fiz, vós também façais.

Terceiro, a encarnação nos dá esperança e conforto. Jesus entende nossas lutas e sofrimentos porque Ele mesmo os experimentou. Em Hebreus 2:17-18 lemos:

17 Portanto, em tudo devia ser semelhante aos irmãos, para se tornar sumo sacerdote misericordioso e fiel no que é para com Deus, para fazer expiação pelos pecados do povo.

18 Porque, visto que ele mesmo sofreu sendo tentado, pode socorrer os que são tentados.

Finalmente, a encarnação nos impele à missão. Assim como Deus enviou Seu Filho Primogênito ao mundo, Jesus nos envia para compartilhar o Evangelho. Em João 20:21, Jesus diz:

21 Então Jesus lhes disse novamente: "Paz seja convosco: assim como o Pai me enviou, também eu vos envio a vós".

Somos chamados a incorporar o Amor de Deus em nossas vidas e a ser testemunhas de Jesus em nosso mundo. A encarnação nos desafia a sair de nossa zona de conforto, a nos envolver na vida dos outros e a compartilhar a mensagem da salvação com aqueles que ainda não a ouviram.

Portanto, a encarnação de Deus em Jesus Cristo é um mistério profundo e glorioso que revela o Coração de Deus e seu Plano Redentor. Ele nos mostra a grandeza de Seu amor, a humildade de Seu caráter e o propósito de nossa salvação.

JUSTIFICADO NO ESPÍRITO

O segundo aspecto do mistério da piedade que encontramos em 1 Timóteo 3:16 é que Jesus foi "justificado no Espírito". Essa afirmação nos leva a aprofundar a relação única entre Jesus Cristo e o Espírito Santo, e como essa relação valida sua identidade e missão. Por meio da obra do Espírito Santo, Jesus é confirmado e declarado justo e verdadeiro, tanto em sua vida terrena quanto em sua ressurreição. Vamos explorar esse mistério em detalhes.

Desde o início do seu ministério terreno, Jesus esteve profundamente ligado ao Espírito Santo. Em Lucas 3:21-22, vemos um evento crucial:

21 E aconteceu que, sendo todo o povo batizado, também Jesus foi batizado. e rezando, o céu se abriu,

22 E o Espírito Santo desceu sobre ele em forma corporal, como pomba, e uma voz se fez do céu, dizendo: Tu és o meu Filho amado; estou satisfeito contigo.

Neste momento do batismo, o Espírito Santo desce sobre Jesus, e a Voz de Deus confirma sua identidade como seu Filho amado em quem ele se contenta. Este evento marca o início de seu ministério público e mostra a aprovação divina. O Espírito Santo não apenas desceu sobre Jesus, mas também o capacitou para seu ministério.

Após Seu batismo, Jesus foi conduzido pelo Espírito ao deserto para ser tentado pelo diabo. Em Lucas 4:1-2, lemos:

1 E Jesus, cheio do Espírito Santo, voltou do Jordão, e foi conduzido pelo Espírito ao deserto

2 Por quarenta dias, e ele foi tentado pelo diabo. E ele não comeu nada naqueles dias, que já haviam passado, ele estava com fome.

Durante esse tempo, Jesus enfrentou a tentação com a força e a orientação do Espírito Santo. Sua vitória sobre a tentação demonstra sua retidão e perfeita obediência. A presença do Espírito Santo nestes momentos críticos sublinha que Jesus é o Servo justo e obediente de Deus.

O ministério de Jesus foi caracterizado pela Presença e Poder do Espírito Santo. Em Lucas 4:18-19, Jesus, ao iniciar seu ministério em Nazaré, lê o livro de Isaías:

18O Espírito do Senhor está sobre mim, porque me ungiu para pregar boas novas aos pobres; Para proclamar liberdade aos cativos e vista aos cegos; Para libertar os quebrados:

19 para pregar o ano aceitável do Senhor.

Aqui, Jesus declara que seu ministério é ungido e capacitado pelo Espírito Santo. Seus milagres, ensinamentos e atos de compaixão são uma manifestação do Poder do Espírito. Toda cura, toda libertação e toda proclamação do Reino de Deus é evidência de que Jesus é justificado no Espírito, isto é, apoiado e autenticado pelo Poder Divino.

Um dos momentos mais significativos em que Jesus é justificado no Espírito é em sua ressurreição. Em Romanos 1:3-4, Paulo escreve:

3 Quanto a seu Filho (que foi feito da descendência de Davi segundo a carne;

4 o qual foi declarado Filho de Deus com poder, segundo o espírito de santidade, pela ressurreição dos mortos, de Jesus Cristo, nosso Senhor,...

A ressurreição de Jesus é o culminar de sua justificação no Espírito. Através do poder do Espírito Santo, Jesus venceu a morte e foi declarado o Filho de Deus com poder. A ressurreição confirma Sua Justiça, Sua Divindade e Sua Vitória sobre o pecado e a morte.

A justificação de Jesus no Espírito não é apenas uma declaração sobre Ele, mas também tem profundas implicações para nós. Em Romanos 4:25, Paulo diz:

25 o qual foi entregue por nossas ofensas, e ressuscitado para nossa justificação.

A ressurreição de Jesus, realizada pelo poder do Espírito Santo, é a base de nossa justificação. Porque Jesus foi justificado no Espírito, nós também podemos ser justificados pela fé Nele. Sua vitória sobre o pecado e a morte nos assegura que podemos ser declarados justos diante de Deus.

O Espírito Santo não apenas justificou Jesus, mas também opera em nós, crentes. Em Romanos 8:11, Paulo escreve:

11 E, se o Espírito daquele que ressuscitou Jesus dentre os mortos habita em vós, aquele que ressuscitou a Cristo Jesus dentre os mortos também vivificará os vossos corpos mortais, pelo seu Espírito que habita em vós.

O mesmo Espírito que justificou e ressuscitou Jesus habita em nós. Esse Espírito nos vivifica, nos santifica e nos assegura nossa ressurreição futura. A Presença do Espírito Santo em nossas vidas é uma garantia de nossa justificação e de nossa Adoção como Filhos de Deus.

O Espírito Santo também dá testemunho da verdade de Jesus e de nosso relacionamento com Deus. Em 1 João 5:6-8, lemos:

6 Este é Jesus Cristo, que veio por água e sangue, não somente por água, mas por água e sangue. E é o Espírito que dá testemunho, porque o Espírito é a verdade.

7 Porque três são os que dão testemunho nos céus: o Pai, a Palavra e o Espírito Santo, e estes três são um.

8 E há três que dão testemunho na terra: o Espírito, e a água, e o sangue; e estes três concordam em um.

O Espírito Santo testifica que Jesus é o Filho de Deus e confirma a verdade do evangelho. Esse testemunho interior do Espírito em nossos corações nos assegura nossa salvação e nos guia na verdade.

A justificação de Jesus no Espírito também tem implicações para nossa santificação. Em 1 Coríntios 6:11, Paulo escreve:

11 E estes foram alguns de vós: mas fostes lavados, mas fostes santificados, mas sois justificados em nome do Senhor Jesus e pelo Espírito do nosso Deus.

O Espírito Santo não apenas nos justifica, mas também nos santifica. Ela nos transforma à imagem de Cristo, produzindo em nós o fruto do Espírito (Gálatas 5:22-23). Essa obra contínua do Espírito em nossas vidas nos permite viver em retidão e santidade.

A justificação de Jesus no Espírito também nos une a Ele. Em 1 Coríntios 12:13, Paulo diz:

13Porque todos nós somos batizados num só Espírito, formando um só corpo, quer judeus, quer gregos, quer escravos, quer livres; e todos nós bebemos do mesmo Espírito.

Através do Espírito Santo, estamos unidos a Cristo e ao Seu Corpo, a Igreja. Essa união nos garante que compartilhamos de Sua Justiça, Sua Vida e Sua Vitória. Ele nos torna participantes de sua missão e nos torna capazes de viver em seu poder.

A declaração de que Jesus foi "justificado no Espírito" nos revela a profunda conexão entre Jesus e o Espírito Santo. Do seu batismo à sua ressurreição, o Espírito Santo confirma e valida a identidade e a missão de Jesus. Essa justificação no Espírito não apenas afirma quem é Jesus, mas também nos assegura nossa justificação e santificação. Por meio do Espírito Santo, somos unidos a Cristo, capacitados a viver em retidão e esperança e enviados para testificar de Sua verdade ao mundo.

VISTA DE LOS ANGELES

O terceiro aspecto do mistério da piedade é que Jesus foi "visto pelos anjos". Esta declaração em 1 Timóteo 3:16 nos convida a considerar o papel dos anjos na vida e ministério de Jesus Cristo. Os anjos, como seres espirituais e mensageiros de Deus, desempenharam um papel significativo na revelação do Plano Redentor de Deus por meio de Jesus. Ao explorarmos esse aspecto, veremos como os anjos testemunharam a Glória de Cristo em vários momentos-chave de Sua vida e como Sua Presença e ministério afirmam a grandeza do mistério da piedade.

Um dos destaques em que os anjos estiveram presentes foi no anúncio do nascimento de Jesus. Em Lucas 1:26-33, lemos como o anjo Gabriel foi enviado por Deus a Maria:

26 E no sexto mês o anjo Gabriel foi enviado por Deus a uma cidade da Galiléia chamada Nazaré.

27 Uma virgem desposada com um varão chamado José, da casa de Davi, e o nome da virgem era Maria.

28 E o anjo chegou onde ele estava, e disse: Salve, tu és muito favorecido. o Senhor está convosco: benditas sois vós entre as mulheres.

29 Mas, quando o viu, ficou perturbada com as suas palavras e perguntou-se o que era essa saudação.

30 Então o anjo lhe disse: "Maria, não temas, pois achaste graça diante de Deus".

31 E eis que conceberás no teu ventre, e darás à luz um filho, e lhe porás o nome de JESUS.

32 Este homem será grande, e será chamado Filho do Altíssimo, e o Senhor Deus lhe dará o trono de Davi, seu pai.

33 E ele reinará na casa de Jacó para sempre; e não haverá fim para o seu reino.

A aparição de Gabriel e sua mensagem a Maria anunciaram o início do cumprimento do Plano de Redenção de Deus. Os anjos, como testemunhas e mensageiros celestiais, foram os primeiros a proclamar a vinda do Messias.

O nascimento de Jesus também foi anunciado por um anjo aos pastores nos campos perto de Belém. Em Lucas 2:8-14, lemos:

8 E havia pastores naquela mesma terra, que vigiavam e vigiavam de noite o seu gado.

9 E eis que o anjo do Senhor veio sobre eles, e o resplendor de Deus os cercou de resplendor. e eles estavam com muito medo.

10 Mas o anjo lhes disse: "Não tenham medo; pois eis que vos trago novas de grande alegria, que o será para todo o povo:

11 Que hoje vos nasceu um Salvador na cidade de Davi, que é Cristo, o Senhor.

12 E isto vos servirá de sinal: achareis o menino envolto em panos, deitado numa manjedoura.

13 E de repente uma multidão das hostes celestiais veio com o anjo, louvando a Deus, dizendo:

14 Gloriem-se a Deus nas alturas, e na terra paz, boa vontade para com os homens.

Os anjos não apenas anunciaram o nascimento de Jesus, mas também adoraram e glorificaram a Deus pelo dom de seu Filho. Sua aparição celestial ressalta a importância do evento e a alegria que ele traz ao mundo.

Os anjos estiveram presentes em vários momentos cruciais do ministério de Jesus. Depois de sua tentação no deserto, anjos vieram e ministraram a ele. Em Mateus 4:11, lemos:

11 Então o diabo o deixou, e eis que os anjos vieram e o serviram.

Este ato de serviço celestial mostra o cuidado de Deus por Seu Filho e a afirmação de Sua missão depois de ter resistido às tentações de Satanás.

Durante a agonia de Jesus no Jardim do Getsêmani, um anjo apareceu para fortalecê-lo. Em Lucas 22:41-43, lemos:

41 E ele se afastou deles como um tiro de pedra; e ele se ajoelhou e orou,

42 dizendo: Pai, se queres, passa de mim este cálice; mas não a minha vontade, mas a tua.

43 E um anjo do céu apareceu a ele e o consolou.

Este momento de profunda angústia e oração mostra a humanidade e a dependência de Jesus do Pai. A aparição do anjo para fortalecê-lo ressalta a gravidade do momento e a necessidade de apoio divino.

Os anjos também estavam presentes na ressurreição de Jesus. Foram eles que anunciaram a ressurreição às mulheres que foram ao túmulo. Em Mateus 28:2-6, lemos:

2 E eis que se fez um grande terremoto, porque o anjo do Senhor, descendo do céu e vindo, havia enrolado a pedra, e estava assentado sobre ela.

3 E a sua aparência era como um relâmpago, e as suas vestes eram brancas como a neve.

4 E os guardas ficaram maravilhados com ele, e foram feitos como mortos.

5 E o anjo respondeu e disse às mulheres: "Não tenham medo; pois eu sei que buscais a Jesus, que foi crucificado.

6Ele não está aqui; porque ressuscitou, como disse. Venha, veja o lugar onde o Senhor foi colocado.

Os anjos foram os primeiros a proclamar a vitória de Jesus sobre a morte, testificando da ressurreição e assegurando aos discípulos que Jesus havia cumprido sua promessa.

Na ascensão de Jesus, os anjos estavam presentes mais uma vez para testemunhar e assegurar aos discípulos seu futuro retorno. Em Atos 1:10-11, lemos:

10 E, estando eles olhando para o céu, enquanto ele ia, eis que dois homens estavam ao lado deles, vestidos de branco.

11 E disseram-lhes também: Varões galileus, que olhais para o céu? este mesmo Jesus, que dentre vós foi levado para o céu, virá assim como o vistes ir para o céu.

Os anjos não apenas testemunharam a ascensão de Jesus, mas também proclamaram sua futura vinda, reafirmando a esperança da vinda de Cristo mais cedo.

Os anjos também estão presentes na exaltação de Jesus Cristo no céu. Em Apocalipse 5:11-12, lemos:

11 E olhei, e ouvi a voz de muitos anjos ao redor do trono, e dos animais, e dos anciãos; e a multidão deles era de milhões e milhões,

12 Que disse em alta voz: "O Cordeiro que foi morto é digno de receber poder, riquezas, sabedoria, força, honra, glória e louvor".

A adoração celestial dos anjos destaca a exaltação e a dignidade de Jesus Cristo como o Cordeiro imolado que agora está sentado à direita de Deus.

A presença e o ministério dos anjos na vida de Jesus têm várias implicações importantes para a nossa fé. Primeiro, ressalta a singularidade e a divindade de Jesus. Os anjos, como seres celestiais, prestam homenagem e serviço a Jesus, testificando sua supremacia e glória.

Em segundo lugar, o envolvimento dos anjos em momentos-chave do ministério de Jesus reafirma a verdade do evangelho. O seu testemunho e o seu anúncio confirmam os acontecimentos fundamentais da vida, morte e ressurreição de Jesus, assegurando-nos a veracidade da mensagem cristã.

Terceiro, o relacionamento de Jesus com os anjos nos lembra da conexão entre o celestial e o terreno. Os anjos servem como mensageiros e agentes de Deus, revelando Sua Vontade e agindo em Seu Nome. Sua presença na vida de Jesus nos convida a viver com consciência da realidade espiritual e buscar a orientação e proteção de Deus em nossas próprias vidas.

O fato de Jesus ter sido "visto pelos anjos" nos revela a dimensão celestial de sua vida e ministério. Os anjos, como testemunhas e mensageiros de Deus, desempenharam um papel crucial na revelação do mistério da piedade. Sua presença nos momentos-chave da encarnação, ministério, paixão, ressurreição e ascensão de Jesus ressalta a grandeza de sua missão e a veracidade do Evangelho.

PREGADO AOS GENTIOS

O quarto aspecto do mistério da piedade mencionado em 1 Timóteo 3:16 é que Jesus foi "pregado aos gentios". Esta declaração ressalta a universalidade do Evangelho e a missão de levar as boas novas de Jesus Cristo além do povo de Israel, alcançando todas as nações. Este ponto nos convida a explorar a extensão da mensagem do Evangelho aos gentios e a importância dessa missão no plano redentor de Deus. Ao fazer isso, veremos como a pregação aos gentios está profundamente enraizada nas Escrituras e como ela transformou o mundo ao longo dos séculos.

No Antigo Testamento, vemos indicações de que a salvação de Deus não se limitava a Israel, mas se estenderia a todas as nações. Em Gênesis 12:3, Deus faz uma promessa a Abraão:

3 E abençoarei os que te abençoarem, e amaldiçoarei os que te amaldiçoarem, e em ti serão benditas todas as famílias da terra.

Essa promessa é repetida em Gênesis 22:18 e mostra que, desde o início, o plano de Deus incluía abençoar todas as nações por meio da semente de Abraão. Esta bênção encontra o seu cumprimento em Jesus Cristo e na pregação do Evangelho aos gentios.

Durante seu ministério terrestre, o próprio Jesus deu indicações de que sua missão incluía os gentios. Em Mateus 8:5-13, Jesus cura o servo de um centurião romano, e no versículo 10, Jesus diz:

10 … Em verdade vos digo que nem mesmo em Israel encontrei tanta fé.

Esse incidente mostra que Jesus reconheceu a fé genuína em um gentio e estava disposto a aceitar essa fé. Além disso, em João 4, Jesus tem uma conversa profunda com uma mulher samaritana, o que foi significativo porque os samaritanos eram considerados estrangeiros e desprezados pelos judeus. Jesus revela Sua identidade a ela como o Messias e ela traz a notícia ao Seu povo, resultando em muitos samaritanos acreditando Nele.

Antes de subir ao céu, Jesus deu a seus discípulos a ordem de levar o evangelho a todas as nações. Em Mateus 28:19-20, Jesus diz:

19Portanto, ide, e ensinai a todos os gentios, batizando-os em nome do Pai, e do Filho, e do Espírito Santo;

20 ensinando-os a observar todas as coisas que vos tenho ordenado, e eis que estou convosco todos os dias, até a consumação dos tempos. Amém.

Este mandato, conhecido como a Grande Comissão, deixa claro que a mensagem do evangelho deve ser proclamada a todas as nações, sem exceção. Jesus estabelece que sua obra redentora é para todos, judeus e gentios.

O dia de Pentecostes, descrito em Atos 2, marca um momento crucial na propagação do evangelho. O Espírito Santo desce sobre os discípulos e lhes dá a capacidade de falar em línguas diferentes, permitindo que pessoas de diferentes nações ouçam as maravilhas de Deus em sua própria língua. Em Atos 2:5-6, lemos:

5 Então viviam em Jerusalém judeus religiosos, de todas as nações debaixo do céu.

6 E quando se fez esse barulho, a multidão se ajuntou; e eles ficaram confusos, porque cada um os ouviu falar sua própria língua.

Este evento não apenas mostrou o poder do Espírito Santo, mas também simbolizou o alcance universal do Evangelho. A partir desse momento, os discípulos começaram a cumprir a Grande Comissão, levando a mensagem de Jesus para além das fronteiras de Israel.

Um marco importante na difusão do Evangelho aos gentios é a visão de Pedro e seu encontro com Cornélio, um centurião romano. Em Atos 10, Pedro recebe uma visão na qual Deus lhe mostra que ele não deve chamar de impuro o que Ele purificou. Logo depois, Pedro é chamado à casa de Cornélio, onde prega o Evangelho e o Espírito Santo desce sobre todos os que o ouvem, confirmando que a salvação também é para os gentios. Em Atos 10:34-35, Pedro afirma:

34 ... Verdadeiramente acho que Deus não faz acepção de pessoas;

35 Mas com toda nação que o teme e pratica a justiça, ele se agrada.

Este evento foi um ponto de virada, pois mostrou aos primeiros cristãos que o Evangelho era destinado a todas as pessoas, sem distinção de raça ou nacionalidade.

O apóstolo Paulo, conhecido como o apóstolo dos gentios, desempenhou um papel crucial na propagação do evangelho. Desde o início de seu ministério, Paulo foi comissionado pelo próprio Jesus, em uma esplendorosa manifestação na Luz, para levar o Evangelho aos gentios. Em Atos 9:15, o Senhor fala a Ananias sobre Paulo, e ele diz, e cito:

15 E disse-lhe o Senhor: Vai, porque este é o meu instrumento escolhido, para que leve o meu nome na presença dos gentios, e dos reis, e dos filhos de Israel;

Ao longo de seu ministério, Paulo viajou extensivamente por todo o Império Romano, pregando o Evangelho aos gentios, estabelecendo igrejas e escrevendo cartas que formam uma parte substancial do Novo Testamento. Seu trabalho missionário e escritos foram fundamentais para a disseminação do cristianismo entre os gentios.

A inclusão dos gentios no povo de Deus foi um tema central nos ensinamentos de Paulo. Em Efésios 2:11-13, Paulo explica:

11 Lembrai-vos, pois, de que outrora vós, gentios na carne, que fostes chamados incircuncisão por causa da chamada circuncisão, feitos por mãos na carne;

12 Que naquele tempo vocês estavam sem Cristo, separados do reino de Israel e estranhos às alianças da promessa, sem esperança e sem Deus no mundo.

13 Mas agora, em Cristo Jesus, vocês, que antes estavam longe, foram aproximados pelo sangue de Cristo.

Por meio de Cristo, os gentios foram reconciliados com Deus e se tornaram participantes das promessas de Deus. Essa inclusão é uma manifestação do Amor e da Graça de Deus, que estende a salvação a todas as pessoas.

Desde os primeiros séculos, o Evangelho teve um impacto global, transformando vidas e culturas em todo o mundo. A pregação aos gentios resultou no crescimento da igreja e na disseminação do cristianismo em todas as nações. Os missionários ao longo da história levaram a mensagem de Jesus a lugares remotos, enfrentando desafios e perseguições, mas também vendo o poder transformador do Evangelho em ação.

A missão de pregar o Evangelho aos gentios continua até hoje. A Igreja é chamada a ser luz para as nações, levando a mensagem de esperança e de redenção a todos os cantos do mundo. Em Romanos 10:14-15, Paulo escreve:

14 Como, pois, invocarão aquele em quem não creram? E como crerão naquele de quem não ouviram? E como eles podem ouvir sem que alguém pregue para eles?

15 E como pregarão se não forem enviados? Como está escrito: "Quão formosos são os pés dos que pregam o evangelho da paz, dos que pregam o evangelho das coisas boas!"

Esta chamada à missão recorda-nos a importância de anunciar o Evangelho e de ser testemunhas de Cristo em todas as nações, levando o seu amor e a sua verdade a todos os que ainda não o ouviram.

O fato de Jesus ter sido "pregado aos gentios" revela a universalidade do Evangelho e a inclusão do plano redentor de Deus. A partir da promessa feita a Abraão à Grande Comissão, a obra do Espírito Santo no Pentecostes, vemos que o propósito de Deus é que todas as nações sejam abençoadas por meio de Jesus Cristo. A missão da igreja é levar esta mensagem de salvação a todos, sem distinção, continuando a obra iniciada por Jesus e seus apóstolos.

Que esta verdade nos inspire a ser fiéis em nossa missão de pregar o Evangelho a todas as nações, testemunhando a graça de Deus e levando seu amor a todos os cantos do mundo. Que sejamos instrumentos nas Mãos de Deus para cumprir Seu Propósito Redentor, proclamando a boa nova de Jesus Cristo a todos os povos e culturas.

ACREDITADO NO MUNDO

O quinto aspecto é que Jesus foi crido no mundo. Ao longo da história, milhões de pessoas colocaram sua fé em Cristo e experimentaram a transformação de suas vidas. Em Atos 2:41 vemos o impacto imediato do Evangelho:

41 Assim, os que receberam a sua palavra foram batizados, e cerca de três mil se acrescentaram a eles naquele dia.

O crescimento da igreja primitiva e a expansão do cristianismo ao longo dos séculos são testemunhos do poder do evangelho. Em Colossenses 1:6, Paulo fala do fruto do evangelho em todo o mundo. Ele diz, e cito:

6 que veio a vós, como de todo o mundo; e dá fruto e cresce, como também em vós, desde o dia em que ouvistes e conhecestes a graça de Deus em verdade,...

A fé em Cristo transformou culturas, nações e vidas individuais, mostrando que a mensagem do Evangelho é verdadeiramente o Poder de Deus para a salvação.

RECEBIDO EM GLÓRIA

O sexto e último aspecto é que Jesus foi recebido em glória. Isso se refere à sua ascensão ao céu, onde agora está sentado à direita do Pai, intercedendo por nós. Em Atos 1:9-11, lemos sobre a ascensão de Jesus:

9 E, tendo dito estas coisas, vendo isto, foi levantado; e uma nuvem o recebeu e o tirou de seus olhos.

10 E, estando eles olhando para o céu, enquanto ele ia, eis que dois homens estavam ao lado deles, vestidos de branco.

11 E disseram-lhes também: Varões galileus, que olhais para o céu? este mesmo Jesus, que dentre vós foi levado para o céu, virá assim como o vistes ir para o céu.

A ascensão de Cristo é Sua exaltação e glorificação finais, e nos assegura que Ele reina soberanamente sobre toda a criação. Em Hebreus 1:3, somos informados:

3 o qual, sendo o resplendor da sua glória, e a imagem dos seus bens, e sustentando todas as coisas pela palavra do seu poder, havendo por si mesmo purificado os nossos pecados, assentou-se à direita da Majestade nas alturas,...

A ascensão de Cristo também nos dá esperança de Seu retorno, quando Ele virá para julgar o mundo e estabelecer Seu Reino Eterno.

Conclusão

Em conclusão, o mistério da piedade é verdadeiramente grande e maravilhoso. Vimos como cada aspecto deste mistério revela a Grandeza e o Amor de Deus manifestados em Jesus Cristo. A encarnação, a justificação no Espírito, o testemunho dos anjos, a pregação aos gentios, a fé no mundo e a ascensão na glória são todos elementos que nos chamam a adorar e viver para nosso Senhor.

Que este conhecimento do mistério da piedade nos leve a uma vida de maior devoção, santidade e missão. Que sejamos fiéis na pregação deste glorioso evangelho e em viver de acordo com a verdade que recebemos.

Oremos juntos: Pai Celestial, nós te agradecemos pelo maravilhoso mistério da piedade, revelado em teu Filho Jesus Cristo. Ajude-nos a entender mais profundamente Sua grandeza e a viver nossas vidas em resposta ao seu Amor e Graça. Fortaleça nossa fé, capacite-nos a compartilhar o evangelho com ousadia e guie-nos em cada passo de nossa caminhada com você. Em nome do Senhor Jesus Cristo.

Que Deus o abençoe abundantemente e o encha com sua paz e amor. Então, a Graça, a Justiça e o Amor de nosso Pai Celestial estejam com cada um de nós. Amém!