Repaso:
"La Crueldad del Pecado y el Precio de Nuestra Redención"
Por: Hno. Francisco Velázquez Cruz
Por: Hno. Francisco Velázquez Cruz
Introducción
Hermanos y Hermanas en Cristo, en este nuevo episodio nos encontramos en un momento de profunda reflexión y reverencia. Imaginemos por un momento el peso del pecado, esa carga invisible pero devastadora que ha separado a la humanidad de su Creador desde el principio de los tiempos. El pecado, con su crueldad implacable, ha dejado cicatrices en nuestras almas y ha oscurecido nuestra relación con Dios. Pero en medio de esta oscuridad, brilla una Luz de Esperanza y Redención, una Luz que nos recuerda el inmenso Amor de nuestro Salvador.
En este día, mientras recordamos el sacrificio supremo de Jesucristo, quiero que nos detengamos y pensemos en el Precio que se pagó por nuestra Redención. No fue un precio pequeño ni insignificante. Fue un Precio que involucró el sufrimiento, la humillación y la muerte del Hijo de Dios. En Isaías 53:3-5, leemos:
3Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fué menospreciado, y no lo estimamos.
4Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
5Mas él herido fué por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados.
En este nuevo episodio de “La Palabra Hablada de Dios”, estaremos repasando el Mensaje que predicó el Hermano William Marrion Branham, el viernes, 3 de abril del año 1953 en horas de la noche, el cual él tituló: “LA CRUELDA D DEL PECADO, Y EL PRECIO QUE COSTÓ PARA QUITAR EL PECADO DE NUESTRAS VIDAS”, predicado en el Tabernáculo Branham, Jeffersonville, Indiana, Estados Unidos. En este Mensaje el Hermano Branham nos lleva a un viaje plenamente espiritual, recordándonos la gravedad del pecado y el Inmenso Sacrificio que el Señor Jesús hizo por nosotros. Nos dice el Hermano Branham en el párrafo 38 y cito:
38…¡Cuán cruel debe ser el pecado, al causar que el Hijo de Dios fuera al Calvario, y que Dios Lo golpeara y apartara Su rostro de Él, y lo hiriera, y—y fuera afligido!
Quiero que imaginen por un momento el dolor y la agonía que el Señor Jesús soportó. No solo fue un sufrimiento físico, sino también un sufrimiento espiritual que alcanzó hasta su alma. Fue despreciado, rechazado y abandonado, incluso por aquellos que Él vino a salvar. Y, sin embargo, en medio de todo esto, el Señor Jesús permaneció firme en su misión de redimirnos.
En San Juan 3:16, encontramos la esencia de este sacrificio:
16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Este Amor incondicional y sacrificial es lo que nos da esperanza y nos llama a una vida de arrepentimiento y dedicación a Dios. El Hermano Branham nos insta a reflexionar sobre nuestras vidas y a dedicarnos nuevamente a Cristo. Cito del párrafo 27:
27Me pregunto si ahora mismo quieren… Nadie lo ha hecho por Ud. Me pregunto si simplemente no… querrán dedicar de nuevo su vida a Cristo, y: “Señor, acuérdate de mí. Agradezco Tu… ese cansancio y sufrimiento, sangrar, al morir por mí. Soy indigno, pero ahora voy a levantar la mano, Señor, y Tú me verás. Quiero dedicar de nuevo mi vida”.
Hermanos y hermanas, mientras avanzamos en este sermón, les invito a abrir sus corazones y mentes, a dejar que el Espíritu Santo les hable y les guíe. Que este Mensaje sea una llamada a la reflexión, al arrepentimiento y a una renovada dedicación a nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
LA CRUELDAD DEL PECADO
El pecado es una fuerza devastadora que ha separado a la humanidad de Dios desde el principio. Su crueldad no solo afecta nuestras vidas espirituales, sino también nuestras relaciones, nuestra paz y nuestra eternidad. En Isaías 53:3-5, como ya hemos leído, encontramos una descripción poderosa del sufrimiento que el pecado causó a nuestro Salvador.
El Hermano Branham, en su sermón, nos recuerda la gravedad del pecado y cómo llevó al Señor Jesús a sufrir en la cruz.
El pecado no es solo una transgresión contra la ley de Dios; es una fuerza destructiva que trae muerte y separación. En Romanos 6:23, leemos:
23Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
El pecado es tan cruel que llevó a la humanidad a un estado de desesperación y necesidad de Redención. Desde el principio, cuando Adán y Eva pecaron, la humanidad ha estado bajo la maldición del pecado. En Génesis 3:17-19, Dios le dice a Adán:
17…Por cuanto obedeciste á la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo, No comerás de él; maldita será la tierra por amor de ti; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida;
18Espinos y cardos te producirá, y comerás hierba del campo;
19En el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas á la tierra; porque de ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo serás tornado.
El Hermano Branham ilustra esta separación y el sufrimiento que el pecado trae, recordándonos la expulsión de Adán y Eva del Edén. Escuchemos los párrafos 95-96 y cito:
95Dios dijo: “Adán, por cuanto escuchaste a tu esposa y no a Mí, pues, del polvo te saqué, y al polvo volverás”.
96Y: “Eva, por cuanto escuchaste a la—a la serpiente y no a Mí, pues, trajiste la vida… sacaste la vida del mundo, tendrás que traer la vida al mundo. Yo multiplicaré tus dolores, y tu deseo será para tu marido”, y demás.
El pecado no solo afecta nuestra relación con Dios, sino que también trae sufrimiento y dolor a nuestras vidas diarias. En Proverbios 14:12, se nos advierte:
12Hay camino que al hombre parece derecho; Empero su fin son caminos de muerte.
El Hermano Branham nos recuerda que, aunque el pecado puede parecer atractivo o inofensivo, su fin es siempre destructivo. Cito del párrafo 80:
80Y todo hombre que no es generado, regenerado por Dios, irá por ese camino de destrucción. Ud. no puede evitar eso; su propia alma le guía. Si Ud. nace de nuevo, Ud. está destinado a subir. Si Ud. no ha nacido de nuevo, tendrá que bajar; su—su propia alma sencillamente lo hará.
El pecado es tan cruel que llevó al Señor Jesús a la cruz, donde sufrió y murió para redimirnos. En 1 Pedro 2:24, leemos:
24El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos á los pecados, vivamos á la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados.
El Hermano Branham describe vívidamente el sufrimiento de Jesús, párrafo 153:
153…Él fue conducido desde la prisión. Fue llevado al tribunal; y de allí, a la plaza de azotes; de allí, al Gólgota, llevado colina arriba; Simón, el cireneo, ayudándolo a cargar la cruz. Y allí, murió, sobre la Roca de las Edades, desangrado a golpes; Su cuerpo lacerado.
La crueldad del pecado es evidente en el sufrimiento y la muerte del Señor Jesús. Él pagó el Precio más alto para redimirnos y liberarnos del poder del pecado. Que esta reflexión nos lleve a una mayor apreciación de su sacrificio y a un compromiso renovado de vivir en santidad y obediencia a Dios.
EL ALTO PRECIO DE NUESTRA REDENCIÓN
La Redención no fue gratuita; tuvo un costo inmenso. El Señor Jesús, el Hijo de Dios por excelencia, pagó el Precio con su propia Vida. En San Juan 3:16, encontramos la esencia de este sacrificio, como ya hemos leído.
El Hermano Branham describe vívidamente el sufrimiento de Jesús, escuchemos los párrafos 201 al 203:
201¡Esos grandes clavos crueles atravesando Sus manos y Sus pies! “Horadaron Mis manos y Mis pies” dijo el profeta, setecientos años antes de que sucediera. ¿Qué era? Era el Cordero de Abel. Allí Lo arrojaron al suelo, y la carne se desgarró. Su pobre cuerpo temblaba. Dijo: “Tengo sed”. Le dieron vinagre.
202Le insultaron y escarnecieron, y se burlaron de Él, dijeron: “Gran obrador de milagros, haz algo ahora”.
203Pero entonces los cielos comenzaron a oscurecerse, relámpagos destellaron. Dios escondía Su rostro; Él no pudo soportarlo más. ¡Oh, Dios, cuán cruel debe ser el pecado! ¡Cuán cruel, cuánta crueldad, que causó que ese Ser precioso sufriera eso! Fue tal el precio que Él pagó, al grado que Dios Mismo escondió Su rostro. Los Ángeles cubrieron sus rostros, dándose vuelta, para llorar con Él. La luna y las estrellas no pudieron más; no pudieron brillar más. El mismo Dios que las creó estaba muriendo en la cruz. Y Él inclinó Su cabeza.
El precio de nuestra redención fue la vida del Señor Jesús, quien sufrió y murió en la cruz para salvarnos. En Isaías 53:5, leemos nuevamente:
5Mas él herido fué por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados.
El Hermano Branham nos recuerda que este sacrificio fue necesario para nuestra redención, para que tengamos Vida Eterna. Leamos en el párrafo 208:
208Dios, que cada individuo aquí vaya a casa esta noche con esto en su mente, pensando en: “¡Qué Sacrificio! ¿Cuánto costó la redención? ¿Qué le costó a Dios?”. No nos costó nada a nosotros. Pero le costó a Dios Su Hijo. Le costó a Dios el mayor precio: Le costó a Cristo Su vida. Él era la Rosa de Sarón; pero para sacar el perfume de una rosa, hay que aplastarla. Su hermosa vida fue aplastada, un joven de treinta y tres años y medio, para que nosotros pudiéramos vivir.
Jesús pagó el precio más alto para redimirnos y liberarnos del poder del pecado. El Hermano Branham nos insta a reflexionar sobre el sufrimiento del Señor Jesús y el precio que pagó por nuestra redención. Escuchemos del párrafo 30 y citamos:
30Ayúdanos esta noche, Señor, estando en esta fecha, que se nos conceda ver el sufrimiento que costó nuestra redención, la tristeza que costó para que fuéramos felices.
El precio de la Redención no solo fue físico, sino también espiritual. El Señor Jesús fue despreciado, rechazado y abandonado, incluso por aquellos que Él vino a salvar. En Mateo 27:46, nos dice la Palabra:
46Y cerca de la hora de nona, Jesús exclamó con grande voz, diciendo: Eli, Eli, ¿lama sabachtani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
El Hermano Branham nos recuerda el sufrimiento del Señor Jesús camino a su crucifixión. Escuchemos los párrafos 190 al 197:
190¡Oh, Dios!, ¡oh, cuando pienso en lo que sucedió allá! ¡Oh! ¡Hasta los huesos me tiemblan! Pienso al ver ese Cordero, cuando ellos Lo molieron, sí, Le pusieron espinas en la cabeza y se las enterraron. Los soldados Le escupieron en la cara, y dijeron: “Tú, Rey, ahora haz algo”.
191Él era el Profeta de los profetas. Le envolvieron Su rostro con un trapo, y Lo golpearon en la cabeza con una caña, diciendo: “Ahora profetiza, dinos quién Te golpeó”.
192Pero el profeta dijo: “Él enmudeció”. Él ya lo había dicho.
193Le ataron Sus manos atrás. Se pararon con un gran látigo y lo azotaron hasta que Sus preciosas costillas se veían por Su espalda; la Sangre corría por Su costado, goteando hasta el suelo. Ahora Lo escucho caminar; y oigo el ruido de la sangre en Sus sandalias. Ese era Emmanuel. Ese era Dios, la Sangre de Dios.
194Y los veo tomar, colocar esa cruz en Su espalda; esa vieja cruz rugosa, astillada, áspera. Y allí va Él, con ella sobre esa espalda adolorida, por la calle va Él. La muchedumbre aullando, riéndose, burlándose de Él: “Allí va ese Profeta. Allí va ese gran Jesús. Allí va ese Sanador Divino”. ¡Pero Él es mi Señor! ¡Oh, Dios!, he… Permíteme subir con Él.
195Allí va Él, subiendo la colina. Veo a las jóvenes, mujeres medio vestidas, corriendo, burlándose. Con sus novios, en abrazos, mientras suben la colina. Hermano Ward, no ha cambiado mucho aún.
196Puedo ver a los grandes miembros de la iglesia, diciendo: “Miren, ese era el Tipo que iba a destrozar nuestra iglesia; predicaba contra nuestro pastor. ¡Mírenlo ahora!”. Pero el profeta dijo que debía ser de esa manera. Él era el Cordero de Dios.
197Lo veo mientras gira Su cabeza, y la saliva resbala, cayendo de Su barba. Levanta Sus ojos al Cielo, gime, y avanza un poco más.
Jesús soportó todo esto por Amor a nosotros. En Romanos 5:8, leemos:
8Mas Dios encarece su caridad para con nosotros, porque siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
El Hermano Branham nos insta a apreciar este sacrificio y a vivir una vida dedicada a Cristo, leemos en el párrafo 145:
145Cuando pienso en eso, el corazón se me conmueve una y otra vez. ¡Pensar que yo, un pobre, indigno pecador impío, muriendo sin Dios, sin Cristo, en el mundo, sin esperanza! Y en su debido tiempo Cristo murió en mi lugar, aquel Ser hermoso, y vino a ser despreciado y rechazado para que yo pudiera ser aceptado ante Sus ojos. ¡Tomó mi lugar! ¡Oh! Esto me asombra. No logro imaginarme cómo pudo hacer eso por mí. ¿Quién era yo? Entonces, Ud. dice: “¿Lo hizo por Ud.?”. Sí.
El precio de la redención fue la vida del Señor Jesús, quien murió para que nosotros pudiéramos vivir. En 2 Corintios 5:21, leemos:
21Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.
El precio de la redención fue la vida del Señor Jesús, quien sufrió y murió en la cruz para salvarnos. Que esta reflexión nos lleve a una mayor apreciación de Su sacrificio y a un compromiso renovado de vivir en santidad y obediencia a Dios.
LA LLAMADA A LA REFLEXIÓN Y AL ARREPENTIMIENTO
El sacrificio del Señor Jesús en la cruz no solo nos ofrece Redención, sino que también nos llama a una profunda reflexión y arrepentimiento. Este es un momento para examinar nuestras vidas, reconocer nuestras faltas y volvernos a Dios con un corazón contrito y humillado.
En Romanos 3:23-24, leemos:
23Por cuanto todos pecaron, y están destituídos de la gloria de Dios;
24Siendo justificados gratuitamente por su gracia por la redención que es en Cristo Jesús;
El Hermano Branham nos insta a dedicarnos nuevamente a Cristo, reconociendo el sacrificio que Él hizo por nosotros. Escuchamos el párrafo 125:
125Pero yo desearía que cada uno aquí esta noche mirara al Calvario, y lo que le costó a Dios, hace mil novecientos años. Y levantara la mano, dijera: “¡Yo escogeré el camino con los pocos despreciados del Señor!”.
El arrepentimiento es un paso crucial en nuestra relación con Dios. En Hechos 3:19, se nos llama a arrepentirnos y convertirnos:
19Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor,…
El Hermano Branham nos recuerda la importancia de consagrar nuestras vidas a Dios y buscar su perdón. Cito del párrafo 211…
211¡Oh, Dios, ten piedad! Que cada hombre y mujer, al salir de este edificio esta noche, vayan a sus casas; vayan, pensando seriamente: “Sin nada en mis brazos; simplemente de Tu cruz”. Y que cada uno muera en esa cruz.
212Señor, mientras estoy aquí en este púlpito esta noche, esta pequeña y vieja estructura de concreto, consagro mi vida a Ti. Te doy gracias por lo que has hecho por mí. Y me consagro nuevamente a Ti, en esta noche de conmemoración de la crucifixión. Recíbeme, Señor. Perdóname, todos mis errores y problemas. Hazme fuerte y poderoso, Señor, en el Espíritu de
Dios, para poder ganar almas para Ti.
213Y bendice a esta congregación, porque lo pedimos en Su Nombre. Perdona a cada pecador. Reclamamos a todo descarriado.
El arrepentimiento no es solo un acto de confesión, sino un cambio de corazón y de vida. En 2 Crónicas 7:14, Dios promete sanar nuestra tierra si nos humillamos y nos volvemos a Él:
14Si se humillare mi pueblo, sobre los cuales ni nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
El arrepentimiento también implica un compromiso renovado de vivir en santidad y obediencia a Dios. En Santiago 4:8, se nos llama a acercarnos a Dios y purificar nuestros corazones:
8Allegaos á Dios, y él se allegará á vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros de doblado ánimo, purificad los corazones.
La llamada a la reflexión y al arrepentimiento es una invitación a examinar nuestras vidas, reconocer nuestras faltas y volvernos a Dios con un corazón contrito y humillado. Que esta reflexión nos lleve a una mayor apreciación del sacrificio de Jesús y a un compromiso renovado de vivir en santidad y obediencia a Dios.
Conclusión
Queridos hermanos y hermanas, hemos recorrido un camino profundo y conmovedor al reflexionar sobre “La Crueldad del Pecado y el Precio de la Redención”. Hemos visto cómo el pecado, con su crueldad implacable, ha separado a la humanidad de Dios y ha traído sufrimiento y muerte. Pero también hemos visto el inmenso Amor de nuestro Salvador, Jesucristo, quien pagó el precio más alto para redimirnos.
Imaginen por un momento el Calvario, el lugar donde nuestro Señor fue crucificado. Vean a Jesús, el Hijo de Dios, llevando la pesada cruz sobre sus hombros lacerados, subiendo la colina del Gólgota. Escuchen los gritos de la multitud, las burlas y los insultos. Sientan el dolor y la agonía que Él soportó por Amor a nosotros. Cada paso que dio, cada golpe que recibió, cada gota de sangre que derramó, fue por ti y fue por mí.
El Hermano Branham nos recuerda, en el párrafo 38 lo siguiente y cito:
38…¡Cuán cruel debe ser el pecado, al causar que el Hijo de Dios fuera al Calvario, y que Dios Lo golpeara y apartara Su rostro de Él, y lo hiriera, y—y fuera afligido!
Jesús, el Cordero de Dios, fue llevado al matadero, enmudeció delante de sus trasquiladores, y no abrió su boca. Él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Este sacrificio nos llama a una profunda reflexión y arrepentimiento. Nos invita a examinar nuestras vidas, a reconocer nuestras faltas y a volvernos a Dios con un corazón contrito y humillado. Nos llama a vivir en santidad y obediencia, a consagrar nuestras vidas a Él y a buscar su guía y fortaleza.
En este momento, les invito a cerrar sus ojos y abrir sus corazones. Permitan que el Espíritu Santo les hable y les guíe. Dejen que el Amor de Cristo inunde sus almas y les transforme. Que este sea un momento de renovación, de compromiso y de entrega total a nuestro Señor y Salvador.
ORACIÓN
Padre Celestial, venimos ante Ti con corazones humildes y agradecidos. Te damos gracias por el inmenso sacrificio de Tu Hijo, Jesucristo, quien murió en la cruz para redimirnos del pecado y darnos Vida Eterna. Señor, reconocemos nuestra necesidad de Ti y nos arrepentimos de nuestros pecados. Te pedimos que nos perdones, que nos limpies y que nos renueves.
Señor Jesús, te invitamos a entrar en nuestros corazones y a ser el Señor de nuestras vidas. Ayúdanos a vivir en santidad y obediencia, a seguir Tus pasos y a ser testigos de Tu Amor y Gracia. Fortalécenos con Tu Espíritu Santo y guíanos en cada paso que demos.
Padre, te pedimos que derrames Tu Espíritu sobre cada persona que escucha este mensaje. Que sientan Tu presencia de manera poderosa y sobrenatural. Que sean transformados por Tu amor y que experimenten Tu paz que sobrepasa todo entendimiento.
Señor, te entregamos nuestras vidas, nuestras preocupaciones y nuestras cargas. Confiamos en Ti y en Tu Plan Perfecto para nosotros. Que Tu Voluntad se haga en nuestras vidas, así como en el cielo.
Te alabamos y te adoramos, Señor. Te damos toda la gloria, el honor y la alabanza. En el Nombre Todopoderoso del Señor Jesucristo, nuestro Redentor y Salvador. ¡Amén!
Introduction
Brothers and Sisters in Christ, in this new episode we find ourselves in a moment of deep reflection and reverence. Let us imagine for a moment the weight of sin, that invisible but devastating burden that has separated humanity from its Creator since the beginning of time. Sin, with its unrelenting cruelty, has scarred our souls and darkened our relationship with God. But in the midst of this darkness, there shines a Light of Hope and Redemption, a Light that reminds us of the immense Love of our Savior.
On this day, as we remember the supreme sacrifice of Jesus Christ, I want us to stop and think about the price that was paid for our Redemption. It was not a small or insignificant price. It was a Price that involved the suffering, humiliation, and death of the Son of God. In Isaiah 53:3-5, we read:
3Despised and rejected among men, a man of sorrows, acquainted with grief: and as if we hid our faces from him, he was despised, and we esteemed him not.
4Surely he bore our infirmities, and bore our sorrows; and we considered him stricken, smitten of God, and afflicted.
5But he was wounded for our transgressions, he was crushed for our iniquities: the chastisement of our peace upon him; and by his stripes we were healed.
In this new episode of "The Spoken Word of God," we will be reviewing the Message preached by Brother William Marrion Branham, on Friday evening, April 3, 1953, which he entitled, "THE CRUELTY OF SIN, AND THE PRICE IT COST TO TAKE SIN OUT OF OUR LIVES," preached at the Branham Tabernacle, Jeffersonville, Indiana, United States. In this Message Brother Branham takes us on a fully spiritual journey, reminding us of the gravity of sin and the Immense Sacrifice that the Lord Jesus made for us. Brother Branham tells us in paragraph 38 and I quote:
38...How cruel must be sin, to cause the Son of God to go to Calvary, and God to beat Him and turn His face away from Him, and smite Him, and--and be afflicted.
I want you to imagine for a moment the pain and agony that the Lord Jesus endured. It was not only physical suffering, but also spiritual suffering that reached to his soul. He was despised, rejected, and abandoned, even by those He came to save. And yet, in the midst of all this, the Lord Jesus remained steadfast in his mission to redeem us.
In John 3:16, we find the essence of this sacrifice:
16For God so loved the world that he gave his only begotten Son, that whoever believes in him should not perish, but have eternal life.
This unconditional and sacrificial Love is what gives us hope and calls us to a life of repentance and dedication to God. Brother Branham urges us to reflect on our lives and to rededicate ourselves to Christ. I quote from paragraph 27:
27I wonder if they want to ... No one has done it for you. I wonder if you just don't... they will want to rededicate their lives to Christ, and, "Lord, remember me. I appreciate your... that tiredness and suffering, bleeding, when dying for me. I am unworthy, but now I am going to raise my hand, Lord, and You will see me. I want to dedicate my life again."
Brothers and sisters, as we move forward in this sermon, I invite you to open your hearts and minds, to let the Holy Spirit speak and guide you. May this Message be a call to reflection, repentance, and renewed dedication to our Lord and Savior, Jesus Christ.
THE CRUELTY OF SIN
Sin is a devastating force that has separated mankind from God from the beginning. Their cruelty affects not only our spiritual lives, but also our relationships, our peace, and our eternity. In Isaiah 53:3-5, as we have already read, we find a powerful description of the suffering that sin caused our Savior.
Brother Branham, in his sermon, reminds us of the gravity of sin and how it led the Lord Jesus to suffer on the cross.
Sin is not only a transgression against God's law; It is a destructive force that brings death and separation. In Romans 6:23, we read:
23For the wages of sin is death, but the gift of God is eternal life in Christ Jesus our Lord.
Sin is so cruel that it brought mankind into a state of despair and need of Redemption. From the beginning, when Adam and Eve sinned, mankind has been under the curse of sin. In Genesis 3:17-19, God says to Adam:
17… Because you obeyed the voice of your wife, and ate of the tree of which I commanded you, saying, You shall not eat of it; cursed shall the earth be for your sake; in pain you shall eat of it all the days of your life;
18It will bring thorns and thistles to you, and you will eat grass of the field;
19In the sweat of your face you shall eat bread until you return to the earth; for you were taken from it: for dust you are, and to dust you will be returned.
Brother Branham illustrates this separation and the suffering that sin brings, reminding us of the expulsion of Adam and Eve from Eden. Listen to paragraphs 95-96 and I quote:
95God said, "Adam, because you listened to your wife and not to Me, I brought you out of the dust, and to the dust you will return."
96And, "Eve, because thou didst listen to the--to the serpent and not to Me, for thou hast brought life... You took life out of the world, you'll have to bring life into the world. I will multiply your sorrows, and your desire will be for your husband," and so on.
Sin not only affects our relationship with God, but it also brings suffering and pain into our daily lives. In Proverbs 14:12, we are warned:
12There is a way that seems straight to man; However, their end is paths of death.
Brother Branham reminds us that although sin may seem attractive or harmless, its end is always destructive. I quote from paragraph 80:
80And every man who is not generated, regenerated by God, will go down that path of destruction. You can't help that; his own soul guides him. If you're born again, you're destined to go up. If you are not born again, you will have to go down; his--his own soul will just do it.
Sin is so cruel that it led the Lord Jesus to the cross, where He suffered and died to redeem us. In 1 Peter 2:24, we read:
24Who himself bore our sins in his body on the tree, that we being dead to sins might live unto righteousness: by the wound of which ye have been healed.
Brother Branham vividly describes Jesus' suffering, paragraph 153:
153…He was led from prison. He was taken to court; and from there, to the square of whippings; thence to Golgotha, carried up the hill; Simon, the Cyrenean, helping him to carry the cross. And there, he died, on the Rock of Ages, bled to death by blows; His body lacerated.
The cruelty of sin is evident in the suffering and death of the Lord Jesus. He paid the ultimate price to redeem us and free us from the power of sin. May this reflection lead us to a greater appreciation of his sacrifice and a renewed commitment to live in holiness and obedience to God.
THE HIGH PRICE OF OUR REDEMPTION
The Redemption was not free; It came at an immense cost. The Lord Jesus, the Son of God par excellence, paid the price with his own life. In John 3:16, we find the essence of this sacrifice, as we have already read.
Brother Branham vividly describes Jesus' suffering, listen to paragraphs 201 to 203:
201 Those great cruel nails piercing His hands and feet! "They pierced My hands and My feet," said the prophet, seven hundred years before it happened. What was it? It was the Lamb of Abel. There they threw Him to the ground, and the flesh was torn. His poor body trembled. He said, "I'm thirsty." They gave him vinegar.
202They insulted Him and mocked Him, saying, "Great miracle worker, do something now."
203 But then the heavens began to darken, lightning flashed. God hid His face; He couldn't take it anymore. Oh, God, how cruel sin must be! How cruel, how cruel, what cruelty caused that precious Being to suffer that. Such was the price He paid, till God Himself hid His face. The Angels covered their faces, turning around, to weep with Him. The moon and the stars could not take it anymore; They could not shine any more. The same God who created them was dying on the cross. And He bowed His head.
The price of our redemption was the life of the Lord Jesus, who suffered and died on the cross to save us. In Isaiah 53:5, we read again:
5But he was wounded for our transgressions, he was crushed for our iniquities: the chastisement of our peace upon him; and by his stripes we were healed.
Brother Branham reminds us that this sacrifice was necessary for our redemption, so that we might have Eternal Life. Let us read in paragraph 208:
208God, may every individual here go home tonight with this in his mind, thinking, "What a sacrifice! How much did redemption cost? What did it cost God?" It didn't cost us anything. But it cost God His Son. It cost God the greatest price: It cost Christ His life. He was the Rose of Sharon; But to get the perfume out of a rose, you have to crush it. His beautiful life was crushed, a young man of thirty-three and a half, so that we could live.
Jesus paid the highest price to redeem us and free us from the power of sin. Brother Branham urges us to reflect on the suffering of the Lord Jesus and the price He paid for our redemption. Let us listen to paragraph 30 and quote:
30Help us tonight, Lord, being on this date, that we may be granted to see the suffering that our redemption cost, the sadness that it cost us to be happy.
The price of Redemption was not only physical, but also spiritual. The Lord Jesus was despised, rejected, and abandoned, even by those He came to save. In Matthew 27:46, the Word tells us:
46And about the ninth hour Jesus cried out with a loud voice, saying, "Eli, Eli, lama sabachtani?" That is: My God, my God, why have you forsaken me?
Brother Branham reminds us of the suffering of the Lord Jesus on the way to His crucifixion. Listen to paragraphs 190 to 197:
190Oh, God, oh, when I think of what happened there! Oh! Even my bones tremble! I think of seeing that Lamb, when they ground Him, yes, they put thorns on His head and buried them. The soldiers spat in His face, and said, "You, King, now do something."
191He was the Prophet of prophets. They wrapped His face with a rag, and beat Him on the head with a reed, saying, "Now prophesy, tell us who struck You."
192 But the prophet said, "He was still." He had already said it.
193They tied His hands behind Him. They stood with a great whip and whipped Him until His precious ribs were visible from His back; the Blood ran down His side, dripping to the ground. Now I hear Him walk; and I hear the sound of blood on His sandals. That was Emmanuel. That was God, the Blood of God.
194And I see them take, place that cross on His back; that old rough, splintered, rough cross. And there He goes, with her on that aching back, He goes down the street. The crowd howling, laughing, mocking Him: "There goes that Prophet. There goes that great Jesus. There goes that Divine Healer." But He is my Lord! Oh, God, I've be... Let me go up with Him.
195There He goes, up the hill. I see the young women, half-dressed women, running, mocking. With their boyfriends, in hugs, as they climb the hill. Brother Ward, not much has changed yet.
I can see the great members of the church, saying, "Now, that was the Guy who was going to tear our church apart; He preached against our pastor. Look at it now!" But the prophet said it should be that way. He was the Lamb of God.
I see Him as He turns His head, and the saliva slides down from His beard. He lifts up His eyes to Heaven, groans, and goes a little further.
Jesus endured all of this out of Love for us. In Romans 5:8, we read:
8 But God commends his love toward us, because while we were yet sinners, Christ died for us.
Brother Branham urges us to appreciate this sacrifice and to live a life dedicated to Christ, we read in paragraph 145:
145When I think about that, my heart is moved again and again. To think that I, a poor, unworthy ungodly sinner, dying without God, without Christ, in the world, without hope! And in due time Christ died in my place, that beautiful Being, and came to be despised and rejected so that I could be accepted in His sight. He took my place! Oh! This amazes me. I can't imagine how he could do that for me. Who was I? So you say, "Did he do it for you?" Yes.
The price of redemption was the life of the Lord Jesus, who died so that we could live. In 2 Corinthians 5:21, we read:
21 He made him who knew no sin to be sin for us, so that we might become the righteousness of God in him.
The price of redemption was the life of the Lord Jesus, who suffered and died on the cross to save us. May this reflection lead us to a greater appreciation of His sacrifice and a renewed commitment to live in holiness and obedience to God.
THE CALL TO REFLECTION AND REPENTANCE
The sacrifice of the Lord Jesus on the cross not only offers us Redemption, but also calls us to deep reflection and repentance. This is a time to examine our lives, acknowledge our faults, and turn to God with a contrite and humbled heart.
In Romans 3:23-24, we read:
23For all have sinned and fall short of the glory of God;
24 Being justified freely by his grace through the redemption that is in Christ Jesus;
Brother Branham urges us to rededicate ourselves to Christ, recognizing the sacrifice He made for us. We listen to paragraph 125:
125But I wish everybody here tonight would look at Calvary, and what it cost God, nineteen hundred years ago. And he should lift up his hand, say, "I will choose the way with the few who are despised by the Lord!"
Repentance is a crucial step in our relationship with God. In Acts 3:19, we are called to repent and be converted:
19 Repent therefore and be converted, that your sins may be blotted out; for the times of refreshing of the presence of the Lord will come,...
Brother Branham reminds us of the importance of consecrating our lives to God and seeking His forgiveness. I quote from paragraph 211...
211O God, have mercy! Let every man and woman, as they leave this building tonight, go home; go, thinking seriously, "With nothing in my arms; simply from Your cross." And may each one die on that cross.
212 Lord, as I'm here in this pulpit tonight, this old little concrete structure, I consecrate my life to You. I thank you for what you have done for me. And I consecrate myself anew to You, on this night of remembrance of the crucifixion. Receive me, Lord. Forgive me, all my mistakes and problems. Make me strong and powerful, Lord, in the Spirit of God.
God, that I may win souls to You.
213 And bless this congregation, for we ask it in His name. Forgive every sinner. We call out every wayward.
Repentance is not just an act of confession, but a change of heart and life. In 2 Chronicles 7:14, God promises to heal our land if we humble ourselves and turn to Him:
14 If my people humble themselves, upon whom no name is called, and pray, and seek my face, and turn from their wicked ways; Then I will hear from heaven, and will forgive their sins, and will heal their land.
Repentance also involves a renewed commitment to live in holiness and obedience to God. In James 4:8, we are called to draw near to God and purify our hearts:
8 Draw near to God, and he will come to you. Sinners, clean your hands; and you of a double mind, purify your hearts.
The call to reflection and repentance is an invitation to examine our lives, acknowledge our faults, and turn to God with a contrite and humbled heart. May this reflection lead us to a greater appreciation of Jesus' sacrifice and a renewed commitment to live in holiness and obedience to God.
Conclusion
Dear brothers and sisters, we have traveled a profound and moving path in reflecting on "The Cruelty of Sin and the Price of Redemption." We have seen how sin, with its unrelenting cruelty, has separated humanity from God and brought suffering and death. But we have also seen the immense Love of our Savior, Jesus Christ, who paid the ultimate price to redeem us.
Imagine for a moment Calvary, the place where our Lord was crucified. See Jesus, the Son of God, carrying the heavy cross on his lacerated shoulders, climbing the hill of Golgotha. Listen to the shouts of the crowd, the mockery and the insults. Feel the pain and agony that He endured out of Love for us. Every step he took, every blow he received, every drop of blood he shed, was for you and it was for me.
Brother Branham reminds us, in paragraph 38, of the following, and I quote:
38...How cruel must be sin, to cause the Son of God to go to Calvary, and God to beat Him and turn His face away from Him, and smite Him, and--and be afflicted.
Jesus, the Lamb of God, was taken to the slaughterhouse, was dumb before his shearers, and did not open his mouth. He was wounded for our transgressions, crushed for our iniquities; the chastisement of our peace was upon him, and by his stripes we are healed.
This sacrifice calls us to deep reflection and repentance. He invites us to examine our lives, to recognize our faults, and to turn to God with a contrite and humbled heart. He calls us to live in holiness and obedience, to consecrate our lives to Him, and to seek His guidance and strength.
At this time, I invite you to close your eyes and open your hearts. Allow the Holy Spirit to speak to you and guide you. Let the Love of Christ flood your souls and transform you. May this be a moment of renewal, commitment and total dedication to our Lord and Savior.
PRAYER
Heavenly Father, we come before You with humble and grateful hearts. We thank You for the immense sacrifice of Your Son, Jesus Christ, who died on the cross to redeem us from sin and give us Eternal Life. Lord, we recognize our need for You and repent of our sins. We ask you to forgive us, to cleanse us and to renew us.
Lord Jesus, we invite you to enter into our hearts and to be the Lord of our lives. Help us to live in holiness and obedience, to follow in Your footsteps, and to be witnesses of Your Love and Grace. Strengthen us with Your Holy Spirit and guide us in every step we take.
Father, we ask You to pour out Your Spirit on every person who hears this message. May they feel Your presence in a powerful and supernatural way. May they be transformed by Your love and experience Your peace that surpasses all understanding.
Lord, we give you our lives, our worries, and our burdens. We trust You and Your Perfect Plan for us. May Your Will be done in our lives, as well as in heaven.
We praise and worship you, Lord. We give you all the glory, honor, and praise. In the Almighty Name of the Lord Jesus Christ, our Redeemer and Savior. Amen!
Introduction
Frères et sœurs en Christ, dans ce nouvel épisode, nous nous trouvons dans un moment de profonde réflexion et de révérence. Imaginons un instant le poids du péché, ce fardeau invisible mais dévastateur qui a séparé l'humanité de son Créateur depuis la nuit des temps. Le péché, avec sa cruauté implacable, a marqué nos âmes et assombri notre relation avec Dieu. Mais au milieu de ces ténèbres, brille une Lumière d'Espérance et de Rédemption, une Lumière qui nous rappelle l'immense Amour de notre Sauveur.
En ce jour, alors que nous nous souvenons du sacrifice suprême de Jésus-Christ, je veux que nous nous arrêtions et que nous réfléchissions au prix qui a été payé pour notre rédemption. Ce n'était pas un prix petit ou insignifiant. C'était un prix qui impliquait la souffrance, l'humiliation et la mort du Fils de Dieu. Dans Ésaïe 53:3-5, nous lisons :
3 Méprisé et rejeté parmi les hommes, un homme de douleurs, qui connaît la douleur, et comme si nous lui cachions la face, il a été méprisé, et nous ne l'avons pas estimé.
4 Il a porté nos infirmités et nos douleurs. et nous le considérions comme frappé, frappé de Dieu et affligé.
5 Mais il a été blessé à cause de nos transgressions, il a été écrasé à cause de nos iniquités, du châtiment de notre paix sur lui ; et c'est par ses meurtrissures que nous avons été guéris.
Dans ce nouvel épisode de « La Parole Parlée de Dieu », nous passerons en revue le Message prêché par le Frère William Marrion Branham, le vendredi soir 3 avril 1953, qu'il a intitulé, « LA CRUAUTÉ DU PÉCHÉ, ET LE PRIX QU'IL EN A COÛTÉ POUR ENLEVER LE PÉCHÉ DE NOS VIES », prêché au Branham Tabernacle, Jeffersonville, Indiana, États-Unis. Dans ce message, Frère Branham nous emmène dans un voyage pleinement spirituel, nous rappelant la gravité du péché et l'immense sacrifice que le Seigneur Jésus a fait pour nous. Frère Branham nous dit au paragraphe 38 et je cite :
38...Combien le péché doit être cruel pour amener le Fils de Dieu à aller au Calvaire, et Dieu à Le battre, à détourner Sa face de Lui, à Le frapper, et–et à être affligé.
Je veux que vous imaginiez un instant la douleur et l'agonie que le Seigneur Jésus a endurées. Ce n'était pas seulement la souffrance physique, mais aussi la souffrance spirituelle qui atteignait son âme. Il a été méprisé, rejeté et abandonné, même par ceux qu'il est venu sauver. Et pourtant, au milieu de tout cela, le Seigneur Jésus est resté inébranlable dans sa mission de nous racheter.
Dans Jean 3:16, nous trouvons l'essence de ce sacrifice :
16 Car Dieu a tant aimé le monde qu'il a donné son Fils unique, afin que quiconque croit en lui ne périsse point, mais qu'il ait la vie éternelle.
Cet Amour inconditionnel et sacrificiel est ce qui nous donne l'espérance et nous appelle à une vie de repentance et de dévouement à Dieu. Frère Branham nous exhorte à réfléchir sur nos vies et à nous consacrer de nouveau au Christ. Je cite le paragraphe 27 :
27Je me demande s'ils veulent... Personne ne l'a fait pour vous. Je me demande si vous ne savez pas... ils voudront consacrer de nouveau leur vie à Christ et, « Seigneur, souviens-toi de moi. J'apprécie votre... cette fatigue et cette souffrance, cette saignée, quand je meurs pour moi. Je suis indigne, mais maintenant je vais lever la main, Seigneur, et Tu me verras. Je veux consacrer ma vie à nouveau.
Frères et sœurs, alors que nous avançons dans ce sermon, je vous invite à ouvrir vos cœurs et vos esprits, à laisser l'Esprit Saint parler et vous guider. Puisse ce Message être un appel à la réflexion, à la repentance et à un dévouement renouvelé à notre Seigneur et Sauveur, Jésus-Christ.
LA CRUAUTÉ DU PÉCHÉ
Le péché est une force dévastatrice qui a séparé l'humanité de Dieu depuis le commencement. Leur cruauté affecte non seulement notre vie spirituelle, mais aussi nos relations, notre paix et notre éternité. Dans Ésaïe 53:3-5, comme nous l'avons déjà lu, nous trouvons une description puissante de la souffrance que le péché a causée à notre Sauveur.
Frère Branham, dans son sermon, nous rappelle la gravité du péché et comment il a conduit le Seigneur Jésus à souffrir sur la croix.
Le péché n'est pas seulement une transgression contre la loi de Dieu ; C'est une force destructrice qui apporte la mort et la séparation. Dans Romains 6:23, nous lisons :
23 Car le salaire du péché, c'est la mort, mais le don de Dieu, c'est la vie éternelle en Jésus-Christ, notre Seigneur.
Le péché est si cruel qu'il a amené l'humanité dans un état de désespoir et de besoin de rédemption. Depuis le commencement, quand Adam et Ève ont péché, l'humanité a été sous la malédiction du péché. Dans Genèse 3:17-19, Dieu dit à Adam :
17… Parce que tu as obéi à la voix de ta femme, et que tu as mangé de l'arbre dont je t'avais donné l'ordre, en disant : Tu n'en mangeras pas ; La terre sera maudite à cause de toi ; dans la douleur, tu en mangeras tous les jours de ta vie ;
18 Il te donnera des épines et des chardons, et tu mangeras de l'herbe des champs.
19À la sueur de ton visage, tu mangeras du pain jusqu'à ce que tu reviennes à la terre ; Car tu en as été tiré, car tu es poussière, et tu seras retourné à la poussière.
Frère Branham illustre cette séparation et la souffrance que le péché apporte, nous rappelant l'expulsion d'Adam et Eve de l'Éden. Écoutez les paragraphes 95 et 96 et je cite :
95 Dieu dit : « Adam, parce que tu as écouté ta femme et non pas moi, je t'ai fait sortir de la poussière, et tu retourneras à la poussière. »
96Et : « Ève, parce que tu as écouté le–le serpent et non Moi, car tu as apporté la vie... Vous avez enlevé la vie du monde, vous devrez apporter la vie dans le monde. Je multiplierai tes chagrins, et ton désir sera pour ton mari », et ainsi de suite.
Le péché n'affecte pas seulement notre relation avec Dieu, mais il apporte aussi de la souffrance et de la douleur dans notre vie quotidienne. Dans Proverbes 14:12, nous sommes avertis :
12Il y a un chemin qui semble droit à l'homme ; Cependant, leur fin est le chemin de la mort.
Frère Branham nous rappelle que, bien que le péché puisse sembler attrayant ou inoffensif, sa fin est toujours destructrice. Je cite le paragraphe 80 :
80 Et tout homme qui n'est pas engendré, régénéré par Dieu, s'engagera dans ce chemin de destruction. Vous ne pouvez pas vous en empêcher ; Sa propre âme le guide. Si vous naissez de nouveau, vous êtes destiné à monter. Si tu ne naisses pas de nouveau, tu devras descendre ; Son–sa propre âme le fera tout simplement.
Le péché est si cruel qu'il a conduit le Seigneur Jésus à la croix, où Il a souffert et est mort pour nous racheter. Dans 1 Pierre 2:24, nous lisons :
24 Lui qui a porté nos péchés dans son corps sur le bois, afin que, étant morts aux péchés, nous vivions pour la justice, par la blessure de laquelle vous avez été guéris.
Frère Branham décrit de manière vivante la souffrance de Jésus, au paragraphe 153 :
153… Il a été conduit hors de prison. Il a été traîné en justice ; et de là, au carré des coups de fouet ; de là au Golgotha, porté en haut de la colline ; Simon, le Cyrénéen, l'aidant à porter la croix. Et là, il mourut, sur le Rocher des Séculages, saigné à mort à coups de poing ; Son corps se lacéra.
La cruauté du péché est évidente dans la souffrance et la mort du Seigneur Jésus. Il a payé le prix ultime pour nous racheter et nous libérer de la puissance du péché. Puisse cette réflexion nous conduire à une plus grande appréciation de son sacrifice et à un engagement renouvelé à vivre dans la sainteté et l'obéissance à Dieu.
LE PRIX ÉLEVÉ DE NOTRE RACHAT
La Rédemption n'a pas été gratuite ; Cela a coûté très cher. Le Seigneur Jésus, le Fils de Dieu par excellence, a payé le prix de sa propre vie. Dans Jean 3:16, nous trouvons l'essence de ce sacrifice, comme nous l'avons déjà lu.
Frère Branham décrit de manière vivante la souffrance de Jésus, écoutez les paragraphes 201 à 203 :
201 Ces grands clous cruels qui perforent Ses mains et Ses pieds ! « Ils m'ont percé les mains et les pieds », a dit le prophète, sept cents ans avant que cela n'arrive. Qu'est-ce que c'était ? C'était l'Agneau d'Abel. Là, ils le jetèrent à terre, et la chair fut déchirée. Son pauvre corps tremblait. Il a dit : « J'ai soif. » Ils lui donnèrent du vinaigre.
202Ils l'insultèrent et se moquèrent de lui, en disant : Grand faiseur de miracles, fais quelque chose maintenant.
203 Mais alors les cieux commencèrent à s'assombrir, des éclairs éclatèrent. Dieu a caché sa face ; Il n'en pouvait plus. Oh, Dieu, comme le péché doit être cruel ! Comme c'est cruel, comme c'est cruel, comme c'est cruel, quelle cruauté a fait souffrir cela cet Être précieux. Tel fut le prix qu'il paya, jusqu'à ce que Dieu lui-même lui cachât la face. Les anges se couvrirent le visage, se retournèrent pour pleurer avec lui. La lune et les étoiles n'en pouvaient plus ; Ils ne pouvaient plus briller. Le même Dieu qui les avait créés mourait sur la croix. Et il inclina la tête.
Le prix de notre rédemption a été la vie du Seigneur Jésus, qui a souffert et est mort sur la croix pour nous sauver. Dans Ésaïe 53:5, nous lisons à nouveau :
5 Mais il a été blessé à cause de nos transgressions, il a été écrasé à cause de nos iniquités, du châtiment de notre paix sur lui ; et c'est par ses meurtrissures que nous avons été guéris.
Frère Branham nous rappelle que ce sacrifice était nécessaire pour notre rédemption, afin que nous puissions avoir la vie éternelle. Lisons au paragraphe 208 :
208Ô Dieu, que chaque individu ici présent rentre chez lui ce soir avec ceci à l'esprit, en se disant : "Quel sacrifice ! Combien a coûté le rachat ? Qu'est-ce que cela a coûté à Dieu ? Cela ne nous a rien coûté. Mais cela a coûté à Dieu, son Fils. Cela a coûté à Dieu le plus grand prix : cela a coûté la vie à Christ. Il était la rose de Saron ; Mais pour faire ressortir le parfum d'une rose, il faut l'écraser. Sa belle vie, celle d'un jeune homme de trente-trois ans et demi, a été écrasée pour que nous puissions vivre.
Jésus a payé le prix le plus élevé pour nous racheter et nous libérer de la puissance du péché. Frère Branham nous exhorte à réfléchir sur les souffrances du Seigneur Jésus et sur le prix qu'Il a payé pour notre rédemption. Écoutons le paragraphe 30 et citons :
30Aide-nous ce soir, Seigneur, étant en cette date, afin qu'il nous soit donné de voir la souffrance que notre rédemption nous a coûtée, la tristesse qu'il nous en a coûté pour être heureux.
Le prix de la rédemption n'était pas seulement physique, mais aussi spirituel. Le Seigneur Jésus a été méprisé, rejeté et abandonné, même par ceux qu'Il est venu sauver. Dans Matthieu 27:46, la Parole nous dit :
46 Vers la neuvième heure, Jésus cria d'une voix forte : Éli, Éli, lama sabachtani ? C'est-à-dire : Mon Dieu, mon Dieu, pourquoi m'as-tu abandonné ?
Frère Branham nous rappelle la souffrance du Seigneur Jésus sur le chemin de Sa crucifixion. Écoutez les paragraphes 190 à 197 :
190Oh, mon Dieu, oh, quand je pense à ce qui s'est passé là-bas ! Oh! Même mes os tremblent ! Je pense à voir cet Agneau, quand ils L'ont broyé, oui, ils ont mis des épines sur Sa tête et les ont enterrées. Les soldats lui crachèrent au visage et lui dirent : « Toi, roi, fais maintenant quelque chose. »
191Il était le Prophète des prophètes. Ils enveloppèrent son visage d'un haillon et lui frappèrent la tête avec un roseau, en disant : « Prophétise, dis-nous qui t'a frappé. »
192 Mais le prophète dit : « Il était tranquille. » Il l'avait déjà dit.
193Ils lui lièrent les mains derrière le dos. Ils se tinrent debout avec un grand fouet et le fouettèrent jusqu'à ce que ses précieuses côtes soient visibles de son dos ; le sang coulait sur son côté, coulant sur le sol. Maintenant, je L'entends marcher ; et j'entends le bruit du sang sur ses sandales. C'était Emmanuel. C'était Dieu, le Sang de Dieu.
194Et je les vois prendre, placer cette croix sur Son dos ; cette vieille croix rugueuse, brisée, rugueuse. Et le voilà, avec elle sur ce dos endolori, Il descend la rue. La foule hurlait, riait, se moquait de Lui : « Voilà ce Prophète. Voilà ce grand Jésus. Voilà ce Guérisseur Divin. Mais Il est mon Seigneur ! Oh, mon Dieu, j'ai été... Permettez-moi de monter avec Lui.
195Le voilà, en haut de la colline. Je vois les jeunes femmes, des femmes à moitié vêtues, courir, se moquer. Avec leurs copains, dans des câlins, alors qu'elles gravissent la colline. Frère Ward, il n'y a pas encore beaucoup de changements.
Je peux voir les grands membres de l'église dire : « Eh bien, c'était le Guy qui allait déchirer notre église ; Il a prêché contre notre pasteur. Regardez-le maintenant ! Mais le prophète a dit qu'il devrait en être ainsi. Il était l'Agneau de Dieu.
Je Le vois alors qu'Il tourne la tête et que la salive glisse de Sa barbe. Il lève les yeux vers le ciel, gémit et va un peu plus loin.
Jésus a enduré tout cela par amour pour nous. Dans Romains 5:8, nous lisons :
8 Mais Dieu nous recommande son amour, parce que, lorsque nous étions encore pécheurs, Christ est mort pour nous.
Frère Branham nous exhorte à apprécier ce sacrifice et à vivre une vie consacrée à Christ, nous lisons au paragraphe 145 :
145Quand j'y pense, mon cœur s'agite encore et encore. Penser que moi, pauvre, indigne, impie, je mourais sans Dieu, sans Christ, dans le monde, sans espérance ! Et en temps voulu, Christ est mort à ma place, cet Être magnifique, et il est venu pour être méprisé et rejeté afin que je puisse être accepté à Ses yeux. Il a pris ma place ! Oh! Cela m'étonne. Je ne peux pas imaginer comment il pourrait faire ça pour moi. Qui étais-je ? Alors vous dites : « L'a-t-il fait pour vous ? » Oui.
Le prix de la rédemption a été la vie du Seigneur Jésus, qui est mort pour que nous puissions vivre. Dans 2 Corinthiens 5:21, nous lisons :
21 Il a fait péché pour nous celui qui ne connaissait pas le péché, afin que nous devenions en lui la justice de Dieu.
Le prix de la rédemption a été la vie du Seigneur Jésus, qui a souffert et est mort sur la croix pour nous sauver. Puisse cette réflexion nous conduire à une plus grande appréciation de son sacrifice et à un engagement renouvelé à vivre dans la sainteté et l'obéissance à Dieu.
L'APPEL À LA RÉFLEXION ET À LA REPENTANCE
Le sacrifice du Seigneur Jésus sur la croix ne nous offre pas seulement la Rédemption, mais il nous appelle aussi à une profonde réflexion et à la repentance. C'est le moment d'examiner nos vies, de reconnaître nos fautes et de nous tourner vers Dieu avec un cœur contrit et humilié.
Dans Romains 3:23-24, nous lisons :
23Car tous ont péché et sont privés de la gloire de Dieu ;
24 Justifié gratuitement par sa grâce, par la rédemption qui est en Jésus-Christ,
Frère Branham nous exhorte à nous consacrer de nouveau au Christ, en reconnaissant le sacrifice qu'Il a fait pour nous. Nous écoutons le paragraphe 125 :
125Mais j'aimerais que tout le monde ici ce soir regarde le Calvaire, et ce qu'il en a coûté à Dieu, il y a dix-neuf cents ans. Et il lève la main et dit : « Je choisirai le chemin avec le petit nombre qui est méprisé par le Seigneur ! »
La repentance est une étape cruciale dans notre relation avec Dieu. Dans Actes 3:19, nous sommes appelés à nous repentir et à nous convertir :
19 Repentez-vous donc et convertissez-vous, afin que vos péchés soient effacés ; car viendront les temps de rafraîchissement de la présence du Seigneur,...
Frère Branham nous rappelle l'importance de consacrer notre vie à Dieu et de rechercher Son pardon. Je cite le paragraphe 211...
211Ô Dieu, aie pitié ! Que chaque homme et chaque femme, lorsqu'ils quittent ce bâtiment ce soir, rentrent chez eux ; aller en pensant sérieusement : « Sans rien dans mes bras ; simplement de ta croix. Et que chacun meure sur cette croix.
212 Seigneur, alors que je suis ici dans cette chaire ce soir, cette vieille petite structure de béton, je Te consacre ma vie. Je vous remercie de ce que vous avez fait pour moi. Et je me consacre à nouveau à toi, en cette nuit de souvenir de la crucifixion. Reçois-moi, Seigneur. Pardonnez-moi, toutes mes erreurs et mes problèmes. Rends-moi fort et puissant, Seigneur, dans l'Esprit de Dieu.
Dieu, afin que je puisse te gagner des âmes.
213 Et bénis cette assemblée, car nous le demandons en Son nom. Pardonnez à chaque pécheur. Nous appelons tous les égarés.
La repentance n'est pas seulement un acte de confession, mais un changement de cœur et de vie. Dans 2 Chroniques 7:14, Dieu promet de guérir notre pays si nous nous humilions et nous tournons vers Lui :
14 Si mon peuple s'humilie, lui sur qui aucun nom n'est appelé, et qu'il prie, et qu'il cherche ma face, et qu'il se détourne de ses mauvaises voies, Alors j'exaucerai du ciel, et je pardonnerai leurs péchés, et je guérirai leur pays.
La repentance implique également un engagement renouvelé à vivre dans la sainteté et l'obéissance à Dieu. Dans Jacques 4:8, nous sommes appelés à nous approcher de Dieu et à purifier nos cœurs :
8 Approchez-vous de Dieu, et il viendra à vous. Pécheurs, lavez-vous les mains ; et vous, qui avez un double esprit, purifiez vos cœurs.
L'appel à la réflexion et à la repentance est une invitation à examiner nos vies, à reconnaître nos fautes et à nous tourner vers Dieu avec un cœur contrit et humilié. Puisse cette réflexion nous conduire à une plus grande appréciation du sacrifice de Jésus et à un engagement renouvelé à vivre dans la sainteté et l'obéissance à Dieu.
Conclusion
Chers frères et sœurs, nous avons parcouru un chemin profond et émouvant dans la réflexion sur « La cruauté du péché et le prix de la rédemption ». Nous avons vu comment le péché, avec sa cruauté implacable, a séparé l'humanité de Dieu et a apporté la souffrance et la mort. Mais nous avons aussi vu l'immense amour de notre Sauveur, Jésus-Christ, qui a payé le prix ultime pour nous racheter.
Imaginez un instant le Calvaire, le lieu où notre Seigneur a été crucifié. Voyez Jésus, le Fils de Dieu, portant la lourde croix sur ses épaules lacérées, gravissant la colline du Golgotha. Écoutez les cris de la foule, les moqueries et les insultes. Ressentez la douleur et l'agonie qu'Il a endurées par Amour pour nous. Chaque pas qu'il a fait, chaque coup qu'il a reçu, chaque goutte de sang qu'il a versée, c'était pour toi et c'était pour moi.
Frère Branham nous rappelle, au paragraphe 38, ce qui suit, et je cite :
38...Combien le péché doit être cruel pour amener le Fils de Dieu à aller au Calvaire, et Dieu à Le battre, à détourner Sa face de Lui, à Le frapper, et–et à être affligé.
Jésus, l'Agneau de Dieu, a été emmené à l'abattoir, est resté muet devant ses tondeurs et n'a pas ouvert la bouche. Il a été blessé pour nos transgressions, écrasé pour nos iniquités ; Le châtiment de notre paix est tombé sur lui, et c'est par ses meurtrissures que nous avons été guéris.
Ce sacrifice nous appelle à une profonde réflexion et à la repentance. Il nous invite à examiner notre vie, à reconnaître nos fautes et à nous tourner vers Dieu avec un cœur contrit et humilié. Il nous appelle à vivre dans la sainteté et l'obéissance, à lui consacrer notre vie et à rechercher sa direction et sa force.
En ce moment, je vous invite à fermer les yeux et à ouvrir vos cœurs. Permettez-vous à l'Esprit Saint de vous parler et de vous guider. Laissez l'Amour du Christ inonder vos âmes et vous transformer. Que ce soit un moment de renouveau, d'engagement et de dévouement total à notre Seigneur et Sauveur.
PRIÈRE
Père céleste, nous venons devant toi avec un cœur humble et reconnaissant. Nous te remercions pour l'immense sacrifice de ton Fils, Jésus-Christ, qui est mort sur la croix pour nous racheter du péché et nous donner la vie éternelle. Seigneur, nous reconnaissons que nous avons besoin de Toi et nous nous repentons de nos péchés. Nous te demandons de nous pardonner, de nous purifier et de nous renouveler.
Seigneur Jésus, nous t'invitons à entrer dans nos cœurs et à être le Seigneur de nos vies. Aide-nous à vivre dans la sainteté et l'obéissance, à suivre tes traces et à être témoins de ton amour et de ta grâce. Fortifie-nous avec ton Esprit Saint et guide-nous dans chacun de nos pas.
Père, nous Te demandons de répandre Ton Esprit sur chaque personne qui entend ce message. Puissent-ils ressentir Ta présence d'une manière puissante et surnaturelle. Puissent-ils être transformés par Ton amour et faire l'expérience de Ta paix qui dépasse toute compréhension.
Seigneur, nous te donnons nos vies, nos soucis et nos fardeaux. Nous vous faisons confiance et à votre plan parfait pour nous. Que Ta Volonté soit faite dans nos vies, aussi bien qu'au ciel.
Nous te louons et t'adorons, Seigneur. Nous vous donnons à tous la gloire, l'honneur et la louange. Au Nom Tout-Puissant du Seigneur Jésus-Christ, notre Rédempteur et Sauveur. Amen!
Introdução
Irmãos e Irmãs em Cristo, neste novo episódio encontramo-nos num momento de profunda reflexão e reverência. Imaginemos por um momento o peso do pecado, aquele fardo invisível mas devastador que separou a humanidade do seu Criador desde o início dos tempos. O pecado, com sua crueldade implacável, marcou nossas almas e obscureceu nosso relacionamento com Deus. Mas no meio desta escuridão, brilha uma Luz de Esperança e de Redenção, uma Luz que nos recorda o imenso Amor do nosso Salvador.
Neste dia, ao nos lembrarmos do sacrifício supremo de Jesus Cristo, quero que paremos e pensemos sobre o preço que foi pago por nossa Redenção. Não era um preço pequeno ou insignificante. Foi um preço que envolveu o sofrimento, a humilhação e a morte do Filho de Deus. Em Isaías 53:3-5, lemos:
3 Desprezado e rejeitado entre os homens, homem de dores, experimentado no sofrimento; e, como se escondêssemos dele o nosso rosto, foi desprezado, e não fizemos dele caso algum.
4 Certamente ele levou as nossas fraquezas e as nossas dores sobre si as nossas dores; e nós o consideramos aflito, ferido de Deus e afligido.
5 Mas ele foi ferido por causa das nossas transgressões, e moído por causa das nossas iniqüidades, o castigo que nos traz a paz; e pelas suas pisaduras fomos sarados.
Neste novo episódio de "A Palavra Falada de Deus", estaremos revisando a Mensagem pregada pelo irmão William Marrion Branham, na noite de sexta-feira, 3 de abril de 1953, que ele intitulou, "A CRUELDADE DO PECADO E O PREÇO QUE CUSTOU TIRAR O PECADO DE NOSSAS VIDAS", pregada no Tabernáculo Branham, Jeffersonville, Indiana, Estados Unidos. Nesta Mensagem, o irmão Branham nos leva a uma jornada totalmente espiritual, lembrando-nos da gravidade do pecado e do Imenso Sacrifício que o Senhor Jesus fez por nós. O irmão Branham nos diz no parágrafo 38 e cito:
38... Quão cruel deve ser o pecado, para fazer com que o Filho de Deus vá ao Calvário, e Deus O bata e desvie Sua face Dele, e O fira, e – e seja afligido.
Quero que você imagine por um momento a dor e a agonia que o Senhor Jesus suportou. Não foi apenas o sofrimento físico, mas também o sofrimento espiritual que atingiu sua alma. Ele foi desprezado, rejeitado e abandonado, mesmo por aqueles que Ele veio salvar. E, no entanto, em meio a tudo isso, o Senhor Jesus permaneceu firme em sua missão de nos redimir.
Em João 3:16, encontramos a essência desse sacrifício:
16 Porque Deus amou o mundo de tal maneira que deu o seu Filho unigênito, para que todo aquele que nele crê não pereça, mas tenha a vida eterna.
Esse Amor incondicional e sacrificial é o que nos dá esperança e nos chama a uma vida de arrependimento e dedicação a Deus. O irmão Branham nos exorta a refletir sobre nossas vidas e a nos dedicar novamente a Cristo. Passo a citar o nº 27:
27Eu me pergunto se eles querem ... Ninguém fez isso por você. Eu me pergunto se você simplesmente não ... eles vão querer rededicar suas vidas a Cristo e, "Senhor, lembra-te de mim. Eu aprecio o seu... aquele cansaço e sofrimento, sangramento, ao morrer por mim. Eu sou indigno, mas agora vou levantar minha mão, Senhor, e você me verá. Quero dedicar minha vida novamente."
Irmãos e irmãs, à medida que avançamos neste sermão, convido-os a abrir seu coração e mente, a deixar o Espírito Santo falar e guiá-los. Que esta Mensagem seja um chamado à reflexão, arrependimento e dedicação renovada a nosso Senhor e Salvador, Jesus Cristo.
A CRUELDADE DO PECADO
O pecado é uma força devastadora que separou a humanidade de Deus desde o início. Sua crueldade afeta não apenas nossa vida espiritual, mas também nossos relacionamentos, nossa paz e nossa eternidade. Em Isaías 53:3-5, como já lemos, encontramos uma descrição poderosa do sofrimento que o pecado causou ao nosso Salvador.
O irmão Branham, em seu sermão, nos lembra da gravidade do pecado e como ele levou o Senhor Jesus a sofrer na cruz.
O pecado não é apenas uma transgressão contra a lei de Deus; É uma força destrutiva que traz morte e separação. Em Romanos 6:23, lemos:
23 Porque o salário do pecado é a morte, mas o dom gratuito de Deus é a vida eterna em Cristo Jesus, nosso Senhor.
O pecado é tão cruel que levou a humanidade a um estado de desespero e necessidade de redenção. Desde o início, quando Adão e Eva pecaram, a humanidade esteve sob a maldição do pecado. Em Gênesis 3:17-19, Deus diz a Adão:
17… Porquanto obedeceste à voz de tua mulher, e comeste da árvore que te ordenei, dizendo: Não comerás dela; maldita será a terra por causa de vós; com dor comereis dela todos os dias da vossa vida;
18 Isso lhes trará espinhos e abrolhos, e vocês comerão a erva do campo;
19No suor do teu rosto comerás o teu pão até que tornes à terra; porque dela fostes tirados, porque sois pó e ao pó sereis devolvidos.
O irmão Branham ilustra essa separação e o sofrimento que o pecado traz, lembrando-nos da expulsão de Adão e Eva do Éden. Ouçam os nºs 95-96 e passo a citar:
95Deus disse: "Adão, porque você ouviu sua esposa e não a mim, eu o tirei do pó, e ao pó você voltará".
96E: "Eva, porque ouviste a – à serpente e não a Mim, pois trouxeste vida... Você tirou a vida do mundo, você terá que trazer vida ao mundo. multiplicarei as tuas dores, e o teu desejo será para o teu marido", e assim por diante.
O pecado não afeta apenas nosso relacionamento com Deus, mas também traz sofrimento e dor para nossa vida diária. Em Provérbios 14:12, somos advertidos:
12Há um caminho que parece reto ao homem; No entanto, seu fim são os caminhos da morte.
O irmão Branham nos lembra que, embora o pecado possa parecer atraente ou inofensivo, seu fim é sempre destrutivo. Passo a citar o nº 80:
80 E todo homem que não é gerado, regenerado por Deus, seguirá por esse caminho de destruição. Você não pode evitar isso; sua própria alma o guia. Se você nasceu de novo, você está destinado a subir. Se você não nasceu de novo, terá que descer; sua – sua própria alma simplesmente fará isso.
O pecado é tão cruel que levou o Senhor Jesus à cruz, onde Ele sofreu e morreu para nos redimir. Em 1 Pedro 2:24, lemos:
24 o qual levou os nossos pecados em seu corpo sobre o madeiro, para que, estando nós mortos para os pecados, vivêssemos para a justiça, pela ferida de que fostes sarados.
O irmão Branham descreve vividamente o sofrimento de Jesus, parágrafo 153:
153… Ele foi levado da prisão. Ele foi levado ao tribunal; e de lá, para a praça de chicotadas; daí para o Gólgota, carregado colina acima; Simão, o cireneu, ajudando-o a carregar a cruz. E lá, ele morreu, na Rocha dos Séculos, sangrando até a morte por golpes; Seu corpo dilacerado.
A crueldade do pecado é evidente no sofrimento e morte do Senhor Jesus. Ele pagou o preço final para nos redimir e nos libertar do poder do pecado. Que esta reflexão nos leve a um maior apreço pelo seu sacrifício e a um renovado compromisso de viver em santidade e obediência a Deus.
O ALTO PREÇO DA NOSSA REDENÇÃO
A Redenção não foi gratuita; Isso teve um custo imenso. O Senhor Jesus, o Filho de Deus por excelência, pagou o preço com a própria vida. Em João 3:16, encontramos a essência desse sacrifício, como já lemos.
O irmão Branham descreve vividamente o sofrimento de Jesus, ouça os parágrafos 201 a 203:
201 Aqueles grandes pregos cruéis perfurando Suas mãos e pés! "Traspassaram-me as mãos e os pés", disse o profeta, setecentos anos antes de acontecer. O que foi? Era o Cordeiro de Abel. Ali o jogaram por terra, e a carne foi dilacerada. Seu pobre corpo tremia. Ele disse: "Estou com sede". Eles lhe deram vinagre.
202Eles o insultaram e zombaram dele, dizendo: "Grande operador de milagres, faça alguma coisa agora".
203 Mas então os céus começaram a escurecer, relâmpagos brilharam. Deus escondeu Seu rosto; Ele não aguentava mais. Oh, Deus, quão cruel deve ser o pecado! Quão cruel, quão cruel, que crueldade fez com que aquele precioso Ser sofresse isso. Tal foi o preço que Ele pagou, até que o próprio Deus escondeu Seu rosto. Os anjos cobriram o rosto, virando-se, para chorar com Ele. A lua e as estrelas não aguentavam mais; Eles não podiam mais brilhar. O mesmo Deus que os criou estava morrendo na cruz. E inclinou a cabeça.
O preço de nossa redenção foi a vida do Senhor Jesus, que sofreu e morreu na cruz para nos salvar. Em Isaías 53:5, lemos novamente:
5 Mas ele foi ferido por causa das nossas transgressões, e moído por causa das nossas iniqüidades, o castigo que nos traz a paz; e pelas suas pisaduras fomos sarados.
O irmão Branham nos lembra que esse sacrifício foi necessário para nossa redenção, para que pudéssemos ter a Vida Eterna. Leiamos no parágrafo 208:
208Deus, que cada indivíduo aqui vá para casa esta noite com isto em sua mente, pensando: "Que sacrifício! Quanto custou o resgate? O que custou a Deus?" Não nos custou nada. Mas custou a Deus Seu Filho. Custou a Deus o maior preço: custou a Cristo a Sua vida. Ele era a Rosa de Sharon; Mas para tirar o perfume de uma rosa, você tem que esmagá-la. Sua bela vida foi esmagada, um jovem de trinta e três anos e meio, para que pudéssemos viver.
Jesus pagou o preço mais alto para nos redimir e nos libertar do poder do pecado. O irmão Branham nos exorta a refletir sobre o sofrimento do Senhor Jesus e o preço que Ele pagou por nossa redenção. Ouçamos o nº 30 e citemos:
30Ajuda-nos esta noite, Senhor, estando nesta data, para que nos seja concedido ver o sofrimento que a nossa redenção custou, a tristeza que nos custou ser feliz.
O preço da Redenção não foi apenas físico, mas também espiritual. O Senhor Jesus foi desprezado, rejeitado e abandonado, mesmo por aqueles que Ele veio salvar. Em Mateus 27:46, a Palavra nos diz:
46 E por volta da hora nona clamou Jesus em alta voz, dizendo: Eli, Eli, lama sabachtani? Ou seja: Meu Deus, meu Deus, por que me abandonaste?
O irmão Branham nos lembra do sofrimento do Senhor Jesus no caminho para Sua crucificação. Ouça os parágrafos 190 a 197:
190Oh, Deus, oh, quando penso no que aconteceu lá! Ah! Até meus ossos tremem! Penso em ver aquele Cordeiro, quando o moeram, sim, colocaram espinhos em sua cabeça e os enterraram. Os soldados cuspiram em Seu rosto e disseram: "Você, Rei, agora faça alguma coisa".
191Ele era o Profeta dos profetas. Envolveram-lhe o rosto com um trapo e bateram-lhe na cabeça com uma cana, dizendo: "Agora profetiza, dize-nos quem te feriu".
192 Mas o profeta disse: "Ele estava quieto". Ele já havia dito isso.
193E amarraram-lhe as mãos atrás de si. Eles ficaram de pé com um grande chicote e O chicotearam até que Suas preciosas costelas fossem visíveis de Suas costas; o Sangue escorria pelo Seu lado, pingando no chão. Agora eu O ouço andar; e ouço o som de sangue em Suas sandálias. Esse foi Emmanuel. Isso era Deus, o Sangue de Deus.
194E eu os vejo tomar, colocar aquela cruz em Suas costas; aquela velha cruz áspera, estilhaçada e áspera. E lá vai Ele, com ela naquelas costas doloridas, Ele desce a rua. A multidão uivando, rindo, zombando Dele: "Lá vai aquele Profeta. Lá vai aquele grande Jesus. Lá se vai aquele Curador Divino." Mas Ele é meu Senhor! Oh, Deus, eu tenho sido... Deixe-me subir com Ele.
195Lá vai ele, subindo a colina. Vejo as moças, mulheres seminuas, correndo, zombando. Com seus namorados, em abraços, enquanto sobem a colina. Irmão Ward, ainda não mudou muita coisa.
Posso ver os grandes membros da igreja, dizendo: "Agora, esse era o cara que iria destruir nossa igreja; Ele pregou contra nosso pastor. Olhe para isso agora!" Mas o profeta disse que deveria ser assim. Ele era o Cordeiro de Deus.
Eu O vejo quando Ele vira a cabeça e a saliva desliza de Sua barba. Ele levanta os olhos para o céu, geme e vai um pouco mais longe.
Jesus suportou tudo isso por amor a nós. Em Romanos 5:8, lemos:
8 Mas Deus elogia o seu amor para conosco, porque, sendo nós ainda pecadores, Cristo morreu por nós.
O irmão Branham nos exorta a apreciar este sacrifício e a viver uma vida dedicada a Cristo, lemos no parágrafo 145:
145Quando penso nisso, meu coração se comove de novo e de novo. Pensar que eu, um pobre, indigno pecador ímpio, morro sem Deus, sem Cristo, no mundo, sem esperança! E no devido tempo Cristo morreu em meu lugar, aquele belo Ser, e veio a ser desprezado e rejeitado para que eu pudesse ser aceito aos Seus olhos. Ele tomou o meu lugar! Ah! Isso me surpreende. Não consigo imaginar como ele poderia fazer isso por mim. Quem era eu? Então você diz: "Ele fez isso por você?" Sim.
O preço da redenção foi a vida do Senhor Jesus, que morreu para que pudéssemos viver. Em 2 Coríntios 5:21, lemos:
21 Aquele que não conheceu pecado foi pecado por nós, para que nele nos tornássemos justiça de Deus.
O preço da redenção foi a vida do Senhor Jesus, que sofreu e morreu na cruz para nos salvar. Que esta reflexão nos leve a uma maior apreciação do seu sacrifício e a um renovado compromisso de viver em santidade e obediência a Deus.
O CHAMADO À REFLEXÃO E AO ARREPENDIMENTO
O sacrifício do Senhor Jesus na cruz não apenas nos oferece a Redenção, mas também nos chama a uma profunda reflexão e arrependimento. Este é um momento para examinar nossas vidas, reconhecer nossas falhas e nos voltarmos para Deus com um coração contrito e humilhado.
Em Romanos 3:23-24, lemos:
23Pois todos pecaram e carecem da glória de Deus;
24 sendo justificados gratuitamente pela sua graça, mediante a redenção que há em Cristo Jesus;
O irmão Branham nos exorta a nos dedicarmos novamente a Cristo, reconhecendo o sacrifício que Ele fez por nós. Ouvimos o parágrafo 125:
Mas eu gostaria que todos aqui esta noite olhassem para o Calvário, e o que custou a Deus, mil e novecentos anos atrás. E ele deve levantar a mão e dizer: "Escolherei o caminho com os poucos que são desprezados pelo Senhor!"
O arrependimento é um passo crucial em nosso relacionamento com Deus. Em Atos 3:19, somos chamados a nos arrepender e nos converter:
19 Arrependei-vos, pois, e convertei-vos, para que sejam apagados os vossos pecados; pois virão os tempos de refrigério da presença do Senhor,...
O irmão Branham nos lembra da importância de consagrar nossas vidas a Deus e buscar Seu perdão. Cito o nº 211...
211Ó Deus, tem misericórdia! Que todos os homens e mulheres, ao deixarem este prédio esta noite, voltem para casa; ir, pensando seriamente: "Sem nada em meus braços; simplesmente da Tua cruz". E que cada um morra nessa cruz.
212 Senhor, enquanto estou aqui neste púlpito esta noite, esta velha e pequena estrutura de concreto, consagro minha vida a Ti. Agradeço-vos o que fizestes por mim. E eu me consagro novamente a Ti, nesta noite de lembrança da crucificação. Recebe-me, Senhor. Perdoe-me, todos os meus erros e problemas. Faça-me forte e poderoso, Senhor, no Espírito de Deus.
Deus, para que eu possa ganhar almas para Ti.
213 E abençoe esta congregação, pois nós a pedimos em Seu nome. Perdoe todo pecador. Chamamos todos os rebeldes.
O arrependimento não é apenas um ato de confissão, mas uma mudança de coração e vida. Em 2 Crônicas 7:14, Deus promete curar nossa terra se nos humilharmos e nos voltarmos para Ele:
14 Se o meu povo se humilhar, sobre o qual nenhum nome é invocado, e orar, e buscar a minha face, e se converter dos seus maus caminhos, Então ouvirei dos céus, e perdoarei os seus pecados, e sararei a sua terra.
O arrependimento também envolve um compromisso renovado de viver em santidade e obediência a Deus. Em Tiago 4:8, somos chamados a nos aproximar de Deus e purificar nossos corações:
8 Chegai-vos a Deus, e ele virá a vós. Pecadores, limpem as mãos; e vós de mente dúbia, purificai os vossos corações.
O chamado à reflexão e ao arrependimento é um convite para examinar nossas vidas, reconhecer nossas falhas e nos voltarmos para Deus com um coração contrito e humilde. Que esta reflexão nos leve a um maior apreço pelo sacrifício de Jesus e a um renovado compromisso de viver em santidade e obediência a Deus.
Conclusão
Queridos irmãos e irmãs, percorremos um caminho profundo e comovente na reflexão sobre "A crueldade do pecado e o preço da redenção". Vimos como o pecado, com sua crueldade implacável, separou a humanidade de Deus e trouxe sofrimento e morte. Mas também vimos o imenso Amor de nosso Salvador, Jesus Cristo, que pagou o preço final para nos redimir.
Imagine por um momento o Calvário, o lugar onde nosso Senhor foi crucificado. Veja Jesus, o Filho de Deus, carregando a pesada cruz em seus ombros dilacerados, subindo a colina do Gólgota. Ouça os gritos da multidão, a zombaria e os insultos. Sinta a dor e a agonia que Ele suportou por Amor por nós. Cada passo que ele deu, cada golpe que recebeu, cada gota de sangue que derramou, foi para você e foi para mim.
O irmão Branham nos lembra, no parágrafo 38, do seguinte, e cito:
38... Quão cruel deve ser o pecado, para fazer com que o Filho de Deus vá ao Calvário, e Deus O bata e desvie Sua face Dele, e O fira, e – e seja afligido.
Jesus, o Cordeiro de Deus, foi levado ao matadouro, ficou mudo diante de seus tosquiadores e não abriu a boca. Ele foi ferido por nossas transgressões, esmagado por nossas iniqüidades; o castigo da nossa paz estava sobre ele, e pelas suas pisaduras fomos sarados.
Este sacrifício nos chama a uma profunda reflexão e arrependimento. Ele nos convida a examinar nossas vidas, a reconhecer nossas falhas e a nos voltarmos para Deus com um coração contrito e humilhado. Ele nos chama a viver em santidade e obediência, a consagrar nossas vidas a Ele e a buscar Sua orientação e força.
Neste tempo, convido-os a fechar os olhos e a abrir os corações. Permita que o Espírito Santo fale com você e o guie. Deixem que o Amor de Cristo inunde suas almas e os transforme. Que este seja um momento de renovação, compromisso e dedicação total ao nosso Senhor e Salvador.
ORAÇÃO
Pai Celestial, viemos diante de Ti com corações humildes e agradecidos. Nós Te agradecemos pelo imenso sacrifício de Teu Filho, Jesus Cristo, que morreu na cruz para nos redimir do pecado e nos dar a Vida Eterna. Senhor, reconhecemos nossa necessidade de Ti e nos arrependemos de nossos pecados. Pedimos que nos perdoe, nos limpe e nos renove.
Senhor Jesus, convidamos você a entrar em nossos corações e ser o Senhor de nossas vidas. Ajuda-nos a viver em santidade e obediência, a seguir os Teus passos e a ser testemunhas do Teu Amor e Graça. Fortaleça-nos com o Seu Espírito Santo e guie-nos em cada passo que damos.
Pai, pedimos que derrame Seu Espírito sobre cada pessoa que ouve esta mensagem. Que eles sintam Sua presença de uma forma poderosa e sobrenatural. Que eles sejam transformados por Seu amor e experimentem Sua paz que excede todo entendimento.
Senhor, nós te damos nossas vidas, nossas preocupações e nossos fardos. Confiamos em Ti e no Teu Plano Perfeito para nós. Que a Tua Vontade seja feita em nossas vidas, assim como no céu.
Nós te louvamos e adoramos, Senhor. Damos a você toda a glória, honra e louvor. No Nome Todo-Poderoso do Senhor Jesus Cristo, nosso Redentor e Salvador. Amém!
NOTA SOBRE LOS DERECHOS DE AUTOR
Este sitio web posee contenido con derechos reservados. Puede ser compartido de forma gratuita para propagar el Evangelio de Jesucristo. Se permite su reproducción en masa, publicarlo en sitios web, redes sociales, traducir a otros idiomas dando el crédito al escritor de este contenido. Se prohíbe la venta o recaudación de fondos de cualquier contenido en este sitio web. Para más información puede escribirnos a:
LA PALABRA HABLADA DE DIOS
PO Box 2017 PMB 345
Las Piedras, PR 00771