Repaso:
"Así Como Estuve Con Moisés"
Por: Hno. Francisco Velázquez Cruz
Por: Hno. Francisco Velázquez Cruz
INTRODUCCIÓN
Paz a todos ustedes, amados oyentes, y bienvenidos una vez más a un nuevo episodio de “La Palabra Hablada de Dios”. Es un privilegio poder compartir con ustedes el Pan, el Alimento Espiritual que a Vida Eterna permanece.
Hoy daremos un viaje en el tiempo al jueves, 3 de mayo de 1951, al Templo El Calvario en Los Ángeles, California. Nos centraremos bajo la enseñanza del profeta de Dios para nuestra edad, el Hermano William Marrion Branham, mientras él nos entrega un mensaje fundamental titulado: “Así Como Estuve Con Moisés”. El servicio de esa noche comienza de una manera muy humana y espiritual. El Hermano Branham sube al púlpito y se disculpa por llegar tarde. ¿La razón? Estaba tan inmerso en la oración que perdió la noción del tiempo. Él mismo lo cuenta así: “Siento mucho haber llegado tarde esta noche. Solo es que estaba en oración y como que me entusiasmé, me-me parecía que no podía dejar de orar.” Esto, amados Hermanos oyentes, nos muestra desde el principio dónde estaba el enfoque del profeta: no en el tiempo ni en el programa, sino en la Comunión con Dios.
El título de este mensaje, “Así Como Estuve Con Moisés”, no es simplemente una frase poética; es una de las promesas más poderosas y fundamentales de toda la Escritura. Proviene directamente del libro de Josué, capítulo 1, un pasaje que el Hermano Branham leyó esa noche y que, según sus propias palabras, fue la base de su vida. El contexto es un momento de transición monumental: el gran profeta Moisés ha muerto, y ahora Dios comisiona a un nuevo líder, Josué, para que introduzca a Su Pueblo en la Tierra Prometida.
En este momento crucial, Dios le da a Josué esta promesa inmutable. Leemos en los versículos 5 y 9 de Josué capítulo 1:
5Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida: como yo fuí con Moisés, seré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.
9Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios será contigo en donde quiera que fueres.
La importancia de esta escritura para el profeta no puede ser subestimada. Él confesó esa noche, en el párrafo 68: “Uds. no saben lo que eso significó para mí, cuando eso, esto primero vino a mí; ha sido mi vida”. Es sobre este fundamento de la presencia continua e inmutable de Dios que se construye todo el mensaje que estamos a punto de explorar. Es la promesa de que el mismo poder que obró a través de un siervo en una dispensación, continuará obrando a través de otro en la siguiente.
PRESENTANDO AL VERDADERO SANADOR
Inmediatamente, después de establecer un ambiente de oración, el Hermano Branham dirige la atención de la gente no hacia sí mismo, sino hacia lo que Dios ya estaba haciendo entre ellos. Menciona un poderoso testimonio de un hombre en la audiencia con un brazo paralizado que acababa de ser sanado. El Hermano Branham dice en el párrafo 5: “Y tengo entendido hoy que un hermano tenía un brazo paralizado, que acababa de serle enderezado. Ahora, un hombre que lleva paralizado… Allí está él, moviendo su brazo allá atrás, supongo que acaba de testificar, es maravilloso, ese brazo paralizado, saludando.”
Ahora, presten mucha atención a cómo ocurrió este milagro, porque es la clave de todo el mensaje. El profeta aclara que él no tuvo un contacto personal con este hombre. Él explica en el párrafo 10: “Yo ni lo toqué ni nada, él miró hacia acá arriba a la plataforma, él vio al Espíritu Santo haciendo señales y prodigios allá afuera, él simplemente dijo en su corazón, sin duda: '’..Pues, Espíritu Santo, Tú también sáname a mí, así que Te aceptaré’”. Lo mismo ocurrió, nos recuerda, con el Congresista Upshaw, quien fue sanado después de 66 años de estar lisiado, sin que el profeta lo tocara.
Este principio es un eco perfecto de lo que vemos en San Marcos, capítulo 5. Allí, una mujer que había sufrido de un flujo de sangre por doce años, y había gastado todo lo que tenía en médicos sin mejorar, se acercó al Señor Jesús por detrás, en medio de una gran multitud. Ella no le pidió oración, no interrumpió su sermón. En su corazón, ella dijo: “Si tocare tan solamente su manto, seré salva”. Y al hacerlo, sintió en su cuerpo que estaba sana. El Señor Jesús, sintiendo que virtud había salido de Él, preguntó: “¿Quién ha tocado mis vestidos?” La sanidad no fue iniciada por la voluntad del Señor Jesús en ese momento, sino que fue extraída de Él por la fe de esa mujer.
El profeta usa estos ejemplos para establecer la base de todo su mensaje: la sanidad no proviene de un don o de un hombre en la plataforma, sino de la Presencia de Cristo obrando en el individuo a través de su propia fe. Escuchen estas palabras tan cruciales, cito del párrafo 6: “No es para gloria personal, no es algo que yo pueda hacer, solo trato de presentarles a Aquel que está allá entre Uds. ahora, ¿ven?, para hacer la sanidad allá.” Y añade el Hermano Branham: “es Él que está allí mismo donde Uds. están sentados ahora mismo, Él está junto a Ud., es la fe en Él.” El Espíritu Santo, dice él, está sobre todos en el cuarto, tan presente como el aire que respiramos.
Pero, ¿por qué está ese Poder Sanador disponible para nosotros? El Hermano Branham nos lleva a la fuente: la Cruz del Calvario. Él enseña que la sanidad no es algo que tengamos que rogarle a Dios que haga, sino algo que Él ya proveyó. En sus palabras del párrafo 15 dice: “Cuando Él murió en el Calvario, Él sanó a todos, Él expió allá mismo, allí fue cuando Ud., cuando se pagó la deuda por el
pecado y la enfermedad, y todos los atributos del pecado.” Esta verdad está anclada en la Palabra profética de Isaías 53:5, que declara: “...y por su llaga fuimos nosotros curados”. Y el apóstol Pedro, mirando hacia atrás a la Cruz, lo confirma en 1 Pedro 2:24 como un hecho consumado: “El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos á los pecados, vivamos á la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados.”
Por lo tanto, el trabajo del ministro no es sanar, sino presentar al Sanador y recordar a la gente la provisión que ya fue hecha. La fe es simplemente el acto de aceptar lo que ya nos pertenece por derecho de redención.
EL FUNDAMENTO BÍBLICO DE LA FE
Este principio de que la fe personal es el canal de la bendición de Dios, nos recuerda las palabras de nuestro Señor Jesucristo a lo largo de los Evangelios. Un ejemplo clásico es Marcos 5:34, cuando le dijo a la mujer con el flujo de sangre: “Hija, tu fe te ha hecho salva: ve en paz, y queda sana de tu azote.” El Hermano Branham hace eco directo de este principio, diciendo en el párrafo 11, hablando sobre lo sucedido con el congresista Upshaw: “El congresista, el Hermano Upshaw aquí, quien estuvo lisiado por sesenta y seis años, yo ni siquiera toqué al hombre, en absoluto. Solo me paré aquí, vi una visión del hombre, es verdad, y luego él simplemente aceptó lo que yo dije, con eso tuvo. Allí está, caminando. ¿Ven? Yo no tuve nada que ver con eso. Su fe en el Señor Jesucristo es lo que lo sanó. Así es. ¿Ven? “Tu fe te ha salvado”. Y cuando vino la fe, él no tuvo miedo, y aplicó las obras con ella, y pues: “La fe sin obras está muerta”. ¿Ven?”
Pero, ¿cómo funciona esa fe en la práctica? ¿Es simplemente un sentimiento interno o una esperanza pasiva? El Hermano Branham enseña que la fe bíblica es una fuerza activa que debe ser expresada. Nos lleva a Hebreos 3:1, que nos exhorta a considerar al Señor Jesús como “el apóstol el sumo sacerdote de nuestra profesión” (en otras traducciones dice, “nuestra confesión”), es decir “profesión” de profesar. El profeta enfatiza este punto diciendo en el párrafo 34: “Recuerde, Él no puede hacer nada por Ud., hasta que primero Ud. diga que Él lo ha hecho, creerle a Él, y aceptarlo, y testificar de ello. ¿Sabía eso? Él es el Sumo Sacerdote de nuestra ¿qué? Confesión. Hebreos 3:1. Ahora, Él está sentado a la diestra del Padre, para hacer intercesiones basado en nuestra confesión. ¿Ven?, tenemos que creerlo, aceptarlo y confesarlo, y Él está ante el Padre para hacer valer todo lo que confesamos, en las bendiciones redentivas, por supuesto.”
Esto es crucial. El Señor Jesús no es el Sumo Sacerdote de nuestras súplicas o de nuestros miedos, SINO DE NUESTRA CONFESIÓN. El Hermano Branham explicó en la cita antes citada, vuelvo y repito: “Él está sentado a la diestra del Padre, para hacer intercesiones basado en nuestra confesión.” En otras palabras, Cristo no puede actuar por nosotros hasta que nosotros primero creamos y confesemos lo que Su Palabra ya ha declarado como verdad. Si la Biblia dice “por su llaga fuimos curados”, nuestra fe lo acepta, y nuestra confesión lo declara. Es entonces cuando nuestro Sumo Sacerdote puede presentar esa confesión ante el Padre como un hecho consumado.
El Señor Jesús mismo enseñó este principio sobre la fe y la confesión en Marcos 11:23-24. El Hermano Branham lo desglosa de esta manera:
Primero, Jesús establece el momento de creer: “Todo lo que pidiereis, cuando oréis, creed que las recibisteis, y os será dado”. La fe no espera a ver el resultado para creer; cree en el momento de la oración.
Segundo, el Señor Jesús conecta esta fe con el poder de nuestras palabras: “...si dijeres a este monte... y no lo dudareis... sino que creyeres que se cumplirán esas cosas que decís, lo tendréis”. El profeta pone el énfasis en esa última parte: lo que uno dice, lo que uno confiesa, es lo que poseerá.
Así que, el fundamento bíblico de la fe no es pasivo. Es un ciclo divino: Creemos en nuestro corazón la Promesa de Dios, la aceptamos como un hecho consumado, y luego la declaramos con nuestra boca. Como nos anima la Escritura en Joel 3:10, “...diga el débil: Fuerte soy.” Nuestra confesión verbal activa a nuestro Sumo Sacerdote para que haga valer la promesa en nuestra vida.
EL DILEMA: CANTIDAD VS. CONEXIÓN ESPIRITUAL
El Hermano Branham entonces aborda una crítica que a veces enfrentaba, un dilema que define el enfoque de su ministerio. Él explica que esta es la razón por la que a veces su servicio parecía lento. No se trataba de pasar a cientos de personas en una línea rápidamente. Él estaba lidiando con un comentario que le habían hecho: “otro hermano oraba por quinientas personas, mientras yo oraba por cinco.” Pero lejos de criticar a otros ministerios, el profeta muestra una gran humildad, diciendo, y cito del párrafo 8: “Bueno, tal vez eso sea cierto. Quizás así es como el Señor quiere que el hermano lo haga.”
Entonces, ¿por qué su método era diferente? El objetivo del profeta no era simplemente la cantidad de oraciones, sino la calidad de la conexión de cada alma con el Sanador. Él explica que su propósito principal era “traerlos, no tanto a un contacto conmigo mismo, sino a un contacto con Jesús.” Para lograr esto, a menudo era necesario ir más allá de una oración general. Usando el don de discernimiento que Dios le dio, su labor consistía en encontrar el obstáculo que impedía que la fe de una persona funcionara. Él lo describe así en el párrafo 19: “Ahora, si Ud. ha hecho algo en su vida que sabe que está errado, pues corrija Ud. eso. Por lo general, esa es la causa aquí en la plataforma, es rastrear y encontrar algo en su vida allá que hicieron y que impide que sean sanados hasta que puedan serlo, hasta que corrijan aquello. Y luego cuando arreglen eso con Dios, entonces Dios los sanará.”
Este método de enfocarse en el individuo para encontrar la raíz del problema, en lugar de atender a la multitud, refleja directamente el ministerio de nuestro Señor Jesucristo. Pensemos en la historia del estanque de Betesda en San Juan, capítulo 5. La Escritura dice que allí yacía una gran multitud de enfermos: ciegos, cojos y paralíticos. Sin embargo, el Señor Jesús caminó entre toda esa multitud y sanó a un solo hombre, uno que llevaba treinta y ocho años enfermo. Y más tarde, al encontrarlo en el templo, el Señor Jesús le reveló la raíz de su problema, diciéndole, y citamos del versículo 14 de San Juan capítulo 5: “He aquí, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”. El Señor Jesús no se enfocó en la cantidad, sino en una conexión individual y profunda que llegó hasta la causa espiritual.
De la misma manera, vemos al Señor Jesús diagnosticar el obstáculo espiritual del joven rico en San Mateo, capítulo 19. El joven vino buscando la vida eterna, pero el Señor, mirando en su corazón, identificó exactamente lo que le impedía tener una conexión total con Dios: su amor a las riquezas. No le dio una respuesta superficial; fue directamente a la raíz del problema.
Por lo tanto, el dilema no era realmente “cantidad contra calidad”. Era una cuestión de diferentes llamamientos y métodos. El Hermano Branham sentía que su comisión específica era usar el don de discernimiento para actuar como un guía, despejando los obstáculos de incredulidad o pecado que se interponían en el camino, para que así la fe de la persona pudiera establecer un contacto puro y directo con el poder sanador de Jesucristo.
LA COMISIÓN Y LAS SEÑALES DE MOISÉS
Para entender el paso de fe que el Hermano Branham está a punto de dar, primero debemos entender la comisión original que recibió. Él relata que cuando el Ángel del Señor se encontró con él, le dijo que había nacido para llevar un don de sanidad a la gente. La comisión era asombrosa: oraría por reyes y monarcas, y tendría congregaciones alrededor del mundo. Sin embargo, el profeta, un hombre con una educación de primer año de secundaria y que trabajaba como guardabosques local, se sintió abrumado por la duda y la insuficiencia. Él protestó diciendo, y cito del párrafo 24: “¿Cómo llegaría a conocer reyes y monarcas, y grandes hombres del mundo, y congregaciones del este, oeste, norte y sur vendrían a verme para que orara por ellos? Eso fue más que, esa—esa conmoción en ese momento, de lo que mi fe pudo—pudo—pudo comprender. Entonces él me dijo… Yo dije: “Señor, ellos no me creerán. Pues, yo no puedo hablar”. Y eso sigue cierto; no puedo llevar una muy buena conversación con la gente, porque no tengo suficiente educación.”
Esta sensación de incapacidad es un eco de los grandes profetas de la Biblia. Cuando Dios llamó a Moisés desde la zarza ardiente en Éxodo, capítulo 4, Moisés respondió de manera similar: “¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra... porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (Éxodo 4:10). Y la respuesta de Dios a Moisés es la misma respuesta que recibió el Hermano Branham: una promesa de Su Presencia y una vindicación a través de señales. El Ángel del Señor le dijo: “Yo estaré contigo”, y luego le dio la clave, estoy citando del párrafo 28: “Así como al profeta Moisés le fueron dadas dos señales para vindicar que él había sido enviado de Dios... así te será dado.”
Así como Dios le dio a Moisés la señal de la vara y la mano leprosa para que el pueblo creyera, el Hermano Branham recibió dos señales sobrenaturales con el mismo propósito. El Ángel le instruyó, continúo la cita del párrafo 28: “Para comenzar, conocerás las enfermedades al tomar a la gente de la mano. Y entonces acontecerá, que conocerás los mismísimos secretos de sus corazones, y las cosas que han sucedido en sus vidas, y podrás decirles desde el principio hasta el fin”.
Es crucial entender el propósito de estas señales, especialmente la segunda. Conocer los secretos del corazón no era para exponer a la gente, sino para revelar la Presencia de Cristo. Esto tiene un precedente directo en el ministerio del Señor Jesús. En San Juan, capítulo 1, cuando Felipe le habla a Natanael acerca del Señor Jesús, Natanael se muestra escéptico. Pero cuando se acerca al Cristo, el Señor le dice: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño”. Sorprendido, Natanael pregunta: “¿De dónde me conoces?”. Y Jesús responde: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (San Juan 1:47-48). Al oír esto, al ver que el Señor Jesús conocía su carácter y sus acciones secretas, la incredulidad de Natanael se desvaneció y exclamó: “¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel!”.
La señal Mesiánica cumplió su propósito: reveló la Deidad. De la misma manera, las señales en el ministerio del Hermano Branham no eran el objetivo final. Eran una Credencial Divina, un medio para que la gente creyera en el Mensaje y, lo más importante, para que reconocieran que el mismo Jesucristo de la Biblia estaba vivo y presente en medio de ellos.
EL PASO DE FE DE JOSUÉ: UN NUEVO TERRITORIO
Y es aquí donde el sermón da un giro dramático y profundamente personal. El Hermano Branham expresa que sentía que, quizás, se había apoyado demasiado en la esfera de las señales. Él hace una confesión notable sobre su propio ministerio hasta ese punto, diciendo, y cito del párrafo 70: “Y solo trato de obrar cuando veo al Espíritu de Dios obrando, entonces hablo... Pero eso no es exactamente de fe, eso es por ver exactamente lo que va a suceder antes de que Ud. lo diga.” Sentía que Satanás lo tenía acobardado, limitándolo. En sus propias palabras dice y cito del párrafo 73: “Yo creo que Satanás me está manteniendo demasiado acobardado, así es, él-él me ha mantenido quieto allí, yo creo que Dios quiere que avance directamente”.
Esa noche, él decide tomar una nueva posición, una de iniciativa y audacia. Escuchen su resolución, cito del párrafo 71: “Quiero dar un paso de fe esta noche, quiero salir con algo nuevo que no haya hecho antes, tomar el otro lado y decir: 'Satanás, Jesucristo me envió a hacer esto. ¡Y tienes que dejar a la gente!'. Y hacer un mandato audaz sin siquiera ver nada, creyéndolo con todo mi-mi corazón”.
Esto es, en esencia, la transición de la dispensación de Moisés a la de Josué. Moisés fue el hombre de las señales asombrosas que vindicaron a Dios en el desierto. Pero Josué fue el hombre de la fe audaz que tuvo que cruzar el Jordán y actuar sobre la promesa para poseer la tierra. El mandato para Josué fue: “Nadie te podrá hacer frente... como estuve con Moisés, estaré contigo” y “Esfuérzate y sé valiente”. El Hermano Branham se apropia de esta transición para sí mismo, viendo el discernimiento como su “Moisés”, y esa noche como su “cruce del Jordán” hacia un nuevo territorio de fe. Es un paso que define la fe misma según Hebreos 11:1: “Es, pues, la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de lo que no se ve”. Él estaba decidiendo actuar no sobre lo que veía, sino sobre lo que creía.
Este “nuevo” paso era, en realidad, un regreso a la promesa más fundamental de su comisión: que si él era sincero y lograba que la gente le creyera, “ninguna enfermedad se interpondría ante la oración”. También era un regreso a la Gran Comisión dada a todos los creyentes en Marcos 16:17-18: “Y estas señales seguirán a los que creen... sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. Estaba dejando a un lado la señal única para operar en la promesa universal. Con todo esto en su corazón, él declara firmemente, cito del párrafo 71: “Y lo estoy poniendo a prueba esta noche, es una posición nueva”. Ya no se basaría solo en “ver”, sino en el “creer” audaz, tomando a Dios en Su promesa original.
LA VINDICACIÓN Y LA EXPLOSIÓN DE MILAGROS
Ahora, antes de lanzarse completamente a esta nueva fase de fe audaz, el Espíritu Santo le da al Hermano Branham una vindicación pública, demostrando que el poder de discernimiento no se había ido, sino que ahora serviría como plataforma de lanzamiento para la fe. Llama a unas pocas personas a la plataforma y, al igual que el Señor Jesús con la mujer en el pozo, usa el discernimiento para revelar la raíz de sus problemas. De hecho, a una mujer le dice explícitamente, cito del párrafo 103: “la razón de que yo hable con Ud. es solo para contactarla, para ver cuál es el problema, como Jesús le habló a la mujer junto al pozo.” A esta mujer le revela una lesión interna causada por una caída en un pozo durante su niñez, un evento olvidado que era la causa de sus dolencias. Como leemos en San Juan, capítulo 4, cuando el Señor Jesús le reveló a la mujer su pasado, ella inmediatamente lo reconoció como el Profeta, el Mesías. El propósito de la señal era el mismo aquí: revelar a Cristo presente.
Luego, el Poder de Dios barre la audiencia. El profeta mira a una mujer postrada en una camilla y le dice, y cito del párrafo 208: “Yo no puedo sanarla, hermana, pero si Ud. cree en lo que estoy hablando, y lo que me está hablando ahora, Ud. será sana. ¿Lo cree?”. Le revela que tiene un tumor terrible y le da una orden llena de fe: “¡Por qué no se pone de pie y acepta su sanidad! Salga de esa condición”. Y la mujer se pone de pie. La vindicación estaba completa.
Habiendo sido vindicado, comienza la línea de oración bajo esta nueva unción de fe audaz. Los resultados son explosivos. La gente comienza a pasar, y el profeta ya no se detiene para un largo discernimiento, sino que opera con mandatos directos. Vemos aquí un reflejo del ministerio apostólico en el libro de los Hechos. En Hechos, capítulo 3, el apóstol Pedro no le dice al cojo en la puerta del templo: “Oraré para que Dios te sane”. Él le da una orden directa: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”.
Esa misma autoridad resuena en el Templo El Calvario. A un hombre con artritis, el Hermano Branham le dice, cito del párrafo 160: “¿Cree Ud., hermano? Si así es, la artritis lo dejará, y Ud. estará bien. Vaya alabando a Dios”. El clímax llega cuando una mujer ciega es sanada instantáneamente. El profeta exclama, lleno de gozo, cito del párrafo 165: “¡Una mujer ciega recibió su vista, parada aquí, ella levantó sus manos hacia la luz!”. Describe la escena para la congregación: “Allí está su hija abrazándola, y ella está gritando, agitando su bastón, sana”. Poco después, ve a un hombre con parálisis de la columna y le ordena que se ponga de pie, y el hombre es sanado al instante.
¿De dónde viene esta autoridad para mandar? Como Pedro explicó en Hechos 4:10, la sanidad del cojo vino “por el nombre de Jesucristo de Nazaret”. El poder no reside en el hombre, sino en el Nombre que se le ha dado autoridad para usar. Esa noche se selló una lección poderosa: cuando un creyente, debidamente comisionado y vindicado, se atreve a pasar de solo observar las señales a actuar audazmente sobre la promesa en el Nombre de Jesucristo, el Cielo responde con una manifestación gloriosa.
CONCLUSIÓN: ES TIEMPO DE CRUZAR TU JORDÁN
Y así, amados Hermanos oyentes, llegamos al final de este recorrido por el mensaje “Así Como Estuve Con Moisés”. Hemos sido testigos de un momento sagrado, un punto de inflexión no solo en un servicio de 1951, sino en el entendimiento de cómo opera la fe.
Hemos visto cómo el profeta nos guió en un viaje espiritual: desde el fundamento de la oración secreta, pasando por el entendimiento de que Cristo es el único Sanador, hasta la Revelación de que nuestra fe debe tener una voz a través de la confesión. Vimos el propósito de las señales de “Moisés”, diseñadas para vindicar y generar fe, pero luego fuimos llevados al verdadero clímax del mensaje: el paso de fe de “Josué”.
El Hermano Branham nos enseñó la lección más vital esa noche: hay un momento en la vida de cada creyente en que debemos dejar de depender únicamente de ver las señales y empezar a actuar audazmente sobre la promesa. La fe que agrada a Dios no es la que dice: “Lo creeré cuando lo vea”, sino la que, anclada en la Palabra de Dios, dice como el profeta: “Quiero tomar el lado de la iniciativa... y desafiar al enemigo en... audacia.”
La pregunta que este mensaje nos deja hoy no es qué hizo Dios a través de Su profeta en 1951. La pregunta es: ¿qué hará Dios a través de ti, hoy? La promesa que Dios le hizo a Josué resuena a través de los siglos para cada uno de nosotros: “Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé” (Josué 1:5).
Quizás te encuentras frente a tu propio “Mar Rojo” o “Río Jordán” crecido: una enfermedad, un problema familiar, una atadura espiritual. Has visto las señales, has escuchado los testimonios. Ahora Dios te está diciendo que es tiempo de esforzarte y ser valiente. Es tiempo de dejar de caminar en círculos en el desierto de la duda y de marchar hacia adelante para poseer tu herencia. La sanidad ya fue comprada en el Calvario. La victoria ya fue asegurada.
No esperes a “sentirlo”. Encuentra tu promesa en la Palabra, aférrate a ella, y da tu paso de fe. Que la audaz oración final del profeta esa noche se convierta en la tuya: “Padre Celestial, en el Nombre de Jesucristo... Te amamos y oramos, Dios, ahora mismo, que Satanás suelte a todos en este edificio y sean sanos”.
Que el Señor les bendiga y les dé el coraje de Josué para reclamar todo lo que Él les ha prometido. ¡Amén!
Himno:
"DIOS ESTÁ CONTIGO"
Por: Hno. Francisco Velázquez Cruz
(A)
Mi voz es torpe y débil, mi ser sin gran valor,
Mas Tu llamado santo resuena en mi interior.
Me siento como Moisés, sin gracia para hablar,
Frente a un gran desierto y un tempestuoso mar.
Pero una Voz me afirma: "Yo soy tu Protector",
"La insuficiencia humana se rinde a mi favor".
(Coro)
¡Dios está contigo, como estuvo con Moisés!
Su misma Presencia, hoy como fue ayer.
No temas al mundo ni a la potestad,
Su diestra te guía, te da la libertad.
(B)
Las señas y prodigios que muestras, oh Señor,
No son la meta misma, sino un apuntador.
Apuntan hacia el Calvario, Tu obra de redención,
Donde fe se apropia de la sanidad y el perdón.
El corazón secreto que solo Tú puedes ver,
Lo abres para que el alma en Ti pueda creer.
(Coro)
¡Dios está contigo, como estuvo con Moisés!
Su misma Presencia, hoy como fue ayer.
No temas al mundo ni a la potestad,
Su diestra te guía, te da la libertad.
(C)
No basta con creerlo en quieto corazón,
La fe sin la palabra es vana devoción.
Pues Cristo es Sacerdote de mi confesión,
Y honra la promesa que sella mi oración.
Así que al monte oscuro de mi tribulación,
Le ordeno que se mueva con fe y convicción.
(Coro)
¡Dios está contigo, como estuvo con Moisés!
Su misma Presencia, hoy como fue ayer.
No temas al mundo ni a la potestad,
Su diestra te guía, te da la libertad.
(D)
El tiempo de las señas ya nos vindicó,
Y ahora como a Josué, el Jordán nos llamó.
A entrar en la promesa que Él nos entregó,
Con fe y con audacia, pues Él ya venció.
¡Levántate, valiente! ¡Esfuérzate en Su amor!
Tu herencia te espera, ¡conquista en el Señor!
(Coro x2)
¡Dios está contigo, como estuvo con Moisés!
Su misma Presencia, hoy como fue ayer.
No temas al mundo ni a la potestad,
¡Su diestra te guía, te da la libertad!
INTRODUCTION
Peace to all of you, beloved listeners, and welcome once again to a new episode of "God's Spoken Word." It is a privilege to be able to share with you the Bread, the Spiritual Food that remains Eternal Life.
Today we will take a trip back in time to Thursday, May 3, 1951, at the Calvary Temple in Los Angeles, California. We will focus on the teaching of God's prophet for our age, Brother William Marrion Branham, as he delivers a foundational message entitled, " As I Was With Moses." That evening's service begins in a very human and spiritual way. Brother Branham goes up to the pulpit and apologizes for being late. The reason? He was so immersed in prayer that he lost track of time. He himself tells it like this: "I'm so sorry I was late tonight. I was just praying and I kind of got excited, I felt like I couldn't stop praying." This, beloved hearing brothers, shows us from the beginning where the prophet's focus was: not on time or program, but on Communion with God.
The title of this message, " As I Was With Moses," is not simply a poetic phrase; it is one of the most powerful and fundamental promises in all of Scripture. It comes directly from the book of Joshua, chapter 1, a passage that Brother Branham read that night and that, in his own words, was the basis of his life. The context is a moment of monumental transition: the great prophet Moses has died, and now God commissions a new leader, Joshua, to usher His people into the Promised Land.
At this crucial moment, God gives Joshua this unchanging promise. We read in verses 5 and 9 of Joshua chapter 1:
5 No one will be able to stand against you all the days of your life: as I went with Moses, I will be with you; I will not leave you nor forsake you.
9Behold, I command you to be strong and courageous: do not be afraid or dismayed, for the Lord your God will be with you wherever you go.
The importance of this scripture to the prophet cannot be underestimated. He confessed that night, in paragraph 68, "You don't know what that meant to me, when that, this first came to me; it has been my life". It is on this foundation of God's continual and unchanging presence that the entire message we are about to explore is built. It is the promise that the same power that worked through one servant in one dispensation will continue to work through another in the next.
INTRODUCING THE TRUE HEALER
Immediately, after establishing an atmosphere of prayer, Brother Branham directs the attention of the people not to himself, but to what God was already doing among them. He mentions a powerful testimony from a man in the audience with a paralyzed arm who had just been healed. Brother Branham says in paragraph 5, "And I understand today that a brother had a paralyzed arm, which had just been straightened. Now, a man who has been paralyzed... There he is, waving his arm back there, I guess he just testified, it's wonderful, that paralyzed arm, waving."
Now, pay close attention to how this miracle occurred, because it is the key to the whole message. The prophet clarifies that he had no personal contact with this man. He explains in paragraph 10: "I didn't touch him or anything, he looked up here on the platform, he saw the Holy Spirit doing signs and wonders out there, he just said in his heart, no doubt, "... Why, Holy Spirit, You heal me too, so I will accept You.'" The same happened, he reminds us, with Congressman Upshaw, who was healed after 66 years of being crippled, untouched by the prophet.
This principle is a perfect echo of what we see in St. Mark, chapter 5. There, a woman who had suffered from an issue of blood for twelve years, and had spent all she had on doctors without getting better, approached the Lord Jesus from behind, in the midst of a large crowd. She didn't ask him for prayer, she didn't interrupt his sermon. In her heart, she said, "If I touch only his garment, I shall be saved." And as she did so, she felt in her body that she was healthy. The Lord Jesus, sensing what virtue had proceeded from Him, asked, "Who has touched my garments?" The healing was not initiated by the will of the Lord Jesus at that time, but was drawn from Him by the faith of that woman.
The prophet uses these examples to lay the foundation for his entire message: healing does not come from a gift or a man on the platform, but from the Presence of Christ working in the individual through his own faith. Listen to these crucial words, I quote from paragraph 6: "It's not for personal glory, it's not something I can do, I'm just trying to introduce you to the One that's over there among you now, See, to do the healing there.And Brother Branham adds, "It's Him that's right there where you're setting right now, He's with you, it's faith in Him."The Holy Spirit," he says, "is over everyone in the room, as present as the air we breathe.
But why is that Healing Power available to us? Brother Branham takes us to the source: the Cross of Calvary. He teaches that healing is not something we have to beg God to do, but something He has already provided. In his words in paragraph 15 it says, "When He died on Calvary, He healed everybody, He atoned right there, that's when you, when the debt was paid for Him." sin and disease, and all the attributes of sin." This truth is anchored in the prophetic Word of Isaiah 53:5, which states, "... and by his stripes we are healed." And the apostle Peter, looking back at the Cross, confirms it in 1 Peter 2:24 as a fait accompli: "Who himself bore our sins in his body on the tree, that we being dead to sins might live to righteousness: by the wound of which you have been healed."
Therefore, the minister's job is not to heal, but to present the Healer and remind people of the provision that has already been made. Faith is simply the act of accepting what already belongs to us by right of redemption.
THE BIBLICAL FOUNDATION OF FAITH
This principle that personal faith is the channel of God's blessing reminds us of the words of our Lord Jesus Christ throughout the Gospels. A classic example is Mark 5:34, when he said to the woman with the issue of blood, "Daughter, your faith has made you saved: go in peace, and be healed of your scourge." Brother Branham directly echoes this principle, saying in paragraph 11, speaking about what happened to Congressman Upshaw: "The Congressman, Brother Upshaw here, who was crippled for sixty-six years, I didn't even touch the man, not at all. I just stood here, saw a vision of the man, it's true, and then he just accepted what I said, with that he had. There he is, walking. Come here? I had nothing to do with it. His faith in the Lord Jesus Christ is what healed him. That's right. Come here? "Your faith has saved you." And when faith came, he was not afraid, and applied works with it, and why, "Faith without works is dead." See?"
But how does that faith work in practice? Is it simply an inner feeling or a passive hope? Brother Branham teaches that biblical faith is an active force that must be expressed. It leads us to Hebrews 3:1, which exhorts us to regard the Lord Jesus as "the apostle, the high priest of our profession" (in other translations it says, "our confession"), that is, "profession" of professing. The prophet emphasizes this point by saying in paragraph 34, "Remember, He can't do anything for you until you first say He's done it, believe Him, and accept Him, and testify of it. Did you know that? He is the High Priest of our what? Confession. Hebrews 3:1. Now, He's seated at the right hand of the Father to make intercessions based on our confession. See, we have to believe it, accept it, and confess it, and He stands before the Father to make good all that we confess, in the redemptive blessings, of course."
This is crucial. The Lord Jesus is not the High Priest of our supplications or our fears, BUT OF OUR CONFESSION. Brother Branham explained in the quote quoted above, I go back and repeat, "He is seated at the right hand of the Father, to make intercessions based on our confession." In other words, Christ cannot act for us until we first believe and confess what His Word has already declared to be true. If the Bible says "by his stripes we are healed," our faith accepts it, and our confession declares it. It is then that our High Priest can present that confession to the Father as a fait accompli.
The Lord Jesus Himself taught this principle about faith and confession in Mark 11:23-24. Brother Branham breaks it down this way:
First, Jesus sets the time to believe: "Whatever you ask, when you pray, believe that you have received it, and it will be given to you." Faith does not wait to see the result to believe; Believe in the moment of prayer.
Second, the Lord Jesus connects this faith with the power of our words: "... if you say to this mountain... and you won't doubt it... but if you believe that those things you say will be fulfilled, you will have it." The prophet puts the emphasis on that last part: what one says, what one confesses, is what one will possess.
So, the biblical foundation of faith is not passive. It is a divine cycle: We believe in our hearts God's Promise, accept it as a fait accompli, and then declare it with our mouths. As Scripture encourages us in Joel 3:10, "... let the weak say, 'I am strong.'" Our verbal confession activates our High Priest to make good on the promise in our lives.
THE DILEMMA: QUANTITY VS. SPIRITUAL CONNECTION
Brother Branham then addresses a criticism he sometimes faced, a dilemma that defines the focus of his ministry. He explains that this is why sometimes his service seemed slow. It wasn't about passing hundreds of people in a line quickly. He was dealing with a comment that had been made to him: "Another brother was praying for five hundred people, while I was praying for five." But far from criticizing other ministries, the prophet shows great humility, saying, and I quote from paragraph 8, "Well, maybe that's true. Maybe that's how the Lord wants the brother to do it."
So why was his method different? The prophet's goal was not simply the quantity of prayers, but the quality of each soul's connection to the Healer. He explains that his main purpose was "to bring them, not so much to a contact with myself, but to a contact with Jesus." To accomplish this, it was often necessary to go beyond a general prayer. Using his God-given gift of discernment, his job was to find the obstacle that prevented a person's faith from working. He describes it this way in paragraph 19: "Now, if you've done something in your life that you know is wrong, then you correct that. Usually, that's the cause here on the platform, it's tracking down and finding something in their life there that they did that prevents them from being healed until they can be, until they correct that. And then when you settle that with God, then God will heal you."
This method of focusing on the individual to find the root of the problem, rather than catering to the crowd, directly reflects the ministry of our Lord Jesus Christ. Consider the story of the pool of Bethesda in St. John, chapter 5. Scripture says that there lay a great multitude of sick people: blind, lame, and paralyzed. However, the Lord Jesus walked through all that crowd and healed only one man, one who had been sick for thirty-eight years. And later, when he met him in the temple, the Lord Jesus revealed to him the root of his problem, saying to him, and we quote from verse 14 of St. John chapter 5: "Behold, you have been healed; sin no more, lest something worse come to you." The Lord Jesus did not focus on quantity, but on a deep, individual connection that reached to the spiritual cause.
In the same way, we see the Lord Jesus diagnose the spiritual obstacle of the rich young ruler in St. Matthew, chapter 19. The young man came seeking eternal life, but the Lord, looking into his heart, identified exactly what kept him from having a full connection with God: his love of riches. He did not give him a superficial answer; went straight to the root of the problem.
Therefore, the dilemma was not really "quantity versus quality." It was a matter of different callings and methods. Brother Branham felt that his specific commission was to use the gift of discernment to act as a guide, clearing away the obstacles of unbelief or sin that stood in the way, so that the person's faith could establish pure and direct contact with the healing power of Jesus Christ.
THE COMMISSION AND SIGNS OF MOSES
To understand the step of faith that Brother Branham is about to take, we must first understand the original commission he received. He relates that when the Angel of the Lord met him, he told him that he was born to bring a gift of healing to the people. The commission was amazing: I would pray for kings and monarchs, and I would have congregations around the world. However, the prophet, a man with a first-year high school education and working as a local ranger, was overwhelmed with doubt and inadequacy. He protested saying, and I quote from paragraph 24: "How would I come to know kings and monarchs, and great men of the world, and congregations from the east, west, north, and south come to me to pray for them? That was more than, that--that shock at that moment, than my faith could--could--could comprehend. Then he told me... I said, "Lord, they won't believe me. Well, I can't speak." And that is still true; I can't have a very good conversation with people, because I don't have enough education."
This sense of inadequacy echoes the great prophets of the Bible. When God called Moses from the burning bush in Exodus chapter 4, Moses similarly responded, "Alas, Lord! I have never been a man of easy words... for I am slow of speech and dull of tongue" (Exodus 4:10). And God's response to Moses is the same answer that Brother Branham received: a promise of His Presence and a vindication through signs. The Angel of the Lord said to him, "I will be with you," and then gave him the key, I am quoting from paragraph 28: "Just as two signs were given to Moses the prophet to vindicate that he had been sent from God... so it will be given to you."
Just as God gave Moses the sign of the rod and the leprous hand for the people to believe, Brother Branham received two supernatural signs for the same purpose. The Angel instructed him, continuing the quote from paragraph 28: "To begin with, you will know diseases by taking people by the hand. And then it shall come to pass, that you shall know the very secrets of their hearts, and the things that have happened in their lives, and you will be able to tell them from the beginning to the end."
It is crucial to understand the purpose of these signs, especially the second one. Knowing the secrets of the heart was not to expose people, but to reveal the Presence of Christ. This has a direct precedent in the ministry of the Lord Jesus. In St. John, chapter 1, when Philip tells Nathanael about the Lord Jesus, Nathanael is skeptical. But when he approaches the Christ, the Lord says to him, "Behold a true Israelite, in whom there is no guile." Surprised, Nathanael asks, "Where do you know me from?". And Jesus answers, "Before Philip called you, when you were under the fig tree, I saw you" (John 1:47-48). Hearing this, seeing that the Lord Jesus knew his character and his secret actions, Nathanael's unbelief vanished and he exclaimed, "Rabbi, you are the Son of God; you are the King of Israel!".
The Messianic sign served its purpose: it revealed the Godhead. In the same way, signs in Brother Branham's ministry were not the end goal. They were a Divine Credential, a means for people to believe the Message and, most importantly, for them to recognize that the same Jesus Christ of the Bible was alive and present in their midst.
JOSHUA'S STEP OF FAITH: NEW TERRITORY
And it is here that the sermon takes a dramatic and deeply personal turn. Brother Branham expresses that he felt that perhaps he had leaned too heavily on the realm of signs. He makes a remarkable confession about his own ministry up to that point, saying, and I quote from paragraph 70: "And I only try to work when I see the Spirit of God at work, then I speak... But that's not exactly faith, that's just to see what's going to happen before you say it." He felt that Satan had him cowed, limiting him. In his own words he says, and I quote from paragraph 73, "I believe Satan is keeping me too cowed, that's right, he--he's kept me still there, I believe God wants me to go straight forward."
That night, he decides to take a new position, one of initiative and audacity. Listen to his resolution, I quote from paragraph 71: "I want to take a step of faith tonight, I want to come out with something new that I haven't done before, take the other side and say, 'Satan, Jesus Christ sent me to do this. And you have to leave the people!' And make a bold mandate without even seeing anything, believing it with all my--my heart."
This is, in essence, the transition from Moses' dispensation to Joshua's. Moses was the man of the amazing signs that vindicated God in the wilderness. But Joshua was the man of bold faith who had to cross the Jordan and act on the promise to possess the land. The command to Joshua was, "No one will be able to stand against you... as I was with Moses, I will be with you" and "Be strong and courageous". Brother Branham appropriates this transition for himself, seeing discernment as his "Moses," and that night as his "crossing of the Jordan" into new territory of faith. It is a step that defines faith itself according to Hebrews 11:1: "Faith is therefore the substance of things hoped for, the demonstration of things not seen." He was deciding to act not on what he saw, but on what he believed.
This "new" step was, in fact, a return to the most fundamental promise of his commission: that if he was sincere and could get people to believe him, "no sickness would stand in the way of prayer." It was also a return to the Great Commission given to all believers in Mark 16:17-18: "And these signs will follow those who believe... they will lay their hands on the sick, and they will be healed." He was setting aside the single sign to operate on the universal promise. With all this in his heart, he firmly declares, I quote from paragraph 71: "And I'm putting it to the test tonight, it's a new position." It would no longer be based only on "seeing," but on bold "believing," taking God into His original promise.
VINDICATION AND THE EXPLOSION OF MIRACLES
Now, before fully launching into this new phase of bold faith, the Holy Spirit gives Brother Branham a public vindication, demonstrating that the power of discernment was not gone, but would now serve as a launching pad for faith. He calls a few people to the platform and, like the Lord Jesus with the woman at the well, uses discernment to reveal the root of their problems. In fact, to one woman he says explicitly, I quote from paragraph 103, "The reason I talk to you is just to contact you, to see what the problem is, as Jesus spoke to the woman at the well." To this woman he reveals an internal injury caused by a fall into a well during her childhood, a forgotten event that was the cause of her ailments. As we read in St. John, chapter 4, when the Lord Jesus revealed His past to the woman, she immediately recognized Him as the Prophet, the Messiah. The purpose of the sign was the same here: to reveal Christ present.
Then the Power of God sweeps the audience. The prophet looks at a woman lying on a mat and says, and I quote from paragraph 208, "I can't heal you, sister, but if you believe what I'm talking about, and what you're talking to me now, you'll be healed. Do you believe it?" He reveals that he has a terrible tumor and gives him a faith-filled order: "Why don't you stand up and accept your healing! Get out of that condition." And the woman stands up. The vindication was complete.
Having been vindicated, begin the prayer line under this new anointing of bold faith. The results are explosive. People begin to pass by, and the prophet no longer stops for a long discernment, but operates with direct commands. We see here a reflection of the apostolic ministry in the book of Acts. In Acts chapter 3, the apostle Peter doesn't say to the lame man at the door of the temple, "I will pray that God will heal you." He gives him a direct command: "In the name of Jesus Christ of Nazareth, get up and walk."
That same authority resonates in the Calvary Temple. To a man with arthritis, Brother Branham says, I quote from paragraph 160, "Do you believe, brother? If so, the arthritis will leave you, and you will be fine. Go praising God." The climax comes when a blind woman is instantly healed. The prophet exclaims, full of joy, I quote from paragraph 165: "A blind woman received her sight, standing here, she lifted up her hands toward the light!" He describes the scene for the congregation: "There's her daughter hugging her, and she's screaming, waving her cane, healed." Soon after, he sees a man with spinal paralysis and orders him to stand up, and the man is instantly healed.
Where does this authority to command come from? As Peter explained in Acts 4:10, the healing of the lame came "through the name of Jesus Christ of Nazareth." The power does not reside in man, but in the Name he has been given authority to use. A powerful lesson was sealed that night: when a believer, duly commissioned and vindicated, dares to move from merely observing the signs to boldly acting on the promise in the Name of Jesus Christ, Heaven responds with a glorious manifestation.
CONCLUSION: IT'S TIME TO CROSS YOUR JORDAN
And so, beloved hearing brethren, we come to the end of this journey through the message " As I Was With Moses." We have witnessed a sacred moment, a turning point not only in a 1951 service, but in the understanding of how faith operates.
We have seen how the prophet led us on a spiritual journey: from the foundation of secret prayer, to the understanding that Christ is the only Healer, to the Revelation that our faith must have a voice through confession. We saw the purpose of the signs of "Moses," designed to vindicate and build faith, but then we were taken to the true climax of the message: the step of faith of "Joshua."
Brother Branham taught us the most vital lesson that night: There is a time in every believer's life when we must stop relying solely on seeing the signs and begin to act boldly on the promise. The faith that pleases God is not the one that says, "I will believe it when I see it," but the faith that, anchored in the Word of God, says like the prophet: "I want to take the side of initiative... and challenge the enemy in... audacity."
The question this message leaves us with today is not what God did through His prophet in 1951. The question is: what will God do through you, today? The promise God made to Joshua resonates through the centuries for each of us: "As I was with Moses, I will be with you; I will not forsake thee, neither forsake thee" (Joshua 1:5).
Perhaps you find yourself in front of your own swollen "Red Sea" or "Jordan River": an illness, a family problem, a spiritual bondage. You have seen the signs, you have heard the testimonies. Now God is telling you that it's time to work hard and be courageous. It is time to stop walking in circles in the wilderness of doubt and to march forward to own your heritage. Healthcare has already been bought at Calvary. Victory has already been assured.
Don't wait to "feel it." Find your promise in the Word, hold on to it, and take your step of faith. May the prophet's bold final prayer that night become yours: "Heavenly Father, in the Name of Jesus Christ, ... We love You and pray, God, right now, that Satan will release everyone in this building and be healed."
May the Lord bless you and give you the courage of Joshua to claim all that He has promised you. Amen!
Hymn:
"GOD IS WITH YOU"
By: Brother Francisco Velázquez Cruz
(A)
My voice is dull and weak, my being worthless,
But Your holy call resounds within me.
I feel like Moses, without grace to speak,
In front of a great desert and a stormy sea.
But a Voice says to me, "I am your Protector,"
"Human insufficiency surrenders in my favor."
(Chorus)
God is with you, as He was with Moses!
His very Presence, today as it was yesterday.
Do not fear the world or power,
His right hand guides you, gives you freedom.
(B)
The signs and wonders that you show, O Lord,
They are not the goal itself, but a prompter.
They point to Calvary, Your work of redemption,
Where faith appropriates healing and forgiveness.
The secret heart that only You can see,
You open it so that the soul in You can believe.
(Chorus)
God is with you, as He was with Moses!
His very Presence, today as it was yesterday.
Do not fear the world or power,
His right hand guides you, gives you freedom.
(C)
It is not enough to believe it in a quiet heart,
Faith without the word is vain devotion.
For Christ is the Priest of my confession,
And honor the promise that seals my prayer.
So to the dark mountain of my tribulation,
I command you to move with faith and conviction.
(Chorus)
God is with you, as He was with Moses!
His very Presence, today as it was yesterday.
Do not fear the world or power,
His right hand guides you, gives you freedom.
(D)
The time of signs has already vindicated us,
And now, like Joshua, the Jordan called us.
To enter into the promise that He gave us,
With faith and with boldness, for He has already won.
Arise, brave! Strive in His love!
Your inheritance awaits you, conquer in the Lord!
(Chorus x2)
God is with you, as He was with Moses!
His very Presence, today as it was yesterday.
Do not fear the world or power,
His right hand guides you, gives you freedom!
INTRODUCTION
Paix à vous tous, chers auditeurs, et bienvenue une fois de plus à un nouvel épisode de « God's Spoken Word ». C'est un privilège de pouvoir partager avec vous le Pain, la Nourriture Spirituelle qui reste la Vie Eternelle.
Aujourd'hui, nous allons faire un voyage dans le temps jusqu'au jeudi 3 mai 1951, au temple du Calvaire à Los Angeles, en Californie. Nous nous concentrerons sur l'enseignement du prophète de Dieu pour notre époque, Frère William Marrion Branham, alors qu'il délivre un message fondamental intitulé « Tout comme j'étais avec Moïse ». Le service divin de ce soir-là commence d'une manière très humaine et spirituelle. Frère Branham monte à la chaire et s'excuse d'être en retard. La raison ? Il était tellement plongé dans la prière qu'il perdait la notion du temps. Il le dit lui-même ainsi : « Je suis vraiment désolé d'être arrivé en retard ce soir. Je priais juste et j'étais un peu excité, j'avais l'impression que je ne pouvais pas arrêter de prier. Bien-aimés frères entendants, cela nous montre dès le début où se concentrait le prophète : non pas sur le temps ou le programme, mais sur la communion avec Dieu.
Le titre de ce message, « Comme j'étais avec Moïse », n'est pas simplement une phrase poétique ; c'est l'une des promesses les plus puissantes et les plus fondamentales de toute l'Écriture. Il vient directement du livre de Josué, chapitre 1, un passage que Frère Branham a lu ce soir-là et qui, selon ses propres mots, a été la base de sa vie. Le contexte est un moment de transition monumentale : le grand prophète Moïse est mort, et maintenant Dieu charge un nouveau chef, Josué, d'introduire son peuple dans la Terre promise.
À ce moment crucial, Dieu donne à Josué cette promesse immuable. Nous lisons dans les versets 5 et 9 de Josué chapitre 1 :
5 Personne ne pourra résister à toi tous les jours de ta vie ; comme je suis allé avec Moïse, je serai avec toi, je ne te quitterai pas et je ne t'abandonnerai point.
9Voici, je t'ordonne d'être forts et courageux ; ne crains pas et ne te consternes pas, car le Seigneur, ton Dieu, sera avec toi partout où tu iras.
L'importance de cette écriture pour le prophète ne peut être sous-estimée. Il a avoué ce soir-là, au paragraphe 68 : « Vous ne savez pas ce que cela signifiait pour moi, quand cela, cela m'est venu pour la première fois ; cela a été ma vie ». C'est sur ce fondement de la présence continuelle et immuable de Dieu que tout le message que nous sommes sur le point d'explorer est construit. C'est la promesse que la même puissance qui a agi à travers un serviteur dans une dispensation continuera à agir à travers un autre dans la suivante.
PRÉSENTATION DU VRAI GUÉRISSEUR
Immédiatement, après avoir établi une atmosphère de prière, Frère Branham attire l'attention des gens non pas sur lui-même, mais sur ce que Dieu faisait déjà parmi eux. Il mentionne le témoignage puissant d'un homme dans l'auditoire avec un bras paralysé qui venait d'être guéri. Frère Branham dit au paragraphe 5 : « Et je comprends aujourd'hui qu'un frère avait un bras paralysé, qui venait d'être redressé. Maintenant, un homme qui a été paralysé... Il est là, agitant son bras là-bas, je pense qu'il vient de témoigner, c'est merveilleux, ce bras paralysé, qui agite.
Maintenant, portez une attention particulière à la façon dont ce miracle s'est produit, car c'est la clé de tout le message. Le prophète précise qu'il n'a eu aucun contact personnel avec cet homme. Il explique au paragraphe 10 : « Je ne l'ai pas touché ni rien, il a regardé ici sur l'estrade, il a vu l'Esprit Saint faire des signes et des prodiges là-bas, il a juste dit dans son cœur, sans doute : « ... Eh bien, Saint-Esprit, tu me guéris aussi, alors je t'accepterai. La même chose s'est produite, nous rappelle-t-il, avec le membre du Congrès Upshaw, qui a été guéri après 66 ans d'infirmité, sans être touché par le prophète.
Ce principe est un parfait écho de ce que nous voyons dans saint Marc, chapitre 5. Là, une femme qui souffrait d'une perte de sang depuis douze ans et qui avait dépensé tout ce qu'elle avait en médecins sans aller mieux, s'est approchée du Seigneur Jésus par derrière, au milieu d'une grande foule. Elle ne lui a pas demandé de prier, elle n'a pas interrompu son sermon. Dans son cœur, elle a dit : « Si je touche seulement à son vêtement, je serai sauvée. » Et ce faisant, elle a senti dans son corps qu'elle était en bonne santé. Le Seigneur Jésus, sentant quelle vertu procédait de Lui, demanda : « Qui a touché à mes vêtements ? » La guérison n'a pas été initiée par la volonté du Seigneur Jésus à ce moment-là, mais a été tirée de Lui par la foi de cette femme.
Le prophète utilise ces exemples pour jeter les bases de tout son message : la guérison ne vient pas d'un don ou d'un homme sur l'estrade, mais de la présence du Christ à l'œuvre dans l'individu à travers sa propre foi. Écoutez ces paroles cruciales, je cite le paragraphe 6 : « Ce n'est pas pour la gloire personnelle, ce n'est pas quelque chose que je peux faire, j'essaie simplement de vous présenter Celui qui est là-bas parmi vous maintenant, voyez, pour y faire la guérison.Et frère Branham ajoute : « C'est Lui qui est juste là où vous êtes assis en ce moment, Il est avec vous, c'est la foi en Lui.« L'Esprit Saint – dit-il – est sur tout le monde dans la pièce, aussi présent que l'air que nous respirons.
Mais pourquoi ce pouvoir de guérison est-il à notre disposition ? Frère Branham nous emmène à la source : la Croix du Calvaire. Il enseigne que la guérison n'est pas quelque chose que nous devons supplier Dieu de faire, mais quelque chose qu'Il a déjà fourni. Dans ses propres paroles au paragraphe 15, il est dit : « Quand Il est mort sur le Calvaire, Il a guéri tout le monde, Il a expié juste là, c'est à ce moment-là que vous, quand la dette a été payée pour Lui. »
le péché et la maladie, et tous les attributs du péché. Cette vérité est ancrée dans la Parole prophétique d'Isaïe 53:5, qui déclare : « ... et c'est par ses meurtrissures que nous sommes guéris. Et l'apôtre Pierre, regardant en arrière vers la Croix, la confirme dans 1 Pierre 2:24 comme un fait accompli : « Lui qui a porté nos péchés dans son corps sur le bois, afin que nous, morts aux péchés, vivions pour la justice, par la blessure de laquelle tu as été guéri."
Par conséquent, le travail du ministre n'est pas de guérir, mais de présenter le Guérisseur et de rappeler aux gens les dispositions qui ont déjà été prises. La foi est simplement l'acte d'accepter ce qui nous appartient déjà par droit de rédemption.
LE FONDEMENT BIBLIQUE DE LA FOI
Ce principe selon lequel la foi personnelle est le canal de la bénédiction de Dieu nous rappelle les paroles de notre Seigneur Jésus-Christ tout au long des Évangiles. Un exemple classique est Marc 5:34, lorsqu'il a dit à la femme qui avait une perte de sang : « Ma fille, ta foi t'a sauvée ; va en paix, et sois guérie de ton fléau. » Frère Branham fait directement écho à ce principe, en disant au paragraphe 11, parlant de ce qui est arrivé au membre du Congrès Upshaw : « Le membre du Congrès, Frère Upshaw ici, qui a été estropié pendant soixante-six ans, je n'ai même pas touché cet homme, pas du tout. Je me suis simplement tenu ici, j'ai eu une vision de cet homme, c'est vrai, et alors il a simplement accepté ce que j'avais dit, avec cela, il l'avait fait. Le voilà qui marche. Viens ici? Je n'avais rien à voir avec ça. Sa foi au Seigneur Jésus-Christ est ce qui l'a guéri. C’est juste. Viens ici? « Ta foi t'a sauvé. » Et quand la foi est venue, il n'a pas eu peur, et il a appliqué des œuvres avec elle, et c'est pourquoi : « La foi sans les oeuvres est morte. » Vous voyez ?
Mais comment cette foi fonctionne-t-elle dans la pratique ? Est-ce simplement un sentiment intérieur ou une espérance passive ? Frère Branham enseigne que la foi biblique est une force active qui doit être exprimée. Cela nous conduit à Hébreux 3:1, qui nous exhorte à considérer le Seigneur Jésus comme « l'apôtre, le souverain sacrificateur de notre profession » (dans d'autres traductions, il est dit « notre confession »), c'est-à-dire la « profession » de professer. Le prophète insiste sur ce point en disant au paragraphe 34 : « Souviens-toi qu'il ne peut rien faire pour toi tant que tu n'as pas dit d'abord qu'il l'a fait, que tu ne crois pas en lui, que tu ne l'acceptes pas et que tu n'en témoignes pas. Le saviez-vous ? Il est le Grand Prêtre de notre quoi ? Confession. Hébreux 3:1. Maintenant, Il est assis à la droite du Père pour faire des intercessions basées sur notre confession. Voyez, nous devons le croire, l'accepter et le confesser, et Il se tient devant le Père pour rendre bien tout ce que nous confessons, dans les bénédictions rédemptrices, bien sûr.
C'est crucial. Le Seigneur Jésus n'est pas le Souverain Sacrificateur de nos supplications ou de nos craintes, MAIS DE NOTRE CONFESSION. Frère Branham a expliqué dans la citation citée ci-dessus, je reviens en arrière et je répète : « Il est assis à la droite du Père, pour intercéder sur la base de notre confession. » En d'autres termes, Christ ne peut pas agir pour nous tant que nous ne croyons pas et ne confessons pas d'abord ce que Sa Parole a déjà déclaré être vrai. Si la Bible dit : « C'est par ses meurtrissures que nous sommes guéris », notre foi l'accepte, et notre confession le déclare. C'est alors que notre Grand Prêtre peut présenter cette confession au Père comme un fait accompli.
Le Seigneur Jésus Lui-même a enseigné ce principe sur la foi et la confession dans Marc 11:23-24. Frère Branham le décompose de cette façon :
Tout d'abord, Jésus fixe le temps pour croire : « Tout ce que tu demandes, quand tu pries, crois que tu l'as reçu, et qu'il te sera donné. » La foi n'attend pas de voir le résultat pour croire ; Croyez au moment de la prière.
Deuxièmement, le Seigneur Jésus relie cette foi à la puissance de nos paroles : « ... Si vous dites à cette montagne... Et vous n'en douterez pas... mais si tu crois que les choses que tu dis s'accompliront, tu l'auras. Le prophète met l'accent sur cette dernière partie : ce que l'on dit, ce que l'on confesse, c'est ce que l'on possède.
Ainsi, le fondement biblique de la foi n'est pas passif. C'est un cycle divin : nous croyons dans notre cœur à la promesse de Dieu, nous l'acceptons comme un fait accompli, puis nous la déclarons de notre bouche. Comme les Écritures nous l'encouragent dans Joël 3:10, « ... que les faibles disent : Je suis fort. » Notre confession verbale incite notre Grand Prêtre à tenir la promesse dans nos vies.
LE DILEMME : QUANTITÉ VS CONNEXION SPIRITUELLE
Frère Branham aborde ensuite une critique à laquelle il a parfois été confronté, un dilemme qui définit l'objectif de son ministère. Il explique que c'est pourquoi son service semblait parfois lent. Il ne s'agissait pas de dépasser rapidement des centaines de personnes dans une file d'attente. Il s'occupait d'un commentaire qui lui avait été fait : « Un autre frère priait pour cinq cents personnes, tandis que je priais pour cinq. » Mais loin de critiquer d'autres ministères, le prophète fait preuve d'une grande humilité en disant, et je cite le paragraphe 8 : « Eh bien, c'est peut-être vrai. Peut-être que c'est ainsi que le Seigneur veut que le frère le fasse.
Alors pourquoi sa méthode était-elle différente ? Le but du prophète n'était pas simplement la quantité de prières, mais la qualité de la connexion de chaque âme avec le Guérisseur. Il explique que son but principal était « de les amener, non pas tant à un contact avec moi-même, mais à un contact avec Jésus ». Pour ce faire, il était souvent nécessaire d'aller au-delà d'une prière générale. En utilisant son don de discernement donné par Dieu, son travail consistait à trouver l'obstacle qui empêchait la foi d'une personne de fonctionner. Il le décrit ainsi au paragraphe 19 : « Maintenant, si tu as fait quelque chose dans ta vie que tu sais être mal, alors tu le corriges. Habituellement, c'est la cause ici sur la plateforme, c'est de traquer et de trouver quelque chose dans leur vie là-bas qu'ils ont fait qui les empêche d'être guéris jusqu'à ce qu'ils puissent l'être, jusqu'à ce qu'ils corrigent cela. Et puis, quand vous réglez cela avec Dieu, alors Dieu vous guérira.
Cette méthode qui consiste à se concentrer sur l'individu pour trouver la racine du problème, plutôt que de s'adresser à la foule, reflète directement le ministère de notre Seigneur Jésus-Christ. Considérez l'histoire de la piscine de Béthesda à Saint-Jean, chapitre 5. L'Écriture dit qu'il y avait là une grande multitude de malades : aveugles, boiteux et paralytiques. Cependant, le Seigneur Jésus a traversé toute cette foule et n'a guéri qu'un seul homme, qui était malade depuis trente-huit ans. Et plus tard, lorsqu'il l'a rencontré dans le temple, le Seigneur Jésus lui a révélé la racine de son problème, en lui disant, et nous citons le verset 14 de saint Jean chapitre 5 : « Voici, tu as été guéri ; ne pèche plus, de peur qu'il ne t'arrive quelque chose de pire. Le Seigneur Jésus ne s'est pas concentré sur la quantité, mais sur un lien profond et individuel qui atteignait la cause spirituelle.
De la même manière, nous voyons le Seigneur Jésus diagnostiquer l'obstacle spirituel du jeune dirigeant riche dans saint Matthieu, chapitre 19. Le jeune homme est venu chercher la vie éternelle, mais le Seigneur, en regardant dans son cœur, a identifié exactement ce qui l'empêchait d'avoir une connexion complète avec Dieu : son amour des richesses. Il ne lui donna pas une réponse superficielle ; est allé directement à la racine du problème.
Par conséquent, le dilemme n'était pas vraiment « quantité contre qualité ». Il s'agissait de vocations et de méthodes différentes. Frère Branham a estimé que sa mission spécifique était d'utiliser le don de discernement pour agir comme guide, en éliminant les obstacles de l'incrédulité ou du péché qui se dressaient sur son chemin, afin que la foi de la personne puisse établir un contact pur et direct avec la puissance de guérison de Jésus-Christ.
LA COMMISSION ET LES SIGNES DE MOÏSE
Pour comprendre le pas de foi que Frère Branham est sur le point de faire, nous devons d'abord comprendre la mission originelle qu'il a reçue. Il raconte que lorsque l'Ange du Seigneur l'a rencontré, il lui a dit qu'il était né pour apporter un don de guérison aux gens. La commande était incroyable : je prierais pour les rois et les monarques, et j'aurais des congrégations dans le monde entier. Cependant, le prophète, un homme avec une première année d'études secondaires et travaillant comme garde forestier local, a été submergé par le doute et l'inadéquation. Il a protesté en disant, et je cite le paragraphe 24 : « Comment pourrais-je connaître des rois et des monarques, et des grands hommes du monde, et des congrégations de l'Orient, de l'Ouest, du Nord et du Sud qui viennent à moi pour prier pour eux ? C'était plus que cela–ce choc à ce moment-là, que ma foi pouvait–pouvait–pouvait comprendre. Puis il m'a dit... J'ai dit : « Seigneur, ils ne me croiront pas. Eh bien, je ne peux pas parler. Et c'est toujours vrai ; Je ne peux pas avoir une très bonne conversation avec les gens, parce que je n'ai pas assez d'éducation.
Ce sentiment d'inadéquation fait écho aux grands prophètes de la Bible. Lorsque Dieu a appelé Moïse du buisson ardent dans Exode chapitre 4, Moïse a répondu de la même manière : « Hélas, Seigneur ! Je n'ai jamais été un homme de mots faciles... car je suis lent à parler et à parler d'un ton terne » (Exode 4:10). Et la réponse de Dieu à Moïse est la même que celle que Frère Branham a reçue : une promesse de Sa Présence et une confirmation par des signes. L'Ange du Seigneur lui dit : « Je serai avec toi », puis il lui donna la clef, je cite au paragraphe 28 : « De même que deux signes ont été donnés au prophète Moïse pour confirmer qu'il avait été envoyé de Dieu... et il vous sera donné.
Tout comme Dieu a donné à Moïse le signe de la verge et de la main lépreuse pour que les gens croient, Frère Branham a reçu deux signes surnaturels dans le même but. L'Ange lui donna des instructions, en continuant la citation du paragraphe 28 : « Pour commencer, tu connaîtras les maladies en prenant les gens par la main. Et alors il arrivera que vous connaîtrez les secrets mêmes de leurs cœurs, et les choses qui sont arrivées dans leur vie, et vous serez capables de les raconter depuis le commencement jusqu'à la fin.
Il est crucial de comprendre le but de ces signes, en particulier le deuxième. Connaître les secrets du cœur n'était pas exposer les gens, mais révéler la Présence du Christ. Cela a un précédent direct dans le ministère du Seigneur Jésus. Dans saint Jean, chapitre 1, lorsque Philippe parle à Nathanaël du Seigneur Jésus, Nathanaël est sceptique. Mais quand il s'approche du Christ, le Seigneur lui dit : « Voici un véritable Israélite, en qui il n'y a pas de fraude. » Surpris, Nathanaël demande : « D'où me connais-tu ? ». Et Jésus répond : « Avant que Philippe ne t'appelle, quand tu étais sous le figuier, je t'ai vu » (Jean 1:47-48). En entendant cela, voyant que le Seigneur Jésus connaissait son caractère et ses actions secrètes, l'incrédulité de Nathanaël disparut et il s'écria : « Rabbi, tu es le Fils de Dieu ; tu es le roi d'Israël !.
Le signe messianique a rempli son but : il a révélé la Divinité. De la même manière, les signes dans le ministère de Frère Branham n'étaient pas l'objectif final. Ils étaient une crédibilité divine, un moyen pour les gens de croire au Message et, surtout, pour eux de reconnaître que le même Jésus-Christ de la Bible était vivant et présent au milieu d'eux.
LE PAS DE FOI DE JOSUÉ : UN NOUVEAU TERRITOIRE
Et c'est ici que le sermon prend une tournure dramatique et profondément personnelle. Frère Branham exprime qu'il a senti qu'il s'était peut-être trop appuyé sur le domaine des signes. Il fait une confession remarquable sur son propre ministère jusqu'à ce moment-là, en disant, et je cite le paragraphe 70 : « Et je n'essaie de travailler que lorsque je vois l'Esprit de Dieu à l'œuvre, puis je parle... Mais ce n'est pas exactement de la foi, c'est juste de voir ce qui va se passer avant de le dis-le. Il avait l'impression que Satan l'intimidait, le limitait. Dans ses propres mots, il dit, et je cite le paragraphe 73 : « Je crois que Satan me tient trop intimidé, c'est vrai, il–il m'a gardé toujours là, je crois que Dieu veut que j'aille droit devant. »
Ce soir-là, il décide de prendre un nouveau poste, celui de l'initiative et de l'audace. Écoutez sa résolution, je cite le paragraphe 71 : « Je veux faire un pas de foi ce soir, je veux sortir quelque chose de nouveau que je n'ai jamais fait auparavant, prendre l'autre côté et dire : 'Satan, Jésus-Christ m'a envoyé pour faire ceci. Et il faut quitter le peuple ! Et faire un mandat audacieux sans même rien voir, en y croyant de tout mon–de tout mon coeur. »
C'est, en substance, la transition de la dispensation de Moïse à celle de Josué. Moïse était l'homme des signes étonnants qui ont justifié Dieu dans le désert. Mais Josué était l'homme de foi audacieuse qui devait traverser le Jourdain et tenir sa promesse de posséder le pays. L'ordre donné à Josué fut : « Personne ne pourra te résister... comme j'étais avec Moïse, je serai avec toi » et « Soyez forts et courageux ». Frère Branham s'approprie cette transition pour lui-même, voyant le discernement comme son « Moïse », et cette nuit-là comme sa « traversée du Jourdain » vers un nouveau territoire de foi. C'est une étape qui définit la foi elle-même selon Hébreux 11:1 : « La foi est donc la substance des choses qu'on espère, la démonstration des choses qu'on ne voit pas. » Il décidait d'agir non pas sur ce qu'il voyait, mais sur ce qu'il croyait.
Cette « nouvelle » étape était, en fait, un retour à la promesse la plus fondamentale de sa mission : que s'il était sincère et pouvait amener les gens à le croire, « aucune maladie ne s'opposerait à la prière ». C'était aussi un retour à la Grande Commission donnée à tous les croyants dans Marc 16:17-18 : « Et ces miracles accompagneront ceux qui croient... Ils imposeront les mains aux malades, et ils seront guéris. Il mettait de côté le signe unique pour opérer sur la promesse universelle. Avec tout cela dans le cœur, il déclare fermement, je cite le paragraphe 71 : « Et je le mets à l'épreuve ce soir, c'est une nouvelle position. » Elle ne serait plus basée uniquement sur la « vision », mais sur la « foi » audacieuse, en prenant Dieu dans sa promesse originelle.
LA JUSTIFICATION ET L'EXPLOSION DES MIRACLES
Maintenant, avant de se lancer pleinement dans cette nouvelle phase de foi audacieuse, le Saint-Esprit donne à Frère Branham une justification publique, démontrant que la puissance du discernement n'avait pas disparu, mais qu'elle servirait maintenant de rampe de lancement pour la foi. Il appelle quelques personnes à l'estrade et, comme le Seigneur Jésus avec la femme au puits, utilise le discernement pour révéler la racine de leurs problèmes. En fait, à une femme, il dit explicitement, je cite le paragraphe 103 : « La raison pour laquelle je vous parle, c'est simplement pour vous contacter, pour voir quel est le problème, comme Jésus l'a dit à la femme au puits. » À cette femme, il révèle une blessure interne causée par une chute dans un puits pendant son enfance, un événement oublié qui fut la cause de ses maux. Comme nous le lisons dans saint Jean, chapitre 4, lorsque le Seigneur Jésus a révélé son passé à la femme, elle l'a immédiatement reconnu comme le prophète, le Messie. Le but du signe était le même ici : révéler la présence du Christ.
Ensuite, la puissance de Dieu balaie l'auditoire. Le prophète regarde une femme allongée sur une natte et dit, et je cite le paragraphe 208 : « Je ne peux pas te guérir, soeur, mais si tu crois ce dont je parle, et ce que tu me dis maintenant, tu seras guérie. Le croyez-vous ? Il révèle qu'il a une terrible tumeur et lui donne un ordre rempli de foi : « Pourquoi ne te lèves-tu pas et n'acceptes-tu pas ta guérison ! Sortez de cet état. Et la femme se lève. La justification était complète.
Après avoir été justifiés, commencez la ligne de prière sous cette nouvelle onction de foi audacieuse. Les résultats sont explosifs. Les gens commencent à passer, et le prophète ne s'arrête plus pour un long discernement, mais opère avec des ordres directs. Nous voyons ici un reflet du ministère apostolique dans le livre des Actes. Dans Actes chapitre 3, l'apôtre Pierre ne dit pas au boiteux à la porte du temple : « Je prierai pour que Dieu te guérisse. » Il lui donne un ordre direct : « Au nom de Jésus-Christ de Nazareth, lève-toi et marche. »
Cette même autorité résonne dans le temple du Calvaire. À un homme atteint d'arthrite, Frère Branham dit, je cite le paragraphe 160 : « Croyez-vous, frère ? Si c'est le cas, l'arthrite vous quittera et tout ira bien. Va louer Dieu. Le point culminant survient lorsqu'une femme aveugle est instantanément guérie. Le prophète s'exclame, plein de joie, je cite le paragraphe 165 : « Une femme aveugle a recouvré la vue, debout ici, elle a levé les mains vers la lumière ! » Il décrit la scène pour l'assemblée : « Il y a sa fille qui la serre dans ses bras, et elle crie, agite sa canne, guérie. » Peu de temps après, il voit un homme atteint de paralysie vertébrale et lui ordonne de se lever, et l'homme est instantanément guéri.
D'où vient cette autorité de commander ? Comme Pierre l'a expliqué dans Actes 4:10, la guérison des boiteux est venue « par le nom de Jésus-Christ de Nazareth ». Le pouvoir ne réside pas dans l'homme, mais dans le Nom qu'il a reçu l'autorité d'utiliser. Une puissante leçon a été scellée cette nuit-là : lorsqu'un croyant, dûment mandaté et justifié, ose passer de la simple observation des signes à l'action audacieuse selon la promesse faite au Nom de Jésus-Christ, le Ciel répond par une manifestation glorieuse.
CONCLUSION : IL EST TEMPS DE TRAVERSER LA JORDANIE
C'est ainsi que donc, frères bien-aimés qui entendent, nous arrivons à la fin de ce voyage à travers le message « Comme j'étais avec Moïse ». Nous avons été témoins d'un moment sacré, d'un tournant non seulement dans un service de 1951, mais aussi dans la compréhension du fonctionnement de la foi.
Nous avons vu comment le prophète nous a guidés dans un voyage spirituel : de la fondation de la prière secrète à la compréhension que le Christ est le seul guérisseur, à la révélation que notre foi doit avoir une voix par la confession. Nous avons vu le but des signes de « Moïse », conçus pour confirmer et édifier la foi, mais nous avons ensuite été amenés au véritable point culminant du message : le pas de foi de « Josué ».
Frère Branham nous a enseigné la leçon la plus vitale ce soir-là : il y a un moment dans la vie de chaque croyant où nous devons cesser de nous fier uniquement à la vision des signes et commencer à agir avec audace sur la promesse. La foi qui plaît à Dieu n'est pas celle qui dit : « Je le croirai quand je le verrai », mais la foi qui, ancrée dans la Parole de Dieu, dit comme le prophète : « Je veux prendre le parti de l'initiative... et défiez l'ennemi dans... l'audace.
La question que ce message nous pose aujourd'hui n'est pas de savoir ce que Dieu a fait par l'intermédiaire de son prophète en 1951. La question est : qu'est-ce que Dieu fera à travers vous, aujourd'hui ? La promesse que Dieu a faite à Josué résonne à travers les siècles pour chacun de nous : « Comme j'étais avec Moïse, je serai avec toi ; Je ne t'abandonnerai pas, et je ne t'abandonnerai pas » (Josué 1:5).
Peut-être vous trouvez-vous devant votre propre « mer Rouge » ou « Jourdain » gonflé : une maladie, un problème familial, un esclavage spirituel. Vous avez vu les signes, vous avez entendu les témoignages. Maintenant, Dieu vous dit qu'il est temps de travailler dur et d'être courageux. Il est temps d'arrêter de tourner en rond dans le désert du doute et d'aller de l'avant pour s'approprier son héritage. Les soins de santé ont déjà été achetés au Calvaire. La victoire est déjà assurée.
N'attendez pas pour le « sentir ». Trouvez votre promesse dans la Parole, accrochez-vous-y et faites votre pas de foi. Puisse la dernière prière audacieuse du prophète ce soir-là devenir la vôtre : « Père céleste, au Nom de Jésus-Christ, [...] Nous T'aimons et nous prions, Dieu, maintenant même, que Satan libère tout le monde dans cette salle et soit guéri.
Que le Seigneur vous bénisse et vous donne le courage de Josué pour réclamer tout ce qu'Il vous a promis. Amen!
Hymne:
« DIEU EST AVEC VOUS »
Par : Frère Francisco Velázquez Cruz
(A)
Ma voix est sourde et faible, mon être sans valeur,
Mais Ton saint appel résonne en moi.
Je me sens comme Moïse, sans grâce pour parler,
Face à un grand désert et une mer houleuse.
Mais une Voix me dit : « Je suis ton Protecteur ».
« L'insuffisance humaine se rend en ma faveur. »
(Refrain)
Dieu est avec vous, comme Il était avec Moïse !
Sa Présence même, aujourd'hui comme hier.
N'ayez pas peur du monde ou du pouvoir,
Sa main droite vous guide, vous donne la liberté.
(B)
Les signes et les prodiges que tu manifestes, Seigneur,
Ils ne sont pas l'objectif lui-même, mais un prompteur.
Ils pointent vers le Calvaire, Ton œuvre de rédemption,
Où la foi s'approprie la guérison et le pardon.
Le cœur secret que Tu seuls peux voir,
Tu l'ouvres pour que l'âme en toi puisse croire.
(Refrain)
Dieu est avec vous, comme Il était avec Moïse !
Sa Présence même, aujourd'hui comme hier.
N'ayez pas peur du monde ou du pouvoir,
Sa main droite vous guide, vous donne la liberté.
(C)
Il ne suffit pas d'y croire dans un cœur tranquille,
La foi sans la parole est une vaine dévotion.
Car le Christ est le Prêtre de ma confession,
Et honorer la promesse qui scelle ma prière.
Alors, à la montagne sombre de ma tribulation,
Je vous ordonne d'avancer avec foi et conviction.
(Refrain)
Dieu est avec vous, comme Il était avec Moïse !
Sa Présence même, aujourd'hui comme hier.
N'ayez pas peur du monde ou du pouvoir,
Sa main droite vous guide, vous donne la liberté.
(D)
Le temps des signes nous a déjà justifiés,
Et maintenant, comme Josué, le Jourdain nous a appelés.
Pour entrer dans la promesse qu'Il nous a faite,
Avec foi et avec audace, car il a déjà gagné.
Lève-toi, braves ! Luttez dans Son amour !
Votre héritage vous attend, conquérez dans le Seigneur !
(Refrain x2)
Dieu est avec vous, comme Il était avec Moïse !
Sa Présence même, aujourd'hui comme hier.
N'ayez pas peur du monde ou du pouvoir,
Sa main droite vous guide, vous donne la liberté !
INTRODUÇÃO
Paz a todos vocês, amados ouvintes, e bem-vindos mais uma vez a um novo episódio de "A Palavra Falada de Deus". É um privilégio poder compartilhar com vocês o Pão, o Alimento Espiritual que permanece a Vida Eterna.
Hoje faremos uma viagem no tempo até quinta-feira, 3 de maio de 1951, no Templo do Calvário em Los Angeles, Califórnia. Vamos nos concentrar no ensinamento do profeta de Deus para nossa era, o irmão William Marrion Branham, enquanto ele entrega uma mensagem fundamental intitulada "Assim como eu estava com Moisés". O culto daquela noite começa de uma forma muito humana e espiritual. O irmão Branham sobe ao púlpito e pede desculpas pelo atraso. O motivo? Ele estava tão imerso em oração que perdeu a noção do tempo. Ele mesmo diz assim: "Sinto muito por ter me atrasado esta noite. Eu estava apenas orando e meio que fiquei animado, senti que não conseguia parar de orar." Isto, amados irmãos ouvintes, mostra-nos desde o início onde estava o foco do profeta: não no tempo ou no programa, mas na comunhão com Deus.
O título desta mensagem, "Assim como eu estava com Moisés", não é simplesmente uma frase poética; é uma das promessas mais poderosas e fundamentais de toda a Escritura. Vem diretamente do livro de Josué, capítulo 1, uma passagem que o irmão Branham leu naquela noite e que, em suas próprias palavras, foi a base de sua vida. O contexto é um momento de transição monumental: o grande profeta Moisés morreu, e agora Deus comissiona um novo líder, Josué, para conduzir Seu povo à Terra Prometida.
Neste momento crucial, Deus dá a Josué essa promessa imutável. Lemos nos versículos 5 e 9 do capítulo 1 de Josué:
5 Ninguém poderá resistir a ti todos os dias da tua vida; como fui com Moisés, estarei contigo; não te deixarei, nem te desampararei.
9Eis que vos ordeno que sejais fortes e corajosos; não tenhais medo, nem vos espanteis, porque o Senhor, vosso Deus, estará convosco por onde quer que andardes.
A importância dessa escritura para o profeta não pode ser subestimada. Ele confessou naquela noite, no parágrafo 68: "Você não sabe o que isso significou para mim, quando isso, isso veio pela primeira vez a mim; tem sido minha vida". É sobre esse fundamento da presença contínua e imutável de Deus que toda a mensagem que estamos prestes a explorar é construída. É a promessa de que o mesmo poder que operou por meio de um servo em uma dispensação continuará a operar por meio de outro na próxima.
APRESENTANDO O VERDADEIRO CURADOR
Imediatamente, depois de estabelecer uma atmosfera de oração, o irmão Branham dirige a atenção das pessoas não para si mesmo, mas para o que Deus já estava fazendo entre eles. Ele menciona um testemunho vigoroso de um homem na platéia com um braço paralisado que acabara de ser curado. O irmão Branham diz no parágrafo 5: "E eu entendo hoje que um irmão tinha um braço paralisado, que acabara de ser endireitado. Agora, um homem que ficou paralisado... Lá está ele, acenando com o braço lá atrás, acho que ele acabou de testemunhar, é maravilhoso, aquele braço paralisado, acenando."
Agora, preste muita atenção em como esse milagre ocorreu, porque é a chave para toda a mensagem. O profeta esclarece que não teve contato pessoal com esse homem. Ele explica no parágrafo 10: "Eu não toquei nele nem nada, ele olhou aqui na plataforma, viu o Espírito Santo fazendo sinais e maravilhas lá fora, ele apenas disse em seu coração, sem dúvida, "... Ora, Espírito Santo, Tu me curas também, então eu Te aceitarei.'" O mesmo aconteceu, ele nos lembra, com o congressista Upshaw, que foi curado após 66 anos aleijado, intocado pelo profeta.
Este princípio é um eco perfeito do que vemos em São Marcos, capítulo 5. Lá, uma mulher que sofria de um fluxo de sangue há doze anos e gastava tudo o que tinha com médicos sem melhorar, aproximou-se do Senhor Jesus por trás, no meio de uma grande multidão. Ela não pediu oração a ele, ela não interrompeu seu sermão. Em seu coração, ela disse: "Se eu tocar apenas em suas vestes, serei salva". E ao fazê-lo, ela sentiu em seu corpo que estava saudável. O Senhor Jesus, sentindo que virtude procedia Dele, perguntou: "Quem tocou nas minhas vestes?" A cura não foi iniciada pela vontade do Senhor Jesus naquele momento, mas foi tirada Dele pela fé daquela mulher.
O profeta usa esses exemplos para lançar as bases de toda a sua mensagem: a cura não vem de um dom ou de um homem na plataforma, mas da Presença de Cristo trabalhando no indivíduo por meio de sua própria fé. Ouça estas palavras cruciais, cito do parágrafo 6: "Não é para glória pessoal, não é algo que eu possa fazer, estou apenas tentando apresentá-lo Àquele que está lá entre vocês agora, Veja, para fazer a cura lá.E o irmão Branham acrescenta: "É Ele que está bem ali onde você está sentado agora, Ele está com você, é fé Nele."O Espírito Santo", diz ele, "está sobre todos na sala, tão presente quanto o ar que respiramos.
Mas por que esse Poder de Cura está disponível para nós? O irmão Branham nos leva à fonte: a Cruz do Calvário. Ele ensina que a cura não é algo que temos que implorar a Deus para fazer, mas algo que Ele já providenciou. Em suas palavras no parágrafo 15, diz: "Quando Ele morreu no Calvário, Ele curou a todos, Ele expiou ali mesmo, foi quando você, quando a dívida foi paga por Ele".
pecado e doença, e todos os atributos do pecado. Essa verdade está ancorada na Palavra profética de Isaías 53:5, que afirma: "... e pelas suas pisaduras fomos sarados." E o apóstolo Pedro, olhando para trás, para a Cruz, confirma isso em 1 Pedro 2:24 como um fato consumado: "O qual levou os nossos pecados em seu corpo sobre o madeiro, para que, estando mortos para os pecados, vivêssemos para a justiça: pela ferida da qual fostes curados."
Portanto, o trabalho do ministro não é curar, mas apresentar o Curador e lembrar as pessoas da provisão que já foi feita. A fé é simplesmente o ato de aceitar o que já nos pertence por direito de redenção.
O FUNDAMENTO BÍBLICO DA FÉ
Esse princípio de que a fé pessoal é o canal da bênção de Deus nos lembra as palavras de nosso Senhor Jesus Cristo ao longo dos Evangelhos. Um exemplo clássico é Marcos 5:34, quando ele disse à mulher com fluxo de sangue: "Filha, a tua fé te salvou O irmão Branham ecoa diretamente esse princípio, dizendo no parágrafo 11, falando sobre o que aconteceu com o congressista Upshaw: "O congressista, o irmão Upshaw aqui, que ficou aleijado por sessenta e seis anos, eu nem toquei no homem, de jeito nenhum. Eu apenas fiquei aqui, tive uma visão do homem, é verdade, e então ele simplesmente aceitou o que eu disse, com o que ele tinha. Lá está ele, andando. Vem cá? Eu não tive nada a ver com isso. Sua fé no Senhor Jesus Cristo é o que o curou. Está correto. Vem cá? "Sua fé o salvou." E quando a fé veio, ele não teve medo, e aplicou obras com ela, e por que, "A fé sem obras é morta". Viu?"
Mas como essa fé funciona na prática? É simplesmente um sentimento interior ou uma esperança passiva? O irmão Branham ensina que a fé bíblica é uma força ativa que deve ser expressa. Isso nos leva a Hebreus 3:1, que nos exorta a considerar o Senhor Jesus como "o apóstolo, o sumo sacerdote de nossa profissão" (em outras traduções diz, "nossa confissão"), isto é, "profissão" de profissão. O profeta enfatiza esse ponto dizendo no parágrafo 34: "Lembre-se, Ele não pode fazer nada por você até que você primeiro diga que Ele o fez, acredite Nele e aceite-O e testifique disso. Você sabia disso? Ele é o Sumo Sacerdote do nosso quê? Confissão. Hebreus 3:1. Agora, Ele está sentado à direita do Pai para fazer intercessões com base em nossa confissão. Veja, temos que acreditar, aceitar e confessar, e Ele está diante do Pai para fazer o bem
Isso é crucial. O Senhor Jesus não é o Sumo Sacerdote de nossas súplicas ou de nossos medos, MAS DE NOSSA CONFISSÃO. O irmão Branham explicou na citação citada acima, eu volto e repito: "Ele está sentado à direita do Pai, para fazer intercessões com base em nossa confissão". Em outras palavras, Cristo não pode agir por nós até que primeiro creiamos e confessemos o que Sua Palavra já declarou ser verdade. Se a Bíblia diz "pelas suas pisaduras fomos sarados", nossa fé aceita e nossa confissão o declara. É então que nosso Sumo Sacerdote pode apresentar essa confissão ao Pai como um fato consumado.
O próprio Senhor Jesus ensinou esse princípio sobre fé e confissão em Marcos 11:23-24. O irmão Branham explica desta forma:
Primeiro, Jesus estabelece o tempo para crer: "Tudo o que pedirdes, quando orardes, crede que o recebestes, e dar-se-vos-á". A fé não espera ver o resultado para crer; Acredite no momento da oração.
Em segundo lugar, o Senhor Jesus conecta essa fé com o poder de nossas palavras: "... Se você disser a esta montanha... e você não vai duvidar... mas, se acreditardes que as coisas que dizeis se cumprirão, tê-las-eis." O profeta põe a tónica nesta última parte: o que se diz, o que se confessa, é o que se possuirá.
Portanto, o fundamento bíblico da fé não é passivo. É um ciclo divino: cremos em nossos corações na promessa de Deus, aceitamo-la como um fato consumado e depois a declaramos com nossas bocas. Como as Escrituras nos encorajam em Joel 3:10, "... que os fracos digam: 'Eu sou forte'". Nossa confissão verbal ativa nosso Sumo Sacerdote para cumprir a promessa em nossas vidas.
O DILEMA: QUANTIDADE VS. CONEXÃO ESPIRITUAL
O irmão Branham então aborda uma crítica que às vezes enfrentava, um dilema que define o foco de seu ministério. Ele explica que é por isso que às vezes seu serviço parecia lento. Não se tratava de passar centenas de pessoas em uma fila rapidamente. Ele estava lidando com um comentário que lhe havia sido feito: "Outro irmão estava orando por quinhentas pessoas, enquanto eu orava por cinco." Mas, longe de criticar outros ministérios, o profeta mostra grande humildade, dizendo, e cito o parágrafo 8: "Bem, talvez isso seja verdade. Talvez seja assim que o Senhor quer que o irmão faça."
Então, por que seu método era diferente? O objetivo do profeta não era simplesmente a quantidade de orações, mas a qualidade da conexão de cada alma com o Curador. Ele explica que seu principal objetivo era "trazê-los, não tanto para um contato comigo mesmo, mas para um contato com Jesus". Para conseguir isso, muitas vezes era necessário ir além de uma oração geral. Usando o dom de discernimento que Deus lhe deu, seu trabalho era encontrar o obstáculo que impedia a fé de uma pessoa de funcionar. Ele descreve isso da seguinte maneira no parágrafo 19: "Agora, se você fez algo em sua vida que sabe que é errado, então você corrige isso. Normalmente, essa é a causa aqui na plataforma, é rastrear e encontrar algo em sua vida que eles fizeram que os impede de serem curados até que possam ser, até que corrijam isso. E então, quando você resolver isso com Deus, então Deus o curará."
Esse método de focar no indivíduo para encontrar a raiz do problema, em vez de atender à multidão, reflete diretamente o ministério de nosso Senhor Jesus Cristo. Considere a história do tanque de Betesda em São João, capítulo 5. A Escritura diz que havia uma grande multidão de enfermos: cegos, coxos e paralíticos. No entanto, o Senhor Jesus caminhou por toda aquela multidão e curou apenas um homem, que estava doente há trinta e oito anos. E mais tarde, quando o encontrou no templo, o Senhor Jesus revelou-lhe a raiz do seu problema, dizendo-lhe, e citamos o versículo 14 de São João capítulo 5: "Eis que foste curado; não peques mais, para que não venha algo pior a ti." O Senhor Jesus não se concentrou na quantidade, mas em uma conexão profunda e individual que alcançava a causa espiritual.
Da mesma forma, vemos o Senhor Jesus diagnosticar o obstáculo espiritual do jovem rico em São Mateus, capítulo 19. O jovem veio em busca da vida eterna, mas o Senhor, olhando em seu coração, identificou exatamente o que o impedia de ter uma conexão plena com Deus: seu amor pelas riquezas. Ele não lhe deu uma resposta superficial; foi direto à raiz do problema.
Portanto, o dilema não era realmente "quantidade versus qualidade". Era uma questão de diferentes chamados e métodos. O irmão Branham sentiu que sua comissão específica era usar o dom do discernimento para agir como um guia, eliminando os obstáculos da incredulidade ou do pecado que estavam no caminho, para que a fé da pessoa pudesse estabelecer contato puro e direto com o poder de cura de Jesus Cristo.
A COMISSÃO E OS SINAIS DE MOISÉS
Para entender o passo de fé que o irmão Branham está prestes a dar, devemos primeiro entender a comissão original que ele recebeu. Ele relata que quando o Anjo do Senhor o encontrou, ele lhe disse que nasceu para trazer um dom de cura para o povo. A comissão foi incrível: eu oraria por reis e monarcas e teria congregações ao redor do mundo. No entanto, o profeta, um homem com o primeiro ano do ensino médio e trabalhando como guarda florestal local, estava sobrecarregado com dúvidas e inadequação. Ele protestou dizendo, e cito o parágrafo 24: "Como eu viria a conhecer reis e monarcas, e grandes homens do mundo, e congregações do leste, oeste, norte e sul vêm a mim para orar por eles? Isso foi mais do que – aquele choque naquele momento, do que minha fé poderia – poderia – poderia compreender. Então ele me disse ... Eu disse: "Senhor, eles não vão acreditar em mim. Bem, eu não posso falar." E isso ainda é verdade; Não consigo ter uma conversa muito boa com as pessoas, porque não tenho educação suficiente."
Esse sentimento de inadequação ecoa os grandes profetas da Bíblia. Quando Deus chamou Moisés da sarça ardente em Êxodo capítulo 4, Moisés respondeu da mesma forma: "Ai, Senhor! Nunca fui um homem de palavras fáceis... porque sou tardio na fala e maçante na língua" (Êxodo 4:10). E a resposta de Deus a Moisés é a mesma resposta que o irmão Branham recebeu: uma promessa de Sua Presença e uma vindicação através de sinais. O Anjo do Senhor disse-lhe: "Eu estarei contigo", e então lhe deu a chave, estou citando o parágrafo 28: "Assim como dois sinais foram dados ao profeta Moisés para vindicar que ele havia sido enviado por Deus... assim vos será dado."
Assim como Deus deu a Moisés o sinal da vara e da mão leprosa para que o povo cresse, o irmão Branham recebeu dois sinais sobrenaturais para o mesmo propósito. O Anjo o instruiu, continuando a citação do parágrafo 28: "Para começar, você conhecerá as doenças tomando as pessoas pela mão. E então acontecerá que conhecereis os próprios segredos de seus corações e as coisas que aconteceram em suas vidas, e podereis contar-lhes do começo ao fim.
É crucial entender o propósito desses sinais, especialmente o segundo. Conhecer os segredos do coração não era expor as pessoas, mas revelar a Presença de Cristo. Isso tem um precedente direto no ministério do Senhor Jesus. Em São João, capítulo 1, quando Filipe fala a Natanael sobre o Senhor Jesus, Natanael é cético. Mas quando ele se aproxima do Cristo, o Senhor lhe diz: "Eis um verdadeiro israelita, em quem não há dolo". Surpreso, Natanael pergunta: "De onde você me conhece?". E Jesus responde: "Antes que Filipe te chamasse, quando você estava debaixo da figueira, eu te vi" (João 1:47-48). Ouvindo isso, vendo que o Senhor Jesus conhecia seu caráter e suas ações secretas, a incredulidade de Natanael desapareceu e ele exclamou : "Rabi, tu és o Filho de Deus; tu és o Rei de Israel!".
O sinal messiânico serviu ao seu propósito: revelou a Divindade. Da mesma forma, os sinais no ministério do irmão Branham não eram o objetivo final. Eles eram uma Credencial Divina, um meio para as pessoas acreditarem na Mensagem e, o mais importante, para reconhecerem que o mesmo Jesus Cristo da Bíblia estava vivo e presente em seu meio.
O PASSO DE FÉ DE JOSUÉ: NOVO TERRITÓRIO
E é aqui que o sermão toma um rumo dramático e profundamente pessoal. O irmão Branham expressa que sentiu que talvez tivesse se apoiado demais no reino dos sinais. Ele faz uma confissão notável sobre seu próprio ministério até aquele ponto, dizendo, e cito o parágrafo 70: "E eu só tento trabalhar quando vejo o Espírito de Deus trabalhando, então falo ... Mas isso não é exatamente fé, é apenas para ver o que vai acontecer antes de você dizer." Ele sentiu que Satanás o intimidou, limitando-o. Em suas próprias palavras, ele diz, e cito o parágrafo 73: "Eu acredito que Satanás está me mantendo muito intimidado, isso mesmo, ele - ele me manteve ainda lá, eu acredito que Deus quer que eu vá em frente".
Naquela noite, ele decide assumir uma nova posição, de iniciativa e audácia. Ouça sua resolução, cito o parágrafo 71: "Quero dar um passo de fé esta noite, quero sair com algo novo que não fiz antes, tomar o outro lado e dizer: 'Satanás, Jesus Cristo me enviou para fazer isso. E você tem que deixar o povo!' E faça um mandato ousado sem nem mesmo ver nada, acreditando nisso com todo o meu - meu coração.
Esta é, em essência, a transição da dispensação de Moisés para a de Josué. Moisés era o homem dos sinais surpreendentes que vindicavam a Deus no deserto. Mas Josué era o homem de fé ousada que teve que cruzar o Jordão e cumprir a promessa de possuir a terra. A ordem a Josué foi: "Ninguém poderá resistir a você... como estive com Moisés, estarei convosco" e "Sede fortes e corajosos". O irmão Branham se apropria dessa transição para si mesmo, vendo o discernimento como seu "Moisés" e aquela noite como sua "travessia do Jordão" para um novo território de fé. É um passo que define a própria fé de acordo com Hebreus 11:1: "A fé é, portanto, o firme fundamento das coisas que se esperam, a demonstração das coisas que não se veem". Ele estava decidindo agir não com base no que via, mas no que acreditava.
Este "novo" passo foi, de fato, um retorno à promessa mais fundamental de sua comissão: que se ele fosse sincero e pudesse fazer com que as pessoas acreditassem nele, "nenhuma doença impediria a oração". Foi também um retorno à Grande Comissão dada a todos os crentes em Marcos 16:17-18: "E estes sinais seguirão aos que crêem... eles imporão as mãos sobre os enfermos, e eles serão curados". Ele estava deixando de lado o único sinal para operar na promessa universal. Com tudo isso em seu coração, ele declara com firmeza, cito o parágrafo 71: "E estou colocando isso à prova esta noite, é uma nova posição". Não seria mais baseado apenas em "ver", mas em "crer" ousado, levando Deus em Sua promessa original.
VINDICAÇÃO E EXPLOSÃO DE MILAGRES
Agora, antes de se lançar totalmente nesta nova fase de fé ousada, o Espírito Santo dá ao irmão Branham uma vindicação pública, demonstrando que o poder do discernimento não se foi, mas agora serviria como uma plataforma de lançamento para a fé. Ele chama algumas pessoas para a plataforma e, como o Senhor Jesus com a mulher no poço, usa o discernimento para revelar a raiz de seus problemas. Na verdade, para uma mulher que ele diz explicitamente, cito o parágrafo 103: "A razão pela qual falo com você é apenas para entrar em contato com você, para ver qual é o problema, como Jesus falou com a mulher no poço". Para esta mulher, ele revela uma lesão interna causada por uma queda em um poço durante sua infância, um evento esquecido que foi a causa de suas doenças. Como lemos em São João, capítulo 4, quando o Senhor Jesus revelou Seu passado à mulher, ela imediatamente o reconheceu como o Profeta, o Messias. O objetivo do sinal era o mesmo aqui: revelar Cristo presente.
Então o Poder de Deus varre o público. O profeta olha para uma mulher deitada em uma esteira e diz, e cito o parágrafo 208: "Não posso curá-la, irmã, mas se você acredita no que estou falando e no que está falando comigo agora, você será curada. Você acredita nisso?" Ele revela que tem um tumor terrível e lhe dá uma ordem cheia de fé: "Por que você não se levanta e aceita sua cura! Saia dessa condição." E a mulher se levanta. A justificativa foi completa.
Tendo sido vindicado, comece a fila de oração sob esta nova unção de fé ousada. Os resultados são explosivos. As pessoas começam a passar, e o profeta não pára mais para um longo discernimento, mas opera com comandos diretos. Vemos aqui um reflexo do ministério apostólico no livro de Atos. Em Atos capítulo 3, o apóstolo Pedro não diz ao coxo na porta do templo: "Eu orarei para que Deus o cure". Ele lhe dá uma ordem direta: "Em nome de Jesus Cristo de Nazaré, levante-se e ande".
Essa mesma autoridade ressoa no Templo do Calvário. Para um homem com artrite, o irmão Branham diz, cito o parágrafo 160: "Você crê, irmão? Nesse caso, a artrite o deixará e você ficará bem. Vá louvar a Deus." O clímax vem quando uma mulher cega é instantaneamente curada. O profeta exclama, cheio de alegria, cito o parágrafo 165: "Uma mulher cega recuperou a visão, de pé aqui, levantou as mãos para a luz!" Ele descreve a cena para a congregação: "Há sua filha abraçando-a, e ela está gritando, acenando com sua bengala, curada". Logo depois, ele vê um homem com paralisia espinhal e ordena que ele se levante, e o homem é instantaneamente curado.
De onde vem essa autoridade para comandar? Como Pedro explicou em Atos 4:10, a cura dos coxos veio "pelo nome de Jesus Cristo, o Nazareno". O poder não reside no homem, mas no Nome que lhe foi dada autoridade para usar. Uma lição poderosa foi selada naquela noite: quando um crente, devidamente comissionado e vindicado, ousa deixar de apenas observar os sinais para agir corajosamente de acordo com a promessa em Nome de Jesus Cristo, o Céu responde com uma manifestação gloriosa.
CONCLUSÃO: É HORA DE CRUZAR SEU JORDÃO
E assim, amados irmãos ouvintes, chegamos ao fim desta jornada por meio da mensagem "Assim como eu estava com Moisés". Testemunhamos um momento sagrado, um ponto de virada não apenas em um culto de 1951, mas na compreensão de como a fé opera.
Vimos como o profeta nos conduziu em uma jornada espiritual: desde o fundamento da oração secreta, até a compreensão de que Cristo é o único Curador, até a Revelação de que nossa fé deve ter voz por meio da confissão. Vimos o propósito dos sinais de "Moisés", projetados para vindicar e edificar a fé, mas então fomos levados ao verdadeiro clímax da mensagem: o passo de fé de "Josué".
O irmão Branham nos ensinou a lição mais vital naquela noite: Há um tempo na vida de todo crente em que devemos parar de confiar apenas em ver os sinais e começar a agir com ousadia de acordo com a promessa. A fé que agrada a Deus não é aquela que diz: «Acreditarei quando o vir», mas a fé que, ancorada na Palavra de Deus, diz como o profeta: «Quero tomar o lado da iniciativa... e desafiar o inimigo em... audácia."
A pergunta que esta mensagem nos deixa hoje não é o que Deus fez por meio de Seu profeta em 1951. A questão é: o que Deus fará através de você, hoje? A promessa que Deus fez a Josué ressoa através dos séculos para cada um de nós: "Como estive com Moisés, estarei contigo; Não te desampararei, nem te desampararei" (Josué 1:5).
Talvez você se encontre diante de seu próprio "Mar Vermelho" ou "Rio Jordão" inchado: uma doença, um problema familiar, uma escravidão espiritual. Você viu os sinais, ouviu os testemunhos. Agora Deus está lhe dizendo que é hora de trabalhar duro e ser corajoso. É hora de parar de andar em círculos no deserto da dúvida e marchar para a frente para possuir sua herança. A saúde já foi comprada no Calvário. A vitória já foi assegurada.
Não espere para "sentir". Encontre sua promessa na Palavra, segure-se nela e dê seu passo de fé. Que a ousada oração final do profeta naquela noite se torne sua: "Pai Celestial, em Nome de Jesus Cristo, (...) Nós te amamos e oramos, Deus, agora, para que Satanás liberte todos neste edifício e seja curado."
Que o Senhor o abençoe e lhe dê a coragem de Josué para reivindicar tudo o que Ele lhe prometeu. Amém!
Hino:
"DEUS ESTÁ CONVOSCO"
Por: Irmão Francisco Velázquez Cruz
(UMA)
Minha voz é opaca e fraca, sendo eu inútil,
Mas Teu santo chamado ressoa dentro de mim.
Sinto-me como Moisés, sem graça para falar,
Diante de um grande deserto e de um mar tempestuoso.
Mas uma Voz me diz: "Eu sou seu Protetor",
"A insuficiência humana se rende a meu favor."
(Refrão)
Deus está com você, como esteve com Moisés!
Sua própria Presença, hoje como foi ontem.
Não tema o mundo ou o poder,
Sua mão direita te guia, te dá liberdade.
(B)
Os sinais e maravilhas que você mostra, ó Senhor,
Eles não são o objetivo em si, mas um prompter.
Eles apontam para o Calvário, Sua obra de redenção,
Onde a fé se apropria da cura e do perdão.
O coração secreto que só você pode ver,
Você o abre para que a alma em Você possa acreditar.
(Refrão)
Deus está com você, como esteve com Moisés!
Sua própria Presença, hoje como foi ontem.
Não tema o mundo ou o poder,
Sua mão direita te guia, te dá liberdade.
(C)
Não basta acreditar nisso em um coração quieto,
A fé sem a palavra é devoção vã.
Pois Cristo é o Sacerdote da minha confissão,
E honre a promessa que sela minha oração.
Então, para a montanha escura da minha tribulação,
Eu ordeno que você se mova com fé e convicção.
(Refrão)
Deus está com você, como esteve com Moisés!
Sua própria Presença, hoje como foi ontem.
Não tema o mundo ou o poder,
Sua mão direita te guia, te dá liberdade.
(D)
O tempo dos sinais já nos justificou,
E agora, como Josué, o Jordão nos chamou.
Para entrar na promessa que Ele nos deu,
Com fé e com ousadia, pois Ele já venceu.
Levante-se, bravo! Esforce-se em Seu amor!
Sua herança espera por você, conquiste no Senhor!
(Refrão x2)
Deus está com você, como esteve com Moisés!
Sua própria Presença, hoje como foi ontem.
Não tema o mundo ou o poder,
Sua mão direita te guia, te dá liberdade!
NOTA SOBRE LOS DERECHOS DE AUTOR
Este sitio web posee contenido con derechos reservados. Puede ser compartido de forma gratuita para propagar el Evangelio de Jesucristo. Se permite su reproducción en masa, publicarlo en sitios web, redes sociales, traducir a otros idiomas dando el crédito al escritor de este contenido. Se prohíbe la venta o recaudación de fondos de cualquier contenido en este sitio web. Para más información puede escribirnos a:
LA PALABRA HABLADA DE DIOS
PO Box 2017 PMB 345
Las Piedras, PR 00771